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¿QUIERES HACER UN CURSO QUE PUEDE SER UN PUNTO DE INFLEXIÓN EN TU VIDA?: «EL CAMINO DE LA CONCIENCIA»

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ACEPTACIÓN Y RENDICIÓN

 

Uno podría decir que rendirse es la transición interna de la resistencia a la aceptación, del «no» al «sí»

                                                                                         Eckhart Tolle

Cuando puedas, echa una «mirada» a tu interior para ver si estás creando conflicto inconscientemente entre lo interno y lo externo, entre las circunstancias externas del momento —dónde estás, con quién y lo que estás haciendo— y tus pensamientos y sentimientos. ¿Puedes sentir lo doloroso que es oponerse internamente a lo que es?

Cuando reconoces este hecho, también te das cuenta de que ahora eres libre de renunciar a este conflicto fútil, al estado interno de guerra.

Si verbalizaras tu realidad del momento, ¿cuántas veces al día tendrías que decirte: «No quiero estar donde estoy»? ¿Cómo te sientes cuando no quieres estar donde estás: en el embotellamiento, en tu puesto de trabajo, en la sala de espera del aeropuerto con la gente que te acompaña?

Sin duda es cierto que lo mejor que se puede hacer en ciertos lugares es salir de ellos, y a veces eso es lo más apropiado. No obstante, en muchos casos, no tienes la opción de irte. En esas situaciones, el «no quiero estar aquí», además de inútil, es disfuncional. Te hace infeliz y hace infelices a los demás.

Ha sido dicho: dondequiera que llegues, allí estás. En otras palabras: estás aquí. Siempre. ¿Es tan duro de aceptar?

¿Realmente necesitas etiquetar mentalmente cada percepción sensorial y cada experiencia? ¿Necesitas tener esa relación reactiva de gusto o de disgusto ante la vida, que te lleva a estar continuamente en conflicto con personas y situaciones? ¿O se trata únicamente de un hábito mental profundamente arraigado que puedes romper? Sin hacer nada en particular; simplemente, dejando que este momento sea como es.

El «no» habitual y reactivo fortalece el ego. El «sí» lo debilita. Tu identidad en la forma, el ego, no puede sobrevivir a la rendición.

«Tengo muchas cosas que hacer.» Sí, pero ¿cuál es la calidad de tu hacer? Conducir yendo al trabajo, hablar con los clientes, trabajar en el ordenador, hacer recados, atender las innumerables cosas que constituyen tu vida… ¿Hasta qué punto eres total en lo que haces? ¿Es tu acción una rendición o una resistencia? Esto es lo que determina el éxito que consigues en la vida, no la cantidad de esfuerzo que pongas. El esfuerzo implica estrés, tensión, necesidad de alcanzar cierto punto en el futuro o de conseguir algún resultado.

¿Puedes llegar a detectar en tu interior la más leve sombra de no querer estar

haciendo lo que estás haciendo? Eso es una negación de la vida, y por ello no puedes conseguir un resultado verdaderamente exitoso.

Si has sido capaz de detectar esa negación en ti ¿puedes también dejarlo y ser total en lo que haces?

«Hacer una cosa cada vez»; así es como un maestro Zen definió la esencia del Zen.

Hacer una cosa cada vez significa ser total en lo que haces, prestarle toda tu atención. Eso es acción rendida, acción poderosa.

Tu aceptación de lo que es te lleva a un nivel más profundo, donde tanto tu estado interno como tu sentido del yo no dependen ya de que la mente los juzgue «buenos» o «malos».

Cuando dices «sí» a la vida tal como es, cuando aceptas este momento como es, puedes sentir dentro de ti un espacio profundamente pacífico.

Superficialmente puedes seguir sintiéndote feliz cuando hace sol y menos feliz

cuando llueve; puedes sentirte feliz si ganas un millón de euros e infeliz si pierdes todas tus posesiones. Sin embargo, la felicidad y la infelicidad ya no calan tan hondo. Son olas en la superficie de tu Ser. La paz de fondo que hay dentro de ti permanece inmutable en cualesquiera que sean las condiciones externas.

El «sí a lo que es» revela una dimensión de profundidad en ti que no depende ni de las condiciones externas ni de la condición interna de los pensamientos y emociones en constante fluctuación.

La rendición se vuelve mucho más fácil cuando te das cuenta de la naturaleza efímera de todas las experiencias, y de que el mundo no puede darte nada de valor duradero.

Entonces sigues conociendo gente, sigues teniendo experiencias y participando en actividades, pero sin los deseos y miedos del ego. Es decir, ya no exiges que una situación, persona, lugar o suceso te satisfaga o te haga feliz. Dejas ser a su naturaleza pasajera e imperfecta.

Y el milagro es que, cuando dejas de exigirle lo imposible, cada situación, persona, lugar o suceso se vuelve no sólo satisfactorio, sino también más armonioso, más pacífico.

Cuando aceptas este momento completamente, cuando ya no discutes con lo que es, el pensamiento compulsivo mengua y es remplazado por una quietud alerta. Eres plenamente consciente, y sin embargo la mente no pone ninguna etiqueta a este momento. Este estado de no-resistencia interna te abre a la conciencia incondicionada, que es infinitamente mayor que la mente humana.

Entonces esta vasta inteligencia puede expresarse a través de ti y ayudarte, tanto desde dentro como desde fuera. Por eso, cuando abandonas la resistencia interna, a menudo descubres que las circunstancias cambian para mejor.

Estoy diciendo: «Disfruta este momento, sé feliz» ¿No?.

Permite que se exprese este momento tal como es. Eso es suficiente.

Rendirse es rendirse a este momento, no a una historia a través de la cual interpretas este momento y después tratas de resignarte a él.

Por ejemplo, puede que estés tullido y que ya no puedas caminar. Tu estado es lo que es.

Tal vez tu mente esté creando una historia que diga: «A esto se ha reducido mi vida. He acabado en una silla de ruedas. La vida me ha tratado con dureza, injustamente. No me merezco esto.»

¿Puedes aceptar que este momento es como es y no confundirlo con la historia que la mente ha creado a su alrededor?

La rendición llega cuando dejas de preguntar; «¿Por qué me está pasando esto a mí?»

Incluso en las situaciones aparentemente más inaceptables y dolorosas se esconde un bien mayor, y cada desastre lleva en su seno la semilla de la gracia.

A lo largo de la historia, siempre ha habido mujeres y hombres que, cuando tuvieron que hacer frente a grandes pérdidas, enfermedades, prisión o muerte inminente, aceptaron lo aparentemente inaceptable, y así hallaron «la paz que supera toda comprensión».

La aceptación de lo inaceptable es la mayor fuente de gracia en este mundo. Hay situaciones en las que todas las respuestas y explicaciones fracasan. La vida deja de tener sentido. O alguien que está pasando un apuro viene a pedirte ayuda, y tú no sabes qué decir ni qué hacer.

Cuando aceptas plenamente que no sabes, renuncias a esforzarte por encontrar respuestas con la mente pensante y limitada, y es entonces cuando una inteligencia mayor puede operar a través de ti. En ese instante, hasta el pensamiento puede beneficiarse, porque la inteligencia mayor puede fluir a él e inspirarlo.

A veces, rendición significa renunciar a tratar de comprender y sentirse cómodo en el desconocimiento.

¿Conoces a ese tipo de persona cuya principal función en la vida parece ser la de ser desgraciada y hacer desgraciados a los demás, la de extender la infelicidad?

Perdónales, porque ellos también forman parte del despertar de la humanidad.

Representan una intensificación de la pesadilla de la conciencia egótica, del estado de no-rendición. En su función no hay nada personal. Ellos no son eso.

Uno podría decir que rendirse es la transición interna de la resistencia a la aceptación, del «no» al «sí».

Cuando te rindes, tu sentido del yo pasa de estar identificado con una reacción o juicio mental a ser el espacio que rodea a la reacción o al juicio. Es pasar de identificarte con la forma —el pensamiento o emoción— a ser y reconocerte como aquello que no tiene forma, la conciencia espaciosa.

Lo que aceptes completamente te hará sentirte en paz, incluyendo la aceptación de que no puedes aceptar, de que te estás resistiendo.

Deja la Vida en paz. Déjala ser.

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emerger a la luz

CÓMO GESTIONAR LAS GRANDES CRISIS EXISTENCIALES

♣ ♣ ♣

Capítulo 8 del libro Curación y Recuperación,titulado

«Gestión de Grandes Crisis»,del Dr. David R. Hawkins

docandteddyDr. David R. Hawkins (1927-2012)

Todos nosotros estamos asediados por las grandes crisis de la vida en un momento u otro, pero ¿cuántos de nosotros sabemos cómo manejar la muerte, un divorcio, una separación, la desfiguración, una lesión, los accidentes, las catástrofes y otros acontecimientos graves que dan lugar un agobio emocional? ¿Qué técnicas se pueden utilizar para manejar estas experiencias?

Nos referiremos de nuevo al Mapa de la Conciencia como un punto de referencia para comprender mejor la cuestión. Este Mapa es un modelo matemático que representa el ego humano, al ser (con “s” minúscula). Se incluyen los diversos niveles de la conciencia y sus nombres según la experiencia humana común de la vergüenza, la culpa, la apatía, el sufrimiento, el miedo, el deseo, la ira, el orgullo, el coraje, la voluntad, la aceptación, la razón, el amor y la alegría. A medida que avanzamos hacia la parte superior, nos acercamos más a la verdad. A medida que avanzamos hacia la parte inferior, estaremos cada vez más alejados de la verdad.

Imagen Mapa Escala de la Conciencia

El Mapa muestra unos números que indican la energía o poder relativo de los distintos niveles. Por ejemplo, la Apatía es mucho menos poderosa que el Miedo. El Miedo tiene mucha menos energía que el Coraje, y la Neutralidad tiene menos energía que el Amor. El poder relativo de estas diferentes posiciones refleja diferentes puntos de vista.

Como se mencionó anteriormente, las flechas por debajo del Coraje apuntan hacia abajo, indicando que el efecto es destructivo, no compatible con la vida y en violación de la verdad. En el nivel de la Verdad, que se indica como Coraje, las flechas están en punto neutral. Después, apuntan hacia arriba a medida que avanzamos hacia las áreas de la amorosidad, indicando que esos campos de energía nutren y apoyan la vida y están alineados con la verdad.

En el momento de una experiencia catastrófica aguda, la vida se convierte abruptamente en una pesadilla y uno de repente se siente abrumado por una tormenta emocional. Sin embargo, se disponen de técnicas para manejar estos acontecimientos agudos, para acortar su duración, para aliviar el dolor y el sufrimiento, y para reducir el estrés al mínimo.

Todas estas experiencias importantes de la vida tienen algo en común, ya que todas ellas representan una grave pérdida catastrófica para la mente y una amenaza para la supervivencia. Ellas indican un cambio importante y tienen en común el sentimiento de impotencia debido a su firmeza y permanencia. La mente percibe que está parada y no puede hacer nada al respecto. Es este fenómeno de la permanencia, de estar detenido, que uno es impotente y no puede cambiar el suceso, lo que contribuye a la intensidad de la alteración aguda. Cómo manejemos la situación dependerá de la orientación de uno hacia el tema y su conocimiento de todo el campo de la conciencia.

Todas estas experiencias desatan una tormenta de sentimientos negativos, tales como el shock, la incredulidad, la negación, la ira, la tensión, el sentimiento de culpa, el resentimiento, el estar deshecho o abandonado, la rabia contra Dios y uno mismo, la auto-compasión, la rabia contra el mundo, y la rabia en la familia. Todas estas emociones negativas salen a la superficie y vienen a la vez, a veces en una secuencia, y otras veces combinadas, pero en general, se da un agobio masivo de las emociones negativas de la separación, la pérdida, y la intensidad de toda la experiencia en general.

En primer lugar está la secuencia de shock y luego el resentimiento, la incredulidad y el enfado. La secuenciación de estas emociones varía de experiencia a experiencia y de persona a persona. La secuencia exacta es irrelevante; lo importante es que desatan toda la parte inferior del Mapa de la Conciencia.

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Los campos de energía en la parte inferior del Mapa están en dirección negativa, y cuando uno de estos campos de energía se fortalece, tiende a arrastrar con él al resto hacia abajo, por debajo del nivel 200. El dolor por la pérdida luego parece traer la culpa con él, junto con la sensación de desesperanza, miedo al futuro, deseo de cambiar todo el suceso e ira. Todo el campo de energía negativa se desata en una gigantesca emergencia. El problema es realmente el de estar desorganizado por el desencadenamiento masivo de energías.

