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EL DESARROLLO ESPIRITUAL

Y LAS ENFERMEDADES NERVIOSAS

Roberto Assagioli (Venecia, 27 de febrero de 1888 – Capolona d’Arezzo, 23 de Agosto de 1974) fue un psiquiatra y pensador italiano, pionero de la psicología humanista y transpersonal, creador de la psicosíntesis,  la cual es un enfoque integral para el desarrollo humano, un método de autoformación y una escuela de psicología y psicoterapia. La Psicosíntesis constituye un enfoque de carácter holístico cuyo objetivo es el desarrollo de la persona en forma dinámica y el progresivo establecimiento de la armonía, la integración y transformación de los distintos elementos de la personalidad.

El siguiente texto es la trascripción de una conferencia dada por el Dr. Roberto Assagioli en la Tercera Sesión de Verano en el Centro Internacional de Investigación Espiritual en Ascona, Suiza, en Agosto de 1932. Traducción de la Revista Beacon, que publica Lucis Trust .


El desarrollo espiritual del hombre es una larga y ardua aventura. Un viaje a través de tierras extrañas, llena de sorpresas, dificultades y hasta de peligros. En realidad, no es nada menos que pasar del reino humano al reino espiritual.

Involucra una purificación drástica y la completa transmutación de todos los elementos normales y puramente “humanos” de la personalidad, el despertar de una serie de facultades que antes yacían dormidas, la elevación de la conciencia a un nuevo reino y el funcionamiento en una nueva dimensión interna.

En efecto, deberíamos comparar al hombre, tal como era antes de iniciar esta conquista, con el que llega a ser cuando ha alcanzado la cima de la perfección espiritual y no encontramos prácticamente nada de la anterior personalidad porque son dos seres completamente diferentes. No nos debería sorprender, por lo tanto, que un cambio tan completo, que una transformación tan fundamental esté marcada por diversas etapas críticas y que no sea raro que vayan acompañadas por varios problemas nerviosos, emocionales y mentales.

Estos desórdenes nerviosos, aunque puedan aparecer, ante la observación clínica objetiva del doctor, como una presentación de los mismos síntomas debidos a otras causas, realmente tienen otro significado y valor y necesitan un tratamiento muy diferente.

Las enfermedades, debidas a causas espirituales, se están presentando con mayor frecuencia en la actualidad y a medida que el número de personas que se encaminan, consciente o inconscientemente , hacia una vida superior, es mucho mayor que antes. Es más, debido al gran desarrollo y complejidad de la personalidad y, específicamente, a una mente más crítica del hombre moderno, el desarrollo espiritual ha llegado a ser un proceso más difícil y complejo. En muchos casos, en el pasado, una conversión moral o una simple devoción completamente entregada a un maestro divino o salvador, o rendirse completa y amorosamente a Dios, era suficiente para abrir las puertas que conducían a la conciencia y unión divina.

Por otro lado, el reajuste del hombre moderno es más completo y bien equilibrado, pues requiere de la regeneración de toda la personalidad, que incluya una mente bien desarrollada y alerta, evitando así la parcialidad de un desarrollo puramente devocional.

Por estas razones, pienso que hacer un repaso general al desarrollo de las condiciones nerviosas que aparecen en las diferentes etapas de la realización espiritual , puede ser de interés y servir de utilidad y dar algunas claves para su tratamiento apropiado.

Podríamos clasificar, para mayor claridad, cinco puntos críticos en el sendero interno:Las crisis que preceden al despertar espiritual.

1.- Las crisis que preceden al despertar espiritual.

2.-Las crisis provocadas por el despertar espiritual.

3.-Las reacciones al despertar espiritual.

4.- Las etapas del proceso de transmutación.

5.- La “Noche Oscura del Alma”.

Pasemos ahora a examinarlas brevemente:

1.- Para entender completamente, las extrañas experiencias que generalmente preceden al despertar del alma , debemos repasar algunas de las características del hombre común.

Uno podría decir que éste “se deja vivir”, en lugar de vivir. Toma la vida como llega y no se preocupa con el problema del significado, valor y objetivo. Si pertenece al tipo común sin evolución, se dedica a la satisfacción de sus deseos personales, busca el placer de los sentidos, volverse rico y satisfacer sus ambiciones. Si está más desarrollado, subordina su satisfacción personal al cumplimiento de los deberes familiares y sociales que se le asignan, sin molestarse en comprender sobre qué base reposan esas obligaciones, o de qué origen proceden. Se puede considerar a sí mismo como una persona “religiosa” y creyente en Dios, pero su religión es meramente exterior y convencional y cuando se ajusta a los preceptos de su iglesia y toma parte en sus ritos, siente que ha cumplido con todo lo que se le pide. En pocas palabras, implícitamente cree en la realidad absoluta de la vida ordinaria y está fuertemente apegado a los bienes terrenales, a los que atribuye un valor positivo; de este modo, prácticamente considera esta vida como “un fin en sí mismo .” Aunque crea en un futuro cielo, dicha creencia es completamente teórica y académica, como se comprueba por el hecho de que se esfuerza al máximo para merecer el disfrute de ese maravilloso cielo.

Pero puede suceder que este “hombre común” sea sorprendido y perturbado por un repentino o lento cambio en su vida interior. Esto puede ocurrir después de una serie de disgustos; frecuentemente después de un choque emocional, como la pérdida de un pariente amado o un amigo muy querido. Pero algunas veces ocurre sin una causa aparente y en medio del gozo de completa salud y prosperidad. A menudo, el cambio comienza con un sentido de descontento, de vacío, de carencia de algo no material y definido; es algo vago y evasivo, imposible de describir.

A esto se agrega, en diferentes grados, un sentido de la irrealidad, de la vanidad de la vida común: todos los asuntos personales, que antes absorbieron gran parte de su atención e interés, parecen retraerse a un segundo plano, hasta perder su importancia y valor. Surgen nuevos problemas; el individuo comienza a preguntarse sobre el origen y el propósito de la vida; y sobre la razón de muchas cosas que antes tomaba como algo casual, como el significado de su propio sufrimiento y del de los demás y de qué justificación hay para tanta desigualdad en el destino de los hombres.

Cuando se alcanza este punto, comienzan a aparecer los malentendidos y errores. Muchos, que no comprenden la importancia de estos nuevos estados mentales, les miran como caprichos anormales estúpidos y extravagancias mentales. El temor a convertirse en un desequilibrado, le hace luchar combatiéndolos de varias maneras. Hacen esfuerzos para readaptarse a la realidad de la vida ordinaria que parece escaparse de ellos. A menudo se meten en un torbellino de actividad externa, buscando nuevas ocupaciones, estímulos y sensaciones. Por estos y otros medios, logran aliviar su condición perturbada por cierto tiempo, pero son incapaces de librarse completamente. Aquello continúa fermentándose en el interior de su ser, socavando las bases de su existencia ordinaria y, fácilmente, irrumpe de nuevo, quizás después de un largo tiempo, con intensidad renovada. El estado de agitación se torna más y más doloroso y la sensación de vacío interior más intolerable. El individuo se siente aniquilado. Todo lo que constituyó su vida, ahora le parece un sueño; se desvanece como una sombra, en tanto que la nueva vida aún no llega. En realidad, ignora que esa luz existe, o no cree que pueda ser posible poseerla.

Frecuentemente sucede que, en este estado de perturbación, sobreviene una crisis moral más definida: la conciencia despierta y se vuelve más sensible ; aparece en el individuo un nuevo sentido de responsabilidad y se siente oprimido por un denso sentido de culpa, de remordimiento por el mal cometido y se juzga a sí mismo con severidad, volviéndose presa de un profundo desaliento.

En este punto, no es extraño que la mente contemple la idea del suicidio. Para el hombre mismo, pareciera que la aniquilación física fuera la única conclusión lógica para este derrumbe y desintegración.

La anterior descripción constituye, únicamente, un delineamiento general de dichas experiencias. En realidad existen amplias y profundas experiencias entre los diversos individuos. Hay muchos que no alcanzan la fase más aguda, mientras que otros llegan a ella rápidamente. Algunos son asaltados por las dudas intelectuales y problemas metafísicos; en otros la depresión emocional o la crisis moral es el rasgo más pronunciado.

Las diferentes manifestaciones de la crisis espiritual tienen mucha semejanza con algunos síntomas que los doctores consideran característicos de las enfermedades nerviosas llamadas neurastenia y psicastenia. En realidad, una de las principales características de esta última, es lo que el profesor Pierre Yanet, acertadamente, llama “la pérdida de la función de la realidad” y a otra la

llama “ despersonalización ”. La semejanza se hace aún mayor por el hecho de que la tensión de la crisis espiritual produce también fácilmente síntomas físicos como tensión nerviosa, insomnio y varios problemas digestivos y circulatorios.

2.- La apertura del canal entre la personalidad y el alma y el flujo de luz, alegría y energía que la acompaña, a menudo produce una maravillosa liberación. Los conflictos y el sufrimiento precedentes se desvanecen y desaparecen los síntomas nerviosos y físicos que produjeron, a veces con sorprendente rapidez, confirmando así el hecho de que no se debían a causas orgánicas, sino que eran el producto directo de un conflicto interno. En tales casos, el despertar espiritual significa una cura real. Pero en los casos donde la personalidad es más defectuosa en ciertos aspectos, pueden sobrevenir diferentes incidentes y hasta verdaderas enfermedades. Esto sucede, por ejemplo, cuando la mente no está bien equilibrada, o las emociones son incontroladas, cuando la naturaleza síquica está sobre-desarrollada o el sistema nervioso demasiado sensible. En casos donde la afluencia de energía espiritual es sobrecogedora por su rapidez y fuerza.

Cuando la mente es demasiado débil para aguantar la iluminación, o cuando hay una tendencia al egoísmo y la vanidad, la experiencia se interpreta erróneamente y hay, por decir, “ una confusión de planos ”. La distinción entre la verdad absoluta y relativa, entre el alma y la personalidad, es borrosa y la fuerza espiritual tiende a alimentar e inflar el ego personal.

