Por: Oscar M. García Rodríguez
Introducción
Desde los albores de la humanidad, el ser humano ha estado sujeto al influjo y a la determinación de las Leyes Naturales, expresadas en la multiplicidad de hechos y fenómenos que conforman la realidad.
Junto a ello también lo menos evidente, aunque no por eso menos real, es decir, lo más sutil, el plano psíquico y espiritual, con sus propias leyes y manifestaciones, no ha dejado de influir y determinar, para bien o para mal, la vida de los seres humanos.
La búsqueda del hombre para entender su entorno y a sí mismo, que es sello original indeleble de su naturaleza, ha partido como es natural de lo más llamativo y evidente, es decir, de lo externo, para progresivamente irse aproximando a su realidad más oculta, la invisible o interna. Cúmplese así la enseñanza de la conocida fábula oriental que enseña que en el origen el dios Brahma escondió el espíritu en el sitio más difícil de encontrar, por ser el más inverosímil: el interior del propio ser humano, espacio que, por regla general, suele ser el último al que «mira» el hombre.
Si esto es lo habitual, el descubrimiento de esa realidad interna por parte de grandes contingentes del género humano de manera unísona debe suponer, en términos evolutivos, un salto considerable para la humanidad. Y así es, este salto supone, nada más y nada menos, que pasar de la adolescencia a la adultez evolutiva, y por todos los indicios que podemos sopesar, parece ser que nuestra época representa esa transición tan fundamental.
Otros mundos, otras realidades o planos de existencia, han venido conviviendo permanentemente con el género humano e influyéndose recíprocamente. Pero, evidentemente, cuando en el pasado de forma espontánea se producían tales interconexiones entre nuestra cotidiana realidad y esos otros diferentes planos, dichas experiencias no eran bien interpretadas por el hombre en aquellas etapas infantiles, por lo que el vacío de la ignorancia precisó ser rellenado mediante la creencia, la fábula y el mito, es decir, mediante el pensamiento mágico y/o supersticioso.
Evolucionar implica, entre otras cosas, substituir la creencia y la fe por la evidencia y la comprensión, en otras palabras, por la CONCIENCIA. En este sentido, el descubrimiento y la exploración de esos otros planos, de esos otros mundos, parece estar interconectado, a semejanza de vasos comunicantes, con el descubrimiento de sus manifestaciones en el interior del ser humano; de ahí que pensemos que el CONTACTO con esas otras realidades que es un signo de nuestros tiempos, sea también un acontecimiento de hondo significado evolutivo que no escapa a las previsiones del Plan Cósmico, un acontecimiento natural, necesario e ineludible.
Vamos a recordar una vez más aquí que el ser humano, como ser vivo manifestado en un plano físico, es un ser complejo, integrado por diferentes “cuerpos” constituidos de materias y energías con distintos patrones vibratorios o densidades, que en un proceso gradual faculta al ser espiritual que somos verdaderamente en esencia, para “descender” y manifestarse en el plano físico.
Sin entrar en detalles y pormenores, ya que no es el objeto del tema de esta exposición, debemos recordar que entre el plano donde de forma natural y plena se manifiesta el espíritu y el plano terrestre, hay una serie de estadios intermedios compuestos de energías y materias consonantes con ellos, por lo que nuestro ser esencial, nuestro espíritu, no puede manifestarse en el mundo físico de manera directa dando un salto sobre el vacío, como si dijésemos, sorteando esos niveles intermedios. Por el contrario, el espíritu necesita ir incorporando materias correspondientes a cada uno de esos niveles como si de una escafandra se tratara o, dicho de otro modo, tiene que irse construyendo distintos cuerpos de forma secuencial hasta llegar al físico, donde toma finalmente una vestimenta de naturaleza carnal. Esto significa que el ser humano dispone en su constitución de órganos y facultades que le permiten intercomunicar sus diferentes cuerpos y, en consecuencia, comunicarse e intercambiar también con los planos con lo que esos cuerpos comparten naturaleza vibratoria. Es precisamente a través de estas vías, órganos y facultades, que el ser humano puede relacionarse con diferentes planos existenciales y que entidades de dichos planos se puedan relacionar con los humanos.