La mente trata de usar la razón para manejar estas energías. Trata de pensar en la manera de salir del dilema y busca explicaciones y razones. La mente no puede tener éxito en esto porque el campo de energía agobiante es tan masivo, que los pensamientos se convierten realmente en un reflejo de la negatividad del campo, por lo que los propios pensamientos se vuelven negativos.

Otra característica común a todas estas experiencias es que todas ellas están en la parte superior de las escalas de calificación del estrés en la vida, que numéricamente tasa el grado de estrés de ciertos acontecimientos de la vida del cero al cien. Los mencionados anteriormente se encuentran en la parte superior de la lista. La muerte de un cónyuge, un hijo o un familiar, junto con el divorcio, se encuentran en la parte superior de esa escala, por lo que son todas ellas las máximas catástrofes que podemos enfrentar en nuestra experiencia de vida en general. El problema a explorar es cómo convertirlas en agudas ganancias, cómo maximizarlas y cómo usarlas como trampolín para grandes saltos en la conciencia.

Es necesario revisar de nuevo la conciencia en sí misma y la relación entre cuerpo, mente y espíritu. ¿Cuál es la naturaleza exacta de esa relación y cómo puede ayudarnos a aprender cómo manejar las grandes crisis? Como se mencionó anteriormente, el cuerpo es incapaz de experimentarse a sí mismo. El cuerpo en realidad es insensible. Sabemos dónde está el cuerpo debido a las sensaciones. No experimentamos el cuerpo, sino que experimentamos las sensaciones del cuerpo. Las sensaciones, en sí mismas, no tienen forma de ser experimentadas, sino que tienen que ser experimentadas en algo mayor que ellas mismas, lo cual está en la mente. Nuestra consciencia de lo que está sucediendo en el cuerpo se debe a lo que se está informando y experimentando en la mente.

La mente no tiene la capacidad de experimentarse a sí misma. Esta parece una idea chocante, pero la memoria no puede experimentar su propia memoridad, un pensamiento no puede experimentar su propia pensatividad, y los sentimientos no pueden experimentar sus propias sensaciones. Esto se debe a que tienen que ser experimentados en algo mayor que la mente, lo cual es la conciencia en sí misma. Debido a la conciencia, uno se da cuenta de lo que está pasando en la mente. La Mente luego informa de lo que está pasando con las sensaciones y las sensaciones informan lo que está pasando con el cuerpo. Por lo tanto, se experimenta a varios niveles de extracción del cuerpo en sí. En consonancia con esto, la conciencia misma es incapaz de experimentarse realmente a sí misma. Es debido al campo de energía de la consciencia que somos capaces de saber lo que está pasando en la conciencia. Ella informa lo que está pasando en las sensaciones y luego informa de lo que está pasando en el cuerpo. Por lo tanto, donde experimentamos las experiencias está considerablemente apartado del propio cuerpo físico en sí.

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Debido a que el experimentar está pasando dentro de la conciencia, podemos abordar la solución de los problemas humanos directamente dentro del campo de la conciencia, acortándolos con ello eficazmente y aliviando la intensidad del dolor y del sufrimiento, logrando un resultado mucho más eficaz. Los resultados de esta técnica y enfoque se han demostrado en el manejo del dolor físico, la enfermedad, el sufrimiento, la depresión, la ansiedad y el miedo. La misma técnica funcionará en el encuentro con estas emergencias catastróficas emocionales agudas, desde donde auténticamente vives este experimentar de la propia experiencia.

Una persona piensa: «Bueno, vivo en el mundo, estoy experimentando el mundo», pero lo que realmente está siendo registrado es la propia experiencia de esa experiencia (por ejemplo, el “experimentador”). Podemos manejar cualquier cosa si nos dirigimos exactamente por este enfoque. Si nos centramos en donde estamos experimentando la experiencia, podemos manejar las cosas con precisión. En unos momentos y minutos, podemos manejar cosas que nos llevarían semanas, meses, años y, de hecho, incluso toda la vida. Podemos manejar en una hora algo que los demás no han sido capaces de manejar ni siquiera en el curso de toda su vida. Sabemos de personas que han experimentado estos eventos catastróficos en la vida temprana, y cuando las vemos con una edad mayor todavía no han terminado para ellas. El resentimiento, la amargura, la ira, la desilusión, la rabia y las decisiones importantes surgen de esos sentimientos negativos que se mantienen en la persona cincuenta años después. Es como si pensara que el suceso hubiera ocurrido ayer; sigue sin cicatrizar ni deshacerse, y como si el conocimiento de cómo manejar lo abrumador no estuviera disponible para ellos.

Vamos a relatar cómo manejar lo abrumador en el nivel en que está siendo experimentado. Observemos el campo de la vivencia para ser conscientes de dónde lo experimentado está sucediendo. Esto no está sucediendo en el mundo, a los pies de uno, ni en el estómago. Está sucediendo en la conciencia. A medida que examinas donde experimentas la experiencia, encontrarás que es en todas partes. No experimentas las cosas en un punto focal; es decir, en un sistema de creencias de la mente. Por ejemplo, le pido a alguien que sea consciente de esto: «¿Dónde experimentas lo que piensas?» Por costumbre la persona apunta hacia la cabeza y dice: «Aquí». Ese es un sistema de creencias, los pensamientos sobre los propios pensamientos. Uno piensa que sus pensamientos están en su cabeza, pero eso es sólo un pensamiento. ¿Dónde puede uno realmente pensar que las ideas en las que cree se piensan en la cabeza? A medida que uno realmente considera esto con un poco de contemplación y reflexión, verá que la vivencia real es difusa y pasa en todas partes. Uno no puede poner su dedo en un lugar en particular donde la experiencia está sucediendo. Es a la vez en todas partes y en ninguna.
Trabajar en este punto revela algo sorprendente que hace este tipo de trabajo preciso. Lo sé porque he trabajado en él clínicamente durante más de cincuenta años, y porque ha sido así a través de la mayor parte de las grandes crisis de mi vida. De hecho, hace unos años, pasé por una media docena de ellas y voy a compartir mi experiencia de la verdad de estas cosas, porque uno puede experimentar todo esto en uno mismo.

Es sorprendente que la única cosa que se gestiona en estos sucesos catastróficos agudos, es la energía de las propias emociones. Si nos fijamos en la experiencia, vemos que el problema no es el suceso acaecido o lo que creamos que pasó en el mundo, sino la manera cómo nos sentimos al respecto. ¿A quién le importan los hechos? No significan nada en sí y por sí mismos. Es nuestra propia reacción emocional a los hechos lo que importa. El hecho es sólo un hecho, una ‘nada’. Cómo nos sintamos con el hecho es, por tanto, la única cosa que realmente siempre tendremos que manejar en relación a los acontecimientos de la vida.

Nuestros sentimientos provienen de nuestras actitudes y creencias, nuestra forma de estar con ellas y la forma en que nos vemos a nosotros mismos en el mundo, dando así variedad a las emociones. Sin embargo, en un estado de agobio, el problema es el de gestionar sólo la propia energía emocional. Realmente ni siquiera tenemos que manejar las emociones, tan sólo la energía de las emociones. «Sí», dice uno, «pero, ¿qué pasa con los acontecimientos externos? ¿Qué voy a hacer ahora sin dinero? ¿Qué voy a hacer sin mi marido?», y así sucesivamente. Sorprendentemente, los acontecimientos son muy fáciles de gestionar. No hay ninguna catástrofe aguda. Los hechos en sí son en realidad gestionados de forma mecánica una vez que los sentimientos se dejan de lado.

Puede haber cierta resistencia, resentimiento, o arrepentimiento, pero estas son cosas de menor importancia. El manejo de los problemas reales en el mundo de los fenómenos en la vida diaria es, por el contrario, mucho más fácil. Ellos no son el verdadero problema. Los pensamientos que están empezando a salir del campo de energía de las emociones negativas parecen catastróficos, sin esperanza, insoportables e insuperables. Una vez que una persona ve la otra cara, la vida se ajusta por sí misma. Otra cosa viene a llenar el vacío, y la vida continúa hacia adelante. Esas cuestiones fueron fáciles de resolver una vez las emociones se apartaron del camino.

La vida presenta las soluciones a todos los problemas. La necesidad es la madre de la invención, por lo que cualquier dilema que aparezca en la vida de uno se resolverá por sí mismo, y la energía de la vida se reanuda. La vida sigue hacia delante sin importar lo grave que parezca la catástrofe en ese momento. Por lo tanto, el problema no está manejando el suceso “de fuera» o las circunstancias de la vida, ya que ellas se encargarán de sí mismas. Por lo general, los parientes o amigos íntimos se encargarán de la situación de la persona que esté afectada y abrumada. El problema es el manejo de las energías cuando surgen.

Cuando uno de estos grandes campos de energía negativa comienza a desbocarse, tiende a arrastrar al resto con ello. Es raro que una experiencia solo sea de sufrimiento. La culpa se asocia casi siempre con él al culparse uno mismo. Puede adoptar la forma de preguntas como, por ejemplo, “¿por qué no vi como me di la vuelta?” “¿Por qué no me amarré?” “¿Por qué no la llevé al médico antes? Tal vez podríamos haber curado su cáncer”. “¿Por qué no aposté por ese caballo?” Hay una especie de retrospectiva de auto- recriminación. También se da la apatía y la desesperanza, “la vida es inútil”; la vida parece no tener esperanza. Parece que nunca vamos a ser felices otra vez. Es como si la fuente de la felicidad hubiera dejado la vida de uno. Por supuesto, el dolor es natural a la pérdida. Y luego están los miedos que surgen, ¿cómo voy a vivir sin lo que sea que he perdido?

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El constante e incesante deseo nos vuelve locos al intentar cambiarlo. ¿Qué podemos hacer? Se da una negociación, el tratar de manipular, el discutir y el hacer tratos con Dios: «Oh Dios, si tan sólo me dejas tal y cual cosa viva, haré esto y lo otro.» Luego está la ira, la rabia contra la vida y la naturaleza de la vida y la ira que se desplaza hacia la gente de tu vida, es culpa de “alguien”. Todas estas energías negativas suelen desatarse a la vez y, momento a momento, una u otra puede ser dominante. Al mismo tiempo, la mente se retorcía salvajemente, tratando de llegar a explicaciones, tratando de averiguarlo, y se ve inundada por un desbordamiento de energía. El problema es que la energía es demasiada para que la mente la procese. Se desorganiza, la adrenalina y las hormonas del estrés biológico abruman, y ese estrés agudo lanza a la persona al estado de emergencia aguda en la conciencia misma.

Los problemas no son tratados en el nivel en el que parecen estar ocurriendo, sino en el siguiente nivel de energía más elevado. Una energía más elevada significa mayor poder. Cuando trato con ella, se manejan automáticamente, lo cual no es posible en los niveles inferiores. Todo lo que tenemos que manejar son las energías de lo abrumador de lo emocional. ¿Le parece sorprendente escuchar a un psiquiatra decir esto? La mayoría de la gente espera de un psiquiatra que comience a hablar de la psicología, de la intrincada relación entre la persona y de los acontecimientos y lo que significan simbólicamente, es decir, los componentes psicológicos.

En este caso, vamos a pasar por alto todo eso y en su lugar haremos frente a la energía que las emociones liberan, lo que para la psicología puede ser indiferente. Hay una masiva liberación de las emociones negativas y es apropiado hacer frente a la energía de aquellas emociones. Una técnica muy eficaz a utilizar es ignorar los pensamientos, que la mente nunca descifra porque no tiene la capacidad de hacerlo. Se encuentra en un estado abrumador masivo. Los temas son extraordinariamente complejos, se necesitaría toda una vida para desentrañar si una persona realmente quería saber el significado de todas y cada una de las contribuciones de todos los niveles del propio ser psicológico al significado total de las experiencias. No es necesario hacer eso, y es una cosa muy buena no hacerlo. La persona sólo tiene que entrar en el sentimiento en sí mismo.

