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Puerto de Santa María (Cádiz)

Óscar M. García Rodríguez

EL ESPIRITISMO

En su triple dimensión – científica, filosófica y ética – el Espiritismo tiene un carácter esencialmente progresivo, al no plantear límites infranqueables ni prohibiciones taxativas y por carecer de dogmas inamovibles. Un espiritista tiene por únicos límites los que su capacidad comprensiva marca y aún estos son cambiantes y temporales pues estamos inmersos en un proceso evolutivo continuo.

Sin poder ni pretender ser exhaustivos, quiero dejar constancia en esta intervención de una muy breve pero significativa selección de puntos que a día de hoy vemos desde una perspectiva ampliada, puntos que a nuestro entender deben ser revisados y redefinidos por los espiritistas. No dudo que habrá muchos en nuestras filas que compartan este objetivo, otros puede que no lo vean aún, pero sea como sea es nuestro deber colocarlos sobre la mesa de la reflexión.

COMPRENDER

Comprender puede asimilarse a una especie de “ver”, un ver que no es fruto de la racionalización y la lógica, puesto que no adviene mediante un proceso lineal, deductivo o inductivo, ni representa un “premio” derivado de algún mérito adquirido. Más bien es un fogonazo de claridad íntima espontáneo e  instantáneo, en el que súbitamente nos convertimos en testigos de la Realidad al encontrarnos despiertos para contemplarla.

Esa “visión” sintetiza, fusionados, multitud de aspectos en un cuadro unitario en el que hasta el significado viene incorporado. Unos fogonazos que se dan sin poder ser controlados ni tener la menor idea de cómo ocurren, pues realmente no hay ningún cómo dado que no son hechos duales. En un instante se produce algo equivalente a un salto cuántico en nuestro estado conciencial y entonces, sin más, nos percatamos de que comprendemos y sabemos, como si una luz que se hubiera encendido en nuestro interior.

LAS PALABRAS Y LA MENTE

Somos seres sociales, la comunicación constituye la base de las relaciones humanas en todos los órdenes, fundamento del intercambio, del mutuo conocimiento y de la transmisión de información. 

Recordemos que hay una relación directa entre mente y lenguaje. La profundización en la comprensión lleve aparejado de forma natural un refinamiento del lenguaje, al objeto de poder transmitir más atinadamente los ampliados niveles de realidad que se han visualizado y comprendido.

COMUNICACIÓN, LENGUAJE Y MENSAJE

Hay muchos lenguajes, no sólo la palabra hablada o escrita, pero en cualquier caso siempre nos referimos a sistemas de señales codificadas, bien sean sonoras, visuales, olfativas, gustativas, táctiles o simbólicas. Emisor y receptor han de poseer las claves de esa codificación para que la comunicación se efectúe. Pero hay además formas de comunicación universales integradas en nuestra naturaleza, sin códigos artificiales e independientes de la cultura, costumbres, creencias, etnias, lugares y épocas. Es el caso de las expresiones faciales que denotan nuestros estados emocionales. Otro sería la telepatía, comunicación mente a mente.

Algo muy distinto es el mensaje. Éste va más allá de la literalidad de la codificación usada. Una misma comunicación formalizada bajo cualquier código lingüístico y transmitida por personas distintas, lleva de hecho un mensaje diferente. Este mensaje es siempre silencioso, su onda portadora es esa vibración sutil que emana del comunicante y que se relaciona con su grado de desarrollo espiritual. Visto así un mensaje puede transportar orden o caos, paz o conflicto, armonía o inquietud, siempre en consonancia con el grado espiritual del comunicante. Es más, un mensaje de alto tenor espiritual puede hasta sanar.

NADA, VACÍO Y  EXISTENCIA (DIMENSIONALIDAD)

La palabra NADA proviene del latín “nasci”, que significa nacer. Todo “nace” de la Nada, ámbito totalmente incomprensible, indefinible e inefable.

Esa Nada es la Fuente Divina. El primer “hijo” de la Nada es el VACÍO, el vacuum de los antiguos, súmmum indiferenciado de todo lo posible fuera del  espacio y el tiempo. Ese vacío es el “océano sin orillas” al que aludía el místico sufí de origen hispano Ibn Arabí (1165 -1240). Representa un Caos que no es desorden sino orden infinito, al que nosotros solemos designar indistintamente como Espíritu, Ser o Conciencia.

Desde el seno de este Vacío atemporal, aespacial y adimensional, surge por desdoblamiento polar espontáneo entre el infinito y la eternidad el marco espacio-temporal, sustento de la dimensionalidad y, por tanto, de la existencia, que al desplegarse internamente se configura como Mente Universal, codificada en una inconcebible matriz hipercompleja de patrones vibracionales que eclosionan bajo un triple aspecto intercambiable, a saber: como información, como energía y como substancia, dando lugar a la Manifestación Cósmica. En el ámbito atómico este esquema está representado por el spin, por la carga y por la masa, respectivamente.

Esos potenciales latentes capaces de concretarse como existencia y subsumidos en la Conciencia, Espíritu o Ser, los describe el biólogo Rupert Sheldrake como “una nube de posibilidad que envuelve todas las cosas”. Mucho antes decía  lo mismo – aunque con palabras distintas –  Ibn Arabí, al referirse a lo que él denominaba “la santísima efusión”, es decir, a la generación desde la Fuente Divina del Espíritu, reino de la Unidad que, según sus propias palabras, constituía “la suma de todos los posibles”. Al proceso mediante el que dichas potencialidades se concretan finalmente como manifestación Ibn Arabí lo denomina “la Santa Efusión”.