En cualquier caso el ser humano, como todo en la naturaleza, está sujeto a la ley de evolución, de forma que no todas sus posibilidades están manifestadas plenamente aún, es como una flor encerrada en su capullo que va desplegando paulatinamente su oculta naturaleza, por lo que a lo largo del tiempo el hombre ha ido activando sus desconocidas posibilidades, entre las que están las facultades y órganos a los venimos haciendo mención, y que conocemos como facultades psíquicas, mediumnidades, etc.
Es notorio que en la actual humanidad son ya muy escasos los individuos que no den muestras de poseer o bien facultades psíquicas desenvueltas en diversos grados, o bien atisbos de capacidades antes evidentes únicamente en pocos individuos. Por otro lado, parece ser que hay facultades presentes en los humanos desde siempre, porque están ahí desde los mismos orígenes de la vida, las cuales juegan un papel fundamental en la propia evolución biológica, mental y espiritual; pero en este caso el progreso se expresa en la amplitud de dichas facultades y, sobre todo, en el control consciente que de manera gradual se va alcanzando sobre ellas, porque lo que caracteriza esencialmente al reino humano en la CONCIENCIA, como dijimos, la que debe presidir todas sus expresiones, al menos ese es nuestro destino.
¿Cómo evaluar correctamente una Experiencia de Contacto?
Así, pues, una vez dejado sentado que el contacto con otros planos existenciales es consecuencia automática de nuestra propia naturaleza y que la CONCIENCIA debe presidir cada acto humano, me gustaría aprovechar este momento para hacerles a todos los lectores una invitación sincera: a todo aquel que crea tener una experiencia de contacto con algún tipo de fuente informativa la cual sea o crea ser de naturaleza espiritual, procedente de otras dimensiones, extraterrestre, intraterrestre, angélica, maestros ascendidos, jerarquías celestes….., etc., o que pretenda realizar algún experimento en dichos campos, le recomendamos muy encarecidamente que lea y sobre todo estudie detenidamente «El Libro de los Médiums», de Allan Kardec. Es éste un completísimo tratado que nos prepara para encarar cualquier experiencia de contacto con las mejores garantías. No pedimos que su contenido sea leído y creído sin más, pensando que es un compendio de fórmulas mágicas todopoderosas, no, pedimos que se estudie, que se medite, que se juzgue y compruebe libremente en la práctica por cada uno. E, independientemente del lenguaje usado en ese estudio, si a alguien no le gusta la terminología empleada, substitúyanla sin problemas… Cambien, si quieren, el término «espíritu» por «entidad», lo que para algunos parece darle al texto un carácter más indefinido y por ello menos «comprometido», pero, por favor, no pasen por alto las ideas de fondo, los consejos atemporales en él contenidos, las sensatísimas recomendaciones plenas de sentido común, así como las prudentes observaciones producto de una dilatada experiencia y un recto juicio capaz de sobreponerse a toda prueba… Les aseguro que quien no conozca este extraordinario tratado se sorprenderá si lo lee fuera de preconceptos. Y que no les engañe la sencillez y llaneza del lenguaje empleado, lo rebuscado no es siempre lo cierto… Vean, como ejemplo, las siguientes recomendaciones contenidas en el capítulo titulado «Distinción entre los Buenos y los Malos Espíritus», para reconocer las condiciones éticas de los espíritus… o lo que sea, añadimos nosotros.
Comienza Kardec el desglose comentado de estos puntos, resultado, como decía, de su dilatada experiencia y comprensión del asunto, con una introducción que es un fragmento de la comunicación de un instructor espiritual que se explica por sí sola:
«Por legítima que fuere la confianza que os merezcan los espíritus que dirigen vuestros trabajos, hay una recomendación en la que nunca insistiremos demasiado y que debéis tener presente siempre cuando os entreguéis a vuestros estudios: la de considerar, analizar y someter al control de la más severa razón todas las comunicaciones que recibáis. Y tan pronto como un punto parezca sospechoso, dudoso u oscuro, no dejéis de pedir las explicaciones pertinentes, para resolver sobre el caso».
