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INTRODUCCIÓN

Ver con ojos nuevos para redescubrir fuera lo que vamos descubriendo dentro, lleva a concienciarnos de que «nada nuevo hay bajo el sol». Los mismos pasos que hoy damos, otros los dieron antes. Por eso resulta alentador encontrar las huellas de nuestros predecesores en las sendas del espíritu por doquier.

Una de estas fuentes saturada de «rastros» de los buscadores espirituales del pasado que dejaron como señales indicadoras en el camino a sus hermanos de otras edades, procede de los textos y enseñanzas de la India milenaria. Entre ellos ocupan lugar destacadísimo los UPANISHADS.

En el siguiente artículo se hace una incursión en el mensaje imperecedero de esta fuente de sabiduría que nos legó la cultura hindú y que está más allá del tiempo y del espacio, en la que podemos adentrarnos si somos capaces de sortear las trampas del lenguaje y leer con los ojos del espíritu. Y como regalo adicional, reproducimos uno de estos textos, el Adhyatma Upanishad.

Upanishad 02

LOS UPANISHADS: EL PROFUNDO MENSAJE ESPIRITUAL DE LA INDIA MILENARIA

Los Upanishads son supremas visiones espirituales expresadas verbalmente entre los siglos ocho y cuarto antes de nuestra era en la antigua India.

A los primeros Upanishads se agregaron otros que se fueron componiendo hasta el siglo quince, ampliando o explicando las visiones primeras eternas. Su número aumentó hasta el punto que se han podido imprimir en sánscrito hasta ciento doce Upanishads. La colección completa casi iguala a la de los textos de la Biblia.

Los dos Upanishads más extensos son el Chandogya y el Brihadarangaka, de unas cien páginas cada uno. Son, tal vez, los más antiguos. El más breve es el Isa Upanishad que sólo tiene dieciocho versículos. No es uno de los más antiguos, tal vez del tiempo del BHAGAVAD GITA – unos cuatrocientos años antes de J. C. -, pero debido a su cósmica grandeza suele encabezar las colecciones de Upanishads en sánscrito en la India.

La palabra Upanishad se relaciona con la raíz sánscrita SAD, estar sentado. Podemos imaginar a los discípulos sentados a los pies del Maestro escuchando el sublime Upanishad.

El espíritu de los Upanishads lo encontramos en las Palabras del Evangelio “El reino de Dios es en vosotros”; y en los versos de místicos de diversas culturas y tradiciones religiosas, como San Juan de la Cruz, Nisargadatta, o Ibn Arabi en “Viaje al Señor del Poder”, entre otros.

Anteriores a los primeros Upanishads tenemos en la India la creación de los Vedas, visiones poéticas y espirituales en las que la imaginación humana ve primero a los dioses y los expresa en creación poética, y después va avanzando hacia unidades más intensamente poéticas y espirituales hasta llegar al Brahmán único de los Upanishads, unidad suprema. Así como San Francisco de Asís dirige en canto sublime al Dios de la naturaleza y habla del “hermano sol, hermano viento, hermana agua y hermano fuego”, los ve todos expresando la gloria de un Dios del universo y, por tanto, Dios del sol del viento, del agua y del fuego, en los Vedas hay la visión de un dios del sol, un dios del viento, un dios del agua y un dios del fuego, y la gloriosa poesía de estos y otros dioses.

En los Upanishads la visión espiritual y poética va desde una diversidad hacia una unidad y de los dioses a Brahmán, el Dios de todos los dioses, suprema unidad del Universo que reúne y supera su inmensa variedad. Los creadores de los Upanishads fueron pensadores y poetas, y el poeta bien sabe que si la poesía nos aleja de lo que se llama realidad es sólo para elevarnos hacia una Realidad más alta donde, lejos de las limitaciones de un estar, encontramos la infinita alegría de un Ser. Estas creaciones están tan por encima de la curiosidad arqueológica de algunos eruditos como lo está la luz del sol por encima de sus definiciones. Necesitamos de la erudición para ir a buscar los frutos de sabiduría de los tiempos antiguos; pero es sólo una elevación espiritual que nos permite gozar de esos frutos y transformarlos en vida.

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El Brahmán del universo, el Dios trascendente de tiempo y de espacio, pero inmanente en el tiempo y en el espacio es, según los Upanishads, el mismo Ser nuestro y el Ser de todas las cosas. El Brahmán trascendente cuando es inmanente en nosotros, se llama Atman. Son dos nombres para un mismo Ser: el Infinito se llama Brahmán, y el Infinito manifestado en lo finito y limitado se llama entonces Atman. En su eterna clarividencia los maestros supremos vieron un Infinito de unidad trascendente y al mismo tiempo un Infinito de variedad inmanente. Es el Dios expresado como el “todo en el todo” de poetas, místicos y videntes, y después explicado – a veces complicado – en teologías que son a la experiencia de algo eterno, lo que la gramática es a la poesía: un estudio y análisis intelectual, y no experiencia vital, Realidad de vida, una abstracción de pensamiento como son los números, ideas indispensables para cálculos, pero no cosas que podamos tocar con las manos exteriormente, aunque mucho menos impalpables ilusiones. Como nos dice y sugiere el Kena Upanishad, Brahmán o Atman, no es algo que se pueda ver, oír, gustar o tocar con los sentidos, no es algo que se pueda comprender, imaginar, o concebir con el pensamiento. Está más allá, de los sentidos y de todo pensamiento. Es un Amor hacia un más allá. Un Amor a quien se va por el camino del amor, y cuanto más puro y más intenso es el amor tanto más se ve y comprende y se siente y se vive el Amor infinito, que es la causa de nuestro finito amor. Brahmán no se puede pensar con la mente, es “aquello que hace posible que la mente pueda pensar”.

