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EL ESPIRITISMO EN ANDALUCÍA Y SUS PRINCIPALES PIONEROS – Por Óscar García

Esta presentación fue la investigación ofrecida por el autor en su disertación en el X Congreso Andaluz de Cultura Espírita, celebrado en Sevilla durante los días 4, 5 y 6 de noviembre de 2022.

Debemos decir que en Sevilla tuvimos la ocasión de tener noticias de un destacadísimo investigador, hoy gran amigo, que ha profundizado mucho en la vida de algunos de los personajes que citamos en este trabajo y otros más que destacaron por su compromiso social en pos de los derechos humanos y la libertad de pensamiento, muchos de ellos mujeres notables, relacionados todos con la vida en la Bahía de Cádiz y todas las poblaciones de su entorno. Se trata del médico e historiador Manuel Almisas Albéndiz, por quien siento una gran admiración y un profundo agradecimiento.

Con extrema generosidad Manuel Almisas ha puesto a disposición de todo interesado muchos de sus trabajos en internet, entre los que tengo que destacar por la vinculación del personaje con el Movimiento Espiritista inicial en España, la biografía del militar y diputado José Navarrete Vela-Hidalgo, con el título «El Increíble José Navarrete Vela-Hidalgo. Artillero, poeta, diputado republicano y mucho más».

Manuel Almisas Albéndiz

Ver su trabajos en este enlace: https://jose-navarrete-vela-hidalgo.blogspot.com/

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La Declaración Universal de Derechos Humanos, firmada en París el 10 de diciembre de 1948, buscó enfrentar los grandes males que en las décadas anteriores conoció la humanidad. Como nunca antes, se manifestaron e hicieron visibles las posibilidades de destrucción de los seres humanos mediante la utilización del Estado y sus poderes políticos y jurídicos. La Declaración buscó eliminar tales atrocidades mediante la reafirmación de la dignidad de todas las personas a partir del reconocimiento de derechos postulados como innatos. Un generoso listado de ellos quedó establecido en la Declaración. A partir de entonces, conjuntamente con otros instrumentos internacionales, se buscó alcanzar el mismo objetivo. Todos estos ordenamientos buscaban evitar la instrumentalización de los seres humanos y dotarlos de amplias posibilidades para construir su existencia. Pensar, crear, elegir y ser quisieron garantizarse con derechos particulares susceptibles de enfrentarse a las administraciones públicas, identificadas entonces como causa de grandes males.

El otorgamiento de derechos ha logrado aliviar algunos de los problemas individuales y sociales, pero no ha sido capaz de resolver otras muchas situaciones. El pasar de los años ha puesto de manifiesto que la mera titularidad de derechos no es suficiente para transformar la realidad cotidiana; que los poderes públicos y privados no van a cambiar su actuación por el solo reconocimiento de derechos en favor de personas o colectivos. Los titulares de derechos tenemos que asumir nuestra situación no como algo dado de una vez y para siempre, sino como un atributo que requiere ejercerse y actualizarse cada día. Por paradójico que parezca, tenemos que obligarnos con nosotros mismos y con nuestras comunidades a ejercer nuestros derechos. Tenemos, también, que reconocer que nuestra condición de personas conlleva el cumplimiento de deberes y obligaciones para con nosotros mismos, la colectividad y las generaciones futuras.

De manera escueta, pero no por ello menor, la Declaración Universal de los Derechos Humanos nos impuso en su artículo 29 deberes para con nuestra comunidad, al asumir que solo así podíamos desarrollar libre y plenamente nuestra personalidad. Las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial que acababa de dejarse atrás y el reconocimiento de sus barbaridades, llevó a fijar la atención en los derechos relegando los deberes.

El compromiso con los otros y con la sociedad en la que se vivía, fue pospuesto en la búsqueda de la afirmación individual. Nada hubo de reprochable en momentos tan dolorosos. Sin embargo, el pasar de los años ha mostrado la necesidad de que las personas como individuos y parte de colectividades luchen por afirmar sus derechos y condición social. Igualmente se ha puesto de manifiesto la urgencia de aceptar a plenitud la observancia de su precondición: el cumplimiento de los deberes y obligaciones que a cada cual le corresponden jurídica y moralmente.

A lo largo de las últimas décadas asistimos efectivamente a una toma de conciencia: los derechos son una herramienta indispensable para la construcción de la individualidad, pero ello requiere, a su vez, de la construcción de lo social, del todo en el que se está. Para lograr un desarrollo pleno y auténtico, y realizar cabalmente el proceso de humanización, necesitamos pensar y pensarnos como partes de ese todo y asumir la cosa pública como el hábitat social que nos da posibilidades porque nuestra contribución es una fuente de sentido. Nosotros, en lo individual o en las agrupaciones a las que hemos decidido incorporarnos, necesitamos entender que junto a la exigencia de cumplimiento de nuestros derechos, tenemos que cumplir con deberes y obligaciones que incluyen demandar a nuestros Estados el respeto y garantía de los mismos, porque el Estado nunca queda eximido de su responsabilidad de garante.

La mencionada toma de conciencia se ha reflejado en distintas iniciativas tendentes a explicitar los deberes de las personas en el plano nacional e internacional. La primera de todas, de corte estrictamente regional, fue la inclusión del segundo capítulo, destinado a los Deberes, en la “Declaración de los Derechos y Deberes del Hombre”, de 1948. Los Estados americanos reunidos en la IX Conferencia Internacional Americana advirtieron que: mientras los derechos resaltan la libertad, los deberes expresan la dignidad con la que se ejerce la libertad. En 1988, un grupo de notables personalidades formularon la “Declaración de Responsabilidades y Deberes Humanos”, la cual tuvo como propósito, en sus propias palabras, subrayar:

que la asunción de las obligaciones y responsabilidades implícitas en los derechos humanos y libertades fundamentales recae en todos los miembros de la comunidad mundial, incluyendo los Estados, las organizaciones internacionales, las regionales y subregionales, así como las intergubernamentales, los sectores privado y público, las organizaciones no gubernamentales, las asociaciones de ciudadanos, otros representantes de la sociedad civil así como todos los miembros individuales de la familia humana.

En el año de 1999, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la “Declaración sobre el derecho y el deber de los individuos, los grupos y las instituciones, de promover y proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales universalmente reconocidas”, en Declaración Universal de Deberes Humanos cuyo artículo 18 se reiteró la importancia de que cada cual asuma sus deberes y obligaciones como eje para la transformación individual y colectiva. En febrero de 2002, la propia Asamblea General emitió una nueva resolución a fin de exhortar a los Estados miembros a lograr el cumplimiento de esos derechos, deberes y obligaciones.

A partir de esos años, diversos esfuerzos nacionales se han llevado a cabo para incluir en los respectivos textos constitucionales un mayor número de obligaciones y responsabilidades para sus ciudadanos.

En 2016, la Universidad Nacional Autónoma de México, la Fundación José Saramago y la World Future Society (Capítulo México), recogieron los esfuerzos precedentes a fin de darle un nuevo impulso al establecimiento de deberes, obligaciones y responsabilidades de seres humanos y colectivos sociales. Como conclusión de los distintos encuentros realizados, se señaló que:

La proliferación en el reconocimiento de derechos ha provocado una comprensión equivocada. Numerosas personas han supuesto que los derechos no tienen correspondencia con las obligaciones. Es como si se pensara que un individuo ha asumido todos los derechos para su crecimiento y la obtención de sus satisfactores, sin que ello le implique asumir carga alguna para consigo mismo, sus semejantes, el entorno que lo rodea o para con el Estado. Es necesario pensar el mundo de los derechos en clave de corresponsabilidad.

Desde los esfuerzos de la UNESCO, de la Asamblea General de Naciones Unidas o de las Constituciones nacionales y hasta la fecha presente, se han planteado nuevas posibilidades y retos. Por una parte, las expectativas de vida de la población han aumentado considerablemente; las redes sociodigitales han abierto posibilidades liberadoras de comunicación e intercambio de información; los procesos democráticos formales se han incrementado; el derecho internacional y sus posibilidades supervisoras se ha extendido en algunos espacios; la toma de responsabilidades de ciertos sectores se ha hecho presente; algunas diversidades y la centralidad de la igualdad de género han sido reconocidas y están transformando nuestra convivencia.