Siguen las recomendaciones más importantes, en las cuales he substituido algunas palabras por equivalentes en aras de una mayor «universalidad», por decirlo así, y quedarnos con la «esencia» del mensaje:
1º) «Para discernir el mérito de las entidades comunicantes, no hay otro criterio que el buen sentido. Toda fórmula que con este propósito dieren las entidades comunicantes será absurda y no puede emanar de entidades superiores».
2º) «Se juzga a las entidades comunicantes así por su lenguaje como por sus acciones. Las acciones de las entidades consisten en los sentimientos que inspiran a los que reciben las comunicaciones y en los consejos que les dan».
3º) «Una vez admitido que las entidades superiores sólo pueden decir y hacer cosas buenas, nada que sea malo podrá venir de una entidad superior».
4º) «Las entidades superiores emplean siempre un lenguaje digno, noble y elevado, sin ninguna mezcla de trivialidad. Todo lo dicen con sencillez y modestia, jamás se vanaglorian, no hacen nunca ostentación de su sabiduría ni de la posición que ocupan en la jerarquía cósmica. En cambio, el lenguaje de las entidades inferiores o vulgares tiene siempre algún reflejo de las pasiones humanas. Toda expresión que deja traslucir bajeza o presunción, arrogancia, fanfarronería o acrimonia, es un indicio característico de inferioridad o de superchería…».
5º) «No hay que evaluar a las entidades comunicantes por el aspecto formal y la corrección de su estilo, sino sondear el sentido íntimo de lo que expresan, escrutar sus palabras, pesarlas fríamente, con madurez y sin prevención. Toda desviación de la lógica, de la razón y de la prudencia en que incurra la entidad, nos confirmará sin lugar a dudas su índole cualquiera fuera el nombre con que se encubra».
6º) «El lenguaje de las entidades elevadas es siempre idéntico, si no en cuanto a la forma, al menos en lo que toca al fondo. Las ideas son las mismas, sean cuales fueren el tiempo y el lugar en que se expresen: pueden ser desarrolladas en menor o menor grado, con arreglo a las circunstancias, las necesidades y las facilidades de comunicación existentes, pero no serán contradictorias…».
7º) «Las entidades superiores sólo dicen lo que saben. Se callan, o confiesan su ignorancia sobre lo que no conocen. En cambio, las inferiores hablan de todo con desenvoltura, sin preocuparse por la verdad…».
8º) «Reconocemos también a las entidades inferiores o frívolas por la facilidad con que predicen el porvenir y detallan hechos materiales que no nos es dado conocer. Las entidades superiores son capaces de hacernos presentir sucesos futuros, cuando dicho conocimiento puede ser útil, pero no especifican nunca fechas precisas: todo anuncio de un acontecimiento que sobrevendrá en un día determinado es signo de superchería».
9º) «Las entidades superiores se expresan con sencillez, sin abundar en pormenores. Su conciso estilo no excluye la poesía de las expresiones y de las ideas, es claro, está al alcance de todos y no demanda esfuerzo para ser comprendido. Poseen el arte de decir mucho con pocas palabras, porque emplean con propiedad cada vocablo. Contrariamente, las entidades inferiores, o pedantes, ocultan bajo la pompa y el énfasis verbales el vacío de las ideas. Su lenguaje suele ser con frecuencia presuntuoso, ridículo u oscuro a fuerza de simular profundidad».
10º) «Las entidades superiores jamás imparten órdenes. No se imponen, sino que aconsejan, y si no se les escucha, se retiran. Las malas o inferiores son dominantes, dan órdenes, quieren ser obedecidos y se obstinan en quedarse, aunque no se les haga caso… Las entidades inferiores son exclusivistas y categóricas en sus opiniones, pretendiendo poseer sólo ellos el privilegio de la verdad. Exigen que se les crea ciegamente y no apelan a la razón, porque saben que ésta los desenmascararía».
11º) «Las entidades superiores no adulan. Aprueban lo que está bien hecho, pero siempre con discreción. Las malas, en cambio, prodigan elogios desmedidos, alientan el orgullo y la vanidad aunque estén predicando la humildad, y tratan de exaltar la importancia de sí mismo en aquellos a quienes desean conquistar».
12º) «Las entidades superiores están, en todas las cosas, por encima de las puerilidades formales. Sólo las entidades vulgares pueden achacar importancia a detalles mezquinos, que son incompatibles con las ideas realmente elevadas. Toda prescripción minuciosa es indicio de inferioridad y es superchería por parte de una entidad que se haya anunciado con un nombre venerable».