Uno de los mensajes de los Upanishads, explicado después en el Bhagavad Gita, es que sólo amando se comprende el amor y no mediante explicaciones o definiciones: amar y saber son, al principio, divergentes, como los lados de un ángulo, pero a medida que se va subiendo por los dos lados, el saber comprende más al amor hasta que al fin son uno. El amor puro transforma el estar en un ser, y en tal sublime transformación, algo finito y temporal se ha convertido en algo infinito y eterno, lo mortal se ha convertido en algo inmortal. Es como el salir a la luz de dentro una cueva oscura, un despertar después de dormir, un momento de Eternidad y alegría suprema por encima de la ilusión de placeres que Pasan y dolores que Perduran, un ser consciente más allá de un estar inconsciente, un momento de vida tan intensa, tan absoluta, que permite una fe basada en experiencia, y no una creencia procedente de palabras y libros

En el saber estudiamos la variedad de las cosas, las definimos y comprendemos, y así las dominamos: es la ciencia. Pero en el amor puro contemplamos las cosas sin deseo de posesión, sólo por el gozo de la contemplación: es la poesía. En el saber nos separamos de las cosas, hay un yo nuestro que estudia y la cosa estudiada; pero en el amor nos unimos con las cosas y en la alegría de la contemplación desaparece el sentido de posesión, de egoísmo y de destrucción. Un grandioso árbol milenario puede ser objeto de contemplación en silencio para el poeta, de estudio y gran actividad cerebral para el científico, un objeto de mero lucro para un comerciante que, sin consideración a la grandeza sublime del árbol milenario, está dispuesto a comprarlo, venderlo y hasta quemarlo.

¡Cuando pensamos y analizamos, vemos las cosas en su variedad, pero cuando amamos las vemos en su unidad. El saber amplía la vida tanto hacia el bien como hacia el mal, pero el amor puro la eleva siempre hacia el bien. Por eso es que el Katha Upanishad dice: “Quien ve la variedad y no la unidad muere una y otra vez”. El Mandukya Upanishad menciona un cuarto estado de conciencia: Ser puro, OM, Airnan, Dios. En el Chandogya Upanishad, encontramos una visión poética de la misma idea: hay en nuestro corazón un diminuto espacio y, sin embargo, en él moran el sol, la luna y las estrellas, existe todo el universo, “porque todo el universo es en Él, y Él es en nuestro corazón”. Esta idea sublime, tal vez la más sublime que ha concebido el hombre sobre la tierra, puede ser objeto de concentración, meditación, contemplación y unión: es la idea central de los Upanishads. La concentración es una forma intensa de atención. El pajarillo que busca un árbol para construir su nido, empieza por la atención y concentración. Después parece que considera, instintivamente, el lugar más seguro y protegido del árbol: es una meditación, superada cuando el hombre de ciencia considera el mismo árbol. En estas dos actividades intelectuales, o instintivas, hay un movimiento mental o cerebral. El poeta o el pintor contemplan el árbol, aunque antes hayan dedicado su atención a su pensar. Contemplación es silencio interior. Los movimientos cerebrales – tal vez electrónicos -, mentales, olas del mar de la mente, se van calmando, los ruidos o sonidos exteriores o interiores desaparecen y un silencio, más o menos intenso, parece que permite la luz del alma iluminar el objeto de la contemplación. Nos acercamos a lo infinito y a lo eterno.

En un relampagueo de luz eterna, el Poeta o el pintor ven el árbol en contemplación. Es la visión. Después viene la creación, el dominio y la técnica de un idioma, o el dominio técnico del pintor, formando la base, el principio necesario para la expresión poética o artística. En la unión, el conocedor y la cosa conocida son uno en un momento eterno. El poeta o el pintor por un momento no ven el árbol, son el árbol, y su intensidad de ser depende de su intensidad de amor; y de su intensidad de visión depende la grandeza de su creación. La visión pura es una realidad suprema; Pero, desgraciadamente, al lado de la fe creadora hay el fanatismo destructor, al lado de la visión que eleva, hay la ilusión que transforma sublimes verdades y visiones espirituales, en bajas ilusiones. Toda visión real está por encima de la razón humana, pero la razón la admite y defiende. En cambio, cuando la visión es ilusión, está por debajo de la razón, aunque pueden cubrirla nubes negras tan oscuras que hacen difícil, sino imposible, que la luz del alma pura y de la razón clara pueda disiparlas.

Los videntes de los Upanishads no crearon una religión. Su visión suprema es tan elevada que está por encima de religiones, de humanismos que quieren substituirla, o de actitudes científicas que quieren ignorarla, e infinitamente por encima de fanatismos, ilusiones e indiferencias humanas. Su visión está también por encima de ceremonias religiosas, teologías o filosofías, y presupone una visión creadora de la mente del hombre de donde Proviene todo lo espiritualmente puro, bueno y bello, y por tanto, verdadero, que haya o pueda haber en religiones, teologías y filosofías. Si la ciencia es una, la verdad espiritual tiene, a lo menos, que ser una. Afortunadamente el hombre moderno aspira a esta unidad y la indiferencia o repugnancia humanas contra toda forma de fanatismo, intolerancia o superstición son, tal vez, expresiones inconscientes de los anhelos de bondad, verdad y belleza: anhelos de amor infinito que residen en el fondo de todo corazón humano, reflejando, como en un espejo, la luz de un Sol de Amor. El espejo del alma, que por naturaleza es puro, limpio y clarísimo, puede, sin embargo, encontrarse cubierto de nubes más o menos oscuras, resultado de pasadas o presentes desarmonías egocéntricas. Y las nubes impiden un claro reflejo de la luz pura e impiden que el alma sienta el Ser Puro, la visión Pura y la Pura alegría que son el Brahmán de los Upanishads, el Dios de las religiones, el humanismo puro o razón pura entrevistos entre las confusiones y ofuscaciones humanas. Por eso la plegaria pura de los Upanishads es un anhelo de luz pura, cuando suplica que de las apariencias de la vida, de su noche oscura y de su muerte final, el Atman supremo nos conduzca a algo que es Realidad, Luz e Inmortalidad.