Observe que la primera sensación se siente de una manera general, y que hay una energía por debajo de ella. Es como si la conciencia trabajara de esta manera, como si hubiera un cuerpo difuso de energía que realmente no tiene nombre. Se podría llamar la energía de la emotividad, la energía tras los sentimientos. Dado un momento en el tiempo, esta energía difusa, sin nombre, comienza a tomar la forma de, por ejemplo, sufrimiento, ira, rabia, indignación, autocompasión o celos. Este campo emocional en un principio era difuso y sin forma, pero ahora se asemeja a la forma del sufrimiento, pero también hay algo de miedo e ira en él. Es la energía de la emotividad en general.

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Cuando se administra una fracción de segundo más, se necesitará una mayor forma de miedo específico, por ejemplo. «¿Cómo voy a vivir ahora sin dinero o sin algo?» El miedo comienza a tomar forma, y entonces los pensamientos comienzan a surgir de la emoción específica de miedo. Es como una secuencia de acontecimientos y un océano de energía suprimida.

Aprenderemos a descomprimir eso. Si uno puede desconectar el fusible y tirar del enchufe, entonces estás desconectado de toda la experiencia y te deja en un estado interior de paz.

Será de gran ayuda que puedas aceptar el hecho de que no tienes que hacer nada respecto a los acontecimientos externos o, incluso, a lo que figura estar pasando fuera. Una persona no puede hacer ningún progreso observando los pensamientos porque son interminables. No vas a avanzar mucho manejando el problema observando la emoción específica, pero habrá un efecto muy profundo si te permites a ti mismo centrarte en la energía que hay por debajo del malestar. A medida que uno se engancha a una experiencia cada vez más incipiente y más incipiente, te darás cuenta de que la energía es difusa y casi sin nombre. Es como un recipiente de gas a presión que busca liberarse. Su energía se ha ido acumulando durante toda la vida y ahora tiene una salida. El evento que ha pasado en la vida ha abierto las compuertas, las rejas, las puertas, y ahora este contenedor de energía emocional comprimida y suprimida, está utilizando esta oportunidad para escapar. Una vez que las puertas del granero se han abierto, todos los animales salen corriendo.

¿Cómo se puede salir de esa vía de animales corriendo? Uno no puede, sin embargo la experiencia puede ser cortada rápidamente al aceptar el hecho de que no puedes escapar de ella. Al tratar de escapar sólo la prolongarás. La mente tratará de averiguar la manera de escapar de la energía emocional como si eso fuera a reducir el dolor; pero el dolor, en realidad, proviene de la resistencia a la experiencia. Para hacer frente a esto, uno simplemente se sienta y deja de resistirla, eligiendo en su lugar estar con ella. Cuanto antes uno se abre a ella, antes la energía se suelta y más rápidamente la experiencia terminará. Todo esto puede ser entregado en lugar de permitir que sea arrastrado interminablemente, agónicamente, por horas, días, semanas, meses, años o, incluso, toda la vida.

Recuerde que dijimos que cuando alguien tiene una lesión aguda, como una quemadura en la mano, si lo dejara todo y utilizara este mismo método del dejar ir el resistir, de sólo abrir la puerta y darle la bienvenida y decir: «De hecho, quiero más de lo mismo», más de la energía de esa experiencia, y si ignora lo que sucede en la mente, si ignora los pensamientos pero permite la experiencia del campo de energía, la mente dirá: «Bueno, estoy experimentando sufrimiento.» Eso es una etiqueta, por lo que diremos que todos los pensamientos son etiquetas y no tienen realidad, en realidad, ninguna de estas cosas existen. Si muere un ser querido, la mente dice automáticamente «duelo», lo cual es una etiqueta. Debido a que la mente tiene poder sobre las emociones y la capacidad de darles forma, la creencia de que perder a alguien causa pena da forma a la emoción. El campo de energía de las emociones no tiene en realidad forma, salvo cuando uno insiste en que es sufrimiento, entonces toma la forma del sufrimiento. Si a alguien le ponen un arma en la cabeza, estamos naturalmente convencidos en opinar que esto requiere miedo; por lo tanto, la misma energía ahora asume una forma algo diferente llamada «miedo».

Es preferible disminuir la forma del campo de energía y dejar de etiquetarla como algo. No le decimos a nadie: «¿Sabes?, voy a tener dolor; estoy pasando miedo, estoy pasando por una sorpresa.» Un “malestar”’ está más cerca de la verdad. Es un término general, ya que es muy difícil decir cuál es la emoción en un malestar agudo. En un principio, por lo general, se experimenta una sensación de shock, entumecimiento e incredulidad de que esto pudiera haber sucedido. Ese es el momento para comenzar esta práctica. La persona está preparada si conoce la técnica de antemano.

Hace varios años pasé por una experiencia parecida y de inmediato comencé a dejar ir el resistir la experiencia. Constantemente cancelé los pensamientos. Por ejemplo, la pérdida parecía para siempre, para toda la vida. No es la pérdida del tiempo de vida lo que es el problema, es la energía de la emoción que surge de ella. Una vez que la energía de la emoción sobre la pérdida se disipa, se convierte en una especie de: «¿Y qué?» El problema es la emotividad catastrófica aguda, por lo que sólo hay que estar con ella. La técnica consiste en dejarse experimentarla. De hecho, para superarla en un apuro, ¡simplemente pide más! Dígase a sí mismo: «Quiero más de lo mismo; quiero más de lo mismo.»

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Finalmente podemos ver que se trata de una gran oportunidad. La causa de todo dolor y sufrimiento es la acumulación de este campo de energía comprimido, y los acontecimientos de la vida nos dan una excusa. Se abren las puertas para que nos permitamos a nosotros mismos sentirnos parte de ella. Por ejemplo, alguien golpea el guardabarros de nuestro coche. Toda la rabia contenida que hemos acumulado a lo largo de nuestra vida ahora tiene una excusa para salir. Se pone furiosa por el guardabarros abollado, se molesta y se dirige hacia la autocompasión y la culpabilidad. Los acontecimientos de la vida son las excusas para dejar ir la energía comprimida. Debido a que se hace insoportable, la mente encuentra una manera de descargarla que sea aceptable para nosotros.

Una persona que esté familiarizada con esto sentirá la energía comprimida y empezará a liberarla sin esperar que la mente cree una excusa que justifique su puesta en libertad. La mente más sofisticada no precisa de un acontecimiento externo para entregar su enfado. Sólo sabe que está construyendo algún enfado contenido, se sienta y dice: «Debería ver mejor esto.» A continuación comienza a soltar esta energía antes de que la mente consiga rodearlo y cree algo “ahí fuera” para aliviar sus necesidades. Es como si los acontecimientos de nuestras vidas fueran casi como válvulas de seguridad o alivio, proporcionando una manera de descomprimir este depósito de energía.

La técnica es la descompresión. Es observar la energía a medida que está siendo experimentada. Nosotros no tenemos que manejar los pensamientos o los problemas que la mente crea en torno a este caso particular. Cuando una persona observe cualquier experiencia vital, vean qué viven dentro de sus sentimientos al respecto. El acontecimiento vital en sí, realmente es una “nada”. Por la mañana puede parecer catastrófico, pero al mediodía podría ser divertido. El acontecimiento no ha cambiado en absoluto. El guardabarros abollado, en el momento en que sucede pudo ser un desastre indignante. En cuanto pensamos en ello, empezamos a sentir culpa. Sabemos muy bien que reaccionamos un poco demasiado bruscamente. Tal vez una hora más tarde nos sentimos mal por el otro chico, porque ahora él tiene un problema con el seguro. Nos damos cuenta de que realmente no fue su culpa, y tenemos el deseo de hacer las paces con él. Ahora estamos teniendo sentimientos de culpa y culpabilidad contra nosotros mismos de nuevo. Entonces nos ponemos a pensar todo de nuevo, y ahora regresamos a la rabia. Vemos que la estamos viviendo. ¿Vivimos con un guardabarros abollado? El hecho es que nunca realmente vivimos con un guardabarros abollado, sólo vivimos nuestra propia experiencia interna de eso. Cómo estemos con ello, así lo estaremos experimentando. Las personas nunca experimentan los guardabarros abollados en su vida, sólo sus emociones sobre ellos.

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Cuando lo observamos desde esta perspectiva, no es tan malo ni tan abrumador. Lo único que siempre vamos a tener que manejar es la misma energía, la sutil, la sensación interior, y luego dejar de resistirnos a ella, renunciar a ella y darle la bienvenida. Decir sí a entregar su energía. Después de hacer esto durante unos minutos, o tal vez incluso una hora (depende de lo hábil que uno sea (algunas personas lo consiguen de inmediato y algunas necesitan un poco de práctica), una persona se queda donde está y ya no tiene, incluso, que manipular o experimentar las emociones como tales. Lo que fue miedo desapareció y ya no se siente como miedo por más tiempo. La ira ya no es sentida como enfado; la culpa ya no es sentida como culpabilidad per se. La emoción que era sentida como abrumadora, proveniente del flujo de una energía negativa es, en realidad, genérica y sin nombre.

Cuando dejamos de nombrar, de etiquetar o llamar a la energía de algún modo, ya no tenemos que manejarla. Cuando dejamos de poner las construcciones e interpretaciones de la mente en ello, cuando nos desprendemos del querer hacer las cosas “bien” o “mal”, o de los acontecimientos, o del equivocarnos nosotros mismos, cuando nos permitimos omitir todo esto, entonces conseguimos sentir todo ello y ver que tenemos que manejar todo eso. Nosotros no tenemos que manejar el pensamiento ni, incluso, las emociones de ello. Todo lo que tenemos que hacer es manejar la misma energía próxima.

¿Podemos hacer eso? Sí, podemos, porque lo estamos haciendo todo el tiempo de todos modos. Es una técnica más efectiva que el ir corriendo frenéticamente alrededor, en nuestra mente, tratando de resolverlo, o ir corriendo al interior de nuestras sensaciones y tratar de manejar las emociones catastróficas, ya que, al mismo tiempo, este dejar ir del campo de energía, está sucediendo de todas formas.

Es útil tomar conciencia de ello para cortar la confusión y conseguir enderezar el punto esencial de lo que es eficaz. Tratar los pensamientos y los acontecimientos con toda la razón, la lógica, averiguarlos y hacer frente a toda la indagación de los significados psicológicos es entretenido, pero completamente ineficaz. Es una pérdida de tiempo y energía y realmente retrasa la recuperación.

La curación de una quemadura aguda en la mano lleva sólo unos segundos. ¿Cuánto tiempo llevaría el detener el sangrado si nos hemos cortado un dedo? De hecho lleva unos segundos. Por ejemplo, cuando sin querer me corté el pulgar, al instante utilicé esta técnica, y el pulgar sangró exactamente ocho gotas. Entregar el dolor y dejar de resistir la abrumadora catástrofe, permitió que el sangrado se detuviera instantáneamente.

Aquellas personas que han probado esta técnica, han tenido la misma experiencia en el nivel físico, lo que demuestra la verdad de esto. Se puede hacer con cualquier emoción. Uno se mete en la emoción, luego pasa la emoción y dejas de llamarla de ninguna forma. Uno se pone en contacto con la energía genérica de lo que está viniendo. Parece venir derecha a través del plexo solar, o parece estar en todas partes. Uno va a recto a donde la vivencia está siendo experimentada. Uno tiene que usar un poco la disciplina con la mente y negarse a tener la mente engaña por uno mismo. La persona dice: «Bueno, estoy experimentando la muerte de esa persona en el exterior.» Uno no está experimentando el “exterior», estás experimentando el “aquí”. ¿Dónde está eso? Es el mismo lugar donde uno siempre experimenta la experiencia, en la sensación del ser.

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El único problema son los propios sentimientos. El verdadero problema no es en realidad la muerte de alguien “de ahí fuera”, es que la persona esté en contra de la energía de los propios sentimientos, el abrumarse por esa energía. Si uno dirige su atención y se centra en ello con precisión, aborta lo que podría ser una experiencia prolongada y muy dolorosa, llevándola a un final abrupto.

¿Qué pasa si seguimos dejando ir esta energía? ¿Qué pasa si le damos la bienvenida? ¿Y si le decimos: «Qué oportunidad para descomprimir todo esto»? ¿Cuál sería entonces la experiencia? Será relativamente corta en comparación a como lo sería con un estado ordinario de conciencia. De repente, el campo de energía se detiene. Es como cuando el indicador de presión de la cámara de compresión llega a un cierto punto y detiene el flujo de entrada, entonces experimentamos un estado de paz. Nada más salir de una catástrofe grave aparecen estados de paz profunda. Si alguien ha pasado por esto, entenderá lo que se quiere decir aquí. El núcleo del alivio es el entregar la energía a gran profundidad.