Yo conocí un ejemplo impactante de dicho efecto desastroso hace algunos años en el Hospital Psiquiátrico de Ancona. Uno de los internos, un hombrecito corriente, antiguo fotógrafo, suave y persistentemente declaraba que él era “Dios”. Alrededor de esta idea central, construyó una serie de fantásticos engaños, acerca de huestes celestiales bajo su mando. Aparte de esto, era el tipo más pacífico, bondadoso y considerado que uno pudiera imaginar, siempre listo para ayudar a los doctores y pacientes. Era tan confiable y coordinado en sus actos, que el asistente de la farmacia le confiaba la preparación de las medicinas y las llaves de la farmacia. El único lapso en su comportamiento perfecto era que algunas veces robaba azúcar para darle placer a alguno de los internos del asilo.

Un doctor materialista probablemente lo consideraría como un caso común de ilusión, pero yo pienso que existe una interpretación más verdadera y profunda de la locura de este hombre. Desde el punto de vista metafísico puramente, su afirmación básica es muy correcta; a la luz de la filosofía Vedanta no existe otra realidad que el “Absoluto”. Brahma, y cada pupilo de los instructores de Vedanta se vincula con el Absoluto y se une intrépidamente en la afirmación: Aham evam param Brahmán (verdaderamente soy el supremo Brama). El error fatal del hombre era que atribuía los atributos de Dios a su yo personal no regenerado y sacaba fantásticas e infantiles consecuencias de este hecho. Filosóficamente hablando, su error podría ser descrito como una confusión entre la verdad Absoluta y relativa, entre el punto de vista metafísico y personal.

Este es un caso extremo, pero ejemplos más o menos pronunciados de dicha confusión no son escasos entre personas que son deslumbradas por el contacto con una verdad espiritual, que es demasiado grande para captarla y asimilarla de manera adecuada, con su poder mental.

Probablemente todos conocemos algunos casos de estos y que se pueden encontrar en todos los cultos y movimientos espirituales.

Esta “confusión de planos” a menudo podría ser evitada, creo, si las doctrinas metafísicas se presentaran con mayor calidad y sabias advertencias . Cuando el error se infiltra, es inútil tratar de convencer al individuo de que está completamente equivocado o ridiculizar su ilusión; esto sólo despierta su oposición y resentimiento. La mejor manera es simpatizar con él, admitiendo la verdad final de su creencia, pero luego señalarle donde reside el error y entrenar su mente para hacer las distinciones necesarias. En otros casos, la súbita irrupción de la iluminación produce un trastorno que se expresa en reacciones intensas y desordenadas: llantos y gritos, cantos y toda clase de explosiones histéricas.

Quienes pertenecen al tipo activo y agresivo, frecuentemente son impulsados a desempeñar el papel de profeta o salvador, por la excitación del despertar y a fundar una nueva secta caracterizada a menudo por el fanatismo y el proselitismo.

En algunos tipos desequilibrados y neuróticos, existe un despertar del psiquismo. Tienen visiones, generalmente de seres exaltados, o pueden escuchar voces, o empiezan a escribir automáticamente, tomando los mensajes literalmente y obedeciéndolos sin reserva. La calidad de dichos mensajes es muy diversa. Algunas veces contienen hermosas enseñanzas, pero siempre deben ser examinadas con máxima discriminación y cuidado, sin considerar su origen anormal o las demandas del transmisor. Se debe ejercer reserva especial con los mensajes que contienen órdenes y ordenan ciega obediencia, o los que tienden a exaltar la personalidad de quien los recibe. Los verdaderos maestros espirituales nunca usan esos métodos.

Aparte de la autenticidad y el valor de los mensajes, permitir tales actividades psíquicas ocasiona daño a la salud y perjudica el control emocional y mental. Existen otra clase de poderes superiores que son el resultado de un desarrollo y realización espiritual, los cuales son ejercidos concientemente y totalmente controlados por el alma.

3.- Las reacciones que nos ocuparán en esta sección se desarrollan y generalmente ocurren después de cierto tiempo de haber despertado.

Como dije, un despertar espiritual armónico se caracteriza por una sensación de gozo e iluminación mental que trae consigo la visión interna del significado y propósito de la vida. Desecha muchas dudas, ofrece la solución a muchos problemas y proporciona un sentido de seguridad interior. Al mismo tiempo se percibe que la Vida es Una y un gran aflujo de amor espiritual penetra en el individuo despierto hacia sus semejantes y a toda la creación. En realidad, no hay nada más refrescante y delicioso que la contemplación de un neófito revelando tal “estado de gracia”. La antigua personalidad, con sus aristas y características desagradables, pareciera haberse desvanecido y un nuevo amoroso y adorable individuo nos sonríe y también al mundo, lleno de anhelo por complacer, servir y de compartir sus riquezas espirituales recién adquiridas, pues le es casi imposible contener tanta abundancia. Tal estado de beatitud tiene diversa duración, pero está sujeto a pasar. El yo inferior sólo estaba temporalmente subyugado y aturdido, pero no muerto ni transformado. El flujo de luz y amor espiritual es rítmico, como todo lo demás en el universo y,después de cierto tiempo, disminuye o cesa, el reflujo sigue al flujo.

Esta es una experiencia muy dolorosa para el neófito y es apta, en algunos casos, para producir reacciones fuertes y ocasionar serios problemas. El yo inferior vuelve a despertar y se afirma con fuerza renovada. Todas las rocas y desechos que habían sido cubiertos y disimulados por la marea alta, surgen nuevamente.

El hombre, cuya conciencia moral se ha vuelto más refinada y exigente, cuya sed de perfección se ha vuelto más intensa, juzga a su personalidad con mayor severidad y se condena con renovada vehemencia, siendo propenso a alimentar la errónea creencia de haber caído más bajo que antes . Algunas veces sucede que las tendencias e impulsos inferiores, que yacían dormidos en el subconsciente, son vitalizados por la irrupción de la energía superior, o agitados en una fuerte oposición, por la consagración espiritual del alma que despierta, porque constituyen una amenaza y un reto para ella. (Esto corresponde a lo que H. Blavatsky describe en la Doctrina Secreta como “la fiebre del voto”, que afecta a muchos aspirantes).

En ocasiones la reacción llega tan lejos que, el individuo llega a negar la realidad y el valor de su reciente experiencia espiritual. Las dudas y la crítica penetran en su mente y es tentado a considerar toda la situación como una ilusión, fantasía o una embriaguez sentimental. Se vuelve amargado y sarcástico, se ridiculiza a sí mismo y a los demás y hasta llega a dar la espalda a sus ideales y aspiraciones espirituales. Pero, no importa cuán duro se trate, ya no regresa a su antiguo estado; “ ha contemplado la visión” y su belleza y atractivo permanece con él, a pesar de sus esfuerzos para suprimirlo. No puede aceptar la vida corriente de antes, o satisfacerse con ella. Una nostalgia divina lo asedia y no le deja en paz.

Algunas veces la reacción ofrece un carácter más patológico; los arranques de depresión, desespero y tentaciones de suicidio pueden constituir un verdadero problema . El tratamiento apropiado, en dicha crisis, consiste en impartir una comprensión clara de su naturaleza y explicarle que la única salida es superarla . Debemos aclararle al “paciente” que ese estado de gracia que experimentó, no puede durar para siempre y que la reacción era inevitable. Es como si hubiese realizado un enorme vuelo a las iluminadas cimas de las montañas y allí hubiera entendido su gloria y vastedad y la belleza del panorama que se extiende abajo pero, después del viaje, uno regresa al lugar de partida y se tiene que ascender, paso a paso, el empinado sendero que conduce a las alturas.

La realización de que este descenso o “caída” es un hecho natural, proporciona un gran alivio a la mente y anima al peregrino a asumir la ardua tarea que tiene frente a sí, en el sendero hacia la Realidad.

4.- Ahora nos ocuparemos de la fase en la cual el aspirante reconoce que las condiciones necesarias que se deben cumplir y el precio a pagar para el elevado logro de la unión con la Realidad Divina, son la transmutación y total regeneración de la personalidad.

Es un proceso largo y de muchas facetas, que incluye etapas de purificación activa, con el fin de remover los obstáculos para el flujo y actuación de las fuerzas espirituales; las etapas del desarrollo y la construcción de las facultades que moran dormidas o sin desarrollar y las fases en las cuales, el yo personal, tiene que permanecer quieto, dejando actuar al espíritu, soportando la presión y el dolor inevitable del proceso.

Es un período extraordinario, lleno de cambios o alteraciones entre la luz y la oscuridad, entre la alegría y el sufrimiento.

Las energías y la atención del aspirante, a menudo, están enfocadas en su tarea, que es poder arreglárselas con los problemas y actividades, para que la vida normal no sea perjudicada, que observada desde afuera y medida en términos de la eficiencia común, parece haberse deteriorado y estar menos capacitado que antes. Los juicios superficiales e injustos de los bien intencionados, pero no iluminados amigos y médicos, no le perdonan, y se constituye en el blanco de comentarios sarcásticos y espinosos, acerca de los resultados “maravillosos” de los ideales y aspiraciones espirituales, que lo hacen débil e ineficaz en la vida práctica. Dichos comentarios, a veces son muy dolorosos para el sensible aspirante. A veces llega a ser influido por ellos y se convierte en presa de la duda y el desaliento.

Este proceso llega a ser una de las pruebas del Sendero y una lección para transformar la susceptibilidad personal en estabilidad, independencia de juicio y desapego. Los aspirantes deberían aceptarlo alegremente y aprovecharlo como una oportunidad para adquirir fortaleza. Si, de otro lado, las personas que rodean al aspirante son iluminadas y comprenden, pueden ser de gran ayuda y protegerlo de la fricción y el sufrimiento innecesario.

En realidad, es un período de transición. Un paso de un antiguo estado, sin haber alcanzado el nuevo; una etapa intermedia en la cual, como adecuadamente lo ha expresado un maestro, “ uno está viendo doble ”. Esta condición es similar a la de la oruga que pasa por el proceso de transformación hacia la alada mariposa; el insecto ha de pasar por la etapa de crisálida, que es una condición de desintegración e impotencia. Pero el aspirante, generalmente, no tiene el privilegio del capullo protector, para pasar el proceso de transformación en soledad y paz. Particularmente y en la actualidad, ha de permanecer donde está y continuar desempeñando sus obligaciones familiares, profesionales y sociales, tan bien como le sea posible, como si nada estuviera ocurriendo. Su problema es similar al que se enfrentaron los expertos ingenieros encargados de reconstruir y ampliar una estación muy congestionada de Londres, sin interrumpir el tráfico ni por una hora.