En dos versos sánscritos muy posteriores a los tiempos primeros de los Upanishads, escuchamos la Plegaria que dice: “Que el hombre malo sea bueno y que el hombre bueno tenga paz. Que en la paz se libere sin lazos y que el hombre libre dé libertad a otros”. Uno de los problemas educativos más importantes es el inducir a los que poseen más inteligencia, energía, constancia y otras virtudes, a que las empleen en buena voluntad para ayudar a los otros que no las poseen en tan alto grado y no para fines egoístas, para dominar más o menos a los otros: el camino del hombre sobre la tierra va de lo finito a un Infinito donde no hay más ni menos, pues hay un Todo en el todo.

upanishad

Aunque el Brahmán de los Upanishads no puede expresarse en palabras, nos dejaron tres palabras que sugieren su más allá: SAT (Ser puro), CIT (Conciencia pura), ANANDA (Alegría pura). Según los Upanishads, el espacio y el tiempo son emanaciones de Brahmán cuyo ser es un más allá del espacio y del tiempo. ¿Por qué? Por la alegría de creación. ¿Por qué hay el mal? Por la alegría de superarlo con el bien. ¿Por qué hay la oscuridad? Para que la luz pueda brillar más intensa. ¿Por qué hay el dolor? Para hacer posible la alegría de superarlo, la alegría del sacrificio por amor. ¿Por qué la creación e infinita evolución del universo? Porque en el fondo todo es amor, y amor puro es pura alegría.

Entre los libros sagrados de la humanidad, los Upanishads bien pueden llamarse Himalayas del Alma. Sus apasionadas aventuras para descubrir y encontrar el sol de un Espíritu en nosotros, de quien tenemos la luz de nuestra conciencia y el fuego de nuestra vida; la grandeza de sus preguntas y la sublime sencillez de sus respuestas; su irradiante alegría cuando sienten la revelación de lo Supremo en su alma y uno de sus poetas puede exclamar: “La luz del sol es la luz que es mía”; sus paradojas y contradicciones donde encontramos una verdad vital; sus sencillas narraciones donde con ejemplos concretos se explican las más altas verdades metafísicas con palabras claras como las de un niño; los resplandores de su visión que revelan la grandeza infinita de nuestro mundo interior; su gran variedad, pero dentro de una absoluta unidad en su sublime concepción de Brahmán; su fe ardiente y elevadora en el alma humana que es una con el Alma (el universo; su tolerancia de los Vedas, pero su interpretación espiritual y, por lo tanto, simbólica, de todo ritual exterior, indicando así el verdadero camino de elevación espiritual a todos los hombres del porvenir; sus semillas de grandes ideas psicológicas y filosóficas; las vastas armonías que resuenan en sus palabras, su buen sentido y sabiduría espiritual que pueden satisfacer a diferentes temperamentos en su buscar el camino de la luz; sus imágenes y semejanzas de una gran sencillez que encontramos repetidas por santos y poetas que nunca conocieron los Upanishads, y así nos confirman la unidad de toda vida o visión espiritual; el esplendor de su Imaginación romántica que convierte a su creadores en hermanos de espíritu con los creadores de belleza de todos los tiempos y que nos enseñan cómo podemos convertir nuestra vida en una obra de belleza; todo ello es como una armonía de trompetas resonando una gloria de luz y de amor que, más allá de dudas y de la muerte, proclama la victoria de nuestra vida inmortal.

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NOTA: Casi todo el anterior texto está extractado del libro “Upanishads, the Holy Spirit of Vedas”, que incluye la traducción de once de los más clásicos Upanishads, en selección realizada por Adi Shankaracharya, más unas breves aportaciones personales, particularmente en el 5º párrafo.

 

Rishi-veda

ADHYATMA UPANISHAD

INVOCACIÓN

AUM, ¡Que el Sol nos dé su bendición! ¡Que Varuna, Dios del agua, nos dé su bendición! ¡Que Aryama, Indra, Brihaspati y Vishnu, nos den su bendición!

Mis respetos a Brahma, la Realidad Absoluta.¡Oh Vayu, dios del aire, te presento mis respetos especialmente a ti porque tú eres Brahma manifestado! Debería llamarte solamente «el Brahma manifiesto»; debería llamarte también satyam -la Verdad-; debería llamarte también rit– la ley.

¡Que ellos me protejan!

¡Que protejan al que habla!

¡Que me protejan a mí!

¡Que protejan al que habla!

AUM Paz, paz, paz

***

En la cavidad del corazón, situado dentro del cuerpo, vive un no-nacido eterno.

La tierra es su cuerpo; mora dentro de la tierra pero la tierra no le conoce.

El agua es su cuerpo; mora dentro del agua pero el agua no le conoce.

La luz es su cuerpo; mora dentro de la luz pero la luz no le conoce.

El aire es su cuerpo; mora dentro del aire pero el aire no le conoce.

El cielo es su cuerpo; mora dentro del cielo pero el cielo no le conoce.

La mente es su cuerpo; mora dentro de la mente pero la mente no le conoce.

El intelecto es su cuerpo; mora dentro del intelecto pero el intelecto no le conoce.

El ego es su cuerpo; mora dentro del ego pero el ego no le conoce.

La mente que razona es su cuerpo; mora dentro de la mente que razona pero la mente que razona no le conoce.

Lo inmanifestado es su cuerpo; mora dentro de lo inmanifestado pero lo inmanifestado no le conoce.

Lo indestructible es su cuerpo; mora dentro de lo indestructible pero lo indestructible no le conoce.

La muerte es su cuerpo; mora dentro de la muerte pero la muerte no le conoce.