Sin embargo, el medio ambiente se encuentra actualmente más amenazado y deteriorado; el avance de los procesos democráticos es cuestionado por quienes piensan que no siempre llevan a elegir a las mejores personas para el desempeño de los cargos públicos; el derecho tiene componentes que lo han hecho parte del proceso mismo de dominación; el empleo y sus condiciones de realización se han degradado y resultan enajenantes para muchos; las corporaciones cuentan con mayores espacios para instrumentalizar a individuos y gobiernos abriéndoles la globalización a nuevas formas de evasión de sus deberes y responsabilidades; las amenazas nucleares han reaparecido con particular virulencia; las opciones de ideologías políticas no ofrecen para muchos respuestas adecuadas; las personas se encuentran más solas y están siendo degradadas por una alarmante cantidad de causas; las desigualdades crecen y se institucionalizan.

El panorama vigente y previsible lleva a preguntarnos por las posibilidades de liberación y emancipación y, en concreto, nos hace plantearnos si todo pasa por la exigencia de nuevos y mayores derechos o si, antes bien, tal exigencia debe ir acompañada de la plena asunción de un conjunto básico de deberes y obligaciones con especificación de distintos grados de responsabilidad. No debe perderse de vista, además, que la tendencia de la sociedad a construir relaciones en la Web, sin conocer el rostro de los otros, a vivir en “modernidad líquida” o en espacios públicos que apelan más a las emociones que a los hechos o al sentido de la responsabilidad colectiva, exigen una construcción ética que incida tanto en el ejercicio de los derechos como en los deberes. Las relaciones personales y con la naturaleza deberían estar presididas por esa manera de administrar nuestros derechos.

Retomando las visiones y los esfuerzos de muchas y valiosas personas, la presente propuesta pretende contribuir a la toma de posición de individuos y agrupaciones frente a su realidad presente y ante aquella que habremos de dejar a las futuras generaciones. Quiere identificar las obligaciones que debemos cumplir con respecto a nosotros mismos, nuestros semejantes, la sociedad y el medio ambiente en que habitamos también de cara a las generaciones futuras. La propuesta quiere hacer explícito aquello que en ocasiones se da por sentado o simplemente se ignora, aunque es condición indispensable para la realización de la individualidad y de la vida en comunidad. Se sustenta en la premisa de que la reiterada asunción y exigencia de derechos es condición necesaria para el desarrollo humano, pero no es suficiente para lograr los ambiciosos horizontes que como especie debemos alcanzar, ni para garantizar la sostenibilidad de las instituciones democráticas y del Estado de derecho.

Nuestra propuesta entiende y asume, antes que nada, las obligaciones del Estado para realizar los derechos reconocidos a las personas nacional e internacionalmente. Al hablar de los deberes y las obligaciones de individuos o agrupaciones, de ninguna manera se busca privar de responsabilidad a lo que en nuestro tiempo sigue siendo la forma más relevante de organización política y social. Muy por el contrario. Por su posición, el Estado debe ser el sujeto central de cumplimiento de los derechos y, en consecuencia, de satisfacción de las correspondientes obligaciones. Pensar en el Estado, dentro de este contexto, no es sino asumir que, al final, quienes actúan en nombre de él son personas físicas, reconocidas como funcionarios públicos y, por tanto, es en sus actividades donde se exige, con mayor énfasis, el ejercicio responsable de sus deberes: si el Estado es el espacio de lo público por antonomasia, sus funcionarios son los mejores canales para propiciar construcciones éticas en acciones colectivas. Como lo dispone el artículo 2.1 de la citada “Declaración sobre el derecho y el deber de los individuos, los grupos y las instituciones, de promover y proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales universalmente reconocidas” de 1999:

Los Estados tienen la responsabilidad primordial y el deber de proteger, promover y hacer efectivos todos los derechos humanos y las libertades fundamentales, entre otras cosas, adoptando las medidas necesarias para crear las condiciones sociales, económicas, políticas y de otra índole, así como las garantías jurídicas requeridas para que toda persona sometida a su jurisdicción, individual o colectivamente, pueda disfrutar en la práctica de todos esos derechos y libertades.

Sin dejar de reconocer y de exigir el cumplimiento estricto de lo que se ha determinado como propio del Estado, es indispensable reconocer que algunos de los deberes jurídicos y obligaciones éticas indispensables para el cultivo del bien común trascienden a tal entidad política pues sin una ciudadanía activa y plenamente consciente de su posición en el mundo, será difícil llevar a cabo cualquier proceso de transformación. Igualmente se reconoce que los distintos colectivos y agrupaciones, y no sólo los individuos aisladamente, pueden tener, por el poder que acumulan o la función social que desarrollan, distintos grados de responsabilidad. Desde estas premisas nos preguntamos:

¿A qué estamos obligados para con nosotros mismos y con quienes nos sobrevendrán, los sujetos y organizaciones de nuestro tiempo? ¿Qué deben hacer además de afirmar sus innegables derechos, los grupos económico empresariales, las asociaciones civiles, las comunidades religiosas, los medios de comunicación, los partidos políticos o los individuos concretos que habitan la tierra? Más allá de desesperanzas y posibilidades particulares de realización, ¿a qué debiéramos estar obligados cada uno de nosotros, en función de nuestras circunstancias, capacidades y posibilidades, para con nosotros mismos, con los demás, con nuestra comunidad, con nuestro sistema de gobierno o con el espacio que habitamos? Que alguien o muchos lo sepan, no es suficiente para lograr acciones en la dirección correcta. Es necesario decirlo, postularlo, comprometerlo, para que las cosas empiecen a marchar en tal sentido. Así como desde hace años se viene pregonando la necesidad de que cada cual se asuma como sujeto pleno de derechos y sea capaz de entenderlos y ejercerlos, así también se hace necesario, a través de un ejercicio de educación cívica, hablar de los deberes y las obligaciones que tales titularidades imponen.

Este es, finalmente, el objeto de esta propuesta: ayudarnos a tomar consciencia de que nuestra condición humana pasa, desde luego, por la plena titularidad de los derechos que hemos admitido como innatos a todos los seres humanos, pero también por la aceptación de deberes, obligaciones y responsabilidades para con nosotros mismos y para con los demás. Como lo expresó José Saramago en uno de los discursos pronunciados con motivo de la recepción del Premio Nobel de Literatura en 1998, refiriéndose al 50 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos:

Nos fue propuesta una Declaración Universal de los Derechos Humanos y con eso creíamos que lo teníamos todo, sin darnos cuenta de que ningún derecho podrá subsistir sin la simetría de los deberes que le corresponden. El primer deber será exigir que esos derechos sean no sólo reconocidos sino también respetados y satisfechos. No es de esperar que los Gobiernos realicen en los próximos cincuenta años lo que no han hecho en estos que conmemoramos. Tomemos entonces, nosotros, ciudadanos comunes, la palabra y la iniciativa. Con la misma vehemencia y la misma fuerza con que reivindicamos nuestros derechos, reivindiquemos también el deber de nuestros deberes. Tal vez así el mundo comience a ser un poco mejor.

Preámbulo

Considerando que los derechos humanos son la mayor conquista jurídica y social de nuestro tiempo para garantizar la dignidad de todas las personas sin distinción alguna de sus condiciones individuales, sociales o culturales,

Considerando la necesidad de reconocer la emergencia de nuevos derechos así como de realizar una lectura actualizada, intergeneracional, relacional y solidaria de los mismos que enfatice debidamente su función social,

Reiterando que los principales obligados al cumplimiento de los derechos humanos son los Estados nacionales y los organismos internacionales y regionales,

Subrayando la importancia de que todos los individuos y las organizaciones cumplan también con tales derechos, Declaración Universal de Deberes Humanos

Atendiendo a las crecientes desigualdades y violaciones a los derechos humanos y a las dificultades de alcanzar las metas planteadas para lograr el desarrollo armónico de la humanidad en su conjunto,

Entendiendo que la Declaración Universal de los Derechos Humanos dispone en su artículo 29 que todas las personas deben cumplir con sus deberes jurídicos respecto a sus comunidades,

Asumiendo que en el cumplimiento de los deberes jurídicos no se agotan las posibilidades de alcanzar el pleno desarrollo de las personas, siendo las obligaciones éticas igualmente indispensables para el sostenimiento de las instituciones democráticas y el Estado de derecho,

Admitiendo la necesidad de que la totalidad de los individuos y organizaciones sociales en que éstos decidan participar deben cumplir sus deberes jurídicos y obligaciones éticas, sin que en ningún caso su incumplimiento pueda servir de pretexto para que el Estado se exima de sus propias obligaciones,

Reconociendo que las personas y los distintos actores sociales pueden tener por su poder, capacidad o función social, diferentes grados de responsabilidad en su contribución a las condiciones de garantía del disfrute de derechos por parte de todos.