CONSCIENCIA

La Consciencia es esa luz que se enciende en el espíritu al activar sus posibilidades latentes mediante la experiencia. Y si bien la Consciencia no es, en sí misma, una experiencia, las experiencias sí que nos llevan hasta ella provocando una revelación ascendente. Por ello, en el ámbito humano, la consciencia representa el grado del despertar del espíritu en su proceso de auto-desvelamiento, un darse cuenta que comporta la gradual revelación del espíritu en el núcleo de la personalidad. La evolución espiritual se mide por el grado de consciencia adquirido.

ESFUERZO – PODER – TRABAJO

Tenemos que diferenciar muy bien esfuerzo y poder. Estas dos palabras designan esferas que se restan mutuamente, por cuanto más esfuerzo significa menos poder. A la inversa también, es decir cuanto más poder, menos esfuerzo. Tener que realizar algún esfuerzo es prueba de que existe una resistencia. Pero, ¿resistencia a qué? Esencialmente resistencia a lo que Es. Esto implica que espiritualmente nunca se podrá exteriorizar nada a través del esfuerzo, y si así lo pareciera realmente habría sido a pesar del esfuerzo.

Al balance positivo de poder frente a esfuerzo lo llamamos trabajo, entendido éste como la concreción de un cierto grado de realización, que es la conversión efectiva de algo potencial en cosa manifiesta, en algo existente.

Por eso es que definimos el PODER como capacidad de realización. En este sentido el poder absoluto sería la capacidad para crear desde la nada… Pero esa no es facultad ni función humana, sino divina.

SENTIR – COMPRENDER – REALIZAR

El cable guía a la vez que referencia permanente de nuestra evolución espiritual lo constituye el horizonte emocional, el cual mide nuestro grado de resistividad a la Realidad. Porque, hay que decirlo claramente, todas las emociones son, a fin de cuentas, señales de resistencias a la Realidad. No obstante, su experimentación permite – en palabras de Carl Gustav Jung – que “la oscuridad se pueda transformar en luz y la apatía en movimiento.″

El ascenso emocional tendente a la cota de la ecuanimidad va modificando la actividad mental, desbloqueando contenidos hasta entonces invisibles para el ojo de la mente. Esto da lugar al afloramiento de visiones cada vez más profundas, claras y  significativas de la estructura de lo real.

Y una vez esos dos ámbitos – el emocional, por un lado, relacionado con la energía, y la comprensión, por otro, que representa el reino de la forma, la arquitectura de la Realidad – crecen, van liberando el poder o capacidad de realización correspondiente por efecto arrastre, concretándose la renovación de la vida individual en su expresión práctica. Viene bien recordar aquí que en el ascenso emocional juegan un papel preponderante el desapego, la aceptación y la entrega o altruismo.

LA EVOLUCIÓN ESPIRITUAL COMO UN PROCESO HACIA EL SILENCIO

Siempre se dijo y se enseñó que la evolución espiritual era un proceso hacia el SILENCIO. Y ese silencio al que tanto aludieron los grandes despiertos de todas las épocas, maestros espirituales de las más diversas tradiciones, no es otra cosa que el Silencio Mental. Es decir, la cesación de los procesos de pensamiento y conceptualización. Cuando eso ocurre, la Realidad comienza a revelarse sin obstáculos.

EQUILIBRIO EMOCIONAL – SILENCIO MENTAL – MEDITACIÓN

Pero es sólo con el equilibrio emocional que puede llegar el silencio mental. Un silencio donde ya no hay lugar para juicios, definiciones, comparaciones, expectativas, deseos, quejas, opiniones, planes o intenciones. Un silencio desde el cual se entra espontáneamente en contemplación o meditación, posibilitando que la realidad del espíritu, aquello que Es, el reino inmarcesible de la Unidad, encuentre una vía expedita, libre de resistencias, para mostrarse a la conciencia encarnada. Esto siempre viene apoyado en experiencias trascendentes y adopta el carácter de una revelación  que aporta un mayor grado de inteligencia, de sensibilidad y de creatividad en una expresión unificada que llamamos CONSCIENCIA.

CONOCER Y SABER

No es lo mismo conocer que saber, aunque ordinariamente sean términos que se usen como sinónimos. El conocimiento es una descripción de lo aparente, el saber es algo muy distinto. Saber proviene de “sabor”, sabes cuando has “saboreado” (experimentado) la Realidad. Las bibliotecas del mundo están atiborradas de conocimientos, pero de todo ese gigantesco fondo a sólo una pequeña fracción se la puede llamar de verdad SABER o SABIDURÍA.

El conocimiento suele cambiar, modificarse con el tiempo, caducar…. La sabiduría no, y más allá de las formas expresivas usadas, permanece con su impronta indeleble flotando indemne sobre las olas del tiempo. Un ser humano de muchos conocimientos es un erudito; un ser humano de mucho saber es un sabio o un iluminado.

El conocimiento, cualquier conocimiento, es un velo sobre la Realidad porque nace de una visión distorsionada debido a posicionamientos previos. Esta comprensión es la que llevó a Alan Watts (1915–1973), gran estudioso británico de las fuentes de sabiduría orientales, traduciéndolas a la mentalidad occidental, a afirmar en su obra La Sabiduría de la Inseguridad que «para conocer la verdad uno debe librarse del conocimiento». También lo dejó muy claro otro gran maestro espiritual contemporáneo, el hindú Nisargadatta, al decir: “Usted puede conocer lo que no es; lo que es sólo puede serlo”.