No es de sorprender, entonces, que tal trabajo, difícil y complicado, pudiera producir ciertos problemas mentales y nerviosos, en forma de cansancio nervioso, insomnio, depresión emocional, aridez, agitación mental e inquietud. Estos a su vez, debido a la gran influencia que tiene la mente sobre el cuerpo emocional, fácilmente pueden producir los más variados síntomas y desórdenes físicos.

En el tratamiento de esos casos, se debe reconocer la verdadera causa y dirigirse a ella, porque todos los remedios externos y meramente físicos pueden ayudar a aliviar los síntomas, neutralizando los peores resultados pero, obviamente, no pueden curar radicalmente la condición.

Algunas veces el problema es ocasionado o agravado por un esfuerzo personal exagerado para forzar el desarrollo superior, produciendo represión en lugar de transformación de los elementos inferiores, con la indebida intensificación del conflicto y la tensión nerviosa y mental consecuente.

El aspirante debe comprender que el trabajo fundamental siempre es realizado por el alma y sus energías y que su principal tarea es atraer esas energías mediante la aspiración, meditación y correcta actitud, y luego permitirles realizar el trabajo de purificación y adaptación dentro de él. Él necesita captar el profundo significado del sabio mandato contenido en La Luz en el Sendero, Segunda Parte:

1.- Permanece a un lado cuando te aproximes a la batalla y, aunque luches, no seas el guerrero.

2.- Busca al Guerrero y déjalo batallar en ti.

3.- Toma sus órdenes y obedécelas.

4.- Obedécele, no como si fuera un general, sino como si fueras tú mismo y sus palabras fueran la declaración de tus deseos secretos; por que él eres tú mismo, pero más sabio y más fuerte que tú mismo. Búscale, más en la fiebre y la prisa de la batalla puedes pasar de largo; y él no te reconocerá a menos que tú le conozcas. Si tu clamor alcanza a su oído, entonces él peleará en ti, y llenará el profundo vacío interno. Y si esto ocurre, entonces puedes ir de principio a fin y batallar sereno y sin enfado, permaneciendo a un lado y dejándole batallar por ti. Luego será imposible que asestes un golpe erróneamente. Pero si no lo buscas, si pasas de lado, entonces no habrá salvación para ti. Tu cerebro vacilará, tu corazón dudará y en el polvo del campo de batalla, tu vista y tus sentidos fallarán y no distinguirás tus amigos de tus enemigos. Él eres tú mismo. Y aún así, eres finito y propenso a errar; él es eterno y está asegurado. Él es la eterna verdad. Una vez haya entrado en ti y llegue a ser tu Guerrero, nunca jamás te abandonará; y en el día de la gran paz llegará a ser uno contigo”.

Una dificultad diferente y, en cierto sentido, opuesta, confronta al aspirante durante los períodos en los cuales, el flujo de fuerza espiritual procedente del alma es fácil y abundante. Si no se controla sabiamente, se puede dispersar en febril excitación y actividad . O, por lo contrario, se puede tener en mucha expectativa y quedar inexpresado, de modo que se acumula y a través de su fuerte presión y alto voltaje puede dañar los cuerpos sutiles y el físico, así como una corriente muy fuerte puede producir un cortocircuito, quemando los fusibles y derritiendo los alambres.

La verdadera solución es utilizar las energías espirituales constructiva y armónicamente en el trabajo de la regeneración interna, por medio de la expresión creativa y el servicio fructífero, de acuerdo con las condiciones y oportunidades del individuo.

Pueden surgir otras dificultades a partir de las diferentes cualidades de las fuerzas que entran en juego. La cualidad de la energía del alma (técnicamente denominada el Rayo del Ego, puede ser diferente de aquel predominante en la personalidad). Frecuentemente esto produce un período de conflicto entre ambos y puede ocasionar diversas enfermedades nerviosas, hasta el momento en que se efectúa una adaptación.

5.- Cuando el proceso de transformación alcanza su clímax, su etapa decisiva, está marcado por un período de intenso sufrimiento y oscuridad, llamado por los místicos cristianos, “la noche oscura del alma”. La angustia mental y la gran depresión que le acompañan, tiene gran semejanza a los síntomas de la enfermedad mental que los siquiatras llaman “psicosis depresiva” o “melancolía”. Estos síntomas son, principalmente: un estado emocional de desesperación, un agudo sentido de inutilidad, una auto- desaprobación y auto-acusación sistemática, la impresión de estar cruzando el infierno llega a ser tan vívida que produce la ilusión de estar eternamente condenado, un agudo y doloroso sentido de impotencia intelectual, pérdida del poder de voluntad y autocontrol e incapacidad y disgusto para la acción.

Algunos de estos síntomas pueden aparecer en forma moderada durante las primeras etapas, pero no se deben confundir con la verdadera “noche oscura del alma”.

Como lo expresó Adela Curtis en su vívido estilo:

“ Sientes como si no fueras nada más que un hueco; un inmenso e insondable vacío de dolor, en el cual se hubiera vertido toda la creación y aún continuara vacío, clamando por Dios. Por supuesto, todos creemos que estamos en esta etapa mucho antes de que tengamos una verdadera visión de ella. Cualquier estado de insatisfacción se puede interpretar como fuera ella, como lo descubriremos cuando estemos en presencia de la cosa real y recordemos las innumerables imitaciones absurdas que nos engañaron, con el cuestionamiento: ¡cómo Dios podría descuidar una sed y un hambre como la nuestra!”

Esta extraña y terrible experiencia interna no es solamente un estado patológico; tiene una causa espiritual específica y un gran propósito espiritual. La causa ha sido explicada por Platón y por San Juan de la Cruz mediante la misma analogía.

Platon , en su famosa alegoría de la “caverna oscura”, contenida en el Séptimo Libro de su República, compara a los hombres no iluminados con los prisioneros en una caverna o cueva oscura, y dice:

“En un principio, cuando ninguno de ellos está liberado, es impulsado súbitamente a pararse, volver la cabeza y caminar hacia la luz, él sufrirá terribles dolores; el brillo le molestará y será incapaz de ver las realidades de la cuales, en su anterior estado, había percibido las sombras .”

San Juan de la Cruz utiliza palabras curiosamente similares. “El yo está en la oscuridad, porque está enceguecido por una Luz mayor que la que puede soportar. Entre más clara sea la luz, más enceguece los ojos del búho, y entre más fuertes los rayos del sol, más enceguece los órganos visuales; venciéndolos por razón de su debilidad y privándolos de su facultad de ver. De igual modo, la Luz Divina de la contemplación, al impactar sobre el alma aún no perfectamente iluminada, ocasiona oscuridad espiritual; no sólo porque sobrepasa su fuerza, sino por la enceguece y priva de sus percepciones naturales… Así como los ojos, debilitados y nublados por los humores, padecen dolor cuando la luz clara los impacta; así el alma, por razón de su impureza, sufre grandemente cuando la Luz Divina brilla sobre ella. Y cuando los rayos de esta luz pura brillan sobre el alma, para expulsar las impurezas, el alma se percibe tan poco limpia y tan miserable, que pareciera como si Dios Se hubiera puesto en su contra, y como si ella misma estuviera contra Dios. ¡Maravillosa y lastimosa visión! Tan grandes son las debilidades e impurezas del alma, que la mano de Dios, tan suave y gentil, se siente fuerte y opresiva, aunque no esté presionando ni asentándose sobre ella, sino sólo tocándola, y eso, también, de la manera más misericordiosa; porque Él toca al alma, no para castigarla, sino para recargarla con Sus gracias .”

Evelyn Underhill explicó muy claramente el propósito de la “noche oscura”:

“La función de este proceso, en el Sendero Místico, es curar al alma de la tendencia innata a buscar y reposar en los goces espirituales; confundir la Realidad con el gozo dado por la contemplación de la Realidad. Es en la consumación de ese ordenamiento de amores enfermizos, donde la translación de los valores, inició el Sendero del Purgatorio. El yo que asciende debe abandonar esas satisfacciones infantiles, hacer su amor totalmente desinteresado, fuerte y valiente y abandonar toda traza de glotonería espiritual. La suprema condición, para la participación del hombre en la Realidad, es un total abandono de los cánones personales, de esa búsqueda trivial y egoísta del éxito personal que pervierte el gran movimiento de la Luz Afluyente.

En la Iluminación, el alma, bañada por la Luz increada, identificó la Naturaleza Divina con la Luz Divina y la dulzura que disfrutó entonces. Su conciencia de lo trascendente se ha manifestado, principalmente, como un aumento de visión y goce personal. De esta manera, en ese estado de desprendimiento, “el Yo, el Mi, lo Mío”, aunque espiritualizados, aún permanecen intactos. La mortificación de los sentidos fue más que compensada por la rica y feliz vida que esta mortificación confirió al alma. Pero antes de que ocurra la unión real y permanente con el Absoluto; antes de que todo el yo aprenda a vivir en estos elevados niveles donde, estando totalmente entregado a la Infinita Voluntad, puede ser completamente transmutado en Dios y fusionado en la gran vida del Todo; esta vida separada, esta dependencia de los goces personales, deben ser desechadas…

Los diversos tormentos y desolaciones de la Noche Oscura constituyen esta última y drástica purgación del Espíritu; la eliminación de la separatividad, la aniquilación de la individualidad, aunque todo ese yo ahora reclame su derecho a ser el Amor de Dios.”

La “noche oscura del alma” en su última y más elevada etapa, corresponde a lo que ha sido denominado la “crucifixión mística”; la muerte y resurrección que realmente marca la desintegración de la personalidad, el “antiguo Adán” y el triunfo del alma, el “nuevo Cristo”.