De repente, toda la agonía se detiene y en su lugar hay casi un silencio, una presencia infinita, un estado infinito de paz, algo que puede ser mayor que cualquier experiencia que una persona haya tenido en su vida anterior. No son los mismos cuando salen por el otro lado. A partir de entonces, son más ligeros, más libres y menos sujetos al dolor de su propia experiencia emocional.

Clínicamente lo que suele ocurrir es que la persona ahora suspira de alivio. Se dan cuenta de que la vida va a continuar y que pueden vivir con ello. Por malo que pareciera, de alguna manera pueden sobrevivir. La paz continúa durante un período de tiempo variable, y luego una ola de emotividad regresa. Tiende a regresar en oleadas, con períodos de alivio entre medias. Cuando la ola regresa, le dan la bienvenida de nuevo y tratan de liberar la mayor cantidad de presión que puedan, antes de que la válvula se cierre de nuevo. Le dan la bienvenida como una oportunidad muy valiosa, y ya que puede que no ocurra muchas veces en la vida, es algo a ser atesorado. El valor de ello llega sólo cuando una persona está realmente en el otro lado de la experiencia y puede mirar hacia atrás con la sabiduría que ha ganado y comprende que la mente no va a ser de ninguna ayuda real en la experiencia. Esto se debe a que la mente mira en la dirección equivocada y dice: «Si pudiera cambiar las circunstancias del suceso exterior, entonces me sentiría bien.» Hay algunos buenos ejemplos clínicos de eso.

Hubo el caso de una mujer que recibió un telegrama diciendo que su hijo había muerto en Vietnam. Como resultado, ella dejó de hablar, se sentó en una mecedora cerca de una ventana, y siguió meciéndose hacia adelante y hacia atrás, mirando aturdida por la ventana. Estaba en el estado llamado apatía, con una pérdida completa de energía. El mundo parecía desesperado y, para ella, Dios estaba muerto. Se mecía hacia atrás y hacia adelante en este estado de desesperanza, no respondiendo verbalmente a su familia. Se negaba a comer, y apenas dormía algunas siestas, tal vez, durante la noche; tan sólo se quedaba mirando fijamente por la ventana en un estado de apatía total. Encontramos que ciertos cambios habían tenido lugar en la química de su cerebro como resultado de esto, y algunos neurotransmisores estaban agotados.

Mientras tanto, la familia no sabía qué hacer y estaba muy perturbada. Unos diez días después, la familia recibió otro telegrama del Departamento de Defensa de EE.UU. diciendo que todo era un error, y que su hijo no había muerto en acción, que era otro militar con el mismo nombre y un número de identificación que tan sólo difería en un dígito, había habido un error informático. La familia le dijo a la mujer: «Madre, madre, ¡que no está muerto!» Ella continuó meciéndose en la mecedora, mirando fijamente por la ventana, como si ni siquiera los oyera.

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Por lo tanto, el cambio de las circunstancias del mundo exterior no necesariamente va a cambiar el malestar, porque este ha iniciado ya un proceso. Es el proceso lo que ha de ser manejado. Los acontecimientos externos no tienen que ser aceptados, porque eso es justo lo que no podemos hacer. No podemos aceptar las circunstancias que han ocurrido en nuestra vida. Lo que podemos hacer es aceptar y entregarnos al hecho de que hay que hacer de tripas corazón y estar en esa situación en estos momentos. Por ejemplo, si nuestra pierna está atrapada en una trampa para osos y no hay manera de salir, nos entregamos a la experimentación, la necesidad de sentarnos en ella, enfrentarla, manejarla, y entregase a la vivencia de la experiencia con las técnicas que ya presentamos.

Para ser eficaces, uno presta poca atención a la mente, porque la mente realmente no tiene ninguna solución para el problema. La mente dice: «Si tan sólo pudiéramos cambiar las circunstancias externas.» De aquí es de donde provienen a menudo las experiencias de la gente con la oración. Sin saber por qué orar, puede llevarles a la amargura el estar rezando en una dirección equivocada. Muy a menudo la oración se dirige en la dirección de «Por favor, deshaz esto; por favor trae de nuevo la alegría a mi vida; por favor devuélveme mi pulgar; por favor cambia lo que está pasando ahí fuera.» La oración, en este sentido, es muy probable que sea ineficaz, porque la forma de la oración es como: «Querido Dios, por favor, déjame ser unos 30 centímetros más alto.» ¿El problema es de Dios, o el problema es de la falta de comprensión acerca de cómo orar?

En estos momentos, la oración podría ser: «Por favor estate conmigo; enséñame a entregarme y manejar esta experiencia», y pide la percepción consciente de la Presencia de Dios. Estaríamos pidiéndole a Dios que asumiera la experimentación en lugar de nosotros. Curiosamente, a medida que seguimos entregando la vivencia de la experiencia, a medida que dejamos de resistirla y etiquetarla, estamos progresivamente entregándola.
Hemos de rechazar la atracción a prestar atención a la reflexión y al “hacer algo” exterior para tratar de cambiar la situación. Entonces surge la voluntad de entregar el etiquetar y hacer que la energía emocional tome forma. La total entrega a la propia energía, nos lleva al estado interior a medida que conseguimos profundizar en la entrega de que algo se está experimentando, y que algo está manejando la vivencia de la experiencia por nosotros. Es como si el yo personal ahora se retirara, y lo único que podemos decir es que la energía está siendo manejada.

Los que rezan en esa dirección se vuelven conscientes de lo que está manejando la experiencia, ya que a medida que uno se interna en la entrega de la experiencia, te das cuenta de que está siendo manejada. Es como si algún campo de energía, algún modo infinito de existencia, algún aspecto del ser, lo estuviera manejando. Entonces viene la sorprendente realización de que uno nunca lo manejó en absoluto; para empezar, era una especie de ilusión que estaba proyectándome a mí mismo en ella dándole forma, y la identificación con lo que estaba causando el dolor. El dolor proviene de la resistencia y la insistencia en que el yo personal y todos sus aspectos tienen que ser manejados, que tiene que hacer algo respecto de la experiencia exterior – demandar a alguien, cambiar la casa o mudarse a un lugar diferente- a medida que se entrega a sus pensamientos. Se entrega el querer controlarlo y cambiarlo. Se entrega a la experiencia interior y, finalmente, lo ve como un gran regalo, pero sólo cuando se sale al otro lado.

Para aquellos que están alineados conscientemente en su vida con el trabajo espiritual: ¿Qué aspecto del trabajo espiritual buscas? ¿Qué opinas del trabajo espiritual? ¿Cuál es la naturaleza de lo que usted llama espiritual, o conciencia, o tratar con su inconsciente o su súper-consciente? ¿Qué es lo que le parece a usted?

Algunas personas han pasado muchos años diciendo que veían a una persona de rodillas y rezando, o veían a la persona en la iglesia. Ellos ven a una persona en una reunión donde todos están tomados de la mano y diciendo «Om», y que ven la luz en el centro del círculo. Se imaginan a sí mismos sentados con un libro y estudiando hasta la medianoche o hasta la una de la madrugada. Se ven a sí mismos escuchando cintas de audio de muy conocidos oradores espirituales, o se ven a sí mismos en las convocatorias de “cuerpo, mente y espíritu», o en servicios de curación. Este es todo el panorama de lo que la mente abarca y llama “trabajo espiritual”.

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Cuando nos enfrentamos a una crisis vital, sin embargo, no parece trabajo “espiritual”. El trabajo espiritual es descrito como el estudio de un libro de texto, mirar la foto de un gurú, y cantar canciones. Luego se produce una catástrofe aguda, y el trabajo espiritual se pasa por alto. Luego se reanuda, después de haber manejado las diversas situaciones de emergencia y las tareas de uno en la vida.

Es como si en realidad no viéramos la esencia del trabajo espiritual. No vemos que el trabajo espiritual nos lleva a estas crisis agudas, nos lleva a ellas, y que son una oportunidad. Aquí es donde el trabajo espiritual está sucediendo. Lo otro era una preparación, una recopilación de información y experiencias, decidir la dirección y acumular conocimiento espiritual. Entonces, de repente, llega el momento de la verdad, el momento de hacerlo.

Hay gente que ha estado en el trabajo espiritual y en círculos metafísicos durante muchos años, y nada cambia en sus vidas. Tienen las mismas enfermedades y problemas, su vida personal es la misma. No han tenido ninguna de las experiencias de la verdad interior de las que oyen hablar, ¿y por qué es esto así? Cuando la vida nos brinda una oportunidad de oro, ese es el momento de realizar el verdadero conocimiento espiritual. Es el momento de la transformación, el momento de dar ese salto de conciencia. Esos son los momentos de oro.

Las catástrofes agudas son los momentos en los que hacemos grandes saltos, cuando nos enfrentamos a ellos directa y fijamente, y decimos: «No voy a desviarme de este trabajo espiritual.» Ahora estamos realmente confrontados a un verdadero trabajo espiritual. No es como leer unas frases que suenan agradables en un libro o el mirar algunas fotos felices. En cambio, estamos justo en medio de ello, apretando los dientes. El apretar de dientes del trabajo espiritual se produce cuando nos enfrentamos a lo que no podemos evitar. Es la confrontación directa que requiere un salto de conciencia.

Estas son oportunidades de oro que no tienen precio, si las vemos de esa manera, si estamos dispuestos a estar con ellas y decir: «Está bien.» La voluntad de llevarlas adelante, sin importar lo dolorosas que sean, permite un gran salto en la conciencia, un avance real en sabiduría, conocimiento y consciencia. Eso que leemos en los libros y luego se convierte en nuestra propia experiencia interior.

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Hay algo por debajo de la emotividad que está experimentando esta energía que surge de una persona. Ella está, literalmente, siendo manejada por algo mucho mayor que el propio ser personal de uno. Si sólo estuviera presente el pequeño yo personal, estarías totalmente inundado y arrasado por la energía liberada durante estas experiencias. Uno sobrevive a la experiencia porque existe algo mayor que el yo personal que es más que capaz de manejarlo.

El truco de la mente es no ver eso. Trata de cambiar lo que pasa “por ahí fuera», trata de representarlo y luego vuelve a descender al intelecto y encuentra que el intelecto no va a resolver este tipo de problema. Cuando nos ha caído un gran roble y roto todos los huesos en la parte delantera del pie, lo que se necesita en este momento es nuestra disposición y voluntad para manejar lo que presenta la vida. Tener las herramientas y la voluntad nos brinda una curación muy rápida.

Se da la consciencia en un agobio agudo, de que realmente podemos manejar las experiencias. Parte del pánico proviene de la comprensión de que lo que pensamos que somos – nuestro poder, el yo limitado – no es rival para el poder de esta experiencia. Eso es precisamente lo que está pasando, el yo personal limitado e individual, no puede manejar lo abrumador. Este es el valor espiritual preciso de ello. ¿Qué es lo que realmente queremos cambiar acerca de la experiencia? Veremos que lo que queremos hacer es cambiar cómo nos sentimos al respecto. Lo que podemos saber es que los sentimientos van y vienen. El suceso no nos va a molestar después de sentir ese estado emocional. Todo lo que tenemos que experimentar es el aumento agudo y la energía de la emoción. Los acontecimientos se cuidarán por sí mismos.

El deseo de cambiar lo que ocurrió y cómo nos sentimos al respecto tiene que ser entregado. La confrontación está ahí, y lo único que podemos hacer es decir sí al experimentar a través de ello sin importar cuál sea su naturaleza, ya sea esta la muerte de un ser querido, un divorcio, una separación, una emergencia grave o una lesión catastrófica. Todas provocan un estado de shock que es igual, sin importar cual sea el evento precipitante. El shock es la súbita comprensión de nuestra impotencia, el hecho de que nuestra voluntad se ha encontrado con un muro de ladrillo, que no somos imparables y que hemos sido detenidos, y que la voluntad personal no puede seguir su camino. Por lo tanto, el shock y la realización de todo esto son lo mismo en todas las experiencias, junto al hecho de que es invariable y permanente. Eso es un shock. Es como si nos acercamos a toda velocidad contra una pared de ladrillo, y cada momento en la vida que hacemos esto, se libera el mismo campo de energía.

