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Posts Tagged ‘Un golpe de Zen’

Cabecera cuentos Zen

En manos del destino

Un gran guerrero japonés llamado Nobunaga, decidió atacar al enemigo pese a tener solo una décima parte de los hombres de que disponía éste. El sabía que la victoria sería suya, pero sus soldados dudaban.

De camino, hicieron una parada en una ermita Shinto, y dijo a sus hombres: «Después de visitar el altar, lanzaré una moneda. Si sale cara, ganaremos. Si sale cruz, perderemos. El destino nos tiene en su mano.»

Nobunaga entro al altar y ofreció una silenciosa plegaria. Después salió y lanzó una moneda al aire delante de sus hombres. Salió cara. Sus hombres tenían tantas ganas de luchar que ganaron la batalla fácilmente.

«Nadie puede cambiar el destino», le dijo su ayudante después de la batalla.

«Desde luego que no», dijo Nobunaga, mostrándole una moneda trucada, que tenía cara a ambos lados.

Piedras y flor

Ama abiertamente

Veinte monjes y una monja meditaban con cierto maestro Zen.

Eshun era muy hermosa aunque tuviese la cabeza afeitada y vistiese de forma muy sencilla. Varios monjes se enamoraron secretamente de ella. Uno de ellos llegó a escribirle una carta de amor, insistiendo en que tuviesen una cita

Eshun no contestó. Al día siguiente el maestro dio una clase al grupo y una vez hubo acabado, Eshun se levantó. Dirigiéndose a quien le había escrito la carta, dijo: «Si de verdad me amas tanto, ven y dímelo aquí y ahora.»

Flores y fondo rojo

El bien y el mal

Cuando Bankei celebraba su semana de reclusión y meditación, muchos alumnos de todo Japón acudían. Durante una de esas semanas, un alumno fue sorprendido robando. Bankei fue informado del asunto con la petición de que el alumno debía de ser expulsado, pero Bankei lo ignoró.

Por segunda vez sorprendieron al mismo alumno robando, y de nuevo lo llevaron ante Bankei, quien volvió a dejarlo pasar por alto. Esto enfadó mucho al resto de alumnos, que firmaron una petición para que el ladrón fuera castigado con la expulsión. Si el maestro no lo hacía, amenazaban con irse todos en bloque.

Cuando Bankei leyó la petición llamó a todos los alumnos delante suya. «Sois alumnos inteligentes», les dijo, «sabéis lo que está bien y lo que está mal. Podéis ir a otro sitio a estudiar si así lo deseáis. Pero este pobre alumno mío ni siquiera distingue el bien del mal. Si yo no le enseño, ¿quién lo hará? Voy a dejarle permanecer aquí aunque todos los demás os marchéis.»

Un torrente de lágrimas broto de los ojos del alumno que había robado. Todo deseo de volverlo a hacer había desaparecido.

Geisha

Lo más valioso del mundo

Sozan, un maestro Zen chino, se encontró una vez con esta pregunta de un estudiante: «¿Qué es lo más valioso del mundo?»

El maestro respondió: «La cabeza de un gato muerto».

«¿Porqué es la cabeza de un gato muerto la cosa más valiosa del mundo?», preguntó el estudiante.

Sozan respondió: «Porque nadie puede ponerle precio».

Monje en meditación

Un golpe de Zen

Hakuin solía hablarles a sus discípulos sobre una mujer mayor que tenía una tienda de té, alabando su entendimiento del Zen. Los estudiantes se negaban a creerle, y solían ir a la tienda a comprobarlo por ellos mismos.

Cuando la mujer los veía entrar, podía saber de un vistazo si venían a por té o a fisgonear sobre su entendimiento del Zen. En el primer caso, los atendía con gusto. En el segundo, les pedía a los alumnos que les siguiesen a la trastienda. En el instante en que les obedecía, los golpeaba con un hierro para atizar el fuego.

Nueve de cada diez no escapaban sin un golpe.

Cañas

La voz de la felicidad

Después de que Bankei dejase este mundo, un ciego que vivía cerca del templo del maestro le dijo a un amigo:

«Como soy ciego, no puedo ver la expresión de una persona al hablar, y por lo tanto tengo que juzgar la personalidad por el tono de voz. Normalmente, cuando oigo a alguien felicitar a otro por algún éxito, también oigo un secreto tono de envidia. Cuando oigo palabras de condolencia, también oigo un pequeño tono de satisfacción en la desgracia ajena.»