Es el yo más interior de todos esos elementos, no tiene pecados, y es el único y divino Dios Narayana, el sustentador de todos los seres humanos.

El cuerpo, los sentidos… etc…, carecen de alma y la sensación de ser yo su poseedor respecto a ellos, es adhyas -ilusión. Por eso, una persona inteligente debería desembarazarse de dicha ilusión mediante su fidelidad a Brahma, la Realidad Absoluta.

Conociéndose a sí mismo como sakshi pratyagatma, -la interior alma presenciadora del propio intelecto y de todas sus manifestaciones- y asumiendo el ánimo de que «Yo soy Eso», deja de reclamar -como «mío»- la posesión de todas las cosas.

Habiendo dejado de seguir la sociedad, deja de seguir también al cuerpo. Habiendo dejado de seguir las escrituras, abandona también la ilusión del alma.

Arraigándose en su propia alma y utilizando diversas técnicas, mediante el escuchar y la propia experiencia, el yogui llega a conocerse a sí mismo como el alma de todo y su mente es aniquilada.

Sin conceder ninguna oportunidad al sueño, ni a las charlas sociales, ni a los objetos de los sentidos -sonidos, formas, sabores, olores, o sensaciones táctiles-, y sin olvidarse nunca del alma, contempla el alma en tu interior.

Este cuerpo está constituido por las excreciones de tu padre y de tu madre y se encuentra repleto de secreciones y carne. Por eso, alejándote de él como de un chandal -el intocable más bajo- y convirtiéndote en Brahma -la Absoluta Realidad- siéntete realizado. ¡Oh buscador de la Verdad! Al conocer la unidad del alma con el alma suprema, análogamente a la unidad del ghatakash -el cielo dentro de un bote- y del mahakash -el cielo sin un bote-, sin dividirte, permanece siempre en paz.

Convirtiéndote en el auto-iluminado, auto-generado, sustentador de todas las cosas y del alma humana, Brahman, la Absoluta Realidad, deshazte de tu sensación corporal y también de la sensación del cuerpo universal como si fueran contenedores de excreta. Convirtiendo el sentido de ego que ha controlado el cuerpo, en el Yo eternamente consciente y dichoso, abandona el cuerpo burdo y sé tan sólo tu solitaria alma inmortal.

¡Oh, inocente! De la misma manera que un ciudadano puede verse reflejado en un espejo, Yo soy Brahma, la Absoluta Realidad, en la cual se ve el reflejo de este mundo. Sabiendo esto, ¡oh sin pecado!, siéntete pleno.

Solamente una persona libre de las ataduras del ego alcanza su auténtica naturaleza. Por lo tanto, volviéndote inmaculadamente claro como la luna llena, uno se vuelve auto-luminoso y alcanza la dicha eterna.

Al cesar el sentido de «hacer», desaparecen todas las ansiedades. Al cesar toda ansiedad, cesan todos los deseos. La desaparición de todo deseo es la emancipación, y a eso se le llama «jivanmukti», la liberación mientras en vida.

Contemplándolo todo, en cualquier dirección, como Brahma, la Absoluta Realidad, al madurar ese sentimiento, todo deseo cesa. Nunca seas negligente en tu fidelidad a Brahma, la Absoluta Realidad, porque ésa es la única muerte. Así lo dicen aquellos que se hallan firmemente establecidos en Brahma.

El alga cuando es apartada, no pierde un sólo instante en cubrir el agua de nuevo. De la misma manera, si un sabio se aparta de su fidelidad a Brahma, aunque sea por sólo un instante, la ilusión le cubre de inmediato.

Aquél que ha alcanzado en vida la unidad con Brahma, la Absoluta Realidad, seguirá así incluso después de haber dejado el cuerpo. Por lo tanto, ¡oh inocente!, habiendo despertado, vacíate de toda elección en la dualidad.

Cuando uno contempla el alma no-dual mediante el nirvikalpa samadhi, -el despertar sin elección- ése es el momento en que el nudo de la ignorancia residente en el corazón se disuelve por completo.

Consolidando la ausencia de ego, abandonando toda sensación de «yo», etc… existe siendo indiferente a ellos como con las vasijas y ropas, etc… Todos los títulos -desde Brahma, el dios creador, hasta la piedra- son falsos. por lo tanto, afincado solamente en el alma, contempla tu propia alma en todo.

Yo soy Brahma, el creador.

Yo soy Vishnu, el sustentador.

Yo soy Shiva, el destructor.

Yo soy Indra, el señor de todos los dioses.

Yo soy el universo y lo soy todo.

No hay nada más que Yo.

El espejismo de los objetos sobre la propia alma, es una superimposición. Al abandonarla, uno es uno mismo: el perfecto, no-dual e inmóvil Brahma, la Absoluta Realidad. El mundo que aparece como distinto del alma, es casi falso. ¿Dónde se encuentra la división en una entidad pura, sin forma y sin órganos?

El alma consciente es libre de la nociones de veedor, visión y visto, etc… Es inmune a ello y es totalmente pleno como el océano en la época del Diluvio.

De la misma manera que la oscuridad se disuelve con la luz, la causa de toda ilusión se disuelve en la Absoluta Realidad sin parangón y sin órgano alguno. ¿Dónde se encuentra entonces la división?

La Realidad Suprema es única; ¿cómo puede contener división alguna? El estado de sushupti -el sueño profundo, sin sueños- es dichoso. ¿Quién ha visto en él división alguna? La raíz de esta división es la mente. Si no hay mente, no hay división. Por lo tanto, concentra tu mente en la consciencia universal la cual es tu propio interior.

Sabiendo que tú eres el alma perpetuamente dichosa, regocíjate siempre en esa dicha, dentro y fuera de propia alma.