Si usted ha estado en más de una de estas experiencias en su vida, usted puede mirar hacia atrás y darse cuenta de que esto es así, y que cada vez el estado de shock era el mismo. La experiencia y la secuencia fueron las mismas. Hubo una experiencia de sensación de entumecimiento repentino, el estado de incredulidad, y luego la liberación de todos los sentimientos negativos.

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Cuando nos fijamos en los sentimientos negativos con precisión en algunas de las experiencias que hemos tenido, nos damos cuenta de que hemos experimentado todo esto. Hemos experimentado la totalidad de ese campo de energía negativa, por la mañana estaría presente y por la tarde seguiría estando presente. De hecho, en el plazo de un minuto, fluctuamos adelante y atrás. Es como un campo de energía chispeante en el que la forma de la emotividad alterna de la ira al resentimiento, a la autocompasión a los celos, a la revancha, a la venganza, al odio, a odiar a Dios, a odiarse a uno mismo, a culpabilizar a la familia y a la sociedad, a culpar a los gobiernos y las leyes. La mente corre salvajemente en torno a ese campo de energía negativa. Podemos ver lo difuso y la falta de forma de ello. Es como un cesto lleno de energía negativa, y sólo tenemos que manejar la cesta, no todas las pequeñas cosas que se alternan a su alrededor. Sólo tenemos que manejar el “todo” de ello. Cuando vemos que se está descomprimiendo el “todo” de ello, nos desplaza rápidamente a su través y salimos al otro lado. Vemos qué es, en la experiencia, inevitable, y debemos tener la voluntad de entregarnos al trabajo que ha de hacerse ahora. ¿Cómo podemos saber cuándo se termina ese trabajo? Cuando de repente salimos a ese estado de paz interior.

Sabemos que años después, la gente sigue teniendo resentimiento e ira y todavía están atrapados en algún aspecto de ese campo de energía negativa, porque los acontecimientos no fueron gestionados desde el principio. La persona no estaba dispuesta a sentarse y manejarlos hasta el final. La gente no están dispuesta a hacerlo por el dolor que implica y porque ellos no conocen las técnicas al uso. Cada vez que van a ello, volvieron de nuevo a empezar a tratar de cambiar los acontecimientos del mundo y manejar los pensamientos. El intelecto y la mente tratan de resolverlo, y la persona se dirige al mismo callejón sin salida. Al no tener una herramienta eficaz con la que controlar los acontecimientos, el trabajo sigue siendo incompleto.

¿Qué sucede con el trabajo no completado y las emociones que no fueron liberadas? Lo que quedó deshecho empieza a expresarse en las actitudes emocionales y en el cuerpo en forma de enfermedades. La culpa inconsciente que no fue soltada durante la catástrofe que sucedió hace muchos años, llega más adelante a través del sistema nervioso autónomo y el sistema de energía de la acupuntura y se conecta con algo de la mente.

El campo de energía de la culpa, el miedo o la ira, se acopla luego a algún sistema de creencias en la mente en alguna enfermedad en particular, lo que deriva en una enfermedad física. En el psicoanálisis, sería llamado psicosomática; y, en este caso, la contribución del elemento psicológico está en la superficie y bastante visible. El resultado final de la gestión emocional no resuelta de una experiencia catastrófica es, a menudo, una enfermedad que puede ocurrir muchos años más tarde. El duelo que quedó por resolver en el momento de la muerte de algún familiar hace veinte años, por ejemplo, puede ahora expresarse como un ataque al corazón.

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Una cosa ha sido manejada cuando nos sentimos en paz y plenos con ello. Ya no se repite o nos proporciona dolor cuando pensamos en ello; nos sentimos satisfechos. Puede haber pesar por tener que vivir con ello, pero de algún modo salimos como un tipo de persona diferente y con ese conocimiento, hay una cierta sensación de paz que nos permite saber que ahora ha sido manejado.

Las experiencias catastróficas son las semillas, la esencia misma de la experiencia espiritual última. Dentro de ella y siguiéndola hasta su núcleo central, caminando totalmente por el acantilado en completo abandono, la entrega plena de la experiencia es la misma semilla y el núcleo de eso que el buscador espiritual ha estado buscando todo este tiempo.

En muchas situaciones catastróficas de la vida ordinaria hay una resolución incompleta de la experiencia, junto a la falta de consciencia de las cualidades y oportunidades que son como joyas en los hechos. Estamos abrumados por “el que” y miramos en la dirección equivocada. La mente también recibe una recompensa secreta de las emociones negativas (por ejemplo: atención, autocompasión, drama) además de la indulgencia del martirio, etc.

Muchas veces cuando se introducen drogas se producen estados alterados de conciencia, y a la persona se la lleva a la sala de emergencias. Lo que podría ser un descubrimiento espiritual crucial es cubierto por una venda, y la familia trata de distraer a la persona del trabajo espiritual.

El aspecto esencial del beneficio espiritual proviene de ir directamente a la experiencia. Hay un dicho en el Zen: «Camina hacia adelante, no importa qué»; por lo que cuando esta experiencia catastrófica viene, es beneficioso ir uno mismo derecho a su centro, decirle «sí» y experimentarla.

Ha habido experiencias catastróficas en mi vida cuando las tiritas estaban disponibles y me negué a aceptarlas, porque para entonces ya había aprendido el valor de vivirlas. Las tiritas realmente evitan el experimentar lo que podríamos llamar “tocar fondo”. El concepto de “tocar fondo”, que es bien conocido en el manejo de muchos problemas graves, tales como el alcoholismo, significa el dejarse ir completamente.

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En una situación catastrófica grave, la mente tratará de aferrarse a lo que le es familiar. Intentará el escapismo, las distracciones, los tranquilizantes, las drogas y el alcohol, y otras varias formas de tratar de mejorar la situación en lugar de enfrentarse directamente y trabajar a través de ella.

La esencia de una situación catastrófica es la total entrega al descubrir eso que es mayor que el yo personal. El experimentar totalmente una catástrofe nos lleva a la conexión y la realización de que hay algo dentro de nosotros que tiene el poder de sostenernos, sin importar lo catastrófica que la experiencia parezca ser. Como resultado, salimos al otro lado como personas mejores, con la consciencia de que hay algo, que hay una Presencia, una cualidad o un aspecto de la vida interior que tiene el poder de apoyarnos a través de la mayoría de situaciones que parecían imposibles.

Si la experiencia catastrófica no es trabajada completamente, quedan ciertos residuos. Es como si hubiéramos caído a mitad del precipicio. Algunas personas piensan que han caminado por el precipicio, pero en realidad encontramos que estaban cruzando secretamente sus dedos y colgándose de algún pequeño saliente o línea de vida. El abandono a Dios no fue realmente total, porque una duda permanecía, y esa duda es el residuo de, por ejemplo, el dolor o el miedo a la experiencia. Si no experimentamos algo mayor que el yo personal cuando pasemos por la experiencia, podemos terminarla con una limitación, una cierta parálisis, la imposibilidad de ir más allá de un cierto punto, y la voluntad de participar se vuelve limitada. La persona dice: «Preferiría vivir una vida limitada que enfrentar ese tipo de experiencia de nuevo. Preferiría no volver a amar que amar y perder.» El dicho es: “Es mejor haber amado y perdido, que no haber amado nunca.» La vivencia del amor nos pone en contacto con nuestro Ser, aquello que es mayor que nuestro pequeño y limitado yo.

La completa resolución nos pone en contacto consciente con algo que es mayor que el yo personal. Muchas personas que han probado esto atestiguan el hecho de que cuando entregaron el pequeño yo a algo mayor que ellos mismos, entraron en contacto con lo que ellos consideraron ser “real”. Esa experiencia personal interior de la realidad espiritual, le lleva a uno al aprendizaje de una profunda convicción interior. De esta convicción interior proviene la voluntad de reincorporarse a la vida de nuevo, a participar en ella y a asumir los riesgos y las oportunidades.

¿Cuál es la experiencia interior de tocar fondo? Proviene de los sentimientos de la desesperación y la desesperanza; el pequeño yo de la persona está diciendo: «Yo, por mí mismo, no puedo manejar esto.» La persona se entrega debido a la desesperanza, y de ella proviene la voluntad de dejarse ir, de entregarse a algo mayor que uno mismo. En la parte inferior, metido en el hoyo, uno se da cuenta y acepta la verdad de que «Yo, por mí mismo, por mi propio ser personal e individual, por mi propio ego-yo, soy incapaz de manejar esto. Soy incapaz de resolverlo.» Es a partir de esta derrota que surge la victoria y el éxito. El fénix alza el vuelo desde las cenizas de la desesperación y la desesperanza. No son de valor ni la desesperación ni la desesperanza, sino el dejarlas ir, y la realización de la limitación del pequeño yo. En medio de la catástrofe, la persona dice, «Me rindo; no puedo manejar esto», y luego, consciente o inconscientemente, pide ayuda a Dios.

Debido a la ley del libre albedrío y a la naturaleza de la conciencia, que es lo que es, se dice que los grandes seres que están dispuestos a ayudarnos a todos nosotros están esperando por nosotros para decir «sí». Es el súbito giro de estar en el fondo del barril a la voluntad de aceptar que hay algo superior a nosotros mismos a lo que podemos recurrir. Cuando la persona dice: «Si hay un Dios, le pido que me ayude», entonces ocurren grandes experiencias transformadoras que se han registrado en toda la historia desde el comienzo.

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El comienzo de la gran organización mundial de Alcohólicos Anónimos (AA) surgió de una experiencia así. Bill W., el famoso fundador de AA, había tocado fondo. Se encontraba en un estado de total desesperación, de desesperanza, y entregó el yo personal. En ese momento él no era creyente, pero dijo: «Si hay un Dios, le pido que me ayude.» En ese momento se produjo una gran experiencia transformadora, el poder espiritual de lo que se evidencia en los millones de vidas que han sido afectadas por la energía que fluye al mundo como resultado de que este hombre está compartiendo su experiencia espiritual.

Obviamente, el dejar ir y el tocar fondo son cruciales. Es a partir de la consciencia de que no podemos cambiar las cosas y de que estamos limitados y somos impotentes, que descubrimos lo que tiene poder en el universo. Ese poder viene y se encarga de la experiencia, y sabemos cuando sucede esto debido al profundo estado de paz. Donde había agonía, ahora hay un estado de paz infinita y la inefable conciencia de la Presencia Infinita.

Históricamente, hubo una ocasión especial en donde surgió la comprensión de la verdad, pero eso no es necesario en absoluto; es sólo un tipo de experiencia. En realidad, esta es la naturaleza del trabajo espiritual de todos los tiempos. La persona que está involucrada en un trabajo espiritual está siempre observando lo que está ocurriendo en su vida, viéndola como el maestro, como el grano para el molino. Lo que está sucediendo representa lo que se está trabajando, por lo que una catástrofe grave no sería más que una continuación de un proceso que está en marcha de todos modos. Como resultado, la persona que está intensamente involucrada en el trabajo espiritual, después la verá como una oportunidad de oro, dolorosa y lamentable tal vez, pero de gran beneficio. La naturaleza esencial del trabajo espiritual es permanecer centrado en lo que surge instante a instante y tomar consciencia de “qué” se está experimentando y donde está siendo experimentado.

Existe una técnica meditativa y contemplativa que puede ser utilizada para lograr el mismo resultado. Esta es el proceso de constantemente dejar ir el querer controlar la vivencia, y el experimentarla en sí. Entonces se produce la súbita comprensión de que la consciencia está siendo manejada por algún aspecto infinito de la conciencia (el Ser); lo que puede haber sido sospechado previamente, pero no realizado auténticamente. Después, esta toma de consciencia de la Presencia se produce con mayor frecuencia.

De esta experiencia proviene una disposición cada vez mayor a confiar en esa Presencia interior y la cada vez menor y menor confianza en el pequeño yo. Con menos frecuencia, entonces, la persona va al pequeño para gestionar los problemas de su vida, ya que se da la progresiva voluntad de entregarse al Ser superior de uno. La progresiva pérdida de la identificación con el pequeño yo y la creciente identificación con la Presencia, junto a la voluntad de entregar la vida y todos sus aspectos a la voluntad de Dios, se convierte en la esencia misma del ejercicio espiritual de la persona y la experiencia.