Muchas dificultades serias que, a veces, llegan a ser enfermedades, se deben a una causa especial y tienen su origen fuera de la personalidad del sufriente. Esta causa es la “sustitución mística”, por medio de la cual un alma ardiente, amorosa y generosa, se atrae el sufrimiento interno y hasta los síntomas físicos de otra persona (transferencia). Esto puede sonar extraño y casi increíble en un principio, pero una investigación más cercana, mostrará que realmente es solo un ejemplo extremo de asumir, por medio de la simpatía, la condición de otra persona, que hemos experimentado muchos, algunas veces. La distinción importante es que en el caso de la “sustitución mística”, se puede lograr tanto en sentido personal como general. Los ejemplos de lo anterior no son raros en las vidas de los Místicos y Santos cristianos.

El caso más familiar probablemente es el de Santa Teresa de España , que dice en su autobiografía que asumió la intensa tentación de un sacerdote que, tan pronto como Santa Teresa comenzó a experimentar su tormento, inmediatamente quedó liberado de ella.

El caso más extremo y dramático es quizás el de Santa Lyduina de Schiedam, que logró atraerse una serie de graves enfermedades. Su historia extraordinaria ha sido gráficamente descrita por el novelista francés, Huysmans.

La “sustitución mística” general consiste en ofrecer compensación por medio del propio sufrimiento, por los sufrimientos y errores de la humanidad en general. Las órdenes religiosas más austeras y contemplativas, como los Trapenses y los Carmelitas, hacen esto regularmente.

Un experimento interesante de esta clase, hecho por un grupo de hombres profanos en colaboración con los Carmelitas de San Remo, ha sido relatado por Montague Summers en su artículo sobre la Sustitución Mística. Él describe los efectos así:

“Las experiencias síquicas de los místicos fueron muy notables. Entre otras cosas, todos sufrieron, durante el período de su oblación, de una intensa laxitud mental y aridez espiritual, lo cual era prueba segura de que la sustitución había sido aceptada y que aún continuaba. Es más, se puede notar que este estado psicológico empezó abruptamente en cada caso, después de haber realizado la oblación, incrementándose a cada hora la incomodidad interior y el dolor, sin tener alivio o una advertencia, hasta cuando la nube oscura se dispersaba repentinamente, y en un momento era seguida por la luz del sol de la paz interna y las consolaciones que eran más dulces que la desolación antecedente, por el contraste .”

En Oriente, esta actividad espiritual es realizada de manera diferente, pero con una abnegación, no menos incondicional y heroica. La encontramos expresada en el voto con el cual se consagra el mismo Bodhisatwa, o futuro Buda, a renunciar a la bendición del Nirvana y entrega todo Su Ser para el bien de la totalidad.

“Con el mérito de todos mis bienes, aspiro a aliviar los dolores de todas las criaturas, ser medicina, doctor, sirviente de todos aquellos que estén enfermos mientras exista la enfermedad, a ser yo mismo alimento y bebida durante la hambruna, a ser un tesoro inagotable para el pobre y el sirviente, quien los surta con todo lo que carecen. Renuncio, sin consideración a mí mismo, a la vida en todas sus reencarnaciones, todas mis pertenencias, todo el mérito logrado hasta ahora y en el futuro, para obtener la salvación de todas las criaturas… quiero ser protector de quienes no tienen a nadie, guía para los viajeros, para aquellos que desean alcanzar la otra orilla. Quiero ser un bote o un puente, una lámpara para quienes están en la oscuridad, un lecho para quienes quieran descansar, un armario para quienes necesiten uno… como los elementos: tierra, agua, aire y fuego están en cada forma al servicio de las innumerables criaturas que pueblan la vastedad del mundo, que así pueda Yo, en cada forma y en todo el mundo, contribuir a la vida de todo cuanto existe hasta que todas las criaturas hayan sido liberadas .”

Esto es lo que hacen los Grandes Seres que en Oriente son llamados Mahatmas, que renuncian a la gloria para aliviar, compartiendo, los dolores y sufrimientos de la humanidad.

“¡Ay de mí! Cuando una vez hayas llegado a ser como la nieve pura del valle de las montañas, frío e inerte al contacto, tibio y protector de la semilla que duerme en la profundidad de su seno, es ahora cuando la nieve que debe recibir la quemante helada, las ráfagas del norte, protegiendo así de su cruel y cortante diente a la tierra que contiene la cosecha prometida, la cosecha que alimentará a los hambrientos.

Recluido para vivir a través de los futuros Palpas, ignorado y sin la gratitud de los hombres, encajado como una piedra dentro de otras piedras incontables que forman el Muro de Protección -(se refiere a la enseñanza de que los esfuerzos acumulados de muchas generaciones de yoghis, santos, adeptos y especialmente de los nirmanakayas, han creado, por así decir, un muro de protección alrededor de la humanidad, que protege a la humanidad de males aún mayores)-, tal es tu futuro si pasas la séptima puerta. Construida con las manos de muchos Maestros de Compasión, elevado consus torturas, encementado con su sangre, protege a la humanidad, desde que el hombre es hombre, protegiéndolo de posterior y una miseria y dolor mucho mayor .”

Con las fuertes demandas, los sacrificios heroicos de la “sustitución mística” y el sufrimiento que involucra, puede desalentar a muchos aspirantes. Quiero aclarar que “la sustitución mística” es una vocación especial, un método particular de servicio, para ser utilizado sólo por aquellos que se sientan impulsados a ello y que sientan que tienen la suficiente entereza y resistencia para soportar sus pruebas. No todos los aspirantes tienen que utilizar este método, hay otras formas de servicio, menos extenuantes y exigentes, que son igual de útiles y necesarias para la elevación general de la humanidad. Le recomendaría, a quienes sientan el generoso impulso hacia la “sustitución mística”, que procedan con ella muy cuidadosa y gradualmente y probar muchas veces su fortaleza y el poder de resistir, para aguantar las reacciones intensas y casi insoportables.

El mismo Libro de los Preceptos de Oro que contiene las sublimes palabras que acabamos de citar, nos advierten muy sabiamente:

“Si no puedes ser el sol, entonces sé el humilde planeta. Siempre, si eres privado de brillar como el sol del medio día sobre los montes cubiertos de nieve y de pureza eterna, entonces elige, ¡Oh!, neófito, un curso más humilde.

 Señala el camino, aunque tenuemente, y perdido entre la hueste, como lo hace la estrella de la noche, a aquellos que huellan el camino en la oscuridad… Proporciona luz y consuelo a los peregrinos fatigados, y busca a quienes saben menos que tú; a quienes en su desolación lastimosa, se sienten privados del pan que alimenta la sombra, sin un Maestro, esperanza o consuelo, permíteles escuchar la Ley.”

El tema que elegí me ha obligado a tratar, casi exclusivamente, el lado más oscuro y doloroso del desarrollo espiritual, pero por ningún medio deseo dar énfasis indebido a su aspecto patológico, ni dar la impresión de que quienes están en el sendero de la realización espiritual, son más propensos a ser afectados por los problemas nerviosos que las personas comunes.

Por lo tanto, deseo establecer muy claramente los siguientes puntos:

1.- En muchos casos, el desarrollo espiritual es logrado de manera gradual y mucho más armónica que lo que he descrito anteriormente, y por lo tanto, las dificultades internas y las diversas etapas son superadas sin ocasionar reacción física severa o producir síntomas definidos.

2.- Los problemas nerviosos y mentales de la persona promedio, a menudo son más serios e intensos y más difícil para ellos aguantar y para los doctores curar, que los de los aspirantes. Ellos son ocasionados mayormente por los violentos conflictos entre sus bajas pasiones, o impulsos subconscientes y la personalidad conciente; o por la rebelión contra las condiciones y personas, debido a sus deseos egoístas.

Encontramos que algunos de ellos corresponden a la interpretación de Freud (que de ninguna manera es válida para todos); otros a la fórmula de Adler, etc. A menudo es difícil curarlos  satisfactoriamente, porque su lado superior todavía no ha despertado y hay poco a lo cual recurrir para inducirlos a realizar los sacrificios necesarios o someterlos a la necesaria disciplina para producir el requerido ajuste.

3.- Los problemas nerviosos y mentales del aspirante, no importa cuán serios puedan parecer, son reacciones temporales , sub-productos, por así decir, de un proceso orgánico de crecimiento interno y regeneración. Por eso, a menudo desaparecen espontáneamente cuando termina la crisis que los ha originado, o ceden más fácilmente al tratamiento adecuado.

4.- Los sufrimientos del místico, ocasionados por las oscilaciones descendentes, en el flujo de la marea espiritual, son bien compensados, no sólo por períodos de elevación interna, sino también por el recuerdo del gran Propósito y Meta de la búsqueda.

Esta visión de la gloria es una inspiración poderosa, un consuelo infalible y una fuente constante de fortaleza y valor. Por lo tanto, deberíamos afirmar este punto especial, recordando esa visión, tan vívida y frecuentemente como nos sea posible y uno de los mayores servicios que podemos prestar a nuestros compañeros de camino es ayudarles a hacer lo mismo.

Podemos visualizar la gloria y la beatitud del logro individual e imaginarnos el esplendor del hombre espiritual, del alma liberada, el conquistador de los tres mundos del esfuerzo humano, participando concientemente del conocimiento, el poder y la beatitud de la Vida una. Podemos contemplarlo en un sentido más amplio como la gloria del Reino de Dios cumplida en la tierra; la visión de la humanidad redimida, de toda la creación regenerada y regocijándose en la manifestación de las perfecciones de Dios.

Visiones como estas son las que han capacitado a los grandes místicos y santos a soportar sonrientes las torturas internas o el martirio físico y lo que hizo exclamar a San Francisco: “ tan grande es el bien que espero, que cada dolor es un gozo para mí ”.

Considerando ahora la cuestión más estrictamente, desde el punto de vista médico y psicológico , deberíamos comprender que, mientras los problemas que acompaña a las diversas etapas del desarrollo espiritual son en su apariencia externa muy similares y, algunas veces, idénticos a los que afectan a los pacientes comunes, sus causas e importancia son muy diferentes ; de hecho, en cierto sentido, son opuestos, y diferente el tratamiento correspondiente.