RESIGNIFICANDO EL PERDÓN

El perdón incondicional representa uno de los pasos más trascendentales para nuestro adelanto espiritual. Cuando decimos con profunda sinceridad “¡Te perdono!”, en realidad lo que estamos proclamando es el perdón que nos damos a nosotros mismos, pues fuimos nosotros y nadie más, quienes en determinado momento interpretamos y asumimos bajo esa interpretación, alguna situación vivida catalogándola como una ofensa o un daño que nos infligieron. Sólo podemos perdonar porque nos perdonamos, y sólo nos podemos perdonar porque perdonamos. Todo va junto. El perdón nos libera de cualquier interpretación subjetiva archivada como memoria, que bajo nefastos sentimientos nos encadenaba y auto-condenaba.

PROPÓSITO

El Propósito es el aliento de la Divinidad en el que permanece inmersa la realidad objetiva. El Propósito representa una inmensurable síntesis de amor, de inteligencia y de capacidad creadora que en el diapasón del corazón humanose convierte en Sentido, que aparece como Ley ante la mirada de la mente, y que se expresa como Poder en el Acto Creador o Realización.

Cada estado evolutivo tiene su propio contexto mental. La mente lee la Realidad y encuentra patrones de funcionamiento que define como Leyes. En otro estado evolutivo más elevado cambia el contexto mental, de forma que la mente realiza una lectura más profunda de la estructura de lo Real, redefiniendo las leyes de ayer. Mas el nuevo paradigma mental alcanzado no niega las leyes anteriores, sino que las recontextualiza y asume holónicamente en su seno despojadas ya de su antigua aura de absolutez, permaneciendo funcionales siempre que se mantengan en su propio ámbito.

MÉRITO

La idea de mérito no tiene sentido si no se redefine completamente. Cuando se habla de mérito parece que nos remitimos siempre a una instancia superior que deniega algo si no hay mérito, o que lo concede si lo hay. ¿Pueden los espíritas imaginar a la inteligencia, el amor y el poder supremos como una especie de híper-sesudo administrador celestial encerrado en su búnker atiborrado de expedientes humanos, valorando sin son merecedores o no bajo la mirada de su infinita sabiduría condescendiente? Mérito es otra de tantas palabras inventadas por los humanos para designar algo que ignoran.

MORALIDAD

La moralidad es puro convencionalismo. El ser humano de hoy ya ha dejado de ser, en general, un infante inane que necesita ser llevado de la mano, sino que tiene criterio y capacidad para elegir. Puede equivocarse y de hecho se equivoca mucho, pero la equivocación no es esa monstruosa ofensa a la divinidad o “pecado” que antaño se decía.  De hecho la misma idea de pecado es otro absurdo terrible, posiblemente de los más graves que el ser humano haya concebido jamás, una noción infame en sí misma, puesto que el ser humano es esencialmente inocente y todos sus errores son producto de la ignorancia, no de la maldad. No reduzcamos el Espiritismo a un melifluo moralismo si es que se quiere mantener su ingente virtud emancipadora.

BUSCAR ES ALEJARSE

En términos evolutivos la idea de búsqueda se sostiene en una concepción dualista del mundo que supone que aquello de lo que nos sentimos carentes y creemos necesitar, ha de encontrarse necesariamente “ahí afuera”. Buscar es igual a alejarse porque toda búsqueda establece a priori una separación o distancia entre el buscador y lo buscado. Cuanto más buscas más te alejas de ti mismo.

La sabiduría espiritual nos enseña algo muy distinto. Nos dice que lo que buscamos fuera está realmente en nosotros mismos y que hay que dirigir la mirada hacia nuestro interior. Por eso me parece tremendamente acertada la manera como los sufís se refieren a este asunto. Ellos no hablan de buscar sino de “recordarse”, es decir, de reconectarse con el corazón, que es la plataforma a través de la cual el Espíritu se asoma directamente al mundo.

HACER – NO HACER – ACTO

El ser humano vive totalmente afiebrado y ofuscado por el hacer en la etapa egóica. Pero, ¿qué se busca con el hacer? Evitar la incertidumbre intentando controlar el devenir, para lograr que los hechos futuros se acomoden a nuestros deseos y aspiraciones, aplacando así el miedo, que en el fondo es lo que impulsa toda actividad, pues constituye el núcleo y motor del ego. Ese es el objetivo del hacer.

Pero todos hemos comprobado innumerables veces que el hacer no conlleva garantías y que en pocas oportunidades parece obtenerse el ansiado logro como colofón, sino que mayormente nos acompaña la frustración y la decepción. Y es que aún hay muchos que no han comprendido que el acontecer tiene que ver con el Ser y no con el hacer.

A cada estado del Ser, es decir, a cada nivel de consciencia le corresponde su propio acontecer. ¿No vemos muchas veces que personas con el mismo nivel de actividad obtienen, sin embargo, resultados completamente diversos? ¿Y qué respuesta comodín solemos dar ante esta constatación? Pues hablamos de suerte, buena suerte para el que aparentemente logra resultados satisfactorios y mala suerte para el que parece haber cosechado sólo el fracaso. Absurdo.

En el taoísmo chino se habla de no-acción, concepto que designa con la expresión  “Wu Wei”. La no-acción no es un negarse a la acción o acción en negativo,  lo cual no dejaría de ser otra acción. A la no-acción yo lo llamo Acto o acción natural porque resulta de una sintonía con la Realidad, de cuyos impulsos creadores el ser humano se convierte en receptor y manos en el mundo. La no-acción o Acto cierra las puertas a la reactividad y abre camino a la creatividad, no es susceptible de control y resulta impredecible e inabordable para la lógica.