Declaramos

Uno

Todas las personas tenemos el deber de cumplir y exigir el cumplimiento de los derechos reconocidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en el resto de instrumentos nacionales e internacionales y las obligaciones necesarias para garantizarlos con efectividad.

Dos

Todas las personas tenemos el deber y la obligación de un ejercicio solidario y no abusivo de los derechos y del disfrute responsable de los bienes y servicios.

Tres

Todas la personas, y en especial las organizaciones sociales, económicas y culturales, tenemos el deber y la obligación de no discriminar y de exigir que se combata la discriminación por motivo de raza, color, sexo, edad, género, identidad y orientación sexual, idioma, religión, opinión política o ideología, origen nacional, étnico o social, discapacidad, propiedad, nacimiento u otros motivos similares.

Cuatro

1. Todas las personas tenemos la obligación y el deber de respetar y exigir que se respete la vida y la integridad física, psíquica y moral de las personas.

2. Todas las personas, organizaciones económico-empresariales y organizaciones sociales y culturales, tenemos el deber, la obligación y la responsabilidad de no participar ni condonar prácticas de desaparición forzosa, esclavitud, trata de niños y adultos, tortura, tratos inhumanos, crueles y degradantes, violencia de género, explotación infantil y trabajo forzoso. Declaración Universal de Deberes Humanos

Cinco

1. Todas las personas, organizaciones económico-empresariales, organizaciones sociales y culturales, entidades religiosas y centros educativos, tenemos el deber y la obligación de respetar y exigir que se respete la identidad, autonomía e indemnidad sexual de las personas, menores y adultos.

2. Todas las personas tenemos el deber y la obligación de no participar ni condonar las prácticas de abusos y violencia sexual, esclavitud sexual, trata de personas con fines de prostitución y explotación pornográfica.

Seis

1. Todas las personas tenemos el deber y la obligación de respetar y exigir el respeto de la autonomía corporal y la vida privada y familiar de las personas.

2. Todas las personas y entidades religiosas tenemos el deber y la obligación de respetar las distintas formas de relación que cada quien elija libremente.

Siete

1. Todas las personas, organizaciones sociales, económicas y culturales y, en especial, las autoridades eclesiásticas y creyentes, medios de comunicación, centros educativos, organizaciones económico empresariales y empleadores, tenemos el deber y la obligación de respetar y exigir el respeto a la libertad ideológica y religiosa de las personas y de no incitar al odio y a la discriminación.

2. Todos los practicantes, creyentes y seguidores de cualquier ideología y religión tenemos el deber y la obligación de respetar los derechos humanos y las libertades fundamentales en sus prácticas o manifestaciones.

Ocho

1. Todas las personas y organizaciones, en especial los medios de comunicación, tenemos el deber y la obligación de respetar y exigir el respeto a la libertad de expresión e información y de contribuir al acceso de todos los grupos y colectivos a los mismos con pleno respeto al pluralismo.

2. Todas las personas tenemos, en la medida de nuestras condiciones y posibilidades, el deber y la obligación de informarnos y participar responsablemente en los asuntos públicos.

3. Todas las personas y los medios de comunicación, incluidos los participantes de redes sociales, tenemos el deber y la obligación de velar por la veracidad de la información transmitida, por la salvaguardia de la intimidad y respetabilidad de las personas y por el uso responsable del ciberespacio.

4. Todas las personas y los medios de comunicación, incluidos los participantes de redes sociales, tenemos el deber y la obligación de no incitar a la violencia o discriminación.

Nueve

1. Todas las personas tenemos el deber y la obligación, dentro de nuestras condiciones y posibilidades, de participar responsablemente en los asuntos públicos y en la toma de decisiones colectivas.

2. Todas las personas, y en particular las organizaciones económico-empresariales, los partidos políticos y demás organizaciones sociales, económicas y culturales, tenemos el deber y la obligación de respetar y exigir el respeto de las reglas de financiación de las campañas electorales y de los partidos políticos.

3. Todos los partidos y organizaciones políticas tienen el deber y la obligación de contribuir a la Declaración Universal de Deberes Humanos articulación democrática de la sociedad, a la integración de la representación política, con especial atención al objetivo de la paridad de género.

Diez

1. Todas las personas tenemos el deber y la obligación de exigir educación gratuita de acceso universal y la responsabilidad de instruirse aprovechando debidamente los recursos educativos.

2. Los padres o tutores y centros educativos tienen el deber y la obligación de educar sin incurrir en discriminación de tipo alguno.

3. Las instituciones académicas y educativas y los docentes tienen el deber y la obligación de promover y desarrollar la conciencia de los derechos humanos, la democracia, la paz, el pluralismo, la igualdad de género y el respeto a las distintas formas de diversidad y al medio ambiente.

Once

1. Todas las personas tenemos el deber y la obligación de respetar y exigir el respeto a la cultura y lenguas propias y ajenas, así como a la memoria colectiva de los pueblos y su patrimonio cultural material e inmaterial y de transmitir ese patrimonio común a las generaciones futuras.

2. Las organizaciones económico-empresariales tienen el deber y la obligación de respetar los recursos naturales de los que dependen las prácticas culturales de los pueblos indígenas y otros grupos autóctonos.

3. Todas las personas tenemos el deber y la obligación de proteger la biodiversidad y de respetar y fomentar la multiculturalidad.

Doce

1. Todas las personas tenemos el deber y la obligación de respetar la creación cultural y las producciones científicas, literarias o artísticas y de velar por el respeto de los derechos morales y materiales de los autores y creadores.

2. Los investigadores, científicos, centros de investigación y las empresas y demás organizaciones sociales, económicas y culturales tienen el deber y la obligación de promover el conocimiento, el desarrollo y la innovación científica y tecnológica responsable en beneficio de la humanidad, y de proceder de conformidad con las mejores prácticas éticas.

Trece

1. Todas las personas tenemos el deber y la obligación de prevenir enfermedades y contagios, así como de hacer un uso racional y responsable de los servicios de salud.

2. Todas las empresas y empleadores tienen el deber y la obligación de velar por las condiciones salubres del trabajo.

3. Todas las personas tenemos el deber de exigir prestaciones de salud de carácter gratuito y universal así como la regulación adecuada de los precios de los medicamentos.

4. Todas las empresas farmacéuticas y médicas tienen el deber y la obligación de compartir conocimiento científico y técnico y de fijar los precios de los medicamentos de forma que no se impida el acceso de la población a condiciones básicas de salud. 5. Todas las personas, organizaciones económico-empresariales y organizaciones sociales y culturales, tenemos el deber y la obligación de distribuir equitativamente los alimentos y de no desperdiciarlos a fin de erradicar el hambre.

Catorce

1. Todas las personas y empresas dondequiera que ubiquen la sede de su actividad, tenemos el deber y la obligación de promover y de exigir un trabajo en condiciones dignas y seguras, con una retribución justa, no discriminatoria y con pleno respeto a la prohibición del trabajo infantil.

2. Los empleadores tienen el deber y la obligación de garantizar la igualdad de oportunidades y la no discriminación en el empleo, de respetar el derecho de los trabajadores a organizarse colectivamente y a la libertad sindical, de promover el pleno empleo y el acceso de los jóvenes al trabajo y de proporcionar medidas de acomodo razonable a las personas con discapacidades y necesidades específicas.

3. Los empleadores tienen el deber y la obligación de contribuir al sistema de seguridad social.

4. Los empresarios tienen el deber y la obligación de respetar y promover el cumplimiento de los derechos humanos dentro de sus esferas de influencia y, en especial, de abstenerse de formas de explotación humana. 5. Todas las personas tenemos el deber de desempeñar nuestro trabajo y profesión con sujeción a los respectivos códigos deontológicos.

Quince

1. Todas las personas tenemos el deber y la obligación de respetar el derecho a la propiedad individual y colectiva.

2. Todas las personas tenemos el deber y la obligación de aceptar los límites que imponga la función social de la propiedad.

Dieciséis

1. Todas las personas tenemos el deber y la obligación de respetar la libertad de movimientos y de exigir que se vele por los derechos de los migrantes, solicitantes de asilo y refugio.

2. Todas las personas tenemos el deber y la obligación de hospitalidad para con los migrantes, refugiados y asilados, así como de exigir la contribución al desarrollo y la paz de los países de origen o proveniencia.

Diecisiete

Todas las personas y organizaciones económico-empresariales tenemos el deber y la obligación de conservar y exigir el cuidado del medio ambiente y la protección de la biodiversidad para el disfrute de las generaciones presentes y futuras, haciendo un uso racional y eficiente de las energías y recursos naturales y garantizando el desarrollo sostenible.