Los síntomas nerviosos del paciente común , generalmente tienen un carácter regresivo. El paciente logra hacer una de las adaptaciones internas y externas que hace parte del desarrollo normal de la personalidad. Puede que tenga éxito liberándose de un apego emocional a los padres, que persiste, más tarde en la vida, como dependencia infantil sobre ellos u otros individuos, que se vuelven un sustituto.

Algunas veces es la resistencia a suplir las necesidades de la familia común y la vida social, o la incapacidad de arreglárselas con las dificultades, lo que los hace buscar refugio inconcientemente en una enfermedad e invalidez nerviosa.

En otros casos, se debe a un choque emocional de alguna clase; a una desilusión o duelo que no pueden o no desean aceptar, a lo cual reaccionan con un colapso nervioso y síntomas mentales. En todos estos casos encontramos, como característica común, un conflicto entre la personalidad conciente y ciertas partes de sus elementos inferiores e subconscientes, con la victoria final de estos últimos.

Las dificultades producidas por la tensión y el conflicto del desarrollo espiritual tienen, por el contrario, un carácter progresivo específico . La descripción que hemos dado de ellos, indican claramente que son el resultado de conflictos y desajustes temporales entre la personalidad y las energías superiores que fluyen desde el alma. Es obvio que el tratamiento apropiado para las dos categorías debe ser diferente.

En la primera categoría, el problema terapéutico consiste en ayudar al paciente a alcanzar el estado normal de la persona común; eliminando las represiones e inhibiciones, los temores y apegos; ayudándoles a pasar del egocentrismo, del turbio estado de ensoñación y del punto de vista y evaluación distorsionada emocionalmente, hasta una consideración objetiva, sana y racional de la vida normal; un reconocimiento de sus deberes y una correcta apreciación de los demás individuos. Los elementos concientes y subconscientes contrastantes, parcialmente no desarrollados y no coordinados, han de ser armonizados e integrados en una psicosíntesis personal.

 La tarea terapéutica de la segunda categoría, en cambio, es llegar a un ajuste armónico, mediante la asimilación apropiada y una integración de las energías superiores afluyentes con los elementos normales pre-existentes ; esto es, de lograr un alineamiento entre el alma y la personalidad, una psicosíntesis espiritual alrededor de un centro superior.

De esto se deduce que el tratamiento apropiado para el primer grupo no sólo es inapropiado sino, a menudo, definitivamente dañino para el paciente del segundo grupo. Su parte es doblemente difícil si cae en las manos de un doctor que no entienda y aprecie la naturaleza espiritual del hombre, que ignore o niegue la posibilidad del desarrollo espiritual. (Esto aplica no solo al médico materialista, sino a los seguidores de algunas escuelas modernas muy difundidas de psicoterapia, como la de Freud). El médico ridiculizará las aspiraciones espirituales inciertas del paciente como si fueran meras fantasías, o puede interpretarlas de manera inferior y burda. De esta manera el paciente es persuadido de que hace bien endureciendo la coraza de su personalidad, cerrándola contra el insistente llamado del alma. Por supuesto, esto solo puede agravar la condición, intensificar el conflicto y retardar la solución correcta.

Por otro lado, un doctor que esté en el sendero espiritual o que, al menos, tenga claro entendimiento y actitud de simpatía hacia los logros y realidades espirituales, puede ser de gran ayuda para el paciente. Si, como a menudo es el caso, éste está en la etapa de insatisfacción, inquietud, si ha perdido su interés por la vida, si la existencia cotidiana ha perdido su atractivo y aún no vislumbra la realidad superior, si busca alivio en la dirección errónea, vagando de aquí para allá por avenidas ciegas, entonces la revelación de la verdadera causa de su problema y la indicación de la bella solución que espera, puede obrar milagros en producir el despertar interno, que en sí mismo constituye la curación. Este es uno de los resultados más gratificantes y felices para el doctor y el paciente.

Cuando el aspirante está en la segunda etapa, la del feliz baño en la luz espiritual y los gozosos vuelos hacia los niveles superiores de conciencia, se puede brindar gran asistencia explicándole la verdadera función y la naturaleza de este estado y advirtiéndole, con delicadeza, que necesariamente es una etapa temporal; describiéndole las vicisitudes de la búsqueda . Así, quedará preparado para el momento en que suceda la reacción y se puede evitar mucho sufrimiento debido a lo inesperado de la caída y a las dudas y desalientos consecuentes.

Cuando no se ha dado dicha advertencia y el paciente es tratado durante la reacción, se le puede explicar su naturaleza temporal y brindar mucho alivio y aliento, mostrándole ejemplos de personas que estuvieron en situación similar y salieron de ella.

En la cuarta etapa de los “incidentes del ascenso”, que es el más largo y complicado de todos, el trabajo del asistente es más complejo. Algunos de los puntos más importantes de este trabajo son:

  1. Iluminar al paciente sobre lo que está sucediendo y mostrarle la correcta actitud ante ello.

  2. Enseñarle a controlar , las tendencias inferiores que surjan del subconsciente.

  3. Iniciarlo en la técnica de la transmutación de las energías psicológicas.

  4. Ayudarle a utilizar apropiadamente las energías espirituales que afluyen desde el alma.

  5. Guiarlo y cooperar con él en el trabajo general de reconstrucción de su personalidad , de la psicosíntesis espiritual.

En la quinta etapa, “la noche oscura del alma”, es más difícil brindar cualquier asistencia por la misma naturaleza que envuelve al individuo en un manto de oscuridad y dolor que lo cierra a toda ayuda efectiva. Cuando se trata con este caso, la única manera de brindar ayuda es asegurarle incesantemente que ese estado es transitorio y que de ninguna forma puede ser permanente y sin esperanza, como el paciente tiende a creer. Asegurarle, con firme convicción, el inmenso y especial valor de la crisis, y que merece la pena soportarla, no importa cuán terrible sea; inducirlo a soportarla y aceptarla en su interior con calmada resignación y paciencia. Esta ayuda puede ser más efectiva, dándole con detalles, ejemplos y descripciones de otros que han atravesado esas experiencias, como Santa Teresa, Suso y el profundo análisis hecho por San Juan de la Cruz.

En todo este trabajo, el tratamiento psicológico y espiritual no excluye el tratamiento físico apropiado, que debe ser complementario, pero no puedo ahora entrar en esa parte del tema, excepto para indicar que debería consistir especialmente en prescribir una dieta apropiada, correcta cantidad y clase de descanso, relajación y contacto con la naturaleza y los medios médicos que puedan aliviar los dolores y fortalecer la resistencia nerviosa.

En algunos casos, el tratamiento es complicado por el hecho de que existe una mezcla de síntomas regresivos y progresivos. Estos son los casos de evolución interna irregular. Dichas personas pueden alcanzar un nivel espiritual con una parte de su personalidad y, aún así, quedar inválidas por otro lado, debido a ciertas fijaciones infantiles o por estar bajo el hechizo de un complejo subconsciente. Hasta se podría decir que, un análisis más exhaustivo muestra que la mayoría de quienes están hollando el sendero espiritual, muestran remanentes de este tipo. Esto no contradice nuestra aseveración anterior de que, en la mayoría de casos, se encuentra frecuentemente, una causa regresiva o progresiva que determina la condición. Sin embargo, se debe tener presente la posibilidad de cierta mezcla de las dos tendencias y hacer un examen e interpretación muy cuidadosa de cada síntoma, para acertar con la verdadera causa y el correcto tratamiento.

Por todo lo anteriormente dicho, es evidente que para tratar los problemas nerviosos y mentales que acompañan el desarrollo espiritual, se requiere tanto de entrenamiento como aptitud, es decir la capacidad del especialista nervioso y el psicólogo, como la del estudiante serio, o aún mejor, del viajero experimentado en el sendero espiritual . Este doble entrenamiento, en el presente, se combina raramente y, por esto, considerando el creciente número de individuos que requieren dicho tratamiento, se está volviendo urgente que muchos de los que desean servir a la humanidad remediando sus grandes necesidades, deban ser inducidos a calificar para esta tarea.

El trabajo debería ser facilitado, también formando a un cuerpo de enfermeros y asistentes entrenados, que pudieran colaborar inteligentemente, con estos servidores, en algunos detalles del tratamiento.

Sería de considerable beneficio también, que la parte más inteligente del público sea mejor informada de los hechos generales que se relacionan con este tema, para hacer más fácil la tarea del paciente y del doctor, en lugar de obstruir y volver el proceso aún más complicado por la ignorancia, el prejuicio y hasta la oposición activa, como generalmente ha sido el caso hasta ahora. Esto se refiere particularmente a la familia y parientes del paciente.

Cuando este triple trabajo de iluminación haya sido logrado entre los doctores, enfermeros y el público, se evitará una gran cantidad de sufrimiento y demoras innecesarias y muchos fervientes peregrinos alcanzarán más fácil y rápidamente la elevada meta de su esfuerzo: la unión con la Realidad Divina.

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INTRODUCCIÓN

Ver con ojos nuevos para redescubrir fuera lo que vamos descubriendo dentro, lleva a concienciarnos de que «nada nuevo hay bajo el sol». Los mismos pasos que hoy damos, otros los dieron antes. Por eso resulta alentador encontrar las huellas de nuestros predecesores en las sendas del espíritu por doquier.

Una de estas fuentes saturada de «rastros» de los buscadores espirituales del pasado que dejaron como señales indicadoras en el camino a sus hermanos de otras edades, procede de los textos y enseñanzas de la India milenaria. Entre ellos ocupan lugar destacadísimo los UPANISHADS.

En el siguiente artículo se hace una incursión en el mensaje imperecedero de esta fuente de sabiduría que nos legó la cultura hindú y que está más allá del tiempo y del espacio, en la que podemos adentrarnos si somos capaces de sortear las trampas del lenguaje y leer con los ojos del espíritu. Y como regalo adicional, reproducimos uno de estos textos, el Adhyatma Upanishad.

Upanishad 02

LOS UPANISHADS: EL PROFUNDO MENSAJE ESPIRITUAL DE LA INDIA MILENARIA

Los Upanishads son supremas visiones espirituales expresadas verbalmente entre los siglos ocho y cuarto antes de nuestra era en la antigua India.