13º) «Se ha de desconfiar de los nombres extravagantes y ridículos que adoptan ciertas entidades que quieren explotar la credulidad…».
14º) «Igualmente hay que desconfiar de las entidades que se presentan con desparpajo, atribuyéndose un nombre muy venerado. Se debe acoger sus afirmaciones con la mayor reserva. En esto, sobre todo, es indispensable un severo control, porque a menudo es una máscara que han adoptado para hacer creer en su presunta intimidad con entidades que ocupan un lugar muy alto en la jerarquía cósmica. Con este procedimiento halagan la vanidad del canal y la aprovechan para inducirlo muchas veces a comportamientos deplorables o ridículos».
15º) «Las entidades superiores son sobremanera escrupulosos en lo que se refiere a la conducta que aconsejan seguir. Sólo se proponen siempre un objetivo serio y eminentemente útil. Por tanto, debemos tener por sospechoso todo comportamiento sugerido por las entidades comunicantes que no exhiba esa característica o pueda ser condenado por la razón, y reflexionar con madurez antes de obedecerlo, porque de lo contrario nos expondremos a desagradables supercherías».
16º) «Se reconoce, asimismo, a las entidades superiores por su prudente discreción acerca de todo aquello que pudiera comprometer. Les desagrada revelar el mal. Contrariamente, las entidades frívolas o malévolas se complacen en hacerlo resaltar. Mientras las buenas tratan de minimizar los errores cometidos por las personas, predicando la indulgencia, las malas los exageran con sus pérfidas insinuaciones y siembran cizaña entre ellas».
17º) «Las entidades superiores sólo prescriben el bien. Toda máxima o consejo que no sea estrictamente conforme a la caridad pura no puede ser obra de entidades buenas».
18º) «Tampoco aconsejan nunca cosas que no sean completamente racionales. Cualquier recomendación que se aparte de la línea recta del buen sentido o de las leyes inmutables de la Naturaleza denuncia a un entidad limitada y, por consiguiente, poco digna de confianza».
19º) «Los entidades imperfectas aprovechan a menudo los medios de comunicación de que disponen para dar consejos desleales. Fomentan la desconfianza y la animosidad de las personas contra aquellos que les son antipáticos. Los que pueden desenmascarar sus imposturas son, en especial, objeto de su animadversión. Esta clase de entidades ponen sus miras en los individuos débiles, a fin de encaminarlos al mal. Utilizando para persuadirlos mejor, ora de sofismas, ora los sarcasmos y las injurias, y hasta las pruebas materiales de su poder oculto, tratan de desviarlos del sendero de la verdad».
20º) «Los conocimientos con que algunas entidades se engalanan, a menudo con una suerte de ostentación, no constituyen una prueba de su superioridad…, la inalterable pureza de los sentimientos morales es la verdadera piedra de toque».
21º) «No basta interrogar a una entidad para conocer la verdad acerca de algo. Ante todo, hemos de saber a quien estamos dirigiéndonos. Porque las entidades inferiores -que de por sí son ignorantes- tratan con frivolidad las cuestiones más serias…».
22º) «Las bromas de las entidades superiores suelen ser finas y graciosas, pero nunca vulgares. En as entidades festivas que no incurren en grosería, la sátira aguda está a menudo llena de aciertos».
23º) «Estudiando con cuidado la personalidad de las entidades que se presentan, sobre todo desde el punto de vista moral, reconoceremos su condición y el grado de confianza que es posible tenerles. Nuestro buen sentido no podría equivocarse».
24º) «Para juzgar a las entidades comunicantes, así como a los hombres, es menester en primer término saber juzgarse a sí mismo. Por desgracia, hay muchas personas que emplean su opinión personal como medida exclusiva para evaluar lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso. Cuanto contradiga su manera de ver, sus ideas, el sistema que han concebido o adoptado, es malo para ellas. Es evidente que estos individuos carecen de la cualidad primordial para una sana apreciación: la rectitud de juicio. Pero no lo sospechan. Y es este el defecto más engañoso».
¿Nuevas Formas de «Contacto»?