«Pero en toda mi vida, la voz que oí de Bankei siempre fue sincera. Si él expresaba su alegría, alegría era todo lo que oía, si expresaba tristeza, tristeza era todo lo que oía.»

Monje

Recitando sutras

Un granjero le pidió a un monje Tendai que recitase sutras por su mujer, que acababa de fallecer. Cuando hubo terminado, le preguntó el granjero: «¿Cree que mi mujer se beneficiará de esto?»

«No solo tu mujer, sino todos los seres se benefician cuando se recitan sutras.», contestó el monje.

«Si dices que todos los seres se benefician,» dijo el granjero, «mi mujer podría estar débil y otros se aprovecharían de ella, llevándose lo que le corresponde. Por favor, recite sutras solo para ella.»

El monje le explicó que el deseo de los budistas era ofrecer bendiciones y buenos deseos para todos los seres vivos.

«Esas son buenas enseñanzas,» dijo el granjero, «pero, por favor, haga una excepción. Tengo un mal vecino que me trata injustamente. Por favor exclúyale de todos esos seres vivos.»

bUDA FLOTANTE

Zen en cada minuto

Los estudiantes de Zen permanecen con su maestro al menos diez años antes de poder enseñar a otros. Nan-in fue visitado por Tenno, el cual tras haber superado su periodo de aprendizaje, se había convertido en profesor. El día estaba lluvioso, así que Tenno calzaba zuecos y llevaba paraguas. Después de darle la bienvenida, Nan-in le dijo: «Supongo que has dejado tus zuecos en la entrada. Me gustaría saber si tu paraguas esta a la izquierda o a la derecha de los zuecos.»

Tenno, confundido, no supo que decir. Se dio cuenta de que no podía mantener su Zen consigo cada minuto. Se hizo alumno de Nan-in y estudió seis años más para alcanzar su Zen-en-cada-minuto.

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Tres tipos de discípulos

Un maestro Zen llamado Gettan, vivió al final de la era Tokugawa. El solía decir: «Hay tres tipos de discípulos: los que imparten Zen a otros, los que cuidan de los templos y altares, y por ultimo están los sacos de arroz y las perchas andantes.»

Gasan expresó la misma idea. Cuando estudiaba Tekisui, su maestro era muy severo. A veces incluso le pegaba. Otros estudiantes no toleraban semejantes métodos y abandonaban.

Gasan se quedó, pensando: un mal discípulo utiliza la influencia del maestro. Un discípulo justo admira la amabilidad del maestro. Un buen discípulo crece fuerte bajo la disciplina del maestro.

Pájaro y flores

Mal genio

Un estudiante de Zen fue a ver a Bankei: «Maestro, tengo un mal genio incontrolable. ¿Cómo podría curarme?»

«Tienes algo muy raro», contesto Bankei, «déjame verlo».

«Ahora mismo no puedo mostrártelo», respondió el alumno.

«¿Cuando me lo podrás mostrar?», pregunto Bankei.

«Me sale de repente», respondió el estudiante.

«Entonces,» concluyo Bankei, «no debe de ser tu verdadera naturaleza. Si lo fuera, podrías mostrármelo en cualquier momento. Cuando naciste no lo tenías, y tus padres no te lo dieron. Piensa en eso.»

arco zen

El farol

Hace mucho tiempo en Japón, solían usarse faroles hechos con bambú y papel, llevando dentro una vela. Un hombre ciego, al acabar de visitar a un amigo, este le ofreció llevar consigo un farol de vuelta a casa.

«No me hace falta ningún farol,» dijo, «oscuridad o luz es lo mismo para mí.»

«Ya sé que no necesitan un farol para encontrar tu camino,» respondió el amigo, «pero si no llevas uno, alguien podría chocarse contigo, así que debes llevar uno.»

De este modo el ciego tomo el farol y partió hacia su casa. No había andado mucho cuando alguien se chocó de frente con él.

«¡Mira por dónde vas!», exclamó el ciego, «¿Acaso no ves este farol?»

«Tu farol se ha apagado, hermano», respondió el extraño.

BONSAI DIBUJO

Soldados de la humanidad

Una vez, una división del ejército japonés se enzarzó en una batalla con una guerrilla, y algunos de los oficiales consideraron necesario establecer un campamento en el templo de Gasan.