SEGURIDAD,  INCERTIDUMBRE, CERTEZA Y  FE

Hablemos ahora de seguridad, de incertidumbre, de certeza y de Fe. ¿Temas alejados del Espiritismo? Ni mucho menos.

En nuestro autodescubrimiento espiritual llega un momento en el que comprendemos y asumimos, que la anhelada seguridad basada en el control de todos los aspectos de nuestra vida es una quimera, que lo que rige es la incertidumbre sobre el devenir.

Sin embargo ello no supone carecer de certeza interior. Es perfectamente posible tener una profunda certeza en medio de la incertidumbre. Porque esta certeza de la que hablamos no deriva de un proceso intelectual, es una certeza indefinible aunque sensible a partir de la conexión con el sentido de la realidad, conexión que se resuelve en una fe experiencial basada en la sintonía con esa vibración sutil omni-poderosa, omni-amorosa, omni-inteligente y omni-abarcante que llamamos Propósito.

COHERENCIA, INCOHERENCIA E INTEGRIDAD

Al ejercer nuestra libertad desconcertamos a los encasilladores profesionales. No hay nada que provoque mayor escándalo entre los seres humanos que se consideran a sí mismos “sensatos”, es decir hiper-condicionados, que vivir a plenitud tu propia libertad. De ahí que la tan mentada coherencia sólo puede considerarse un valor cuando es de ti para ti.

Seamos sinceros con nosotros mismos, permitámonos cambiar, mudar de pensamiento, modificar posturas o no tener ninguna… hasta llegar, incluso, a parecer incoherentes. Realmente, aunque los demás puedan creer otra cosa, nunca somos incoherentes con nosotros mismos, con el mensaje que ofrecemos según el estado de conciencia en que nos encontramos. A un ser avanzado espiritualmente nada le ocupa ni le preocupa parecer coherente, su interés está centrado únicamente en su propia integridad.

Al vivir tu libertad podrías encontrarte con extrañas reacciones a tu alrededor: desaprobación, caras descompuestas, gestos desdeñosos, incredulidad y hasta enfados porque has tenido la tremenda osadía de salirte de sus casillas tan bien elaboradas y etiquetadas sin su permiso. Habrá algunos que incluso no te lo perdonarán. Pero no importa, ellos también son coherentes consigo mismos, sólo que aún no lo saben.

SISTEMAS, MÉTODOS Y PRÁCTICAS PARA EL DESARROLLO  ESPIRITUAL

Queremos referimos ahora a todos esos ejercicios, sistemas, métodos y prácticas que se aconsejan y se proponen nimbados con la pretendida facultad de favorecer el desarrollo espiritual.

En este sentido las consideraciones que antes hicimos en relación al hacer en general, valen igualmente para el hacer en el marco de la realización espiritual. Afirmo que las supuestas capacidades atribuidas a dichas prácticas son una ilusión y una distracción, porque no hay ningún medio, método o sistema que ocasione nuestro desarrollo espiritual, dado que el desarrollo espiritual no es ningún fin ni puede plantearse como una meta situada al final de un camino. ¿Sorprende a alguien esta aseveración? Nos explicaremos.

Ningún método, ninguna práctica, ningún ejercicio, ningún hacer en general, puede lograr lo que ya somos, siempre hemos sido y siempre seremos. La evolución espiritual tampoco puede ser el producto de un decreto voluntarista o el resultado de la puesta en práctica de la difusa recomendación de “ser buenos”.

Privaciones, mortificaciones, ayunos purificadores, dietas estrictas, ceremoniales y ritos ancestrales, contorsionismos corporales, reglas, preceptos, cultos, rezos, repeticiones de palabras supuestamente sagradas, hacer “buenas acciones” o cualquier otra actividad premeditada con la finalidad de avanzar de grado en la escala de la evolución espiritual, son todas y todos autoengaños y tienen efecto cero en nuestra evolución.

No digo que algunas de esas prácticas no cumplan una función, pero sea la que sea nada tiene que ver con la evolución espiritual. Es una solemne majadería eso de pretender “acumular méritos” y, en otro sentido, desde muy antiguo se advirtió sobre los peligros de algunos de esos intentos de “tomar el cielo por asalto”, en los que se quiere forzar nuestro desarrollo íntimo mediante atajos, vía desnortada que designaban con la expresión “el camino de la mano izquierda”, la que en algunos casos se ve acompañada, es cierto, por la aparición de determinados “poderes” sin la debida capacidad para gestionarlos.

Hace mil doscientos años Adi Sankara (788-820), uno de los grandes maestros espirituales de la antigua India, hacía esta notable advertencia en su obra titulada Atmabhoda: «Cientos de expiaciones, castigos y lecturas atiborran por años a quienes buscan prepararse para servir a lo divino, cuando realmente tan solo buscan la manera de sentirse a gusto consigo mismos. No hay peor ego que el de quienes buscan la santidad.»

JESÚS EN EL ESPIRITISMO

Por último quiero hacer una breve alusión a la deplorable visión que se tiene del maestro Jesús hasta en algunos sectores del Espiritismo, una figura que han convertido en gran medida en un ídolo desnaturalizado, irreconocible y, lo que es peor, totalmente inútil. El asunto resulta increíble, pues supone la derogación de facto de su ejemplo y enseñanzas precisamente por parte de aquellos que dicen ser, curiosamente, sus mayores admiradores.

Este asunto requeriría de un amplio desarrollo explicativo para el que hoy no disponemos de tiempo. Simplemente quiero añadir que el sentido de algunas de las enseñanzas clave de Jesús,  inadvertido e indescifrado para muchos todavía, es muy claro para mí a estas alturas y sé que para otros también. Desgraciadamente sobre ello he encontrado muy poco en el panorama espírita, por no decir casi nada.