En los últimos años se viene poniendo de moda una forma de contacto que se presenta como algo nuevo, distinto a todo lo que se había dado anteriormente. Este es, por ejemplo el caso del llamado «Channelling», «canalización» en español. Se suele presentar la canalización como la forma moderna, actual e, incluso, de futuro, propia de eso que se ha venido denominando la Nueva Era, de contacto con entidades superiores. Se define esta facultad como una intuición superior que se manifiesta en el «canal» sin que éste tenga que caer en trance, sin perder la conciencia, tranquilamente, siendo el «canalizador» plenamente dueño de la situación.
Las entidades que se suelen presentar en las canalizaciones se presentan como seres altamente evolucionados que moran en dimensiones muy por encima de la nuestra. Los nombres de estas entidades suelen ser llamativos y originales: Seth, Pallas Athenea, Ramala, Lazaris, Ardonne, Eckankar, Hatton…
Ante estos hechos, esta es la pregunta que tenemos que hacernos y contestarnos: ¿Es un método de comunicación determinado, por sí solo, garante suficiente de un contacto superior? Y otra pregunta más: ¿Hay métodos o sistemas de contacto cuyo uso, por sí solo, repito, represente un género de contacto negativo o inferior?
Puede ocurrir que quien conteste afirmativamente a la primera pregunta prescinda de cualquier otra consideración que no sea el método utilizado para juzgar la calidad de un contacto. Lo mismo, pero a la inversa, puede suceder con la contestación afirmativa de la segunda pregunta.
Esta manera de ver el asunto es, a mi entender, muy peligrosa, pues tales consideraciones previas indican preferencias que parten de prejuicios y pueden llevar a consecuencias desastrosas. Estimamos sinceramente, y la experiencia así nos lo certifica, que el más apropiado método para determinar la superioridad o inferioridad de un contacto proviene del estudio profundo de los contenidos que se obtienen en ese contacto. Una manera ya ha sido señalada atrás: los consejos derivados de las investigaciones de Kardec. Y no por su autor -¿qué importa quien haya sido su autor?-, sino por su valor intrínseco, por su lógica, por su coherencia, por su racionalidad, por su sentido común y por su ajuste a los hechos experimentales
Hay otros casos o experiencias en se habla de telepatía cuando el contacto se produce, dicen, entre dos formas de vida con «soporte físico». Es decir, entre seres humanos y seres extraterrestres más evolucionados que vivirían físicamente en otros mundos o planetas.
También aquí nos surgen algunas preguntas: ¿es más apetecible el contacto con seres «físicos» supuestamente vivos en otros mundo, que con seres «espirituales»? ¿En base a qué son estimados mejores o más apetecibles esos contactos? ¿Es que sus contenidos son más cercanos a nuestra necesidad evolutiva? ¿Es que es más fácilmente verificable su realidad? ¿Es que los contactos «espirituales» son inseguros y desconfiables por naturaleza? ¿Es que los contactos «espirituales» serían más lejanos a nuestra realidad y necesidades? ¿Es que por su naturaleza no son verificables? En suma, ¿es que el «mundo espiritual» sería algo ajeno, distinto, extraño o hasta contrario al mundo humano?
Pero, veamos, seamos sensatos, ¿no es lo SUPERIOR –como concepto integral- a lo que debe aspirar un ser que se interese por una experiencia de contacto? Hablando en términos evolutivos, ¿un ser extraterrestre más evolucionado no sería también un ser espiritual más evolucionado? ¿Es que en el mundo espiritual existen diferencias, habría distintas «razas» espirituales? ¿No tiene la esencia espiritual una misma naturaleza, ya anime a un ser de Venus, de Apu, de Ganímedes, de Sirio, de Orión o de la Tierra?
La duración de la vida física media de un ser humano se sitúa hoy en los países más desarrollados entre los 75 y 85 años. Para quienes tienen una visión materialista de la existencia, tan limitada perspectiva vital sirve de marco para justificar las actitudes y posiciones más egoístas; posiciones, por otro lado, que son «lógicas» desde ese punto de vista. Sin embargo, en el fondo de la conciencia de todos los humanos, aún los más materializados, permanece la intuición -al menos en los momentos de mayor lucidez- de que la vida humana debe tener un sentido trascendente, que la muerte no puede ser el fin de todo.