Dieciocho

Todas las personas tenemos el deber y la obligación de respetar y exigir el respeto del hábitat y formas y condiciones de vida de los animales no humanos, así como de abstenerse de cualquier forma de crueldad en la producción de alimentos.

Diecinueve

En reconocimiento de la interdependencia humana, todos, sin distinción de sexo, tenemos el deber y la obligación de contribuir al cuidado de personas dependientes, vulnerables y en situación de vulnerabilidad, así como la obligación de exigir prestaciones públicas que contribuyan al desarrollo de la especie humana.

Veinte

1. Todas las personas, organizaciones económico-empresariales y organizaciones sociales y culturales, tenemos la obligación de contribuir al sostenimiento del gasto público y a la reducción de la desigualdad de forma proporcional, progresiva y suficiente para garantizar la satisfacción de los derechos, y en particular los sociales, culturales, económicos y ambientales.

2. Todas las personas, organizaciones económico-empresariales y organizaciones de todo tipo, tenemos el deber y la obligación y exigir a las autoridades que luchen contra la evasión fiscal.

Veintiuno

1. Todas las personas tenemos el deber y la obligación de velar por el cumplimiento de las normas del orden jurídico nacional e internacional y de acatamiento de la autoridad legítima.

2. Todas las personas tenemos el deber y la obligación de contribuir y exigir la buena gobernanza, la erradicación de la corrupción y la impunidad.

3. Todas las personas y organizaciones económico-empresariales tenemos el deber y la obligación de colaborar con la administración de justicia y la persecución de la criminalidad nacional e internacional.

Veintidós

Todas las personas y organizaciones tenemos el deber y la obligación de contribuir a la resolución pacífica de los conflictos y a la paz, en particular las empresas productoras y comercializadoras de armas y municiones.

Veintitrés

Todas las personas tenemos el deber y la obligación de contribuir a la defensa de los intereses fundamentales de su comunidad y de no permitir el reclutamiento y participación de menores.

31 de julio de 2017

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Lilian Pérez Toledo (izquierda), biznieta del «Cojo de las Lirias», y María Victoria Hernández (derecha)

Acaba de publicarse en el diario online «La Palma Ahora» (9/12/2023), un completo artículo de la periodista, historiadora y cronista oficial de Los Llanos de Aridane, María Victoria Hernández, dedicado a la figura del pionero palmero del Espiritismo y de la aviación José Antonio Toledo (1861 -1936). Ya en su momento publicamos en este mismo blog (Ver artículo en el siguiente enlace: https://grupoespiritaisladelapalma.wordpress.com/2010/01/05/jose-antonio-toledo/) un trabajo glosando su figura, revelando en él detalles que eran deconocidos hasta ese momento de su biografía, especialmente en relación con sus convicciones y trabajos espíritas, detalles que descubrimos en nuestras labores de investigación

María Victoria Hernández se había puesto en contacto conmigo hace unos días solicitándome la información que había descubierto en relación con nuestro protagonista. Le agradecemos el reconocimiento que nos hace citando debidamente los datos que le facilitamos. Asimismo, por nuestra parte, le damos las gracias por los documentos que nos proporcionó, caso de las partidas de nacimiento y defunción de D. José Antonio Lirio Toledo.

CLICA EN EL SIGUIENTE ENLACE PARA VER EL ARTÍCULO DE MARÍA VICTORIA HERNÁNDEZ

https://www.eldiario.es/canariasahora/lapalmaahora/antonio-jose-lirio-1861-1936-cojo-lirias-maquina-voladora_129_10753748.html

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Poema publicado en La Irradiación: Revista de Estudios Psicológicos (Madrid) – Año II, nº 38 (16 Septiembre 1893).


LA VIDA Y LA MUERTE

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   Donde fijes la vista o pensamiento,

en lo grande o pequeño, indefinido,

el germen de la vida es  traslucido,

ligado con la muerte, en movimiento.

   Y en su ejercicio rápido o ya lento,

sin dejarse ni un átomo perdido,

se transforma del mundo el contenido

sin cambiarse la esencia ni un momento.

   Desde el alma que en todo ser se anida,

y aún aquello que vemos más inerte ,

hasta el rayo veloz en su caída,

nace, vive y muere de tal suerte,

que la muerte renace con la vida

y la vida renace con la muerte.

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José Quesada Carvajal

Granada, Agosto de 1892

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La escritora y librepensadora Rosario de Acuña y Villanueva nació en Madrid en noviembre de 1850. Padeció graves problemas de visión toda su vida, a pesar de los cuales estudió en un colegio de monjas. Pasó luego a viajar por varios países europeos y a residir una temporada en Roma junto a su tío, el embajador Antonio Benavides.

A los veinticinco años contrajo matrimonio con el comandante Rafael de la Iglesia, del que se separó por repetidas infidelidades.

Su carrera literaria se inició brillantemente como poeta y dramaturga. Fue la segunda mujer que estrenó en el teatro Español de Madrid, algo que sólo había logrado antes Gertrudis Gómez de Avellaneda.

También fue la primera en ocupar la tribuna del Ateneo de Madrid, en 1884, y cuatro años más tarde lo haría en el Fomento de las Artes, centro de acogida de las escritoras liberales. Desde 1885 inició su colaboración con Las Dominicales del Libre Pensamiento, y un año después se afilió a la masonería en la logia Constante Alona de Alicante con el nombre de Hipatía. Nunca quiso adscribirse a ningún partido ni escuela a pesar de las presiones recibidas de sus colegas para atraérsela, y guardó un absoluto hermetismo sobre su vida privada. Tuvo que explicar por escrito esta actitud y el hecho de que la independencia no le impidiera colaborar en publicaciones de distintas tendencias dentro del sector progresista. Librepensadora, dirigió duros ataques a la Iglesia Católica, lo que le granjeó la antipatía de gran parte de la sociedad, como señalan algunos contemporáneos.

Retirada del ambiente literario, marchó a vivir a su finca de Pinto, donde reunía a sus colegas librepensadores.

En 1888 fue nombrada presidenta de su Ateneo Familiar, que tenía al frente al que sería su heredero universal, Carlos Lamo. Siempre defendió la necesidad de vivir en contacto con la naturaleza y cuidar el campo, algo que hizo durante su estancia en la provincia de Santander, donde tuvo una granja avícola. En 1891 estrenó en el teatro de la Alhambra de Madrid su drama anticlerical El padre Juan, que obtuvo un rotundo éxito pero que originó el cierre del local por la autoridad la misma noche de la representación.

En pocos días se agotaron dos ediciones de la obra, de dos mil ejemplares cada una. A pesar del escándalo, dos años más tarde volvería al teatro Español con La voz de la Patria.

En 1911, indignada ante la noticia de que dos jóvenes norteamericanas habían sido atacadas al salir de la Universidad de Barcelona, escribió una carta a su amigo Luis Bonafoux, que dirigía El Internacional, en París. Éste la envió a El Progreso de Barcelona, que reprodujo dicha carta bajo el título “La chanza de la Universidad”. El escándalo fue de tal calibre que se cerraron todas las facultades de España, como quedó reflejado gráficamente en la prensa de esos días, ofendidos los estudiantes a quienes Acuña había calificado de “afeminados”. La autora se vio obligada a salir hacia Portugal, donde permaneció hasta que, cuatro años más tarde, el Rey le concedió el indulto a propuesta del conde de Romanones y anuló la orden de captura. A partir de entonces su vida fue aún más retirada. Marchó a Gijón, donde compró una modesta casa en la playa, que se convirtió en un lugar de peregrinación para sus admiradores, hasta su fallecimiento a los setenta y dos años.

Las obras publicadas con posterioridad en la colección La Novela Blanca por Regina Lamo de O’Neill —sobrina de Carlos Lamo— resultan hoy ilocalizables.

Colaboró en La Iberia, La Ilustración Española y Americana, La Mesa Revuelta, Revista Contemporánea, El Imparcial, El Correo de la Moda Los Dominicales del Librepensamiento, entre otras publicaciones.