CONCLUSIÓN

Podríamos hablar de muchas más cosas dentro del Espiritismo desde una perspectiva ampliada. Por ejemplo, de justicia, de responsabilidad, de compromiso, de la ley de causa-efecto, de voluntad, de identidad, de individualidad, de la naturaleza de la mente y su función en cada fase evolutiva humana, de las emociones, del sufrimiento, de los sentimientos, de la memoria, del auto-recuerdo… Pero eso tendrá que ser en otro momento.

Bien, amigos y amigas, hasta aquí hemos llegado en nuestra intervención. Muchísimas Gracias por vuestra atención.


NOTA: Podéis ver y escuchar en Youtube las intervenciones o ponencias, hasta un total de 14, que se desarrollaron en el XI Congreso Andaluz de Cultura Espírita, celebrado los días 3, 4 y 5 de noviembre de 2023:

https://www.youtube.com/@asociacionespiritaandaluza2339/videos


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Por: Óscar García

En los momentos en que somos capaces de acallar los «ruidos» que día a día nos saturan, llega el SILENCIO. Desde ahí la VOZ INTERIOR encuentra la posibilidad de manifestarse. Entonces las comprensiones instantáneas, las impresiones directas, las imágenes luminosas – es decir, la intuición espiritual – asoman, aportando la energía de la CERTIDUMBRE.

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Por: Óscar García

En los momentos en que somos capaces de acallar los «ruidos» que día a día nos saturan, llega el SILENCIO. Desde ahí la VOZ INTERIOR encuentra la posibilidad de manifestarse. Entonces las comprensiones instantáneas, las impresiones directas, las imágenes luminosas – es decir, la intuición espiritual – asoman, aportando la energía de la CERTIDUMBRE.

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SOLO QUIERO CONOCERTE A TI

Por favor, no me hables de ‘Consciencia Pura’ o de ‘Vivir en lo Absoluto’. Quiero ver cómo tratas a tu pareja, a tus hijos, a tus padres, a tu preciado cuerpo.

Por favor, no me des sermones de ‘la ilusión del yo separado’ o cómo lograr felicidad en solo siete días.

Quiero sentir un calor genuino que irradie de tu corazón. Quiero escuchar lo bien que escuchas. Cómo te abres a la información que no se ajusta a tu filosofía personal.

Quiero ver cómo tratas a quienes no están de acuerdo contigo. No me digas lo despierto que estás, lo libre que estás del ego.

Quiero conocerte por debajo de las palabras. Quiero saber cómo eres cuando te encuentras en problemas.

Si puedes admitir tu dolor plenamente sin pretender ser invulnerable.

Si puedes sentir tu ira sin dar paso a la violencia.

Si puedes permitir la entrada a tu dolor sin volverte su esclavo.

Si puedes sentir tu vergüenza sin humillar a los demás.

Si puedes fastidiarlo todo, y admitirlo.

Si puedes decir ‘lo siento’, desde tu corazón.

Si puedes ser plenamente humano en tu gloriosa divinidad.

No me hables de tu espiritualidad, amigo. Realmente no estoy tan interesado.

Solo quiero conocerte a TI. Conocer tu misterioso corazón. Conocer al hermoso humano que lucha por la luz. Antes de ‘la persona iluminada’. Antes de cualquier palabra ingeniosa.

SOBRE EL AUTOR

Jeff Foster nació en Londres (Inglaterra) en 1980. Estudió Astrofísica en la Universidad de Cambridge. En este momento, se sintió abrumado por sentimientos de desesperación y soledad, que finalmente lo llevó a una enfermedad física y un colapso personal poco después de la graduación. Estaba convencido de que iba a morir. Regresó a vivir con sus padres y durante un año se dedicó a leer y estudiar sobre espiritualidad buscando alivio a su depresión. Esto terminó en 2006 con la disolución del sentido de separación, que él entendió como un despertar espiritual.

HISTORIA DEL DESPERTAR DE JEFF FOSTER CONTADA POR ÉL MISMO

Todo comenzó (y debo decir que no es mucho lo que ahora puedo recordar) una fría y lluviosa tarde de otoño en Oxford mientras paseaba. El cielo estaba oscureciendo y yo me arropaba en mi nuevo abrigo cuando, súbitamente y sin advertencia previa, la búsqueda de algo más se esfumó y, con ella, toda separación y toda soledad.

Y con la muerte de la separación, yo era todo lo que había. Yo era el cielo oscuro, el hombre de mediana edad que paseaba con su perro perdiguero y la anciana menuda que caminaba torpemente con sus botas de agua. Yo era los patos, los cisnes, los gansos y el pájaro de aspecto divertido con cresta roja en la frente. Yo era el encanto otoñal de los árboles y el barro que se me pegaba a los zapatos; yo era todo mi cuerpo, los brazos, las piernas, el torso, el rostro, las manos, los pies, el cuello, el pelo y los genitales. Yo era las gotas de lluvia que caían sobre mi cabeza (aunque, hablando con propiedad, no se trataba exactamente de “mi” cabeza, pero como desde luego estaba ahí, considerarla “mi cabeza” era tan adecuado como cualquier otra cosa). Yo era el chapoteo del agua en el suelo, el agua que se acumulaba en los charcos y llenaba el estanque hasta el punto de desbordarlo. Era los árboles empapados de agua, el abrigo empapado de agua, el agua que todo lo empapaba. Yo era todo empapado de agua y hasta el agua empapada de sí misma.