La experiencia catastrófica aguda es una oportunidad clave de aprendizaje que nos enseña a ir al auténtico núcleo, a la esencia misma de la experiencia, para ver cuál es y manejarla en el nivel de la vivencia en el campo de la energía de la conciencia misma. Existe la voluntad de entregar y dejar de querer cambiar lo que pasó “ahí fuera”. Se da el dejar ir del querer controlar al pensar en ello y tratar de manejarlo con el intelecto y las emociones. Existe la voluntad de entregarse a la esencia de la experiencia sin llamarla de ninguna forma, o etiquetarla, o ponerle nombres. Existe la voluntad de manejar el campo de energía de la misma e ir directamente a la experiencia interior. La entrega a la experiencia interior es una puerta abierta a la experiencia de algo mayor que el pequeño yo personal.

Cada catástrofe, por tanto, es una repetición y una representación de otra oportunidad para esta gran experiencia de aprendizaje espiritual; por lo tanto, las personas que han pasado por grandes experiencias catastróficas expresan su gratitud. A menudo la gente dice: «Aunque no me gustaría vivirlo de nuevo, estoy muy agradecido por esa experiencia.»

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¿Cómo puede una persona estar agradecida por lo que el mundo considera una terrible catástrofe o una enfermedad progresiva terrible? Lo que aprendieron de la catástrofe fue de tan gran dimensión, que el precio valió la pena porque, a través de realización de la verdad, descubrieron la reconexión con el núcleo esencial de su ser.

A medida que crecemos espiritualmente y nos volvemos espiritualmente educados, se tarda menos y menos en llevar a cabo la voluntad de hacer frente a esta experiencia interior. Se podría decir que una persona en el “fondo del barril” consigue levantarse progresivamente. La persona no tiene que pasar por el dolor agonizante anterior, están dispuestos a dejarse llevar y entregarse. Cada vez más surge la voluntad de hacerlo sobre la base del día a día, para que se convierta en parte integrante de la propia vida, observando constantemente cómo uno está tratando de controlar las cosas, o tratando de cambiar la voluntad de Dios, o cómo uno está tratando de cambiar y controlar a Dios. A menudo se da la voluntad de entregarse totalmente y a gran profundidad, y entonces uno ve que la entrega se produce a diferentes profundidades.

En la vida ordinaria, nos entregamos poquito. Bajo una presión mayor, estamos dispuestos a entregarnos más y darnos cuenta de que no tenemos que ponernos bajo una presión catastrófica a fin de estar dispuestos a entregarnos a gran profundidad. La transformación de la personalidad, el cambio global de la posición espiritual de uno, vino tradicionalmente por una entrega a gran profundidad. ¿Qué significa entregarse a gran profundidad? ¿Cómo podemos entregarnos a gran profundidad sin tener que ponernos a nosotros mismos en una terrible catástrofe emocional a fin de cumplir el mismo trabajo espiritual? Al ver la naturaleza esencial del proceso, nos educamos. Nuestras posiciones cambian y somos de una manera de ser diferente. Estamos dispuestos a estar en la vida en todas sus expresiones. La voluntad se experimenta entonces como un estado interior de vitalidad. De ella surge la voluntad de aprovechar la oportunidad, porque ahora sabemos que estamos acompañados por algo mayor que el yo personal. No es el yo personal el que tiene que manejar lo que llega a la vida. La Infinita Presencia que está siempre con nosotros es más poderosa que la voluntad humana y el ego. El ser trae dolor y sufrimiento; el Ser irradia curación y paz.

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Por: Óscar M. García

En los momentos en que somos capaces de acallar los «ruidos» que día a día nos saturan, llega el SILENCIO. Desde ahí la VOZ INTERIOR encuentra la posibilidad de manifestarse. Entonces las comprensiones instantáneas, las impresiones directas, las imágenes luminosas – es decir, la intuición espiritual – asoman, aportando la energía de la CERTIDUMBRE.

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INTRODUCCIÓN

Ver con ojos nuevos para redescubrir fuera lo que vamos descubriendo dentro, lleva a concienciarnos de que «nada nuevo hay bajo el sol». Los mismos pasos que hoy damos, otros los dieron antes. Por eso resulta alentador encontrar las huellas de nuestros predecesores en las sendas del espíritu por doquier.

Una de estas fuentes saturada de «rastros» de los buscadores espirituales del pasado que dejaron como señales indicadoras en el camino a sus hermanos de otras edades, procede de los textos y enseñanzas de la India milenaria. Entre ellos ocupan lugar destacadísimo los UPANISHADS.

En el siguiente artículo se hace una incursión en el mensaje imperecedero de esta fuente de sabiduría que nos legó la cultura hindú y que está más allá del tiempo y del espacio, en la que podemos adentrarnos si somos capaces de sortear las trampas del lenguaje y leer con los ojos del espíritu. Y como regalo adicional, reproducimos uno de estos textos, el Adhyatma Upanishad.

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LOS UPANISHADS: EL PROFUNDO MENSAJE ESPIRITUAL DE LA INDIA MILENARIA

Los Upanishads son supremas visiones espirituales expresadas verbalmente entre los siglos ocho y cuarto antes de nuestra era en la antigua India.

A los primeros Upanishads se agregaron otros que se fueron componiendo hasta el siglo quince, ampliando o explicando las visiones primeras eternas. Su número aumentó hasta el punto que se han podido imprimir en sánscrito hasta ciento doce Upanishads. La colección completa casi iguala a la de los textos de la Biblia.

Los dos Upanishads más extensos son el Chandogya y el Brihadarangaka, de unas cien páginas cada uno. Son, tal vez, los más antiguos. El más breve es el Isa Upanishad que sólo tiene dieciocho versículos. No es uno de los más antiguos, tal vez del tiempo del BHAGAVAD GITA – unos cuatrocientos años antes de J. C. -, pero debido a su cósmica grandeza suele encabezar las colecciones de Upanishads en sánscrito en la India.

La palabra Upanishad se relaciona con la raíz sánscrita SAD, estar sentado. Podemos imaginar a los discípulos sentados a los pies del Maestro escuchando el sublime Upanishad.

El espíritu de los Upanishads lo encontramos en las Palabras del Evangelio “El reino de Dios es en vosotros”; y en los versos de místicos de diversas culturas y tradiciones religiosas, como San Juan de la Cruz, Nisargadatta, o Ibn Arabi en “Viaje al Señor del Poder”, entre otros.

Anteriores a los primeros Upanishads tenemos en la India la creación de los Vedas, visiones poéticas y espirituales en las que la imaginación humana ve primero a los dioses y los expresa en creación poética, y después va avanzando hacia unidades más intensamente poéticas y espirituales hasta llegar al Brahmán único de los Upanishads, unidad suprema. Así como San Francisco de Asís dirige en canto sublime al Dios de la naturaleza y habla del “hermano sol, hermano viento, hermana agua y hermano fuego”, los ve todos expresando la gloria de un Dios del universo y, por tanto, Dios del sol del viento, del agua y del fuego, en los Vedas hay la visión de un dios del sol, un dios del viento, un dios del agua y un dios del fuego, y la gloriosa poesía de estos y otros dioses.

En los Upanishads la visión espiritual y poética va desde una diversidad hacia una unidad y de los dioses a Brahmán, el Dios de todos los dioses, suprema unidad del Universo que reúne y supera su inmensa variedad. Los creadores de los Upanishads fueron pensadores y poetas, y el poeta bien sabe que si la poesía nos aleja de lo que se llama realidad es sólo para elevarnos hacia una Realidad más alta donde, lejos de las limitaciones de un estar, encontramos la infinita alegría de un Ser. Estas creaciones están tan por encima de la curiosidad arqueológica de algunos eruditos como lo está la luz del sol por encima de sus definiciones. Necesitamos de la erudición para ir a buscar los frutos de sabiduría de los tiempos antiguos; pero es sólo una elevación espiritual que nos permite gozar de esos frutos y transformarlos en vida.

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El Brahmán del universo, el Dios trascendente de tiempo y de espacio, pero inmanente en el tiempo y en el espacio es, según los Upanishads, el mismo Ser nuestro y el Ser de todas las cosas. El Brahmán trascendente cuando es inmanente en nosotros, se llama Atman. Son dos nombres para un mismo Ser: el Infinito se llama Brahmán, y el Infinito manifestado en lo finito y limitado se llama entonces Atman. En su eterna clarividencia los maestros supremos vieron un Infinito de unidad trascendente y al mismo tiempo un Infinito de variedad inmanente. Es el Dios expresado como el “todo en el todo” de poetas, místicos y videntes, y después explicado – a veces complicado – en teologías que son a la experiencia de algo eterno, lo que la gramática es a la poesía: un estudio y análisis intelectual, y no experiencia vital, Realidad de vida, una abstracción de pensamiento como son los números, ideas indispensables para cálculos, pero no cosas que podamos tocar con las manos exteriormente, aunque mucho menos impalpables ilusiones. Como nos dice y sugiere el Kena Upanishad, Brahmán o Atman, no es algo que se pueda ver, oír, gustar o tocar con los sentidos, no es algo que se pueda comprender, imaginar, o concebir con el pensamiento. Está más allá, de los sentidos y de todo pensamiento. Es un Amor hacia un más allá. Un Amor a quien se va por el camino del amor, y cuanto más puro y más intenso es el amor tanto más se ve y comprende y se siente y se vive el Amor infinito, que es la causa de nuestro finito amor. Brahmán no se puede pensar con la mente, es “aquello que hace posible que la mente pueda pensar”.

Uno de los mensajes de los Upanishads, explicado después en el Bhagavad Gita, es que sólo amando se comprende el amor y no mediante explicaciones o definiciones: amar y saber son, al principio, divergentes, como los lados de un ángulo, pero a medida que se va subiendo por los dos lados, el saber comprende más al amor hasta que al fin son uno. El amor puro transforma el estar en un ser, y en tal sublime transformación, algo finito y temporal se ha convertido en algo infinito y eterno, lo mortal se ha convertido en algo inmortal. Es como el salir a la luz de dentro una cueva oscura, un despertar después de dormir, un momento de Eternidad y alegría suprema por encima de la ilusión de placeres que Pasan y dolores que Perduran, un ser consciente más allá de un estar inconsciente, un momento de vida tan intensa, tan absoluta, que permite una fe basada en experiencia, y no una creencia procedente de palabras y libros

En el saber estudiamos la variedad de las cosas, las definimos y comprendemos, y así las dominamos: es la ciencia. Pero en el amor puro contemplamos las cosas sin deseo de posesión, sólo por el gozo de la contemplación: es la poesía. En el saber nos separamos de las cosas, hay un yo nuestro que estudia y la cosa estudiada; pero en el amor nos unimos con las cosas y en la alegría de la contemplación desaparece el sentido de posesión, de egoísmo y de destrucción. Un grandioso árbol milenario puede ser objeto de contemplación en silencio para el poeta, de estudio y gran actividad cerebral para el científico, un objeto de mero lucro para un comerciante que, sin consideración a la grandeza sublime del árbol milenario, está dispuesto a comprarlo, venderlo y hasta quemarlo.

¡Cuando pensamos y analizamos, vemos las cosas en su variedad, pero cuando amamos las vemos en su unidad. El saber amplía la vida tanto hacia el bien como hacia el mal, pero el amor puro la eleva siempre hacia el bien. Por eso es que el Katha Upanishad dice: “Quien ve la variedad y no la unidad muere una y otra vez”. El Mandukya Upanishad menciona un cuarto estado de conciencia: Ser puro, OM, Airnan, Dios. En el Chandogya Upanishad, encontramos una visión poética de la misma idea: hay en nuestro corazón un diminuto espacio y, sin embargo, en él moran el sol, la luna y las estrellas, existe todo el universo, “porque todo el universo es en Él, y Él es en nuestro corazón”. Esta idea sublime, tal vez la más sublime que ha concebido el hombre sobre la tierra, puede ser objeto de concentración, meditación, contemplación y unión: es la idea central de los Upanishads. La concentración es una forma intensa de atención. El pajarillo que busca un árbol para construir su nido, empieza por la atención y concentración. Después parece que considera, instintivamente, el lugar más seguro y protegido del árbol: es una meditación, superada cuando el hombre de ciencia considera el mismo árbol. En estas dos actividades intelectuales, o instintivas, hay un movimiento mental o cerebral. El poeta o el pintor contemplan el árbol, aunque antes hayan dedicado su atención a su pensar. Contemplación es silencio interior. Los movimientos cerebrales – tal vez electrónicos -, mentales, olas del mar de la mente, se van calmando, los ruidos o sonidos exteriores o interiores desaparecen y un silencio, más o menos intenso, parece que permite la luz del alma iluminar el objeto de la contemplación. Nos acercamos a lo infinito y a lo eterno.

