Walt Whitman, 1819 – 1892
************************
Yo soy un punto culminante de las cosas cumplidas,
Y soy el receptáculo de las cosas que vendrán.
Mis pies tocan el ápice de los ápices de las escalas;
Sobre cada peldaño hay brazadas de siglos, brazadas todavía
más grandes entre peldaño y peldaño;
Todo cuanto está abajo lo he recorrido dolorosamente y, sin
embargo, yo subo, yo subo.
Cuesta después de cuesta, los fantasmas ante mí se inclinan;
Lejos, hacia abajo, diviso la enorme Nada originaria, y sé
que yo mismo allá estaba;
Yo aguardaba, invisible, sin cesar, dormía envuelto por la
letárgica niebla,
Y esperaba mi momento, el fétido carbono no me ocasionaba
daño alguno.
Largo tiempo permanecí enclaustrado, oprimido, mucho,
mucho tiempo.
Inmensa fue para mí la elaboración,
Fieles desbordando amistad, los brazos que me anudaron.
Los ciclos transportaron mi cuna, remando remando, como
alegres bateleros
Para hacerme lugar, las estrellas permanecieron apartadas
en sus órbitas;
Irradiando su influjo para velar sobre lo que debía contenerme.
Antes de que yo naciera de mi madre, generaciones y generaciones
me guiaron:
Mi embrión jamás fue entorpecido, nada pudo anularlo.
Para él la nebulosa se convirtió en un orbe,
Los amplios y pesados estratos geológicos se acondicionaron
para que él reposara,
Abundantes vegetales le acordaron subsistencia,
Monstruosos saurios lo transportaron en sus fauces para depositarlo
luego con solicitud.
Todas las fuerzas fueron asiduamente utilizadas para completarme
y deleitarme;
Ahora, en este punto, permanezco erguido con mi alma robusta.
……………………………………………………………………………………………………
……………………………………………………………………………………………………
Yo sé que poseo lo mejor del tiempo y del espacio, y que
jamás he sido medido y que jamás lo seré.
Realizo un viaje perpetuo, (¡vamos, escúchame!)
Mis señas son un gabán para la lluvia, buen calzado, y un
bastón tallado en el bosque;
Ninguno de mis camaradas se ha acomodado en mi silla;
Porque yo no tengo ni silla, ni templo, ni filosofía;
No conduzco a nadie a la mesa para comer, ni a la biblioteca,
ni a la banca;
Pero a cada hombre y a cada mujer de entre vosotros yo
los conduzco hasta una cima;
Mi mano izquierda rodeándoles el talle,
Mi mano derecha mostrándoles los paisajes y el camino real.
Ni yo ni otro ninguno puede recorrer este camino en tu
lugar;
Tú, sólo tú, debes recorrerlo
No es largo, está a tu alcance;
Quizá, sin percatarte, te hallas en él desde que naciste;
Quizá está en todas partes, en el mar y en la tierra.
Carga tu hato, hijo mío, yo me endosaré el mío, y apresuremos
nuestra partida,
En el camino encontraremos ciudades maravillosas y pueblos
libres.
Si estás fatigado dame los dos fardos, y apoya la palma de
tu mano sobre mi cadera,
Y llegado el momento, tú me rendirás el mismo servicio;
Porque una vez en marcha no nos detendremos más.
Hoy, antes del alba, trepé hasta la colina, y contemplé el
cielo lleno de estrellas,
Y le he dicho a mi espíritu: “Cuando dispongamos de esos
orbes, y disfrutemos del placer y del conocimiento de
todas las cosas que en ellos existen, ¿reposaremos y
seremos felices?”;
Y mi espíritu ha respondido: “No. Sólo alcanzaremos esa
cúspide para transponerla y continuar más allá”.
Tú también me interrogas y yo te escucho;
Te digo que no puedo responderte, que debes encontrar la
respuesta tú mismo.
Siéntate un instante, hijo querido;
Aquí tenemos bizcochos para comer y leche para beber;
Pero, desde el instante en que te duermas y te repongas entre
las suaves ropas, yo te daré un beso de despedida y
abriré la puerta para que luego te puedas marchar.
Durante largo tiempo has tenido sueños despreciables;
Ahora yo retiro la venda de tus ojos;
Debes habituarte a la claridad del día y de todos los instantes
de tu vida.
Durante largo tiempo has braceado tímidamente, teniendo
próxima una tabla, en el arroyo;
Ahora yo quiero que seas un nadador intrépido,
Que te zambullas en plena mar, te alejes, me hagas señas y,
riendo, avances contra la corriente.
……………………………………………………………………………………………………
……………………………………………………………………………………………………
Yo he dicho que el alma no es más que el cuerpo,
Y he dicho que el cuerpo no es más que el alma;
Y que nada, ni siquiera Dios, es más grande para cualquiera
que una partícula de sí mismo,
Y que cualquiera que marche un kilómetro sin simpatía,
avanza hacia sus funerales cubierto con su mortaja,
Y que tú o yo, sin un céntimo en el bolsillo, podemos adquirir
lo mejor que en la tierra existe,
Y que mirar con un solo ojo o mostrar una habichuela en
su vaina confunde la sabiduría de todos los tiempos,
Y que no existe trabajo o empleo que, siguiéndolo un hombre
joven, a la postre no lo convierta en un héroe,
Y que no hay objeto, por frágil que sea, que no sirva de
eje para la rueda del universo,
Y yo le digo a todo hombre y a toda mujer: que tu alma
se mantenga serena y tranquila ante un millón de universos.
Y yo le digo a la humanidad: no te muestres curiosa en
cuanto a Dios,
Yo, que tengo curiosidad por cada cosa, no manifiesto curiosidad
alguna en cuanto a Dios;
(No hay palabras suficientes para expresar hasta qué punto
estoy en paz con Dios y con la muerte.)
Yo escucho y contemplo a Dios en todo objeto, pero no lo
comprendo bajo ningún concepto,
Tampoco concibo que pueda existir algo más maravilloso
que yo mismo.
¿Por qué he de pretender que Dios es mejor que este día?
Algunas veces veo a Dios en cada una de las veinticuatro
horas del día, y también en cada instante;
En los rostros de los hombres y de las mujeres veo a Dios,
y en mi propio rostro cuando me contemplo ante el espejo;
Encuentro cartas de Dios abandonadas en las calles, y cada
una lleva la firma con el nombre de Dios,
Y yo las dejo donde están, porque sé que en cualquier lugar
donde yo vaya,
Con la misma puntualidad, otras cartas llegarán y llegarán.
Y en cuanto a ti, Muerte, tú, amargo beso de la inmortalidad,
es inútil que intentes alarmarme.
Deja un comentario