Concebir un proyecto de vida que excluya la idea de la trascendencia es de una pobreza exasperante. Y, al contrario, colocar esos 75 u 85 años como un eslabón más de una larga cadena de existencias, da a nuestra vida una importancia capital: nuestro tiempo es nuestro patrimonio, es la oportunidad que nos da la Vida para conocernos a nosotros mismos y llegar a ser aquello que en potencia somos y que todavía permanece en gran parte dormido. Luego, según esta perspectiva, no da lo mismo lo que hagamos con nuestra vida, nuestra eternidad como seres de naturaleza espiritual no es argumento ni excusa para desaprovechar nuestros días aquí, en este plano físico; todo lo contrario, nos hace más responsables.
Nuestra verdadera vida es la espiritual, esa es nuestra convicción, sin que esto signifique desdeñar, menospreciar o subvalorar nuestra existencia física: EN ABSOLUTO. Entonces, ¿cómo nos puede ser ajena la información que podría aclararnos aspectos substanciales de esa nuestra verdadera vida?
Contactitis y Contactofobia
Alrededor del tema del «contactismo», asunto controvertido donde los haya, surgen opiniones contradictorias, actitudes encontradas o tesis extremas… Por un lado están aquellos que sostienen que puesto que el mundo y la humanidad no tienen remedio atendiendo a sus solas fuerzas o, incluso -creen algunos- por la naturaleza intrínsecamente malvada de la mayor parte de los seres humanos, sólo de una intervención «externa» puede esperarse las energías, acciones y directrices que conduzcan a un mundo mejor en el futuro, una suerte de «salvación cósmica». De ahí que haya quienes busquen desesperadamente el contacto con esas «fuerzas superiores» que suponen les van a sacar «las castañas del fuego», como se dice popularmente, ya sean tales «fuerzas» extraterrestres, espíritus, entidades extradimensionales, ángeles, intraterrestres, apariciones marianas… Ese destino mejor, claro está, suele estar reservado a un reducido número de «elegidos» -si no fuera así, la cosa no tendría gracia- que tienen que cumplir unos estrictos preceptos sugeridos por las «entidades guías». Tendríamos así definido el marco donde se concretiza el síndrome que yo denomino «contactitis».
De otro lado, están aquellos que sostienen que lo que se halla detrás de cualquier experiencia de contacto -cualesquiera que sea su modalidad- y sus revelaciones tiene que ser esencialmente malvado, negativo o destructivo. En esta línea hay un cierto número de investigadores de la escuela que podríamos llamar «Freixediana» -por ser el exjesuita español y escritor Salvador Freixedo, uno de sus máximos exponentes- que manteniendo una actitud «contactofóbica» -aunque también aquí hay gradaciones y matices- nos previenen constantemente contra la supuesta manipulación de fuerzas inteligentes ignotas que se ocultan desde siempre bajo diferentes «disfraces» detrás de los contactos. Sus opiniones podrían resumirse en los siguientes argumentos que extraigo de un artículo de uno de sus defensores (1):
– «Los contactos y sus revelaciones de todos los tiempos obedecen a un «gran teatro» orquestado desde el más allá, cualquiera que este sea».
– «A pesar de su diversidad (oráculos, apariciones, fallecidos, humanoides interplanetarios…) bajo esta abigarrada fenomenología, el substrato causante siempre es el mismo a través de los siglos: energías intencionales enfrascadas en conformar a voluntad las creencias populares».
– «Los contenidos «filtrados» desde esas otras dimensiones mezclan verdades y mentiras. Con esto miles de grupos de todo el mundo están sometidos al mismo tiempo a una parecida programación cerebral, en una colosal operación preparada para hipnotizar a las muchedumbres».
– «El contactismo y sus revelaciones parece responder a una compleja maniobra urdida con herramientas de fino poder psicológico y controlada con eficiencia empresarial, consistente en una transferencia masiva a la inadvertida manada humana, desde bancos de datos extradimensionales, de información-desinformación… Los reveladores habrían puesto una maquinación de inconcebible alcance, en orden a reconvertir la conducta y el sistema de valores del género humano. La cuestión es: ¿seguimos cruzados de brazos como hasta ahora o adaptamos medidas de defensa para proteger nuestra autonomía psíquica y el destino del planeta?».