Gasan le dijo al cocinero: «Los oficiales comerán la misma comida sencilla que comemos nosotros».

Esto enfadó mucho a los militares, pues estaban acostumbrados a un trato preferente. Uno fue a ver a Gasan y le dijo: «¿Quién te crees que somos? Somos soldados, sacrificamos nuestras vidas por nuestro país. ¿Por qué no nos tratas con respeto?»

Gasan le respondió tranquilamente: «¿Quién te crees que somos? Somos soldados de la humanidad, nuestro objetivo es salvar a todos los seres vivos.»

Koan

Arrestar al Buda de piedra

Un comerciante que llevaba cincuenta rollos de algodón sobre sus hombros paró a descansar del caluroso día bajo un techado. Sobre él se encontraba una gran estatua de un Buda. Allí se quedo dormido, y cuando despertó sus mercancías habían desaparecido. Inmediatamente informo a la policía.

Un juez llamado O-oka inició una investigación. «Ese Buda de piedra debe de haberte robado tus mercancías», concluyo el juez. «Se supone que debe de velar por el bienestar de la gente, pero no ha cumplido su sagrada tarea. Arréstenlo.»

La policía arresto al Buda de piedra y lo llevaron a juicio. Un numeroso grupo de curiosos siguió a la policía y al Buda de piedra para conocer que sentencia le impondría el juez.

Cuando O-oka subió a su estrado, grito encolerizado a la multitud: «¿Pero qué derecho tenéis para entrar a unos tribunales riendo y haciendo burla de esta manera? Habéis interrumpido un juicio, y por lo tanto seréis multados y puede que arrestados.»

El gentío se disculpó discretamente. «Entonces deberé imponeros una sanción», dijo el juez, «pero la anularé en caso de que traigáis un rollo de algodón aquí cada uno. Cualquiera que no lo haga antes de tres días, será arrestado.»

El comerciante reconoció fácilmente uno de los rollos como suyo, y de esta manera pudieron arrestar al ladrón. El mercader recuperó su mercancía, y el juez devolvió a los ciudadanos las suyas.

Templo Zen

El Buda de la nariz negra

Una monja que buscaba la iluminación, hizo una estatua de Buda y la cubrió con pan de oro. A cualquier sitio que fuera, llevaba su Buda dorado consigo.

Pasaron los años, y siguió llevando el Buda. La monja fue a vivir a un pequeño templo en el campo, donde había muchos Budas, cada uno en su altar particular.

La monja quería quemar incienso para su Buda particular. Pero la idea de que el perfume se extendiese a los otros Budas no le gustaba. Se creó una pequeña mampara, tal que el incienso ascendería solo para su estatua. Esto hizo que la nariz del Buda dorado se ennegreciese, haciéndolo particularmente feo.

Buda dorado acostado

Prosperar de verdad

Un hombre rico le pidió una vez a Sengai que escribiese unos versos para la prosperidad de su familia. Un símbolo que pudiera ser pasado de generación en generación.

Sengai tomo una gran hoja de papel y escribió:

«El padre muere, el hijo muere, el nieto muere.»

El hombre rico se enfado muchísimo: «¡Te he pedido que escribas algo para la felicidad de mi familia! ¿Por qué te ríes de mi?»

«No pretendía reírme de ti», explicó Sengai, «Si antes que tu mueras lo hiciese tu hijo, esto te causaría gran dolor. Si tu nieto muriese antes que tú y tu hijo, a ambos os partiría el corazón. Si en tu familia, generación tras generación muriesen en el orden que he escrito, seguirían el curso natural de la vida. Yo a esto lo llamo, prosperar de verdad.»

Casa japonesa

Carta a un moribundo

Bassui escribió la siguiente carta a uno de sus discípulos que estaba a punto de morir.

«La esencia de tu mente no nació, y por esto no podrá nunca morir. No es una existencia que pueda caducar. No es un vacío ni un hueco. No tiene forma ni color. No disfruta de placeres y no sufre dolores.»

«Sé que estás muy enfermo. Como un buen estudiante de Zen, estas afrontando tu enfermedad de frente. Quizás no sepas exactamente quien está sufriendo, pero pregúntate esto: ¿cuál es la esencia de esta mente? Piensa solo en esto. No necesitaras nada más. Tu final, que nunca acaba, es como un copo de nieve disolviéndose en aire puro.

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