Entonces fue cuando lo que, durante toda mi vida, me había parecido lo más normal y corriente se convirtió súbitamente en algo tan extraordinario que me pregunté si las cosas no habrían sido siempre tan vivas, claras e intensas. Quizás había sido mi búsqueda vital de lo espectacular y de lo extraordinario la que me había llevado a desconectarme de lo absolutamente ordinario y a perder también el contacto, en el mismo movimiento, de lo absolutamente extraordinario.

Y lo absolutamente extraordinario de ese día era que todo estaba empapado de agua y yo no estaba separado de nada; es decir, yo no estaba. Como dijo un viejo maestro zen al escuchar el sonido de la campana, No hay yo ni campana, lo único que existe es el tañido, ese día no había “yo” alguno experimentando esa claridad, sólo había claridad, sólo el despliegue instante tras instante de lo absolutamente obvio.

Tampoco había, en ese momento, forma alguna de saber todo eso, porque no había pensamiento que nombrase nada como “experiencia”. Lo único que había era lo que estaba ocurriendo, sin forma alguna de conocerlo. Las palabras llegaron luego.

Y también había la sensación omnipresente de que todo estaba bien, de que todo estaba impregnado de una sensación de paz y de ecuanimidad, como si todo fuesen versiones diferentes de esa paz, aparte de la cual nada existía. Yo era la paz, y también lo eran el pato que sobrevolaba la escena y la anciana renqueante; la paz lo saturaba todo, todo estaba lleno de esa paz, de esa gracia y de esa presencia incondicional y libre, de ese amor desbordante que parecía ser la esencia del mundo, la razón misma del mundo, el alfa y el omega de todo. A esa paz parecían apuntar las palabras “Dios”, “Tao” y “Buda”. Esa era la experiencia a la que, en última instancia, parecen apuntar todas las religiones. Ésa parecía la esencia misma de la fe, la muerte del yo, la muerte del “pequeño yo”, con sus mezquinos deseos, quejas y planes, la muerte de todo lo que aleja al individuo de Dios, la muerte incluso de la misma idea de Dios (no en vano los budistas dicen: ¡Si ves al Buda, mátale!) y la zambullida en la Nada que se revela como Dios más allá de Dios, la Nada que constituye la esencia de todas las cosas, la Nada que da origen a todas las formas, la Nada que es el mundo con todo su sufrimiento y maravilla, la Nada que es la Plenitud total.

Pero esa supuesta “experiencia religiosa” no es ningún tipo de experiencia, porque en ella el “yo” que experimenta ha desaparecido. No, eso es algo previo y que se encuentra más allá de toda experiencia. Es el fundamento de toda experiencia, el sustrato mismo de la existencia que nadie podría experimentar por más que el mundo durase mil millones de años más.

Fue un paseo otoñal y húmedo en un día muy normal y corriente. Pero en esa misma normalidad se reveló lo extraordinario, resplandeciendo tan intensamente en la humedad, la oscuridad y el barro del suelo que el yo se disolvió, desapareció y se convirtió en Ello.

Y aunque esta descripción suene como si hubiera ocurrido algo muy especial, ese día, bajo la lluvia, no pasó absolutamente nada. Sólo fue un paseo normal y corriente un día de lo más normal y de lo más corriente.

Atravesé la gran puerta de hierro, crucé la calzada y me uní a otras personas para esperar, bajo la marquesina de la parada, la llegada del autobús.

Nada había cambiado, pero todo era diferente. Había atisbado algo, algo muy profundo y extraordinario que, a pesar de ello, era completamente normal y corriente. No había nada sorprendente en el hecho de que lo más ordinario se revelase como el significado único de la vida y de que quien hasta entonces había creído ser se revelase como un mero relato.

No había nada sorprendente en el hecho de que lo divino se revelase en lo absolutamente obvio y de que Dios fuese uno con el mundo y estuviera presente en todas y cada una de las cosas.

Subí al autobús y, cuando la lluvia arreció contra sus sucios cristales, sonreí. ¡Qué auténtico regalo estar vivo, ahora, en este instante, en este cuerpo y en este lugar concretos, aunque todo sea un sueño, aunque todo sea impermanente y aunque, por más que busquemos, no encontremos sino vacuidad!

Jeff Foster

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EL SABOR DE LA SABIDURÍA

Palabras como sabio, sabedor, sabiduría, provienen de la palabra latina «sapere» (tener inteligencia, tener buen gusto). Por tanto, términos como sabor, saborear, sabroso vienen de la misma raíz que sabiduría.

Esto proviene de que los romanos asociaban los sentidos con diferentes facultades intelectuales, y el sabor lo relacionaban con el buen juicio, de ahí los dos sentidos de la palabra saber.

Les invitamos, pues, a «saborear» estos auténticos concentrados de sabiduría de los que es autor Anthony de Mello.

Saber, sentir y hacer para transformarnos y SER.

 Cabecera cuentos Anthony de Mello

Presencia

¿Dónde debo buscar la iluminación?

Aquí.

¿Y cuándo tendrá lugar?

Está teniendo lugar ahora mismo.

Entonces, ¿por qué no la siento?

Porque no miras.

¿Y en qué debo fijarme?

En nada. Simplemente mira.

Mirar, ¿qué?

Cualquier cosa en la que se posen tus ojos.

¿Y debo mirar de alguna manera especial?

No. Bastará con que mires normalmente.

Pero ¿es que no miro siempre normalmente?

No.

¿Por qué …?

Porque para mirar tienes que estar aquí, y casi siempre no lo estás.