Obras: La vuelta de una golondrina, Madrid, Imprenta de la Sociedad Tipográfica, 1875; Ecos del alma. Poesías, Madrid, Imprenta de A. Gómez Fuentenebro, 1876; Rienzi el Tribuno. Drama trágico en dos actos y epílogo, Madrid, Imprenta José Rodríguez, 1876; Amor a la Patria. Drama trágico en un acto y en verso, Madrid, Imprenta José Rodríguez, 1877; Morirse a tiempo. Ensayo de un pequeño poema imitación de Campoamor, Zaragoza, Manuel Ventura, 1879; Tribunales de venganza. Drama trágico-histórico en dos actos y epílogo, Madrid, Imprenta José Rodríguez, 1880; Tiempo perdido. Cuentos y bocetos, Madrid, Manuel Minuesa, 1881; La siesta. Colección de artículos, Madrid, G. Estrada, 1882; Influencia de la vida del campo en la familia, Madrid, Tipografía de Montegrifo, 1882; El lujo en los pueblos rurales, Madrid, Tipografía de Montegrifo, 1882; Sentir y pensar. Poema cómico, Madrid, Imprenta de Tello, 1884; Lecturas instructivas para los niños. Páginas de la naturaleza. La casa de muñecas, Madrid, Romero, 1888; El padre Juan. Drama en tres actos y en prosa, Madrid, R. Velasco, 1891; La voz de la Patria. Cuadro dramático en un acto y en verso, Madrid, R. Velasco, 1893; Avicultura. Colección de artículos, Santander, Tipografía de El Cantábrico, 1902; Cosas mías, Tortosa, Monclús, 1917.

Bibl.: VV. AA., ¿Quién fue Rosario de Acuña?, Madrid, 1933; L. Castañón, “Aportación a la biografía de Rosario de Acuña”, en Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, XL (1986), págs. 151-171; C. Simón Palmer, Escritoras españolas del siglo XIX. Manual bio-bibliográfico, Madrid, Castalia, 1991, págs. 4-11; M. P. Celma, “Acuña y Villanueva de la Iglesia, Rosario”, en R. Gullón (dir.), Diccionario de literatura española e hispanoamericana, vol. I, Madrid, Alianza Editorial, 1993, pág. 12.

Carmen Simón Palmer

**********

MI ÚLTIMA CONFESIÓN

El día terminó; la noche llega;

he sentido, he pensado y he llorado;

amé y odié, pero jamás ha dado

asilo el alma a la pasión que ciega.

La fe en el porvenir mi ser anega;

constante y rudamente he trabajado;

sufrí el dolor con ánimo esforzado

y sembré mucho sin hacer la siega..

Gané el descanso en la región ignota

donde reina la paz del sueño inerte;

pero la luz que de la mente brota

y en ruta eterna sus destellos vierte,

 será encendida en estación remota.

¡Tendré otro día al terminar la Muerte!»

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Rosario de Acuña

___________________________________________________

NOTA: Este soneto, inédito a la muerte de la autora, se publicó en la revista Hesperia, Año III -Madrid, Octubre de 1923. Nº 24, dirigida por Mario Roso de Luna, de donde la copiamos. En él se ven a las claras las convicciones inmortalistas de Rosario Acuña, y su fé en la vida futura. Fue colaboradora habitual de La Luz del Porvernir, que dirigiera nuestra entrañable Amalia Domingo Soler, con cuya biografía mantiene innegables analogías, desde sus padecimientos oculares hasta la defensa de los derechos de la mujer, amor por la cultura y progresismo en lo social.

Como dice Solange Hibbs-Lissorgues: «Toda la obra de Rosario de Acuña refleja (la) apasionada defensa de lo que llama la «elevación intelectual», del «ensanchamiento» de los horizontes de la sabiduría.» (Ver excelente artículo de esta autora en: https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/el-pensamiento-utopico-de-rosario-de-acuna/html/782546ae-404f-477b-b119-92b5ff8c496f_7.html)

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Tenemos el inmenso placer de anunciarles la inminente presentación de un nuevo libro titulado «Quiérete bien y Acertarás», subtitulado «Acciones para potenciar las relaciones positivas en tu vida», que contribuirá sin duda al autoconocimiento, autoestima y empoderamiento de cada lector o lectora que se acerque a sus páginas. Su autora es nuestra querida compañera en el Grupo Espírita de La Palma Dévora Viña Carrascoso, Coach de profesión.

Todos aquellos que lo quieran, pueden participar en el Acto de Presentación que se va a desarrollar en el Parque Antonio Gómez Felipe (Los Llanos de Aridane, La Palma) el viernes 17 de Junio, a las 20:00 horas de la tarde. Tenemos la seguridad de que vuestra presencia y atención se verá compensada con disfrute y aprendizaje.

¡ATENCIÓN!:

LA HORA DE INICIO DEL ACTO DE PRESENTACIÓN DEL LIBRO SE RETRASA MEDIA HORA POR SOLAPAMIENTO DE ACTIVIDADES, Y EN VEZ DE SER A LAS 20:00 H., SERÁ FINALMENTE A LAS 20:30 H.

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Casa con buganvilla en San Andrés (San Andrés y Sauces, Isla de La Palma)

Hola amigos/as: ya a las puertas del verano, les hacemos partícipes de la programación de actividades públicas del Grupo Espírita de La Palma previstas para este mes de junio de 2022. En esta ocasión les tenemos reservado una diversidad de actos que, esperamos, tengan la virtud de despertar vuestro interés. Con el ánimo de compartir es que preparamos con esmero estas actividades.

Como siempre, os invitamos a acudir a las conferencias y presentaciones, todas ellas de carácter abierto y gratuito, desarrollándose normalmente en nuestra sede social, salvo la presentación de libro programada para el viernes, día 17, como podrán ver en el programa.

La hora de comienzo normal de las actividades es las 19:30 horas de la tarde, salvo excepciones como también este caso, la presentación de libro del viernes 17, acto que comenzará a las 20:00 h en el Parque Gómez Felipe, de Los Llanos de Aridane.

Podéis descargar o consultar el Programa de Junio entrando en la página «Actividades Públicas» (pestañas superiores), o también clicando directamente AQUÍ.

Avda. Carlos Fco. Lorenzo Navarro, nº 69

Edificio Vizconde, 1º D – Los Llanos de Aridane –

Isla de La Palma – Prov. de S/C de Tenerife

ISLAS CANARIAS – ESPAÑA

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Mariano Corbí

Estamos frente a una espiritualidad sin religión

(…) La nueva espiritualidad no pasa por las creencias, porque no puede pasar debido a las condiciones culturales.

Si no pasa por las religiones ni por las creencias, tampoco por las sacralidades.

Se trata, pues, de una espiritualidad laica.

Una espiritualidad laica que puede heredar todo el legado de sabiduría de las tradiciones religiosas y espirituales de la humanidad. Esa es la enorme ventaja de su condición laica.

Podremos heredar ese inmenso legado, si somos capaces de dejar las creencias a un lado. Y es la cultura la que nos está exigiendo dejar las creencias a un lado.

Entiendo el término “creencias” en el sentido que hemos precisado: no como supuestos comunes acríticos, ni como postulados axiológicos o científicos, sino como interpretaciones y valoraciones de la realidad, como sistemas de actuación y organización, como modos de vida, revelados por los dioses o legados por los antepasados sagrados.

Tomadas en este sentido religioso, las creencias se presentan como exclusivas y como excluyentes.

Para heredar el gran legado de las tradiciones tendremos que aprender a leerlas como puros sistemas simbólicos que hablan de una determinada dimensión de la realidad que, propiamente, no puede expresarse con palabras.

Las tradiciones religiosas, leídas sin creencias, son narraciones, mitos, símbolos, instrucciones y advertencias para hacer el camino espiritual.

El camino espiritual, dicen los maestros del espíritu, es un camino de silenciamiento, que es una gran renuncia, que es, a la vez la liberación y el conocimiento. Ya explicaremos esto más tarde.

¿Qué entendemos por “espiritualidad” en la nueva situación cultural?

Primero hay que advertir lo inadecuado del término. Espiritualidad sugiere una antropología de cuerpo y espíritu que ya no es la nuestra. Además de ese supuesto, el término tiene fuertes connotaciones religiosas, y puede suscitar anticuerpos. Pero lo continuaremos usando porque no tenemos un término sustituto claro.

Para comprender a qué nos referimos con el término “espiritual”, recordaremos lo que ya dijimos sobre la doble experiencia de la realidad que caracteriza a nuestra especie.

Los humanos tenemos un doble acceso a lo real:

-un acceso en función de nuestras necesidades, que es un acceso relativo;

-otro acceso gratuito, que no está en función de nuestras necesidades; es un acceso a la realidad que está ahí, independiente del significado que pueda o no tener para nuestra sobrevivencia; ese es un acceso absoluto.

Espiritualidad es el cultivo de la dimensión absoluta de nuestro acceso a lo real.

Cuando hablamos de “absoluto” no nos estamos refiriendo a una entidad trascendente con respecto a este nuestro mundo. Eso es ya una interpretación, una representación.