Observo, por las reflexiones bien argumentadas con que muchas veces ilustran su pensamiento, que los partícipes de esta opinión no dudan de la inteligencia de una parte de esas «fuentes de sabiduría cósmica»; lo que sí cuestionan y ponen en tela de juicio es su intencionalidad, es decir, su ética. Intencionalidad que suponen oscura y en la que nosotros, los humanos, resultamos siempre los peor parados.
Otra circunstancia que veo en esta escuela es que se prescinde del uso que hace el ser humano de esas «informaciones» y de su actitud global, atribuyendo todo, lo bueno y lo malo, a la elección e interés de esos «actores desconocidos». Según esto, el ser humano -el «contactado- no tendría mérito o demérito en cuanto a lo que acontece a lo largo de una experiencia de contacto.
¿En verdad seremos tan «inocentes»? La «culpa» de los errores en que han caído algunos contactados, las posiciones ridículas que asumen, las extravagantes opiniones que sustentan, los desarreglos psíquicos, emocionales y físicos que han llegado a padecer… ¿son de la exclusiva responsabilidad de aquellos «guías» con los que afirman estar en contacto?. ¿No acontecerá aquí como en el conocido «timo de la estampita», en el que la culpabilidad habría que repartirla a partes iguales entre timador y timado?
Conclusión
El fenómeno «contacto» no es nuevo, se ha dado siempre. Tampoco es un hecho ajeno a los humanos, sino que somos primeros protagonista desde ambos lados, pues el hombre como ser viviente en un mundo físico comparte dos naturalezas: la física y la espiritual, y unas veces estamos, como suele decir un buen amigo, en esta acera de la calle de la existencia, y otras veces en la acera de enfrente; es decir, unas veces nos manifestamos como seres encarnados, y otras residimos y actuamos como seres espirituales en el mundo extracorpóreo. En ese sentido los humanos somos seres enfrascados en un proceso evolutivo por el que progresivamente descubrimos y activamos potencialidades dormidas que van revelando lo que somos en realidad, para a partir de ahí poder ir cumpliendo nuestro verdadero papel en el escenario de la Creación.
Una vez establecido lo anterior hay que dejar asentado también que el fenómeno CONTACTO -cuando es cierto y no el producto de la alucinación de una mente afiebrada- es un fenómeno de comunicación cuya validez no puede establecerse sino a partir de un concienzudo estudio crítico de los contenidos que se obtengan. Para ello, el movimiento espiritista, con una larga experiencia en este sentido, ha aportado algunos de los más asentados juicios unidos a la más racional actitud, que yo haya podido conocer hasta ahora, ejemplarizada en la labor de síntesis realizada por Allan kardec, de manera especial en el «El Libro de los Médiums», todo ello encaminado a poder afrontar de manera útil una experiencia de contacto con las inteligencias que habitan esos «otros mundos».
Felcitaciones por transmitir el conocimiento espiritual tan acertadamente. Saludos fraternales, María Coello
Respuestas como la tuya, María, nos animan en nuestro empeño por puntualizar algunos aspectos del conocimiento espiritual en que más buscadores de los que desearíamos se confunden y pierden. Si contribuimos en alguna manera a dar un poco de claridad nos sentiremos plenamente recompensados, reconociendo no obstante que cada cual tiene que vivir sus propias experiencias y que el «derecho a equivocarse» debería se uno más entre los que están recogidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pues el «derecho a equivocarse» no es otra cosa que la posibilidad de evolucionar.
en la cd de Tijuana México a donde puedo acudir, donde se ubica algún
templo
Hola Martín: en primer lugar las agrupaciones de estudio del Espiritismo no se denominan «templos», en todo caso Centros o Grupos Espiritistas. No son enclaves dedicados a rituales o sincretismos, sino centros de estudio, investigación y ayuda fraternal.
Permítenmos que busquemos información fidedigna para aconsejarte algún Centro Espiritista fiable, pues podrás entender perfectamente que no disponemos de un directorio universal. No dudes que te haremos llegar alguna información que te permitirá encontrar orientación para tus dudas.
Recibe un saludo cordial