Armonía

A pesar de su tradicional proceder, el Maestro no sentía un excesivo respeto por las normas y las tradiciones.

En cierta ocasión surgió una disputa entre un discípulo y su hija, porque aquél insistía en que ésta se ajustara a las normas de su religión para elegir a su futuro marido.

El maestro se puso inequívocamente del lado de la muchacha. Cuando el discípulo le manifestó la sorpresa que le producía el que un santo actuara de aquella manera, el Maestro le dijo:

Debes comprender que, al igual que la música, la vida está hecha de sentimiento y de instinto, más que de normas.

Ofuscación

¿Cómo alcanzaré la vida eterna?

Ya es la vida eterna. Entra en el presente.

Pero ya estoy en el presente… ¿o no?

No

¿Por qué no?

Porque no has renunciado al pasado.

¿Y por qué iba a renunciar a mi pasado?. No todo el pasado es malo…

No hay que renunciar al pasado porque sea malo, sino porque está muerto.

Ignorancia

El joven discípulo era tan prodigioso que acudían a solicitar su consejo intelectuales de todas partes, los cuales quedaban maravillados de su erudición. Cuando el Gobernador andaba buscando un consejero, fue a ver al Maestro y le dijo:

Dime, ¿es verdad que ese joven sabe tanto como dicen?

A decir verdad – replicó el Maestro con ironía – el tipo lee tanto que yo no sé cómo puede encontrar tiempo para saber algo.

Mitos

El Maestro impartía su doctrina en forma de parábolas y de cuentos que sus discípulos escuchaban con verdadero deleite, aunque a veces también con frustración, porque sentían necesidad de algo más profundo.

Esto le traía sin cuidado al Maestro, que a todas las objeciones respondía:

Todavía tenéis que comprender, queridos, que la distancia más corta entre el hombre y la verdad es un cuento.

Veneración

A un discípulo que se mostraba excesivamente respetuoso le dijo el Maestro: Si la luz se refleja en la pared, ¿por qué veneras la pared? Intenta prestar atención a la luz.

Transformación

A un discípulo que siempre estaba quejándose de los demás le dijo el Maestro: Si es paz lo que buscas, trata de cambiarte a ti mismo, no a los demás. Es más fácil calzarse unas zapatillas que alfombrar toda la tierra.

Discipulado

A un visitante que solicitaba hacerse discípulo suyo le dijo el Maestro:

Puedes vivir conmigo, pero no hacerte seguidor mío.

¿Y a quién he de seguir, entonces?

A nadie. El día en que sigas a alguien habrás dejado de seguir a la Verdad.

Ceguera

¿Puedo ser tu discípulo?

Tan sólo eres discípulo porque tus ojos están cerrados. El día en que los abras verás que no hay nada que puedas aprender de mí ni de ningún otro.

Entonces, ¿para qué necesito un Maestro?

Para hacerte ver la inutilidad de tenerlo.

Llegada

¿Es difícil o fácil el camino hacia la iluminación?

Ni difícil ni fácil.

¿Cómo es eso?

No existe tal camino.

Entonces, ¿cómo se va hacia la meta?

No se va. Se trata de un viaje sin distancia. Deja de viajar y habrás llegado.

Anteojeras

Si te empeñas en que yo tenga autoridad sobre ti, le decía el Maestro a un candoroso discípulo, te haces daño a ti mismo, porque te niegas a ver las cosas por ti mismo.

Y, tras una pausa, añadió apaciblemente:

Y también me haces daño a mí, porque té niegas a verme como soy.

Aceptación

¿Cómo podría ser yo un gran hombre…como tú?

¿Y por qué ser un gran hombre?, dijo el Maestro. Ser simplemente un hombre ya es un logro bastante grande.

Inadoctrinamiento

¿Qué es lo que enseña vuestro Maestro?, preguntaba un visitante.

Nada, respondió el discípulo.

Entonces, ¿por qué pronuncia discursos?

Lo único que hace es indicar el camino, pero no enseña nada.

Al visitante, aquello le resultaba incomprensible, de modo que el discípulo se lo explicó:

Si el Maestro enseñara, nosotros convertiríamos sus enseñanzas en creencias. Pero al Maestro no le interesa lo que creemos, sino únicamente lo que vemos.

Vacío

En ocasiones los ruidosos visitantes ocasionaban un verdadero alboroto que acababa con el silencio del monasterio. Aquello molestaba bastante a los discípulos; no así al Maestro, que parecía estar tan contento con el ruido como con el silencio.

Un día, ante las protestas de los discípulos, les dijo:

El silencio no es la ausencia de sonido, sino la ausencia de ego.

Palabras

Los discípulos estaban enzarzados en una discusión sobre la sentencia de Lao Tse:

«Los que saben no hablan; los que hablan no saben».

Cuando el Maestro entró donde aquellos estaban, le preguntaron cuál era el significado exacto de aquellas palabras.

El Maestro les dijo: ¿Quién de vosotros conoce la fragancia de la rosa? Todos la conocían.

Entonces les dijo: Expresadlo con palabras.

Y todos guardaron silencio.

Disciplina

A los discípulos que deseaban saber qué clase de meditación practicaba él todas las mañanas en el jardín les dijo el Maestro:

Si observo con atención, veo el rosal en plena floración.

¿Y por qué hay que observar con atención para ver el rosal?, preguntaron ellos.

Para ver el rosal, dijo el Maestro, y no la idea preconcebida que uno tiene del rosal.

Juzgar

¿Qué he de hacer para perdonar a otros?

Si no condenaras a nadie, nunca tendrías necesidad de perdonar.