El fruto del desapego es el conocimiento; el fruto del conocimiento, es la relajación. La paz que desciende al experimentar la propia dicha es el fruto mismo de la relajación. Si cada uno de los anteriormente mencionados no llegan sucediendo al anterior, has de saber que el anterior no ha fructificado.

La abstención de los objetos sensorios es en sí mismo, el contento supremo y la dicha incomparable.

Aquél que posee el atributo de ser la personificación de maya -la ilusión-, aquél que es el origen del universo, aquél que posee las características de omniscencia, etc…, y es la encarnación de lo indirecto, de la multiplicidad y de la verdad, etc., es conocido con la palabra «tat» – «Eso»

Aquél que parece sostener el «yo» como experiencia y como palabra, y aquél que es experienciado como separado de la consciencia, es conocido con la palabra «tvam» – Tú»

Existen dos atributos: maya -ilusión- para el alma universal; y avidya -ignorancia- para el alma encarnada. Al abandonarlos a ambos, lo que resta es lo perpetuamente cierto, el consciente y dichoso Para Brahma, la Realidad Suprema y Última.

De esta manera, mediante frases como «Tat tvamasi» -Eso eres tú- indagar en significados tales como «la unidad de jiva -el alma encarnada- y Brahma, la Absoluta Realidad», es sravana – la escucha. E indagar, de manera razonable, en el significado de todo lo escuchado, es manam -la contemplación. Al establecer tu mente en el indubitable significado alcanzado mediante esa escucha y contemplación, y sintonizar con ello, es nididhyasan -la asimilación. Dejando de lado al meditador y a la meditación respectivamente, cuando aquello sobre lo que se medita, la meta, permanece como único objetivo y la mente se aquieta como la llama de una lámpara en una habitación sin brisa alguna, eso se llama samadhi -la Iluminación.

Durante el samadhi, los objetos de la experiencia no se encuentran separados del alma, de ahí que no sean experimentados. Pero esas gloriosas experiencias del buscador que ha salido del samadhi, son inferidas mediante los recuerdos de la mente.

En este mundo sin principio, se acumulan millones y millones de karmas -acciones-impresiones.

Todos ellos son destruidos por este samadhi y el puro dharma -la propia naturaleza de uno- emerge.

Los que conocen el yoga lo llaman Dharmamegha samadhi -la nube del dharma- porque precipita, como una nube, mil y una corrientes del néctar del dharma. En este samadhi, la red de deseos se disuelve por completo mientras que los matojos de karmas acumulados llamados «virtud y pecado» son arrancados de raíz.

Al principio, esta frase ilimitada: Tat tvamasi – Eso eres tú-, siendo cierta, es sólo realizada de forma indirecta. Luego, el conocimiento directo -como un fruto de myrobalan mantenido sobre la propia mano- nace.

Cuando no surge ningún deseo hacia los objetos dignos de ser disfrutados, reconoce esto como el desapego último. Cuando ningún sentimiento de «yo» surge, reconócelo como el conocimiento último. Cuando los deseos ya disueltos no surgen de nuevo, eso es la relajación última, y un buscador así -un sthitpragya-, estable en su sabiduría, permanece siempre en la dicha.

Aquél cuyo Yo se halla absorto siempre en Brahma, la Realidad Suprema, permanece sin deseos e inmóvil. Cuando, purificadas por su unidad con Brahma y sumergidas en este único arrebatamiento, las actividades de la mente no eligen y permanecen solamente como consciencia, entonces eso es denominado pragya -sabiduría. Aquél que siempre posee esa pragya es llamado jivanmukta, el que se ha liberado en vida.

Aquél que no tiene sentimiento de «yo» referido a su cuerpo y a sus sentidos, ni sentido de «yo» para cualquier otra cosa, es un jivanmukta, el liberado en vida.

Aquél que no conoce diferencia alguna a través del intelecto, entre jiva -el alma encarnada- y Brahman, o entre Brahma y la naturaleza, la creación, es llamado jivanmukta, el liberado en vida.

Respetado por los buenos o insultado por los perversos, aquél que permanece siempre ecuánime es llamado jivanmukta.

Para aquél que ha conocido la esencia de brahma, este mundo ha dejado de ser igual que antes. Si no fuera así, no ha conocido aún el estado de ser de Brahma y es aún un extrovertido.

Mientras se experimente felicidad, etc… Eso se denomina prarabdha -acumulación de acciones e impresiones pasadas- porque los frutos surgen siempre de las acciones del pasado.

No hay fruto si no hay acción. De la misma manera que la actividad soñadora cesa al despertar, de forma análoga, las acciones pasadas acumuladas durante miles de millones de eones se disuelven instantáneamente cuando uno descubre «Yo soy Brahma».

Conociéndose a sí mismo como desapegado e indiferente igual que el cielo, el yogui no se apega en absoluto a ninguna acción futura. De la misma manera que el cielo presente en una botella conteniendo licor no resulta afectado por el olor del licor, el alma permanece inalterada ante cualquier suceso a pesar de estar presente en todos ellos.

Al igual que una flecha lanzada no puede detenerse antes de dar en el objetivo, las acciones realizadas antes de la Iluminación no dejarán de dar frutos después de que uno se ilumine. Una flecha disparada al considerar a un animal, un tigre, no puede detenerse a medio camino si descubrimos después que el animal era una vaca.

La flecha dará en el blanco con toda su fuerza. Análogamente las acciones ya realizadas dan fruto incluso después de que la Iluminación suceda. El que comprende su propia inmortalidad y eterna juventud permanece uno con el alma y no guarda relación alguna con los frutos de sus pasadas acciones.

El karma -las acciones del pasado- fructifica solamente cuando tenemos la sensación de pertenencia respecto a nuestro cuerpo. No es deseable tener nunca el sentimiento de que «este es mi cuerpo». De esta manera, abandonando el sentimiento de posesión de un cuerpo uno se deshace de los frutos de las acciones pasadas.