A los primeros Upanishads se agregaron otros que se fueron componiendo hasta el siglo quince, ampliando o explicando las visiones primeras eternas. Su número aumentó hasta el punto que se han podido imprimir en sánscrito hasta ciento doce Upanishads. La colección completa casi iguala a la de los textos de la Biblia.

Los dos Upanishads más extensos son el Chandogya y el Brihadarangaka, de unas cien páginas cada uno. Son, tal vez, los más antiguos. El más breve es el Isa Upanishad que sólo tiene dieciocho versículos. No es uno de los más antiguos, tal vez del tiempo del BHAGAVAD GITA – unos cuatrocientos años antes de J. C. -, pero debido a su cósmica grandeza suele encabezar las colecciones de Upanishads en sánscrito en la India.

La palabra Upanishad se relaciona con la raíz sánscrita SAD, estar sentado. Podemos imaginar a los discípulos sentados a los pies del Maestro escuchando el sublime Upanishad.

El espíritu de los Upanishads lo encontramos en las Palabras del Evangelio “El reino de Dios es en vosotros”; y en los versos de místicos de diversas culturas y tradiciones religiosas, como San Juan de la Cruz, Nisargadatta, o Ibn Arabi en “Viaje al Señor del Poder”, entre otros.

Anteriores a los primeros Upanishads tenemos en la India la creación de los Vedas, visiones poéticas y espirituales en las que la imaginación humana ve primero a los dioses y los expresa en creación poética, y después va avanzando hacia unidades más intensamente poéticas y espirituales hasta llegar al Brahmán único de los Upanishads, unidad suprema. Así como San Francisco de Asís dirige en canto sublime al Dios de la naturaleza y habla del “hermano sol, hermano viento, hermana agua y hermano fuego”, los ve todos expresando la gloria de un Dios del universo y, por tanto, Dios del sol del viento, del agua y del fuego, en los Vedas hay la visión de un dios del sol, un dios del viento, un dios del agua y un dios del fuego, y la gloriosa poesía de estos y otros dioses.

En los Upanishads la visión espiritual y poética va desde una diversidad hacia una unidad y de los dioses a Brahmán, el Dios de todos los dioses, suprema unidad del Universo que reúne y supera su inmensa variedad. Los creadores de los Upanishads fueron pensadores y poetas, y el poeta bien sabe que si la poesía nos aleja de lo que se llama realidad es sólo para elevarnos hacia una Realidad más alta donde, lejos de las limitaciones de un estar, encontramos la infinita alegría de un Ser. Estas creaciones están tan por encima de la curiosidad arqueológica de algunos eruditos como lo está la luz del sol por encima de sus definiciones. Necesitamos de la erudición para ir a buscar los frutos de sabiduría de los tiempos antiguos; pero es sólo una elevación espiritual que nos permite gozar de esos frutos y transformarlos en vida.

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El Brahmán del universo, el Dios trascendente de tiempo y de espacio, pero inmanente en el tiempo y en el espacio es, según los Upanishads, el mismo Ser nuestro y el Ser de todas las cosas. El Brahmán trascendente cuando es inmanente en nosotros, se llama Atman. Son dos nombres para un mismo Ser: el Infinito se llama Brahmán, y el Infinito manifestado en lo finito y limitado se llama entonces Atman. En su eterna clarividencia los maestros supremos vieron un Infinito de unidad trascendente y al mismo tiempo un Infinito de variedad inmanente. Es el Dios expresado como el “todo en el todo” de poetas, místicos y videntes, y después explicado – a veces complicado – en teologías que son a la experiencia de algo eterno, lo que la gramática es a la poesía: un estudio y análisis intelectual, y no experiencia vital, Realidad de vida, una abstracción de pensamiento como son los números, ideas indispensables para cálculos, pero no cosas que podamos tocar con las manos exteriormente, aunque mucho menos impalpables ilusiones. Como nos dice y sugiere el Kena Upanishad, Brahmán o Atman, no es algo que se pueda ver, oír, gustar o tocar con los sentidos, no es algo que se pueda comprender, imaginar, o concebir con el pensamiento. Está más allá, de los sentidos y de todo pensamiento. Es un Amor hacia un más allá. Un Amor a quien se va por el camino del amor, y cuanto más puro y más intenso es el amor tanto más se ve y comprende y se siente y se vive el Amor infinito, que es la causa de nuestro finito amor. Brahmán no se puede pensar con la mente, es “aquello que hace posible que la mente pueda pensar”.

Uno de los mensajes de los Upanishads, explicado después en el Bhagavad Gita, es que sólo amando se comprende el amor y no mediante explicaciones o definiciones: amar y saber son, al principio, divergentes, como los lados de un ángulo, pero a medida que se va subiendo por los dos lados, el saber comprende más al amor hasta que al fin son uno. El amor puro transforma el estar en un ser, y en tal sublime transformación, algo finito y temporal se ha convertido en algo infinito y eterno, lo mortal se ha convertido en algo inmortal. Es como el salir a la luz de dentro una cueva oscura, un despertar después de dormir, un momento de Eternidad y alegría suprema por encima de la ilusión de placeres que Pasan y dolores que Perduran, un ser consciente más allá de un estar inconsciente, un momento de vida tan intensa, tan absoluta, que permite una fe basada en experiencia, y no una creencia procedente de palabras y libros

En el saber estudiamos la variedad de las cosas, las definimos y comprendemos, y así las dominamos: es la ciencia. Pero en el amor puro contemplamos las cosas sin deseo de posesión, sólo por el gozo de la contemplación: es la poesía. En el saber nos separamos de las cosas, hay un yo nuestro que estudia y la cosa estudiada; pero en el amor nos unimos con las cosas y en la alegría de la contemplación desaparece el sentido de posesión, de egoísmo y de destrucción. Un grandioso árbol milenario puede ser objeto de contemplación en silencio para el poeta, de estudio y gran actividad cerebral para el científico, un objeto de mero lucro para un comerciante que, sin consideración a la grandeza sublime del árbol milenario, está dispuesto a comprarlo, venderlo y hasta quemarlo.

¡Cuando pensamos y analizamos, vemos las cosas en su variedad, pero cuando amamos las vemos en su unidad. El saber amplía la vida tanto hacia el bien como hacia el mal, pero el amor puro la eleva siempre hacia el bien. Por eso es que el Katha Upanishad dice: “Quien ve la variedad y no la unidad muere una y otra vez”. El Mandukya Upanishad menciona un cuarto estado de conciencia: Ser puro, OM, Airnan, Dios. En el Chandogya Upanishad, encontramos una visión poética de la misma idea: hay en nuestro corazón un diminuto espacio y, sin embargo, en él moran el sol, la luna y las estrellas, existe todo el universo, “porque todo el universo es en Él, y Él es en nuestro corazón”. Esta idea sublime, tal vez la más sublime que ha concebido el hombre sobre la tierra, puede ser objeto de concentración, meditación, contemplación y unión: es la idea central de los Upanishads. La concentración es una forma intensa de atención. El pajarillo que busca un árbol para construir su nido, empieza por la atención y concentración. Después parece que considera, instintivamente, el lugar más seguro y protegido del árbol: es una meditación, superada cuando el hombre de ciencia considera el mismo árbol. En estas dos actividades intelectuales, o instintivas, hay un movimiento mental o cerebral. El poeta o el pintor contemplan el árbol, aunque antes hayan dedicado su atención a su pensar. Contemplación es silencio interior. Los movimientos cerebrales – tal vez electrónicos -, mentales, olas del mar de la mente, se van calmando, los ruidos o sonidos exteriores o interiores desaparecen y un silencio, más o menos intenso, parece que permite la luz del alma iluminar el objeto de la contemplación. Nos acercamos a lo infinito y a lo eterno.

En un relampagueo de luz eterna, el Poeta o el pintor ven el árbol en contemplación. Es la visión. Después viene la creación, el dominio y la técnica de un idioma, o el dominio técnico del pintor, formando la base, el principio necesario para la expresión poética o artística. En la unión, el conocedor y la cosa conocida son uno en un momento eterno. El poeta o el pintor por un momento no ven el árbol, son el árbol, y su intensidad de ser depende de su intensidad de amor; y de su intensidad de visión depende la grandeza de su creación. La visión pura es una realidad suprema; Pero, desgraciadamente, al lado de la fe creadora hay el fanatismo destructor, al lado de la visión que eleva, hay la ilusión que transforma sublimes verdades y visiones espirituales, en bajas ilusiones. Toda visión real está por encima de la razón humana, pero la razón la admite y defiende. En cambio, cuando la visión es ilusión, está por debajo de la razón, aunque pueden cubrirla nubes negras tan oscuras que hacen difícil, sino imposible, que la luz del alma pura y de la razón clara pueda disiparlas.

Los videntes de los Upanishads no crearon una religión. Su visión suprema es tan elevada que está por encima de religiones, de humanismos que quieren substituirla, o de actitudes científicas que quieren ignorarla, e infinitamente por encima de fanatismos, ilusiones e indiferencias humanas. Su visión está también por encima de ceremonias religiosas, teologías o filosofías, y presupone una visión creadora de la mente del hombre de donde Proviene todo lo espiritualmente puro, bueno y bello, y por tanto, verdadero, que haya o pueda haber en religiones, teologías y filosofías. Si la ciencia es una, la verdad espiritual tiene, a lo menos, que ser una. Afortunadamente el hombre moderno aspira a esta unidad y la indiferencia o repugnancia humanas contra toda forma de fanatismo, intolerancia o superstición son, tal vez, expresiones inconscientes de los anhelos de bondad, verdad y belleza: anhelos de amor infinito que residen en el fondo de todo corazón humano, reflejando, como en un espejo, la luz de un Sol de Amor. El espejo del alma, que por naturaleza es puro, limpio y clarísimo, puede, sin embargo, encontrarse cubierto de nubes más o menos oscuras, resultado de pasadas o presentes desarmonías egocéntricas. Y las nubes impiden un claro reflejo de la luz pura e impiden que el alma sienta el Ser Puro, la visión Pura y la Pura alegría que son el Brahmán de los Upanishads, el Dios de las religiones, el humanismo puro o razón pura entrevistos entre las confusiones y ofuscaciones humanas. Por eso la plegaria pura de los Upanishads es un anhelo de luz pura, cuando suplica que de las apariencias de la vida, de su noche oscura y de su muerte final, el Atman supremo nos conduzca a algo que es Realidad, Luz e Inmortalidad.