Cuando hablamos de una dimensión absoluta de lo real, estamos hablando de esta realidad, no  de  otra; pero  en  el  aspecto  en  que  esa  realidad  esta  absoluta, separada, independiente de las relaciones que podamos establecer con ella para sobrevivir.

Esta doble noticia de lo real puede expresarse de otra manera:

-tenemos una experiencia dual de la realidad, la que genera nuestra necesidad (sujeto necesitado, frente a un medio en el que satisfacer sus necesidades)

-y tenemos una noticia no dual de la realidad “Eso absoluto de ahí” que es independiente de nuestras categorías duales de Sujetos y Objetos.

La espiritualidad es trasladar la residencia de mi mente, de mi sentir y actuar, desde la dualidad a la no dualidad;que equivale a decir, trasladar la residencia de la dimensión relativa a la absoluta de lo real.

Ese tránsito supone un proceso de refinamiento de la mente, del sentir, de la percepción y de la acción, para pasar de un conocer y sentir que es siempre de sujetos, objetos e individualidades, a un conocer y sentir donde ya no están vigentes esas categorías, donde ya no hay ni sujetos, ni objetos, ni individualidad, pero hay real noticia de “Eso real”, y real conmoción frente a ello.

La noticia que se tiene en esa segunda dimensión de nuestras facultades es absoluta, la conmoción es absoluta y la unión y amor que provoca es absoluto.

Esto tiene enormes consecuencias en la acción.

Conforme a lo que estamos diciendo, el camino espiritual es el tránsito de la egocentración, propia de todo viviente, a la desegocentración.

Eso significa, primero, que todo el conocer, el sentir y la acción de nuestra cotidianidad está en función de la egocentración, y es siempre, de una forma u otra, relativo a nuestros intereses. El tránsito de que hablamos consiste en que hay que llegar a que toda a capacidad de nuestras facultades y actuaciones se ejerza sin egocentración alguna; por tanto, ya no en función de nuestros intereses, sino al servicio de “todo eso de ahí”, personas y cosas, que son vistas como el Absoluto mismo.

El tránsito de la egocentración a la desegocentración en el uso de todas nuestras facultades equivale al tránsito de depredador inmisericorde a amante.Y un amante que no pone condiciones a su amor, porque sólo la egocentración, el ego, pone condiciones al amor.

Nuestro cuerpo necesitado es el fundamento del ego.

El ego es, precisamente, el uso de todas nuestras facultades de conocer, sentir, percibir y actuar, al servicio de la sobrevivencia de nuestra condición de vivientes, tanto en lo que se refiere a la sobrevivencia del individuo, como de la especie.

Esto es el ego en términos generales.

En particular el ego de cada persona es un pequeño paquete de deseos y temores, que se corresponden con los primerísimos éxitos y fracasos del nuevo viviente, en sus relaciones con sus padres, sus familiares próximos y primeros educadores.

Ese paquete de deseos y temores (todo deseo es simultáneamente temor) particular, se convierte en criterio y canon de comprensión, de sentir y de actuación para el futuro. Eso constituye la personalidad de cada cual, eso es su conciencia de individualidad.

La personalidad, la individualidad, el sentimiento de ego, no es pues algo glorioso, aunque absolutamente imprescindible para un viviente necesitado.

El ego, y su paquete de deseos y temores, es el motor de la vida, pero es también es una cárcel, porque es el que construye el que será el mundo en el que vivirá el individuo.

Y ese mundo está construido a partir de un paquete, reunido al azar, de deseos/temores. El mundo que construyen esos deseos/temores es un mundo de dolor, dice el Buda. Es un mundo en el que el deseo y el temor están inextricablemente unidos, donde las expectativas son inquietantes, donde el pasado de pequeños éxitos y fracasos mediatiza toda nuestra comprensión, valoración y actuación.

Es un mundo de inquietud y de angustia.

La espiritualidad es el camino de salida de esa cárcel del ego. Es pasar a ver y sentir las cosas, libre de deseos y temores, libre de recuerdos y expectativas que apresan y desfiguran.

Lo que las realidades le dicen al ego, es lo que el ego les impone que digan.

Con el silenciamiento del ego, las realidades puede expresarse ellas mismas, pueden darnos su mensaje propio, su canción.

Esa es la dimensión absoluta de la realidad; ese es el conocimiento desde el silenciamiento del ego.

El ego se mueve entre el amor y el odio, porque es un depredador frágil que tiene mucho que defender.

Desde el silencio del ego, ya no hay dualidad. Por tanto, no hay nadie que tenga que defender nada ni conseguir nada.

Desde el silencio del ego, no hay “yo” y “los otros”. Es la unidad. El amor es unidad y la unidad es amor.

Donde no hay “yo” y “los otros” sólo hay amor, y un amor sin condiciones, porque no hay nadie para ponerlas.

La necesidad es sumisión. Donde hay necesidad hay sumisión.

Donde se silencia la necesidad hay libertad. El camino espiritual es el camino a la libertad.

El camino espiritual es liberarse de la prisión que construye el sentimiento de ego y sus deseos, temores, recuerdos y expectativas

Es liberarse de la contraposición “yo” y “los otros, “yo” y “el mundo”. Es liberarse del sentimiento de ego, fuente de todas las sumisiones.

Espiritualidad es comprender que la “gran renuncia”, que no es renunciar a riquezas, honores, amores, etc., sino renunciar al sentimiento de ego, a la propia individualidad, a la idea de ser alguien venido a este mundo, es la perla escondida.

Es comprender que “lo que es”, “el que es”, no es mi ego, ni es mi individualidad. Es comprender que mi realidad es la realidad “del que es”, “de lo que es”.

Quien renuncia a sí mismo, quien muere a sí mismo, no hace un gran sacrificio, sino que se libra del mundo del dolor, de la cárcel que el ego construye.

Libre de sí mismo conoce “lo que es”, lo que no es la construcción de nuestras necesidades, conoce al Absoluto.

Eso es la liberación, el conocimiento, el amor sin condiciones y la paz.

Donde hay ego, no hay nunca verdadero conocimiento ni verdadero amor.

Donde hay ego, amando a otros, me amo a mí primero. Mi pretendido amor es el amor egocéntrico de un animal simbiótico que no puede sobrevivir sólo.

Sólo hay verdadero amor, verdadero interés por el otro, por lo otro, cuando el ego no está por medio.

Mientras el ego está presente, siempre pone condiciones al amor. Y esas condiciones nacen siempre de su propio interés, más craso o más sutil, aunque se busque sólo un sentido para la propia vida, o la dignidad de un buen comportamiento.

Cuando el ego está ausente, porque se le ha silenciado, el amor es sin condiciones, es completo.

Quien quiera verdaderamente ayudar a los demás, amarles, ocúpese de silenciar por completo su yo.

La espiritualidad es la búsqueda de la Verdad. Pero la Verdad de la espiritualidad es sólo la que se da en la no dualidad, en el completo silenciamiento del ego.

La Verdad de la espiritualidad no es una formulación, ni un conjunto de formulaciones; es una presencia, pero no es la presencia de algo o de alguien, estaríamos todavía en el mundo de la dualidad.

La Verdad de la espiritualidad ni es una formulación, ni es algo, ni es alguien.

Es una presencia, que es una certeza. Pero la presencia es una ausencia, porque, según nuestros criterios de vivientes, no es la presencia de ningún objeto, ni de ningún sujeto, ni de ninguna individualidad. Es una presencia-ausencia.

Es un conocimiento-no conocimiento, porque en él, desde el seno de la no dualidad, nadie conoce nada, pero hay noticia y conmoción real.

Es una certeza indudable, más recia que cualquier otra. Es como una roca frente a la cual todas las certezas quedan destrozadas. Pero es certeza en el seno de la no dualidad, por tanto, certeza indudable, pero de nadie ni de nada.

La Verdad espiritual tiene unos rasgos bien peculiares. Y los rasgos de la Verdad espiritual son los mismos rasgos de la certeza que provoca el camino espiritual.

La verdad que condena, no es verdad. La Verdad sólo libera.

La verdad que somete, no es verdad. La Verdad sólo suelta cadenas.

La verdad que excluye, no es verdad. La Verdad sólo reúne.

La verdad que se pone por encima, no es verdad. La Verdad sólo sirve.

La verdad que desconoce la verdad de otros, no es verdad. La Verdad es sólo reconocimiento.

La verdad que no mira a los ojos a otras verdades, no es verdad. La Verdad es sólo acogimiento sin temor.

La verdad que engendra dureza, no es verdad. La Verdad es sólo amabilidad y ternura.