Esta falacia -este es mi cuerpo- es la causa que genera en la imaginación la idea de las acciones pasadas. ¿Cómo puede ser verdad algo que es impuesto o imaginado sobre una falacia? ¿De dónde puede surgir algo, si eso, en primer lugar, no es real? ¿Cómo puede destruirse aquello que nunca ha nacido? ¿Cómo puede lo irreal poseer acciones pasadas?

La sensación de propiedad del cuerpo es el resultado de nuestra ignorancia y resulta destruida por completo con la Iluminación. ¡Cómo entonces subsiste el cuerpo?

Para satisfacer esta duda del ignorante, las escrituras atribuyen -exteriormente- la pervivencia del cuerpo a las pasadas acciones. No es para explicárselo a los que saben, sino para satisfacer al ignorante, que las escrituras dicen: «El cuerpo…etc.., es una realidad», y también que existe el karma acumulado, las acciones del pasado.

Realmente no existe nada más que el Uno y no-dual Brahma, el cual es perfecto, sin principio ni final, inconmensurable, inalterable, morada de la dicha, morada de la consciencia, morada de la verdad, eterno, indestructible, omnipresente, uniforme, total, infinito, multidireccional, imposible de ser perdido o hallado, sin sostén alguno, independiente, sin atributos, inmóvil, sutil, sin elección, inmaculado, indefinible, trascendiendo mente y habla, verdaderamente rico, auto-evidente, puro, consciente y distinto a todo lo conocido.

Así, sabiendo por propia experiencia que el alma es indivisible, sé bendito y mora en gozo perpetuo en el alma inalterable.

Escuchando estas enseñanzas del maestro, el discípulo alcanza la Iluminación y empieza a decir:

«Ahora mismo veía el mundo. ¿Adónde se ha ido? ¿Quién se lo ha llevado? ¿En qué se ha disuelto? ¡Qué gran sorpresa! ¿Acaso no existe? En este gran océano de Brahma, lleno del néctar de infinita dicha, ¿a qué he de renunciar ahora y que me he de llevar? ¿Qué hay ahora de distinto y qué hay ahora de extraordinario?

No veo nada, no oigo nada, no sé nada, porque siempre me encuentro en mi dichosa alma y soy mi propia naturaleza. Estoy libre, sin cuerpo, sin género; soy dios mismo; soy el silencio absoluto; soy infinito; lo soy todo; soy el más anciano; no soy el que «hace», ni soy el que sufre; soy inextinguible e inalterable, soy la morada del puro conocimiento; estoy solo y soy la bondad eterna.

****

Esta sabiduría fue entregada por el maestro Apantanaram; Apantanaram se la entregó a Brahma; Brahma se la pasó a Ghorangiras; Ghorangiras se la entregó a Raikva; Raikva se la entregó a Rama; y Rama se la entregó a todos los seres vivientes. Este es el mensaje del nirvana, la enseñanza y disciplina de los Vedas. Así termina este Upanishad.

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“Como activistas espiritualmente comprometidos, no tenemos que demostrar nada para vivir; nuestra vida lo demuestra todo.”Will Keepin

Activismo espiritual

Will KeepinComo facilitador de trabajo interior con líderes del cambio social durante muchos años, Will Keepin, del Instituto Satyana, EE.UU., desarrolló un conjunto de guías o principios como apoyo para la práctica de una ‘espiritualidad comprometida’. Iban dirigidos a profesionales y activistas interesados en llevar más amor y sabiduría espiritual a sus vidas profesionales. Intentar formular principios universales de este tipo tiene un riesgo grande. Resulta más valioso entenderlos como estímulo para la inspiración que como principios objetivos. En conjunto, estos principios comprenden un sumario de ideas que han resultado muy útiles para activistas socialmente comprometidos e interesados en integrar sus valores espirituales ‘interiores’, con su trabajo práctico ‘exterior’.

Will Keepin

“Como activistas espirituales socialmente comprometidos en el amanecer del tercer milenio, estamos llamados a servir en dos capacidades diferentes: como trabajadores de un asilo para una civilización moribunda, y como parteras de una civilización emergente. Ambas tareas se deben realizar simultáneamente. La cultura de la modernidad debe desaparecer y ser reemplazada por la civilización del amor, si queremos que la raza humana siga adelante y prospere. Estamos llamados a movernos por el mundo con el corazón abierto —estando conscientemente presentes en el dolor y decadencia de una civilización que agoniza—, mientras que al mismo tiempo mantenemos un entusiasmo sentido y focalizamos nuestras energías en una inspiración visionaria y en construir nuevas formas de comunidad no conocidas todavía, que han de servir para la evolución futura de la humanidad».

Principios para una espiritualidad comprometida

Durante muchos años Will Keepin trabajó con grupos ecologistas totalmente dedicados al cambio constructivo, pero a menudo acabó quemado y estresado. Esa observación le sirvió de inspiración para desarrollar los siguientes principios para una espiritualidad socialmente comprometida:

1. Transformar la motivación de ira/miedo/desesperación en compasión/amor/ propósito. Se trata de un cambio vital para los líderes actuales del cambio social, particularmente aquellos que se enfrentan a la injusticia en sus variadas formas. No se trata de negar la legítima emoción de la ira o la indignación ante la injusticia social. El cambio crucial consiste en pasar de luchar contra el mal a trabajar para el amor. Aunque las acciones externas puedan parecer virtualmente idénticas, los resultados a largo plazo son muy diferentes. Como reza el dicho sufí: ‘la acción sigue al ser’. Por ello, ‘de una mente llena de ira y desesperación no puede emerger un futuro positivo’ (Dalai Lama).

texto Lewelyn

Martin Luther King enfatizó que antes de movernos hacia la acción directa para el cambio social debemos purificar nuestras intenciones. De otra forma es posible que lo que hagamos para avanzar en nuestro noble propósito, antes que ayudar puede estar minando nuestro trabajo. Como advierte Thomas Merton: “Si intentamos actuar y hacer cosas para otros o para el mundo sin profundizar en nuestro propio auto-entendimiento, libertad, integridad y capacidad de amar, no tendremos nada que dar a los demás; no comunicaremos nada más que el contagio de nuestras propias obsesiones, agresividad y ambición egocéntrica”.