Serenidad

¿Existe alguna forma de medir las propias fuerzas espirituales?

Dinos tan sólo una.

Tratad de averiguar con que frecuencia perdéis la calma a lo largo de un solo día.

Imbecilidad

Cuando se le preguntaba por su iluminación, el Maestro siempre se mostraba reservado, aunque los discípulos intentaban por todos los medios hacerle hablar. Todo lo que sabían al respecto era lo que en cierta ocasión dijo el Maestro a su hijo más joven, el cual quería saber cómo se había sentido su padre cuando obtuvo la iluminación. La respuesta fue:

«Como un imbécil».

Cuando el muchacho quiso saber por que, el Maestro le respondió:

Bueno, veras…, fue algo así como hacer grandes esfuerzos por penetrar en una casa escalando un muro y rompiendo una ventana… y darse cuenta después de que estaba abierta la puerta.

Desarrollo

A un discípulo que se lamentaba de sus limitaciones le dijo el maestro: Naturalmente que eres limitado. Pero ¿no has caído en la cuenta de que hoy puedes hacer cosas que hace quince años te habrían sido imposibles? ¿Qué es lo que ha cambiado?

Han cambiado mis talentos.

No. Has cambiado tú.

¿Y no es lo mismo?

No. Tú eres lo que tú piensas que eres. Cuando cambia tu forma de pensar, cambias tú.

Opresión

El Maestro siempre permitía que cada cual creciera a su propio ritmo. Que se sepa, nunca pretendió «presionar» a nadie. Y él mismo lo explicaba con la siguiente parábola.

«Una vez, al observar un hombre como una mariposa luchaba por salir de su capullo, con demasiada lentitud para su gusto, trató de ayudarla soplando delicadamente.

Y en efecto, el calor de su aliento sirvió para acelerar el proceso. Pero lo que salió del capullo no fue una mariposa, sino una criatura con las alas destrozadas.»

Cuando se trata de crecer, concluyó el Maestro, no se puede acelerar el proceso, porque lo único que puede conseguirse es abortarlo.

Grandeza

Lo malo de este mundo, dijo el Maestro tras suspirar hondamente, es que los seres humanos se resisten a crecer.

¿Cuándo puede decirse de una persona que ha crecido?, preguntó un discípulo.

El día en que no haga falta mentirle acerca de nada en absoluto.

Manifestación

Cuando llegaba un nuevo discípulo, este era el «catecismo» a que solía someterle el Maestro.

¿Sabes quién es la única persona que no habrá de abandonarte jamás en tu vida?

¿Quién?

Tú. ¿Y sabes quién tiene la respuesta a cualquier pregunta que puedas hacerte?

¿Quién?

Tú. ¿Y puedes adivinar quién tiene la solución a todos y cada uno de tus problemas?

Me rindo…

Tú.

Arte

¿Para qué sirve un Maestro?, preguntó alguien y un discípulo respondió: Para enseñarte lo que siempre has sabido; para mostrarte lo que siempre has estado mirando.

Y como la respuesta dejó perplejo al visitante, añadió el discípulo:

Con sus pinturas, un artista me enseñó a ver la puesta del sol. Con sus enseñanzas, el Maestro me ha enseñado a ver la realidad de cada momento.

Proporción

A un visitante que había acudido esperando encontrarse con algo fuera de lo normal le defraudaron las triviales palabras que el Maestro le había dirigido. Había venido aquí buscando a un Maestro, le dijo a un discípulo, y todo lo que he encontrado ha sido un ser humano que no se diferencia de los demás. Y el discípulo le replicó: El Maestro es un zapatero con unas infinitas provisiones de cuero. Pero lo corta y lo cose de acuerdo con las dimensiones de tu pie.

Exhibición

Cuando uno de los discípulos anunció su propósito de enseñar a otros la Verdad, el Maestro le propuso una prueba:

Pronuncia un discurso en mi presencia para que yo pueda juzgar si estás preparado.

El discurso fue realmente inspirado, y al acabar se acercó un mendigo al orador, que se puso en pie y regaló su capa al mendigo para edificación de la asamblea.

Más tarde le dijo el Maestro: Tus palabras estuvieron llenas de unción, hijo mío, pero aún no estás preparado.

¿Por qué?, preguntó desilusionado el discípulo.

Por dos razones: porque no has dado al mendigo la oportunidad de expresar sus necesidades y porque no has superado el deseo de impresionar a los demás con tu virtud. 

Alegría

De acuerdo con su doctrina de que nada debía ser tomado demasiado en serio, ni siquiera sus propias enseñanzas, al Maestro le gustaba contar la siguiente anécdota acerca de sí mismo:

Mi primer discípulo era tan débil que los ejercicios acabaron con su vida. Mi segundo discípulo se volvió loco por el fervor con que practicaba los ejercicios que yo le enseñaba. Mi tercer discípulo vio cómo se le embota el entendimiento por el exceso de contemplación. Pero el cuarto discípulo consiguió conservar la cordura.

¿Y cómo lo logró?, solía preguntar alguien invariablemente.

Posiblemente porque fue el único que se negó a realizar los ejercicios. Y una unánime carcajada solía acoger las palabras del Maestro.

Vigilancia

¿Hay algo que yo pueda hacer para llegar a la iluminación?

Tan poco como lo que puedes hacer para que amanezca por las mañanas. Entonces, ¿para qué valen los ejercicios espirituales que tú mismo recomiendas?

Para estar seguro de que no estáis dormidos cuando el sol comienza a salir

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FUENTE: Del libro «¿Quién puede hacer que amanezca?» de Anthony de Mello

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