La verdad que no se vuelca en el prójimo, no es verdad. La Verdad es sólo amor.

La verdad que desune, no es verdad. La Verdad sólo unifica.

La verdad que se liga a fórmulas, por escuetas que sean, no es verdad. La Verdad es sólo libre de formas.

Si la verdad se liga a fórmulas, tiene que condenar, excluir, desunir, tiene que ponerse por encima, dar por falsas otras verdades.

La Verdad reside en formas, pero que no se liga a formas.

Por todo lo dicho queda claro que el camino espiritual es el camino del silenciamiento de la lectura de la realidad y de la valoración de todo lo que nos rodea y de nosotros mismos, desde el ego, que es nuestra condición de depredadores despiadados.

Es el silenciamiento de la interpretación, valoración y actuación que realizamos de todo, desde lo que es el núcleo de nuestra personalidad, de nuestra individualidad; es decir, el paquete de deseos y temores, origen de nuestros recuerdos y expectativas, que se originaron en el inicio de nuestra vida, como resultado de nuestros primeros éxitos y fracasos.

La esencia del camino espiritual es el silenciamiento de ese paquete de deseos/temores que nos funcionan como patrón de toda nuestra actividad mental, sensitiva y física.

Quien calla ese patrón de lectura y actuación que, de hecho, impone a la realidad lo que nos tiene que decir, puede tener noticia de la realidad en ella misma, en su aspecto absoluto.

Los maestros espirituales, sin excepción, afirman que quien silencia al ego silencia la dualidad.

Quien silencia la dualidad, silencia el mundo de formas que construimos desde nuestra necesidad y tiene acceso al que, a lo que es Sin forma, porque no tiene ninguna de las formas que nuestra condición de animales necesitados le atribuye.

El Brahma Sûtra dice: Declarar que el Absoluto no tiene forma es el propósito principal de las enseñanzas de las Upanishad. 1

Aquél es infinito donde nada se ve, nada se oye y nada se sabe.2

Sin embargo, se le conoce, se le percibe y se le siente en toda forma.

Se tornó la contraforma de toda forma; ésa es su forma perceptible.3

Es algo que acompaña a toda realidad, a toda forma.

Cuando la dualidad desaparece, hay conocer, percibir y sentir, pero ya no existe ni el que conoce, percibe y siente, ni lo conocido, percibido y sentido; sólo queda el Testigo, luz solitaria en el océano infinito, el mismo océano de luz.

Se convierte en el veedor único y sin segundo en medio del océano, es el mundo de Brahman, o rey. Así lo instruyó Yâjñavalkya. Es su suprema meta, su supremo éxito, su supremo mundo, su suprema felicidad.4

Como la obra de arte hace patente directa e inmediatamente la belleza, de una forma parecida la persona del Maestro espiritual hace directa e inmediatamente patente lo que supone el conocer, sentir y percibir desde el silencio.

Si los Maestros no nos pusieran delante de los ojos lo que es el conocer y sentir desde el completo silencio, no tendríamos idea de que tal cosa pueda existir para nosotros.

El Maestro, en su persona, muestra “Eso no-dual y sin forma” que todo es y que yo mismo soy. Escuchar lo que dice Kabir.

Oh, hermano mío, anhela mi corazón aquel verdadero Maestro que llena la copa del amor auténtico; bebe de ella y luego me la ofrece.

Es él quien aparta el velo de mis ojos y permite la verdadera visión de Brahman.

Es Él quien revela los mundos que en su Ser existen, y me conduce al deleite de la divina armonía.

El verdadero Maestro es aquel que puede revelar a nuestra visión la forma de lo Informe.

Los grandes textos religiosos son la prolongación, en el tiempo, de la persona de los Maestros; son su espíritu vivo.

Lo mismo sostiene Juan Matos, el chamán mejicano, en sus enseñanzas a Carlos Castaneda.

«La primera tarea de un Maestro es introducir la idea de que el mundo que creemos ver no es más que una imagen, una descripción del mundo. Cada esfuerzo del Maestro está destinado a probarle esto al aprendiz. Pero hacer que lo acepte es una de las cosas más difíciles; cada uno de nosotros está atrapado, con satisfacción en su propia representación del mundo; ésta nos empuja a sentir y actuar como si conociéramos verdaderamente alguna cosa del mundo. Un Maestro, desde el primer acto que realiza apunta a poner fin a esa representación. Los Maestros llaman a esto, “interrumpir el diálogo interior”, y están convencidos que es la sola técnica y la más importante que hay que enseñar al aprendiz.» 5

Lo mismo sostiene un texto, muy lejano en el tiempo y en el espacio, el Mahamudra de la tradición budista tibetana.

Mantener la mente como la del niñito que mira con la más intensa viveza mental los frescos de un templo.6

Este texto pone el acento, además de en el silencio, en la alerta. Como Jesús advertía cuando decía ¡Vigilad!

Nuestros antepasados practicaron la vida espiritual desde las religiones y las creencias. Nosotros nos vemos forzados a hacerlo sin religiones y sin creencias.

Debemos, pues, estudiar, en los grandes textos espirituales de la humanidad, los procedimientos que enseñaron los Maestros para adentrarse en el silencio, corregir posibles errores y desviaciones.

¿Cómo trabajar para conseguir el silencio y la alerta?

Estudiaremos brevemente los grandes ejes de los métodos de silenciamiento, pero teniendo siempre en cuenta la advertencia constante de todos los Maestros: no hay relación de causa a efecto entre el esfuerzo y el método empleado y la consecución del pleno silenciamiento interior y, con él, el conocimiento del Absoluto que acompaña a ese silencio.

Los procedimientos de silenciamiento son sólo procedimientos de intento. El intento no produce el conocimiento, pero el conocimiento se produce en el seno del intento. El conocimiento desde el silencio, el conocimiento silencioso, que es el conocimiento del Absoluto sin forma, es un don gratuito que normalmente sólo se produce en el intento.

En términos de las tradiciones teístas podríamos decir que el conocimiento silencioso es siempre gracia, don, no logro.

No es extraño que sea así, porque también ocurre algo parecido en el arte e incluso en la ciencia. Hay un hiato entre el empeño, el esfuerzo y la creación.

Los humanos, como vivientes que somos, tenemos tres grandes posibilidades de métodos de silenciamiento:

Emplear la mente para silenciar todas nuestras facultades.

Emplear el sentir con el mismo fin.

Emplear la acción para lo mismo.

Cada uno de estos grandes troncos tiene mucha variedad de procedimientos. Analizaremos únicamente esas tres grandes familias de procedimientos.

Todas las tradiciones religiosas emplean estas tres familias de procedimientos, cada uno a su manera. Pero es la tradición hindú la que mejor la teoriza.

El silenciamiento desde la mente. Los indios le llaman “yoga del conocimiento”

Los Maestros invitan a utilizar toda la potencia de nuestra mente, con su capacidad de razonar y de intuir, para desmontar lo que nuestra misma mente construye al servicio de nuestra condición de necesitados.

Es un uso del poder de la mente diferente del que hace la filosofía y la ciencia. La filosofía y las ciencias utilizan el poder de la mente para explicar la realidad; para construirla, para modelarla.

El yoga del conocimiento utiliza ese mismo poder para hacer un trabajo contrario: mostrar que todas nuestras explicaciones, que damos por reales, son nuestra construcción, no son lo que es.

Así, el yoga del conocimiento conduce a la mente, y con ella a nuestro sentir y nuestro actuar, hasta la misma frontera de todas nuestras construcciones, para enfrentarnos, así, directamente con “lo que es”, que no es ninguna de nuestras interpretaciones.

Se utiliza la razón, la capacidad de razonar fríamente, hasta conducirnos al borde mismo del Sin forma. Dice Rumí que en ese tramo del trabajo, la razón es maestra; pero cuando se llega al borde del abismo del Sin forma, la razón se convierte en discípula de nuestra propia capacidad de intuir, de nuestra capacidad de conocer más allá de los mecanismos lingüísticos de la razón.

No se trata de probar creencias con la razón, como podría hacer la teología, ni de mostrar su coherencia racional. Se trata de salirse, con ayuda de la razón, de todas las interpretaciones que hacemos de la realidad, de ésta en la que vivimos, no de otra trascendente, para aproximarnos a lo que realmente hay y no lo que nuestra condición de vivientes necesitados precisa ver.

Nuestra mente, como mente propia de un animal viviente, sólo da por real lo que puede representársele como objeto o como sujeto, como individualidad. El yoga del conocimiento conduce a tener que admitir que eso son sólo categorías propias de un animal, el sujeto, que siempre se interpreta como individuo y como núcleo de necesidades, para sobrevivir en un medio, que inevitablemente tiene que representárselo como distinto y opuesto a él como “ob-iectum”, como algo puesto ahí, frente a mí.