2. No apegarse a los resultados. Esto es difícil de llevar a la práctica, pero mientras estemos apegados a los resultados de nuestro trabajo, tenderemos a subir y bajar con nuestros éxitos y fracasos, una receta segura para agotarse en el camino. Nuestra tarea es mantener la intención clara y desapegarnos de los resultados, reconociendo que siempre está operando una sabiduría más grande. Como Gandhi enfatizaba, “la victoria está en el hacer”, no en los resultados. Además, se necesita también ser flexibles frente a las circunstancias cambiantes: “planificar es imprescindible, pero los planes son inútiles” (Winston Churchill).

En los programas de formación de Satyana se da frecuentemente el caso de líderes del cambio social que reaccionan fuertemente ante este principio. Un abogado medioambiental tartamudeaba: «¿cómo puedo ir a los juzgados y no apegarme a los resultados? !Puedes apostar que me importa quién pierde y quién gana! ¡Si no estoy apegado a los resultados me pasarán por encima! ¡Y cuando yo pierdo, la Tierra pierde!”. Su exasperación subraya el pertinente reto de implementar estos principios en el mundo real de los conflictos políticos y sociales. Aún así, continuó volviendo a nuestros retiros y buscando activamente formas de amar a sus adversarios. Finalmente llegó a ver que no apegarse a los resultados no implica indiferencia pasiva ante los resultados. También reconoció que aunque era difícil amar a algunos de sus adversarios, una forma en la que lo podía hacer era amarlos por crear para él la oportunidad de convertirse en una apasionada voz por la verdad y la protección del medio ambiente natural.

ärbol en esfera de cristal

3. La integridad es tu protección. Si actuamos con integridad, estaremos protegidos de las energías y circunstancias negativas. Podemos eludir la energía negativa de otros siendo transparentes a ella, permitiendo que pase a través nuestra sin efectos adversos. Ésta es una práctica consciente que podría llamarse ‘aikido psíquico’.

4. Integridad en los medios y los fines. No puede alcanzarse un objetivo noble utilizando medios innobles. La integridad en los medios cultiva la integridad en los frutos de nuestro trabajo. Algunos de los participantes en nuestra formación están implicados de forma regular en debates políticos, vistas y declaraciones. Le sugerimos que apliquen la práctica tibetana del tonglen para transformar la energía negativa en compasión y amor allí mismo, en la sala de declaraciones. Los que han experimentado con esta técnica de forma seria, comprobaron que ayudaba mucho a distender situaciones con mucha carga psicológica y reducir la tensión en debates acalorados.

5. No demonices a tus adversarios. Los hace ponerse a la defensiva y menos receptivos a tus opiniones. Las personas responden a la arrogancia con su propia arrogancia, creando polarizaciones rígidas. Sé un aprendiz permanente y cuestiona constantemente tus propias opiniones.

El ideal es que constantemente estemos abiertos a nuevos puntos de vista, que nos movamos de la certidumbre a la investigación constante. A veces es duro hacer esto, a menudo tenemos total certeza acerca de lo que pensamos que sabemos y de las injusticias que vemos. Como ha observado John Stewart Mill: “En todas las forma de debate, ambas partes tienden a estar acertadas en lo que afirman y equivocadas en lo que niegan.» Dentro de un debate, somos plenamente conscientes de la corrección de nuestras afirmaciones, pero normalmente siempre hay una porción de verdad en las afirmaciones de nuestros oponentes, aunque sea pequeña. Necesitamos poner especial atención en lo que negamos, porque ahí es donde a menudo están nuestros ‘puntos ciegos’.

6. Eres único. Cada uno de nosotros debemos encontrar y realizar nuestra verdadera vocación. Es mejor caminar humildemente por nuestra propia senda, que lograr el éxito en el camino de otro” (Bhagavad Gita). Cada uno de nosotros tiene una melodía única con la que contribuir a la sinfonía de la vida. Descubre la tuya y cántala con confianza, gozo y abandono, y deja que cada parte de la armonía se cuide por si misma.

7. Ama a tu enemigo. O al menos ten compasión de él. Este es un reto vital para nuestros tiempos. Esto no significa permitir la falsedad o la corrupción. Significa el movernos de un pensamiento del tipo ‘nosotros-ellos’ a la conciencia del ‘nosotros’, de la separación a la cooperación. Se trata de reconocer que todos los seres humanos tenemos muchas más cosas en común que diferencias. Esto resulta difícil con personas cuyos puntos de vista son radicalmente opuestos a los nuestros. Sé firme con los temas, suave con las personas. La práctica de amar a nuestros adversarios es obviamente difícil con personas cuyos métodos y puntos de vista son radicalmente opuestos a los nuestros, pero es ahí donde se da el verdadero crecimiento. A medida que descubrimos que los problemas de la humanidad se encuentran también en nuestros corazones y vidas, nos damos cuenta que el “ellos” del que hablamos, a menudo también nos incluye a nosotros. No estamos exentos y no somos diferentes.