En dos versos sánscritos muy posteriores a los tiempos primeros de los Upanishads, escuchamos la Plegaria que dice: “Que el hombre malo sea bueno y que el hombre bueno tenga paz. Que en la paz se libere sin lazos y que el hombre libre dé libertad a otros”. Uno de los problemas educativos más importantes es el inducir a los que poseen más inteligencia, energía, constancia y otras virtudes, a que las empleen en buena voluntad para ayudar a los otros que no las poseen en tan alto grado y no para fines egoístas, para dominar más o menos a los otros: el camino del hombre sobre la tierra va de lo finito a un Infinito donde no hay más ni menos, pues hay un Todo en el todo.

upanishad

Aunque el Brahmán de los Upanishads no puede expresarse en palabras, nos dejaron tres palabras que sugieren su más allá: SAT (Ser puro), CIT (Conciencia pura), ANANDA (Alegría pura). Según los Upanishads, el espacio y el tiempo son emanaciones de Brahmán cuyo ser es un más allá del espacio y del tiempo. ¿Por qué? Por la alegría de creación. ¿Por qué hay el mal? Por la alegría de superarlo con el bien. ¿Por qué hay la oscuridad? Para que la luz pueda brillar más intensa. ¿Por qué hay el dolor? Para hacer posible la alegría de superarlo, la alegría del sacrificio por amor. ¿Por qué la creación e infinita evolución del universo? Porque en el fondo todo es amor, y amor puro es pura alegría.

Entre los libros sagrados de la humanidad, los Upanishads bien pueden llamarse Himalayas del Alma. Sus apasionadas aventuras para descubrir y encontrar el sol de un Espíritu en nosotros, de quien tenemos la luz de nuestra conciencia y el fuego de nuestra vida; la grandeza de sus preguntas y la sublime sencillez de sus respuestas; su irradiante alegría cuando sienten la revelación de lo Supremo en su alma y uno de sus poetas puede exclamar: “La luz del sol es la luz que es mía”; sus paradojas y contradicciones donde encontramos una verdad vital; sus sencillas narraciones donde con ejemplos concretos se explican las más altas verdades metafísicas con palabras claras como las de un niño; los resplandores de su visión que revelan la grandeza infinita de nuestro mundo interior; su gran variedad, pero dentro de una absoluta unidad en su sublime concepción de Brahmán; su fe ardiente y elevadora en el alma humana que es una con el Alma (el universo; su tolerancia de los Vedas, pero su interpretación espiritual y, por lo tanto, simbólica, de todo ritual exterior, indicando así el verdadero camino de elevación espiritual a todos los hombres del porvenir; sus semillas de grandes ideas psicológicas y filosóficas; las vastas armonías que resuenan en sus palabras, su buen sentido y sabiduría espiritual que pueden satisfacer a diferentes temperamentos en su buscar el camino de la luz; sus imágenes y semejanzas de una gran sencillez que encontramos repetidas por santos y poetas que nunca conocieron los Upanishads, y así nos confirman la unidad de toda vida o visión espiritual; el esplendor de su Imaginación romántica que convierte a su creadores en hermanos de espíritu con los creadores de belleza de todos los tiempos y que nos enseñan cómo podemos convertir nuestra vida en una obra de belleza; todo ello es como una armonía de trompetas resonando una gloria de luz y de amor que, más allá de dudas y de la muerte, proclama la victoria de nuestra vida inmortal.

♠ ♠ ♠ ♠ ♠ ♠

NOTA: Casi todo el anterior texto está extractado del libro “Upanishads, the Holy Spirit of Vedas”, que incluye la traducción de once de los más clásicos Upanishads, en selección realizada por Adi Shankaracharya, más unas breves aportaciones personales, particularmente en el 5º párrafo.

 

Rishi-veda

ADHYATMA UPANISHAD

INVOCACIÓN

AUM, ¡Que el Sol nos dé su bendición! ¡Que Varuna, Dios del agua, nos dé su bendición! ¡Que Aryama, Indra, Brihaspati y Vishnu, nos den su bendición!

Mis respetos a Brahma, la Realidad Absoluta.¡Oh Vayu, dios del aire, te presento mis respetos especialmente a ti porque tú eres Brahma manifestado! Debería llamarte solamente «el Brahma manifiesto»; debería llamarte también satyam -la Verdad-; debería llamarte también rit– la ley.

¡Que ellos me protejan!

¡Que protejan al que habla!

¡Que me protejan a mí!

¡Que protejan al que habla!

AUM Paz, paz, paz

***

En la cavidad del corazón, situado dentro del cuerpo, vive un no-nacido eterno.

La tierra es su cuerpo; mora dentro de la tierra pero la tierra no le conoce.

El agua es su cuerpo; mora dentro del agua pero el agua no le conoce.

La luz es su cuerpo; mora dentro de la luz pero la luz no le conoce.

El aire es su cuerpo; mora dentro del aire pero el aire no le conoce.

El cielo es su cuerpo; mora dentro del cielo pero el cielo no le conoce.

La mente es su cuerpo; mora dentro de la mente pero la mente no le conoce.

El intelecto es su cuerpo; mora dentro del intelecto pero el intelecto no le conoce.

El ego es su cuerpo; mora dentro del ego pero el ego no le conoce.

La mente que razona es su cuerpo; mora dentro de la mente que razona pero la mente que razona no le conoce.

Lo inmanifestado es su cuerpo; mora dentro de lo inmanifestado pero lo inmanifestado no le conoce.

Lo indestructible es su cuerpo; mora dentro de lo indestructible pero lo indestructible no le conoce.

La muerte es su cuerpo; mora dentro de la muerte pero la muerte no le conoce.

Es el yo más interior de todos esos elementos, no tiene pecados, y es el único y divino Dios Narayana, el sustentador de todos los seres humanos.

El cuerpo, los sentidos… etc…, carecen de alma y la sensación de ser yo su poseedor respecto a ellos, es adhyas -ilusión. Por eso, una persona inteligente debería desembarazarse de dicha ilusión mediante su fidelidad a Brahma, la Realidad Absoluta.

Conociéndose a sí mismo como sakshi pratyagatma, -la interior alma presenciadora del propio intelecto y de todas sus manifestaciones- y asumiendo el ánimo de que «Yo soy Eso», deja de reclamar -como «mío»- la posesión de todas las cosas.

Habiendo dejado de seguir la sociedad, deja de seguir también al cuerpo. Habiendo dejado de seguir las escrituras, abandona también la ilusión del alma.

Arraigándose en su propia alma y utilizando diversas técnicas, mediante el escuchar y la propia experiencia, el yogui llega a conocerse a sí mismo como el alma de todo y su mente es aniquilada.

Sin conceder ninguna oportunidad al sueño, ni a las charlas sociales, ni a los objetos de los sentidos -sonidos, formas, sabores, olores, o sensaciones táctiles-, y sin olvidarse nunca del alma, contempla el alma en tu interior.

Este cuerpo está constituido por las excreciones de tu padre y de tu madre y se encuentra repleto de secreciones y carne. Por eso, alejándote de él como de un chandal -el intocable más bajo- y convirtiéndote en Brahma -la Absoluta Realidad- siéntete realizado. ¡Oh buscador de la Verdad! Al conocer la unidad del alma con el alma suprema, análogamente a la unidad del ghatakash -el cielo dentro de un bote- y del mahakash -el cielo sin un bote-, sin dividirte, permanece siempre en paz.

Convirtiéndote en el auto-iluminado, auto-generado, sustentador de todas las cosas y del alma humana, Brahman, la Absoluta Realidad, deshazte de tu sensación corporal y también de la sensación del cuerpo universal como si fueran contenedores de excreta. Convirtiendo el sentido de ego que ha controlado el cuerpo, en el Yo eternamente consciente y dichoso, abandona el cuerpo burdo y sé tan sólo tu solitaria alma inmortal.

¡Oh, inocente! De la misma manera que un ciudadano puede verse reflejado en un espejo, Yo soy Brahma, la Absoluta Realidad, en la cual se ve el reflejo de este mundo. Sabiendo esto, ¡oh sin pecado!, siéntete pleno.

Solamente una persona libre de las ataduras del ego alcanza su auténtica naturaleza. Por lo tanto, volviéndote inmaculadamente claro como la luna llena, uno se vuelve auto-luminoso y alcanza la dicha eterna.

Al cesar el sentido de «hacer», desaparecen todas las ansiedades. Al cesar toda ansiedad, cesan todos los deseos. La desaparición de todo deseo es la emancipación, y a eso se le llama «jivanmukti», la liberación mientras en vida.

Contemplándolo todo, en cualquier dirección, como Brahma, la Absoluta Realidad, al madurar ese sentimiento, todo deseo cesa. Nunca seas negligente en tu fidelidad a Brahma, la Absoluta Realidad, porque ésa es la única muerte. Así lo dicen aquellos que se hallan firmemente establecidos en Brahma.

El alga cuando es apartada, no pierde un sólo instante en cubrir el agua de nuevo. De la misma manera, si un sabio se aparta de su fidelidad a Brahma, aunque sea por sólo un instante, la ilusión le cubre de inmediato.

Aquél que ha alcanzado en vida la unidad con Brahma, la Absoluta Realidad, seguirá así incluso después de haber dejado el cuerpo. Por lo tanto, ¡oh inocente!, habiendo despertado, vacíate de toda elección en la dualidad.

Cuando uno contempla el alma no-dual mediante el nirvikalpa samadhi, -el despertar sin elección- ése es el momento en que el nudo de la ignorancia residente en el corazón se disuelve por completo.

Consolidando la ausencia de ego, abandonando toda sensación de «yo», etc… existe siendo indiferente a ellos como con las vasijas y ropas, etc… Todos los títulos -desde Brahma, el dios creador, hasta la piedra- son falsos. por lo tanto, afincado solamente en el alma, contempla tu propia alma en todo.