En un relampagueo de luz eterna, el Poeta o el pintor ven el árbol en contemplación. Es la visión. Después viene la creación, el dominio y la técnica de un idioma, o el dominio técnico del pintor, formando la base, el principio necesario para la expresión poética o artística. En la unión, el conocedor y la cosa conocida son uno en un momento eterno. El poeta o el pintor por un momento no ven el árbol, son el árbol, y su intensidad de ser depende de su intensidad de amor; y de su intensidad de visión depende la grandeza de su creación. La visión pura es una realidad suprema; Pero, desgraciadamente, al lado de la fe creadora hay el fanatismo destructor, al lado de la visión que eleva, hay la ilusión que transforma sublimes verdades y visiones espirituales, en bajas ilusiones. Toda visión real está por encima de la razón humana, pero la razón la admite y defiende. En cambio, cuando la visión es ilusión, está por debajo de la razón, aunque pueden cubrirla nubes negras tan oscuras que hacen difícil, sino imposible, que la luz del alma pura y de la razón clara pueda disiparlas.

Los videntes de los Upanishads no crearon una religión. Su visión suprema es tan elevada que está por encima de religiones, de humanismos que quieren substituirla, o de actitudes científicas que quieren ignorarla, e infinitamente por encima de fanatismos, ilusiones e indiferencias humanas. Su visión está también por encima de ceremonias religiosas, teologías o filosofías, y presupone una visión creadora de la mente del hombre de donde Proviene todo lo espiritualmente puro, bueno y bello, y por tanto, verdadero, que haya o pueda haber en religiones, teologías y filosofías. Si la ciencia es una, la verdad espiritual tiene, a lo menos, que ser una. Afortunadamente el hombre moderno aspira a esta unidad y la indiferencia o repugnancia humanas contra toda forma de fanatismo, intolerancia o superstición son, tal vez, expresiones inconscientes de los anhelos de bondad, verdad y belleza: anhelos de amor infinito que residen en el fondo de todo corazón humano, reflejando, como en un espejo, la luz de un Sol de Amor. El espejo del alma, que por naturaleza es puro, limpio y clarísimo, puede, sin embargo, encontrarse cubierto de nubes más o menos oscuras, resultado de pasadas o presentes desarmonías egocéntricas. Y las nubes impiden un claro reflejo de la luz pura e impiden que el alma sienta el Ser Puro, la visión Pura y la Pura alegría que son el Brahmán de los Upanishads, el Dios de las religiones, el humanismo puro o razón pura entrevistos entre las confusiones y ofuscaciones humanas. Por eso la plegaria pura de los Upanishads es un anhelo de luz pura, cuando suplica que de las apariencias de la vida, de su noche oscura y de su muerte final, el Atman supremo nos conduzca a algo que es Realidad, Luz e Inmortalidad.

En dos versos sánscritos muy posteriores a los tiempos primeros de los Upanishads, escuchamos la Plegaria que dice: “Que el hombre malo sea bueno y que el hombre bueno tenga paz. Que en la paz se libere sin lazos y que el hombre libre dé libertad a otros”. Uno de los problemas educativos más importantes es el inducir a los que poseen más inteligencia, energía, constancia y otras virtudes, a que las empleen en buena voluntad para ayudar a los otros que no las poseen en tan alto grado y no para fines egoístas, para dominar más o menos a los otros: el camino del hombre sobre la tierra va de lo finito a un Infinito donde no hay más ni menos, pues hay un Todo en el todo.

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Aunque el Brahmán de los Upanishads no puede expresarse en palabras, nos dejaron tres palabras que sugieren su más allá: SAT (Ser puro), CIT (Conciencia pura), ANANDA (Alegría pura). Según los Upanishads, el espacio y el tiempo son emanaciones de Brahmán cuyo ser es un más allá del espacio y del tiempo. ¿Por qué? Por la alegría de creación. ¿Por qué hay el mal? Por la alegría de superarlo con el bien. ¿Por qué hay la oscuridad? Para que la luz pueda brillar más intensa. ¿Por qué hay el dolor? Para hacer posible la alegría de superarlo, la alegría del sacrificio por amor. ¿Por qué la creación e infinita evolución del universo? Porque en el fondo todo es amor, y amor puro es pura alegría.

Entre los libros sagrados de la humanidad, los Upanishads bien pueden llamarse Himalayas del Alma. Sus apasionadas aventuras para descubrir y encontrar el sol de un Espíritu en nosotros, de quien tenemos la luz de nuestra conciencia y el fuego de nuestra vida; la grandeza de sus preguntas y la sublime sencillez de sus respuestas; su irradiante alegría cuando sienten la revelación de lo Supremo en su alma y uno de sus poetas puede exclamar: “La luz del sol es la luz que es mía”; sus paradojas y contradicciones donde encontramos una verdad vital; sus sencillas narraciones donde con ejemplos concretos se explican las más altas verdades metafísicas con palabras claras como las de un niño; los resplandores de su visión que revelan la grandeza infinita de nuestro mundo interior; su gran variedad, pero dentro de una absoluta unidad en su sublime concepción de Brahmán; su fe ardiente y elevadora en el alma humana que es una con el Alma (el universo; su tolerancia de los Vedas, pero su interpretación espiritual y, por lo tanto, simbólica, de todo ritual exterior, indicando así el verdadero camino de elevación espiritual a todos los hombres del porvenir; sus semillas de grandes ideas psicológicas y filosóficas; las vastas armonías que resuenan en sus palabras, su buen sentido y sabiduría espiritual que pueden satisfacer a diferentes temperamentos en su buscar el camino de la luz; sus imágenes y semejanzas de una gran sencillez que encontramos repetidas por santos y poetas que nunca conocieron los Upanishads, y así nos confirman la unidad de toda vida o visión espiritual; el esplendor de su Imaginación romántica que convierte a su creadores en hermanos de espíritu con los creadores de belleza de todos los tiempos y que nos enseñan cómo podemos convertir nuestra vida en una obra de belleza; todo ello es como una armonía de trompetas resonando una gloria de luz y de amor que, más allá de dudas y de la muerte, proclama la victoria de nuestra vida inmortal.

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NOTA: Casi todo el anterior texto está extractado del libro “Upanishads, the Holy Spirit of Vedas”, que incluye la traducción de once de los más clásicos Upanishads, en selección realizada por Adi Shankaracharya, más unas breves aportaciones personales, particularmente en el 5º párrafo.

 

Rishi-veda

ADHYATMA UPANISHAD

INVOCACIÓN

AUM, ¡Que el Sol nos dé su bendición! ¡Que Varuna, Dios del agua, nos dé su bendición! ¡Que Aryama, Indra, Brihaspati y Vishnu, nos den su bendición!

Mis respetos a Brahma, la Realidad Absoluta.¡Oh Vayu, dios del aire, te presento mis respetos especialmente a ti porque tú eres Brahma manifestado! Debería llamarte solamente «el Brahma manifiesto»; debería llamarte también satyam -la Verdad-; debería llamarte también rit– la ley.

¡Que ellos me protejan!

¡Que protejan al que habla!

¡Que me protejan a mí!

¡Que protejan al que habla!

AUM Paz, paz, paz

***

En la cavidad del corazón, situado dentro del cuerpo, vive un no-nacido eterno.

La tierra es su cuerpo; mora dentro de la tierra pero la tierra no le conoce.

El agua es su cuerpo; mora dentro del agua pero el agua no le conoce.

La luz es su cuerpo; mora dentro de la luz pero la luz no le conoce.

El aire es su cuerpo; mora dentro del aire pero el aire no le conoce.

El cielo es su cuerpo; mora dentro del cielo pero el cielo no le conoce.

La mente es su cuerpo; mora dentro de la mente pero la mente no le conoce.

El intelecto es su cuerpo; mora dentro del intelecto pero el intelecto no le conoce.

El ego es su cuerpo; mora dentro del ego pero el ego no le conoce.

La mente que razona es su cuerpo; mora dentro de la mente que razona pero la mente que razona no le conoce.

Lo inmanifestado es su cuerpo; mora dentro de lo inmanifestado pero lo inmanifestado no le conoce.

Lo indestructible es su cuerpo; mora dentro de lo indestructible pero lo indestructible no le conoce.

La muerte es su cuerpo; mora dentro de la muerte pero la muerte no le conoce.

Es el yo más interior de todos esos elementos, no tiene pecados, y es el único y divino Dios Narayana, el sustentador de todos los seres humanos.

El cuerpo, los sentidos… etc…, carecen de alma y la sensación de ser yo su poseedor respecto a ellos, es adhyas -ilusión. Por eso, una persona inteligente debería desembarazarse de dicha ilusión mediante su fidelidad a Brahma, la Realidad Absoluta.

Conociéndose a sí mismo como sakshi pratyagatma, -la interior alma presenciadora del propio intelecto y de todas sus manifestaciones- y asumiendo el ánimo de que «Yo soy Eso», deja de reclamar -como «mío»- la posesión de todas las cosas.

Habiendo dejado de seguir la sociedad, deja de seguir también al cuerpo. Habiendo dejado de seguir las escrituras, abandona también la ilusión del alma.

Arraigándose en su propia alma y utilizando diversas técnicas, mediante el escuchar y la propia experiencia, el yogui llega a conocerse a sí mismo como el alma de todo y su mente es aniquilada.

Sin conceder ninguna oportunidad al sueño, ni a las charlas sociales, ni a los objetos de los sentidos -sonidos, formas, sabores, olores, o sensaciones táctiles-, y sin olvidarse nunca del alma, contempla el alma en tu interior.

Este cuerpo está constituido por las excreciones de tu padre y de tu madre y se encuentra repleto de secreciones y carne. Por eso, alejándote de él como de un chandal -el intocable más bajo- y convirtiéndote en Brahma -la Absoluta Realidad- siéntete realizado. ¡Oh buscador de la Verdad! Al conocer la unidad del alma con el alma suprema, análogamente a la unidad del ghatakash -el cielo dentro de un bote- y del mahakash -el cielo sin un bote-, sin dividirte, permanece siempre en paz.

Convirtiéndote en el auto-iluminado, auto-generado, sustentador de todas las cosas y del alma humana, Brahman, la Absoluta Realidad, deshazte de tu sensación corporal y también de la sensación del cuerpo universal como si fueran contenedores de excreta. Convirtiendo el sentido de ego que ha controlado el cuerpo, en el Yo eternamente consciente y dichoso, abandona el cuerpo burdo y sé tan sólo tu solitaria alma inmortal.

¡Oh, inocente! De la misma manera que un ciudadano puede verse reflejado en un espejo, Yo soy Brahma, la Absoluta Realidad, en la cual se ve el reflejo de este mundo. Sabiendo esto, ¡oh sin pecado!, siéntete pleno.

Solamente una persona libre de las ataduras del ego alcanza su auténtica naturaleza. Por lo tanto, volviéndote inmaculadamente claro como la luna llena, uno se vuelve auto-luminoso y alcanza la dicha eterna.

Al cesar el sentido de «hacer», desaparecen todas las ansiedades. Al cesar toda ansiedad, cesan todos los deseos. La desaparición de todo deseo es la emancipación, y a eso se le llama «jivanmukti», la liberación mientras en vida.

Contemplándolo todo, en cualquier dirección, como Brahma, la Absoluta Realidad, al madurar ese sentimiento, todo deseo cesa. Nunca seas negligente en tu fidelidad a Brahma, la Absoluta Realidad, porque ésa es la única muerte. Así lo dicen aquellos que se hallan firmemente establecidos en Brahma.

El alga cuando es apartada, no pierde un sólo instante en cubrir el agua de nuevo. De la misma manera, si un sabio se aparta de su fidelidad a Brahma, aunque sea por sólo un instante, la ilusión le cubre de inmediato.

Aquél que ha alcanzado en vida la unidad con Brahma, la Absoluta Realidad, seguirá así incluso después de haber dejado el cuerpo. Por lo tanto, ¡oh inocente!, habiendo despertado, vacíate de toda elección en la dualidad.

Cuando uno contempla el alma no-dual mediante el nirvikalpa samadhi, -el despertar sin elección- ése es el momento en que el nudo de la ignorancia residente en el corazón se disuelve por completo.