8. El servicio desinteresado es un deber. Nuestro trabajo es para el mundo, no solamente para nosotros. Haciendo trabajo de servicio estamos plantando las semillas para el beneficio de otros. Puede que la cosecha completa de nuestro trabajo no tenga lugar en esta vida, pero sin duda los esfuerzos del ahora contribuirán a una vida mejor para futuras generaciones. Deja que tu satisfacción venga de la gratitud por tener el privilegio de ser capaz de llevar a cabo ese servicio, y por hacerlo con toda la compasión, autenticidad, fortaleza y perdón del que eres capaz. Este es el concepto tradicional de servicio desinteresado, pero como se refleja en el siguiente principio, lo opuesto también es verdad:

9. El servicio desinteresado es un mito. Sirviendo a otros, servimos a nuestro verdadero ser. Es dando que recibimos”. Somos sostenidos por aquellos a los que servimos, igual que somos bendecidos cuando perdonamos a otros. Como dijo Gandhi, la práctica del satyagraha (“ceñirse a la verdad”) confiere “un poder universal sin igual” a aquellos que lo practican. El trabajo de servicio es auto-interés iluminado, y cultiva y expande un sentido de identidad que incluye a todos los demás. Así, aunque no estamos aquí para servirnos a nosotros mismos, nada nos sirve mejor que servir a los demás.

10. No te aísles del dolor en el mundo. Protegiéndonos para que no nos rompan el corazón impedimos nuestra transformación. Deja que tu corazón roto se abra, y aprende a moverte en el mundo con el corazón roto. Como decía Gibran: “Tu dolor es la medicina con la que el médico dentro de ti te cura”. Cuando nos abrimos al dolor del mundo, nos convertimos en la medicina que cura el mundo. Si apartamos el dolor, estamos en realidad impidiendo nuestra participación en el intento del planeta de curarse a si mismo. Esto es lo que Gandhi entendió con tanta profundidad en sus principios de ahimsa y satyagraha. Un corazón roto es un corazón abierto, a través del cual el amor fluye y comienza la genuina transformación.

Quino irresponsables trabajando

11. Te conviertes en aquello en lo que pones atención. Tu esencia es maleable, y finalmente te conviertes en aquello sobre lo que pones tu más profunda atención. Cosechas lo que siembras, así que elige tus acciones cuidadosamente. Si estás constantemente metido en batallas, tú mismo te volverás asediado. Si constantemente das amor, te conviertes en amor. Cada uno de nosotros es completamente responsable de su vida, por eso escogemos servir.

12. Dedica suficiente tiempo al retiro, la renovación y la escucha profunda. Saber cuando retirarse es parte de saber cómo avanzar. Los más grandes activistas y líderes espirituales  han realizado significativos retiros lejos de todo, para dar un mejor servicio al mundo. Los periodos de descanso prolongados ayudan a clarificar la visión y el pensamiento, relajar el cuerpo y la mente y purificar las intenciones. Esto expande nuestras capacidades para el servicio y cultiva una visión de nosotros mismos y nuestro servicio más amplia y prudente.

13. Confía en la fe y abandona la idea de que tienes que entenderlo todo. Hay fuerzas “divinas” trabajando, mayores que nosotros, y en las que podemos confiar completamente sin conocer exactamente sus tareas o agendas. Fe significa confiar en lo desconocido, y ofrecernos a nosotros mismos como vehículos para que la benevolencia y la sabiduría intrínseca del cosmos realicen su trabajo. “El primer paso para la sabiduría es el silencio; el segundo es escuchar.” Si preguntas de forma honesta a tu interior, escuchas su guía y la sigues cuidadosamente, estás trabajando de acuerdo con esas grandes fuerzas, y te conviertes en un instrumento de su música.

Establecer los cimientos sobre una confianza inquebrantable no es, como algunos “realistas” podrían interpretar, una fantasía infantil o inocente idealismo. Más bien implica un alineamiento instintivo y profundo con el misterio y maravilla de la vida misma. Invoca a algo real, aunque oculto, que va más allá de los principios científicos tradicionales. La fe no es una adherencia ciega a un conjunto de creencias, sino el conocer, a través de la intuición y la experiencia, las energías y fuerzas universales que están más allá de nuestra observación directa.  Podemos recurrir a estas fuerzas ocultas, primero sabiendo que están ahí, y segundo pidiendo o anhelando su apoyo, o de forma más precisa, pidiendo que nos permitan servir en su nombre. Darse cuenta de esto produce realmente un gran alivio, ya que reconocemos que no está en nuestra mano el saber todos los pasos necesarios para transformar el mundo. No somos más que agentes participando de una sabiduría  y voluntad cósmica mucho más grande que nosotros.

14. El amor crea la forma. No al revés. El corazón cruza el abismo creado por la mente, y opera a profundidades desconocidas para ésta. No te quedes atrapado por un “pesimismo acerca de la naturaleza humana que no esté equilibrado con un optimismo acerca de la naturaleza divina, o pasarás por alto la cura de gracia.” (Martin Luther King). Deja que el amor de tu corazón empape tu trabajo, y no puedes fallar, aunque puede que tus sueños se manifiesten en formas muy diferentes a las que te puedes imaginar. Es fundamental lo que Martin Luther King llama la “cura de gracia”, quizás mucho más de lo que la mente lógica pueda comprender. La gracia es invisible a los sentidos, pero no por estar oculta es menos real. Es el poder del amor en acción, y el amor es el mayor poder del Universo. En este punto, King refuta sólidamente incluso a los más convincentes pesimistas religiosos y sociales que se basan únicamente en análisis teológicos y políticos (ej. Hombre moral, sociedad inmoral de Reinhold Niebuhr). Pasar por alto la cura de gracia es pasar por alto el mismo origen y los cimientos de la vida.

Epílogo

Quizás te preguntes si estos principios pueden ser “probados” científicamente o filosóficamente de alguna forma. Es muy posible que esa prueba no exista en la forma objetiva o empírica apreciada por los materialistas o los escépticos. Sin embargo, como activistas espirituales socialmente comprometidos, no vivimos para demostrar, sino que demostramos con nuestras vidas. En las palabras del poeta y místico Rumi: “Si estás enamorado, ese amor es toda la prueba que necesitas; si no estás enamorado, ¿de qué sirven todas tus pruebas?”

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