Yo soy Brahma, el creador.

Yo soy Vishnu, el sustentador.

Yo soy Shiva, el destructor.

Yo soy Indra, el señor de todos los dioses.

Yo soy el universo y lo soy todo.

No hay nada más que Yo.

El espejismo de los objetos sobre la propia alma, es una superimposición. Al abandonarla, uno es uno mismo: el perfecto, no-dual e inmóvil Brahma, la Absoluta Realidad. El mundo que aparece como distinto del alma, es casi falso. ¿Dónde se encuentra la división en una entidad pura, sin forma y sin órganos?

El alma consciente es libre de la nociones de veedor, visión y visto, etc… Es inmune a ello y es totalmente pleno como el océano en la época del Diluvio.

De la misma manera que la oscuridad se disuelve con la luz, la causa de toda ilusión se disuelve en la Absoluta Realidad sin parangón y sin órgano alguno. ¿Dónde se encuentra entonces la división?

La Realidad Suprema es única; ¿cómo puede contener división alguna? El estado de sushupti -el sueño profundo, sin sueños- es dichoso. ¿Quién ha visto en él división alguna? La raíz de esta división es la mente. Si no hay mente, no hay división. Por lo tanto, concentra tu mente en la consciencia universal la cual es tu propio interior.

Sabiendo que tú eres el alma perpetuamente dichosa, regocíjate siempre en esa dicha, dentro y fuera de propia alma.

El fruto del desapego es el conocimiento; el fruto del conocimiento, es la relajación. La paz que desciende al experimentar la propia dicha es el fruto mismo de la relajación. Si cada uno de los anteriormente mencionados no llegan sucediendo al anterior, has de saber que el anterior no ha fructificado.

La abstención de los objetos sensorios es en sí mismo, el contento supremo y la dicha incomparable.

Aquél que posee el atributo de ser la personificación de maya -la ilusión-, aquél que es el origen del universo, aquél que posee las características de omniscencia, etc…, y es la encarnación de lo indirecto, de la multiplicidad y de la verdad, etc., es conocido con la palabra «tat» – «Eso»

Aquél que parece sostener el «yo» como experiencia y como palabra, y aquél que es experienciado como separado de la consciencia, es conocido con la palabra «tvam» – Tú»

Existen dos atributos: maya -ilusión- para el alma universal; y avidya -ignorancia- para el alma encarnada. Al abandonarlos a ambos, lo que resta es lo perpetuamente cierto, el consciente y dichoso Para Brahma, la Realidad Suprema y Última.

De esta manera, mediante frases como «Tat tvamasi» -Eso eres tú- indagar en significados tales como «la unidad de jiva -el alma encarnada- y Brahma, la Absoluta Realidad», es sravana – la escucha. E indagar, de manera razonable, en el significado de todo lo escuchado, es manam -la contemplación. Al establecer tu mente en el indubitable significado alcanzado mediante esa escucha y contemplación, y sintonizar con ello, es nididhyasan -la asimilación. Dejando de lado al meditador y a la meditación respectivamente, cuando aquello sobre lo que se medita, la meta, permanece como único objetivo y la mente se aquieta como la llama de una lámpara en una habitación sin brisa alguna, eso se llama samadhi -la Iluminación.

Durante el samadhi, los objetos de la experiencia no se encuentran separados del alma, de ahí que no sean experimentados. Pero esas gloriosas experiencias del buscador que ha salido del samadhi, son inferidas mediante los recuerdos de la mente.

En este mundo sin principio, se acumulan millones y millones de karmas -acciones-impresiones.

Todos ellos son destruidos por este samadhi y el puro dharma -la propia naturaleza de uno- emerge.

Los que conocen el yoga lo llaman Dharmamegha samadhi -la nube del dharma- porque precipita, como una nube, mil y una corrientes del néctar del dharma. En este samadhi, la red de deseos se disuelve por completo mientras que los matojos de karmas acumulados llamados «virtud y pecado» son arrancados de raíz.

Al principio, esta frase ilimitada: Tat tvamasi – Eso eres tú-, siendo cierta, es sólo realizada de forma indirecta. Luego, el conocimiento directo -como un fruto de myrobalan mantenido sobre la propia mano- nace.

Cuando no surge ningún deseo hacia los objetos dignos de ser disfrutados, reconoce esto como el desapego último. Cuando ningún sentimiento de «yo» surge, reconócelo como el conocimiento último. Cuando los deseos ya disueltos no surgen de nuevo, eso es la relajación última, y un buscador así -un sthitpragya-, estable en su sabiduría, permanece siempre en la dicha.

Aquél cuyo Yo se halla absorto siempre en Brahma, la Realidad Suprema, permanece sin deseos e inmóvil. Cuando, purificadas por su unidad con Brahma y sumergidas en este único arrebatamiento, las actividades de la mente no eligen y permanecen solamente como consciencia, entonces eso es denominado pragya -sabiduría. Aquél que siempre posee esa pragya es llamado jivanmukta, el que se ha liberado en vida.

Aquél que no tiene sentimiento de «yo» referido a su cuerpo y a sus sentidos, ni sentido de «yo» para cualquier otra cosa, es un jivanmukta, el liberado en vida.

Aquél que no conoce diferencia alguna a través del intelecto, entre jiva -el alma encarnada- y Brahman, o entre Brahma y la naturaleza, la creación, es llamado jivanmukta, el liberado en vida.

Respetado por los buenos o insultado por los perversos, aquél que permanece siempre ecuánime es llamado jivanmukta.

Para aquél que ha conocido la esencia de brahma, este mundo ha dejado de ser igual que antes. Si no fuera así, no ha conocido aún el estado de ser de Brahma y es aún un extrovertido.

Mientras se experimente felicidad, etc… Eso se denomina prarabdha -acumulación de acciones e impresiones pasadas- porque los frutos surgen siempre de las acciones del pasado.

No hay fruto si no hay acción. De la misma manera que la actividad soñadora cesa al despertar, de forma análoga, las acciones pasadas acumuladas durante miles de millones de eones se disuelven instantáneamente cuando uno descubre «Yo soy Brahma».

Conociéndose a sí mismo como desapegado e indiferente igual que el cielo, el yogui no se apega en absoluto a ninguna acción futura. De la misma manera que el cielo presente en una botella conteniendo licor no resulta afectado por el olor del licor, el alma permanece inalterada ante cualquier suceso a pesar de estar presente en todos ellos.

Al igual que una flecha lanzada no puede detenerse antes de dar en el objetivo, las acciones realizadas antes de la Iluminación no dejarán de dar frutos después de que uno se ilumine. Una flecha disparada al considerar a un animal, un tigre, no puede detenerse a medio camino si descubrimos después que el animal era una vaca.

La flecha dará en el blanco con toda su fuerza. Análogamente las acciones ya realizadas dan fruto incluso después de que la Iluminación suceda. El que comprende su propia inmortalidad y eterna juventud permanece uno con el alma y no guarda relación alguna con los frutos de sus pasadas acciones.

El karma -las acciones del pasado- fructifica solamente cuando tenemos la sensación de pertenencia respecto a nuestro cuerpo. No es deseable tener nunca el sentimiento de que «este es mi cuerpo». De esta manera, abandonando el sentimiento de posesión de un cuerpo uno se deshace de los frutos de las acciones pasadas.

Esta falacia -este es mi cuerpo- es la causa que genera en la imaginación la idea de las acciones pasadas. ¿Cómo puede ser verdad algo que es impuesto o imaginado sobre una falacia? ¿De dónde puede surgir algo, si eso, en primer lugar, no es real? ¿Cómo puede destruirse aquello que nunca ha nacido? ¿Cómo puede lo irreal poseer acciones pasadas?

La sensación de propiedad del cuerpo es el resultado de nuestra ignorancia y resulta destruida por completo con la Iluminación. ¡Cómo entonces subsiste el cuerpo?

Para satisfacer esta duda del ignorante, las escrituras atribuyen -exteriormente- la pervivencia del cuerpo a las pasadas acciones. No es para explicárselo a los que saben, sino para satisfacer al ignorante, que las escrituras dicen: «El cuerpo…etc.., es una realidad», y también que existe el karma acumulado, las acciones del pasado.

Realmente no existe nada más que el Uno y no-dual Brahma, el cual es perfecto, sin principio ni final, inconmensurable, inalterable, morada de la dicha, morada de la consciencia, morada de la verdad, eterno, indestructible, omnipresente, uniforme, total, infinito, multidireccional, imposible de ser perdido o hallado, sin sostén alguno, independiente, sin atributos, inmóvil, sutil, sin elección, inmaculado, indefinible, trascendiendo mente y habla, verdaderamente rico, auto-evidente, puro, consciente y distinto a todo lo conocido.

Así, sabiendo por propia experiencia que el alma es indivisible, sé bendito y mora en gozo perpetuo en el alma inalterable.

Escuchando estas enseñanzas del maestro, el discípulo alcanza la Iluminación y empieza a decir:

«Ahora mismo veía el mundo. ¿Adónde se ha ido? ¿Quién se lo ha llevado? ¿En qué se ha disuelto? ¡Qué gran sorpresa! ¿Acaso no existe? En este gran océano de Brahma, lleno del néctar de infinita dicha, ¿a qué he de renunciar ahora y que me he de llevar? ¿Qué hay ahora de distinto y qué hay ahora de extraordinario?

No veo nada, no oigo nada, no sé nada, porque siempre me encuentro en mi dichosa alma y soy mi propia naturaleza. Estoy libre, sin cuerpo, sin género; soy dios mismo; soy el silencio absoluto; soy infinito; lo soy todo; soy el más anciano; no soy el que «hace», ni soy el que sufre; soy inextinguible e inalterable, soy la morada del puro conocimiento; estoy solo y soy la bondad eterna.

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Esta sabiduría fue entregada por el maestro Apantanaram; Apantanaram se la entregó a Brahma; Brahma se la pasó a Ghorangiras; Ghorangiras se la entregó a Raikva; Raikva se la entregó a Rama; y Rama se la entregó a todos los seres vivientes. Este es el mensaje del nirvana, la enseñanza y disciplina de los Vedas. Así termina este Upanishad.

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