Consolidando la ausencia de ego, abandonando toda sensación de «yo», etc… existe siendo indiferente a ellos como con las vasijas y ropas, etc… Todos los títulos -desde Brahma, el dios creador, hasta la piedra- son falsos. por lo tanto, afincado solamente en el alma, contempla tu propia alma en todo.

Yo soy Brahma, el creador.

Yo soy Vishnu, el sustentador.

Yo soy Shiva, el destructor.

Yo soy Indra, el señor de todos los dioses.

Yo soy el universo y lo soy todo.

No hay nada más que Yo.

El espejismo de los objetos sobre la propia alma, es una superimposición. Al abandonarla, uno es uno mismo: el perfecto, no-dual e inmóvil Brahma, la Absoluta Realidad. El mundo que aparece como distinto del alma, es casi falso. ¿Dónde se encuentra la división en una entidad pura, sin forma y sin órganos?

El alma consciente es libre de la nociones de veedor, visión y visto, etc… Es inmune a ello y es totalmente pleno como el océano en la época del Diluvio.

De la misma manera que la oscuridad se disuelve con la luz, la causa de toda ilusión se disuelve en la Absoluta Realidad sin parangón y sin órgano alguno. ¿Dónde se encuentra entonces la división?

La Realidad Suprema es única; ¿cómo puede contener división alguna? El estado de sushupti -el sueño profundo, sin sueños- es dichoso. ¿Quién ha visto en él división alguna? La raíz de esta división es la mente. Si no hay mente, no hay división. Por lo tanto, concentra tu mente en la consciencia universal la cual es tu propio interior.

Sabiendo que tú eres el alma perpetuamente dichosa, regocíjate siempre en esa dicha, dentro y fuera de propia alma.

El fruto del desapego es el conocimiento; el fruto del conocimiento, es la relajación. La paz que desciende al experimentar la propia dicha es el fruto mismo de la relajación. Si cada uno de los anteriormente mencionados no llegan sucediendo al anterior, has de saber que el anterior no ha fructificado.

La abstención de los objetos sensorios es en sí mismo, el contento supremo y la dicha incomparable.

Aquél que posee el atributo de ser la personificación de maya -la ilusión-, aquél que es el origen del universo, aquél que posee las características de omniscencia, etc…, y es la encarnación de lo indirecto, de la multiplicidad y de la verdad, etc., es conocido con la palabra «tat» – «Eso»

Aquél que parece sostener el «yo» como experiencia y como palabra, y aquél que es experienciado como separado de la consciencia, es conocido con la palabra «tvam» – Tú»

Existen dos atributos: maya -ilusión- para el alma universal; y avidya -ignorancia- para el alma encarnada. Al abandonarlos a ambos, lo que resta es lo perpetuamente cierto, el consciente y dichoso Para Brahma, la Realidad Suprema y Última.

De esta manera, mediante frases como «Tat tvamasi» -Eso eres tú- indagar en significados tales como «la unidad de jiva -el alma encarnada- y Brahma, la Absoluta Realidad», es sravana – la escucha. E indagar, de manera razonable, en el significado de todo lo escuchado, es manam -la contemplación. Al establecer tu mente en el indubitable significado alcanzado mediante esa escucha y contemplación, y sintonizar con ello, es nididhyasan -la asimilación. Dejando de lado al meditador y a la meditación respectivamente, cuando aquello sobre lo que se medita, la meta, permanece como único objetivo y la mente se aquieta como la llama de una lámpara en una habitación sin brisa alguna, eso se llama samadhi -la Iluminación.

Durante el samadhi, los objetos de la experiencia no se encuentran separados del alma, de ahí que no sean experimentados. Pero esas gloriosas experiencias del buscador que ha salido del samadhi, son inferidas mediante los recuerdos de la mente.

En este mundo sin principio, se acumulan millones y millones de karmas -acciones-impresiones.

Todos ellos son destruidos por este samadhi y el puro dharma -la propia naturaleza de uno- emerge.

Los que conocen el yoga lo llaman Dharmamegha samadhi -la nube del dharma- porque precipita, como una nube, mil y una corrientes del néctar del dharma. En este samadhi, la red de deseos se disuelve por completo mientras que los matojos de karmas acumulados llamados «virtud y pecado» son arrancados de raíz.

Al principio, esta frase ilimitada: Tat tvamasi – Eso eres tú-, siendo cierta, es sólo realizada de forma indirecta. Luego, el conocimiento directo -como un fruto de myrobalan mantenido sobre la propia mano- nace.

Cuando no surge ningún deseo hacia los objetos dignos de ser disfrutados, reconoce esto como el desapego último. Cuando ningún sentimiento de «yo» surge, reconócelo como el conocimiento último. Cuando los deseos ya disueltos no surgen de nuevo, eso es la relajación última, y un buscador así -un sthitpragya-, estable en su sabiduría, permanece siempre en la dicha.

Aquél cuyo Yo se halla absorto siempre en Brahma, la Realidad Suprema, permanece sin deseos e inmóvil. Cuando, purificadas por su unidad con Brahma y sumergidas en este único arrebatamiento, las actividades de la mente no eligen y permanecen solamente como consciencia, entonces eso es denominado pragya -sabiduría. Aquél que siempre posee esa pragya es llamado jivanmukta, el que se ha liberado en vida.

Aquél que no tiene sentimiento de «yo» referido a su cuerpo y a sus sentidos, ni sentido de «yo» para cualquier otra cosa, es un jivanmukta, el liberado en vida.

Aquél que no conoce diferencia alguna a través del intelecto, entre jiva -el alma encarnada- y Brahman, o entre Brahma y la naturaleza, la creación, es llamado jivanmukta, el liberado en vida.

Respetado por los buenos o insultado por los perversos, aquél que permanece siempre ecuánime es llamado jivanmukta.

Para aquél que ha conocido la esencia de brahma, este mundo ha dejado de ser igual que antes. Si no fuera así, no ha conocido aún el estado de ser de Brahma y es aún un extrovertido.

Mientras se experimente felicidad, etc… Eso se denomina prarabdha -acumulación de acciones e impresiones pasadas- porque los frutos surgen siempre de las acciones del pasado.

No hay fruto si no hay acción. De la misma manera que la actividad soñadora cesa al despertar, de forma análoga, las acciones pasadas acumuladas durante miles de millones de eones se disuelven instantáneamente cuando uno descubre «Yo soy Brahma».

Conociéndose a sí mismo como desapegado e indiferente igual que el cielo, el yogui no se apega en absoluto a ninguna acción futura. De la misma manera que el cielo presente en una botella conteniendo licor no resulta afectado por el olor del licor, el alma permanece inalterada ante cualquier suceso a pesar de estar presente en todos ellos.

Al igual que una flecha lanzada no puede detenerse antes de dar en el objetivo, las acciones realizadas antes de la Iluminación no dejarán de dar frutos después de que uno se ilumine. Una flecha disparada al considerar a un animal, un tigre, no puede detenerse a medio camino si descubrimos después que el animal era una vaca.

La flecha dará en el blanco con toda su fuerza. Análogamente las acciones ya realizadas dan fruto incluso después de que la Iluminación suceda. El que comprende su propia inmortalidad y eterna juventud permanece uno con el alma y no guarda relación alguna con los frutos de sus pasadas acciones.

El karma -las acciones del pasado- fructifica solamente cuando tenemos la sensación de pertenencia respecto a nuestro cuerpo. No es deseable tener nunca el sentimiento de que «este es mi cuerpo». De esta manera, abandonando el sentimiento de posesión de un cuerpo uno se deshace de los frutos de las acciones pasadas.

Esta falacia -este es mi cuerpo- es la causa que genera en la imaginación la idea de las acciones pasadas. ¿Cómo puede ser verdad algo que es impuesto o imaginado sobre una falacia? ¿De dónde puede surgir algo, si eso, en primer lugar, no es real? ¿Cómo puede destruirse aquello que nunca ha nacido? ¿Cómo puede lo irreal poseer acciones pasadas?

La sensación de propiedad del cuerpo es el resultado de nuestra ignorancia y resulta destruida por completo con la Iluminación. ¡Cómo entonces subsiste el cuerpo?

Para satisfacer esta duda del ignorante, las escrituras atribuyen -exteriormente- la pervivencia del cuerpo a las pasadas acciones. No es para explicárselo a los que saben, sino para satisfacer al ignorante, que las escrituras dicen: «El cuerpo…etc.., es una realidad», y también que existe el karma acumulado, las acciones del pasado.

Realmente no existe nada más que el Uno y no-dual Brahma, el cual es perfecto, sin principio ni final, inconmensurable, inalterable, morada de la dicha, morada de la consciencia, morada de la verdad, eterno, indestructible, omnipresente, uniforme, total, infinito, multidireccional, imposible de ser perdido o hallado, sin sostén alguno, independiente, sin atributos, inmóvil, sutil, sin elección, inmaculado, indefinible, trascendiendo mente y habla, verdaderamente rico, auto-evidente, puro, consciente y distinto a todo lo conocido.

Así, sabiendo por propia experiencia que el alma es indivisible, sé bendito y mora en gozo perpetuo en el alma inalterable.

Escuchando estas enseñanzas del maestro, el discípulo alcanza la Iluminación y empieza a decir:

«Ahora mismo veía el mundo. ¿Adónde se ha ido? ¿Quién se lo ha llevado? ¿En qué se ha disuelto? ¡Qué gran sorpresa! ¿Acaso no existe? En este gran océano de Brahma, lleno del néctar de infinita dicha, ¿a qué he de renunciar ahora y que me he de llevar? ¿Qué hay ahora de distinto y qué hay ahora de extraordinario?

No veo nada, no oigo nada, no sé nada, porque siempre me encuentro en mi dichosa alma y soy mi propia naturaleza. Estoy libre, sin cuerpo, sin género; soy dios mismo; soy el silencio absoluto; soy infinito; lo soy todo; soy el más anciano; no soy el que «hace», ni soy el que sufre; soy inextinguible e inalterable, soy la morada del puro conocimiento; estoy solo y soy la bondad eterna.

****

Esta sabiduría fue entregada por el maestro Apantanaram; Apantanaram se la entregó a Brahma; Brahma se la pasó a Ghorangiras; Ghorangiras se la entregó a Raikva; Raikva se la entregó a Rama; y Rama se la entregó a todos los seres vivientes. Este es el mensaje del nirvana, la enseñanza y disciplina de los Vedas. Así termina este Upanishad.

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Por: Óscar M. García

En los momentos en que somos capaces de acallar los «ruidos» que día a día nos saturan, llega el SILENCIO. Desde ahí la VOZ INTERIOR encuentra la posibilidad de manifestarse. Entonces las comprensiones instantáneas, las impresiones directas, las imágenes luminosas – es decir, la intuición espiritual – asoman, aportando la energía de la CERTIDUMBRE.

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Manos con luces

SALIR DE LAS TRAMPAS DE LA MENTE

PARA COMENZAR A DESPERTAR 

 

Por: Eckhart Tolle

EEckhartTolle1ckhart Tolle fue investigador y supervisor en la Universidad de Cambridge. A los veintinueve años experimentó una profunda transformación espiritual que cambió su vida. Dedicó los años siguientes a comprender, integrar y profundizar esa transformación, que marcó el comienzo de un intenso viaje interior.

Entre sus libros cabe destacar «El Poder del Ahora» que le deparó innumerables lectores en todo el mundo y «El silencio habla», extraño e entrañable libro donde las palabras parecen susurrar desde el fondo de un profundo estado meditativo.

Lo que sigue es una entrevista en la que habla acerca de los obstáculos para la iluminación o lo que podríamos llamar «las trampas de la mente».

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Pregunta: ¿Qué es la Iluminación?

Eckhart Tolle: Un mendigo había estado sentado a la orilla de un camino durante más de 30 años. Un día pasó por allí un extraño. «¿Tienes algunas monedas?», murmuró el mendigo, estirando mecánicamente el brazo con su vieja gorra. «No tengo nada que darte», respondió el extraño. Y luego preguntó, «¿Qué es eso sobre lo que estás sentado?». «Nada», replicó el mendigo, «sólo una caja vieja. He estado sentado sobre ella desde que tengo memoria». «¿Alguna vez has mirado en su interior?», preguntó el extraño. «No», respondió el mendigo, «¿Para qué? No hay nada adentro». «Echa una ojeada», insistió el extraño. El mendigo logró entreabrir la tapa. Para su asombro, incredulidad y euforia, descubrió que la caja estaba llena de oro.

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