Donde no se da la contraposición de sujeto-objeto, que es una construcción propia de los vivientes para sobrevivir, no hay ni individuos, ni dualidad, ni pluralidad. Sólo hay “Eso que es”. Y “Eso” no es ninguna de nuestras interpretaciones; está más allá de todas nuestras capacidades de interpretar y representar. Por eso se le ha llamado “Sin forma”, “Vacío”.

Hasta aquí lo que podríamos llamar la función razonadora, lingüística, de nuestra mente. A partir de ahí tiene que intervenir nuestra capacidad intuitiva, que ya no es lingüística, ya es silenciosa. Tenemos que llegar a intuir que hay un conocer en el seno de la no dualidad, en el que ya no hay ni sujetos, ni objetos, ni individuos.

Por tanto, en ese conocimiento, intuitivo y no-dual, ya no hay “lo mío” y “lo tuyo”, criatura / creador.

Se trata de un conocimiento en el que ya nadie conoce ni conoce nada, pero que es real noticia y real conmoción, real sentir.

Este conocimiento en el seno de la unidad, sin forma, genera una certeza inquebrantable, aunque no sea certeza de nada ni de nadie.

Ese “conocimiento-no conocimiento”, ese “conocimiento en la nube del no saber”, ese “conocer supraesencial”, ese “saber no sabiendo”, ese “conocer tenebroso”, esa “luz en plena noche” (según las expresiones de los místicos cristianos y musulmanes) es el conocimiento del Absoluto, el conocimiento silencioso, el conocimiento de “el que es”, “lo que es” y no de lo que nuestra mente necesitada construye.

Sólo este conocimiento transforma de arriba abajo al sentir. Porque el sentir sigue a lo que nuestra mente da por realidad. Gracias al trabajo con el yoga del conocimiento hemos podido transformar lo que damos por realidad. El sentir sigue a esa transformación.

El sentir que se asienta en la unidad es el que genera el amor incondicional. Recordemos que “las condiciones” al amor sólo las pone el sentimiento de ego, creerse alguien venido a este mundo.

Para el sentir que se reside en la unidad, sólo cabe el amor sin condiciones. Sólo un amor así es capaz de cambiar el mundo.

Sólo el que ya no es un depredador, sino un amante, puede ayudar a arreglar, aunque sólo sea un poco, el mundo de depredación que nuestras culturas construyen.

Quien todavía continúa depredador, no puede arreglar verdaderamente el mundo de la depredación. Depredará, de una forma u otra, el mundo que pretende arreglar.

Quien quiera luchar por el bien de los hermanos, por la justicia y la equidad, que luche, primero o a la vez, por conseguir el conocimiento que transforma el sentir y la acción.

Cito unos textos de Rumí, es musulmán, no indio, sin embargo describe la manera de proceder del yoga del conocimiento:

«La razón es buena y deseable hasta que ella te hace llegar a la puerta del Rey. Cuando llegas a Él, abandónate a Él, no tienes nada que hacer con el “cómo” y el “por qué”.»7

«A pesar de los esfuerzos que hace la razón, ella no puede comprender; sin embargo, no renuncia a estos esfuerzos, ya que si lo hiciera dejaría de ser razón. La razón, incesantemente, noche y día, está inquieta y atormentada por el pensamiento, el esfuerzo y las tentativas para alcanzar a Dios el Altísimo, aun cuando Él sea inalcanzable. La razón es como la mariposa, y el Bienamado como la llama. Cuando la mariposa se arroja sobre la llama, se quema y aniquila. La mariposa representa a aquél que, a pesar de ser quemado y torturado, no puede soportar estar alejado de la llama. Todo ser viviente que se apasiona por la llama y se arroja sobre ella, es también una mariposa. Pero si la mariposa se arroja sobre la llama sin quemarse, la llama no es tal. Del mismo modo, si el hombre no está apasionado por Dios y no hace esfuerzos para alcanzarlo, no es un hombre… El hombre es el que se esfuerza y gira alrededor de la luz de su Majestad divina sin tregua ni reposo, y Dios es Aquél que quema al hombre y lo aniquila. Ninguna razón puede alcanzarlo.»8

Este trabajo con la mente puede hacerse

-con procedimientos claramente conceptuales, así trabaja el Budismo y el Advaita Vedanta,

-o con procedimientos simbólicos, mitológicos, con narraciones y cuentos, así trabajan las tradiciones teístas: algunos autores cristianos, algunas corrientes sufíes e indias.

Hay otro procedimiento que también trabaja con la mente, pero que no se basa en nuestra capacidad de razonar, sino en nuestra capacidad de concentración. Es lo que los indios llaman Raja Yoga.

El procedimiento consiste en concentrarse sobre realidades físicas o mentales (objetos físicos, símbolos, imágenes), silenciando, simultáneamente, nuestra interpretación y valoración del objeto de concentración, nuestros recuerdos y expectativas, hasta conseguir sacar al objeto sobre el que se practica la concentración del círculo de hierro en el que le tiene preso la egocentración de la mente y del sentir.

Cuando la concentración es adecuada, el objeto de concentración toma todo su relieve, todo su ser propio que no es ser objeto frente a nosotros; entonces aparece en todo su valor gratuito, absoluto.

Si el objeto se sale del círculo en el que está encerrado, el círculo de la relación sujeto-objeto, deja de ser objeto. Si el objeto deja de ser objeto, el sujeto deja de ser sujeto.

Vamos a parar al ámbito de lo no dual, a “eso que es”, el Purusha.

El silenciamiento desde el sentir

El deseo/temor y por tanto el amor/odio es el patrón de sentir.

Silenciar, desde el sentir, es salirse de ese patrón.

Silenciar el deseo,

-no equivale a matar el deseo,

-equivale a silenciarlo cuando se quiera.

-No equivale a matar la capacidad de conmoverse y amar,

-equivale a aprender a conmoverse y amar

-no porque sirva a mi necesidad,

-ni porque tenga que ver conmigo,

-sino porque sí, porque algo existe.

Por consiguiente, y en contra de lo que pudiera parecer, silenciar el deseo es aprender a amar verdaderamente.

Quien ama conducido por su deseo,

-ama su satisfacción antes que nada,

-ama a las personas o a las cosas porque están ligadas a su satisfacción.

Quien ama desde el silencio del deseo

-ama a las personas y las cosas por sí mismas,

-independientemente de la relación que tengan o no con ellos mismos,

-libres de referencias a uno mismo.

Aprende a amarlo todo, no sólo lo que le atañe.

Quien ama sin silenciar el deseo, ama con condiciones –la satisfacción de su deseo.

Quien ama con el deseo silenciado, ama sin condiciones.

El silenciamiento del deseo es una condición imprescindible para todo trabajo con la mente, con el sentir e incluso con la acción, como veremos.

Lo siguientes textos de las grandes tradiciones espirituales hablan del silenciamiento del deseo.

«¡Tú que construyes la casa! Te he descubierto, no me harás una nueva casa, todas tus vigas han sido rotas y el techo destruido; mi mente se ha despojado de todo aquello que produce la existencia y ha alcanzado la destrucción de los deseos».9

«…el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.»

«El que halla su vida, la perderá y el que la perdiere por amor a mí, la hallará.»10

«Niégate ti mismo. ¡Afirma la existencia del solo verdadero! Este es el sentido de “no hay más dios que Alá”.»11

El trabajo espiritual con el sentir en una época sin creencias ni religiones

En la época de las religiones se sabía cómo trabajar con el sentir, porque el sentir se apoyaba en la creencia.

El sentir se orientaba a la figuración divina, a la imagen, que daba por real. Así se sacaba el sentir del círculo de la egocentración.

Si se hacía correctamente, el sentir trascendía la figuración y entraba en el silencio. Si no se hacía correctamente, el sentir quedaba atrapado en la creencia, en la imagen mental. No llegaba a tocar al Sin forma, porque sentir imágenes, representaciones no es sentir “lo que es”, lo real.

Si no se hacía correctamente, el resultado era una estructura del sentir falsa, más voluntad de sentir que sentir verdadero. En las religiones era frecuente que ocurriera esta malformación.

Sentir imágenes, representaciones, no origina un amor incondicional a todo.

En sociedades sin creencias, sin religiones y sin dioses, ¿cómo se tendrá que trabajar con el sentir para llegar al sentir silencioso, que es el sentir del Absoluto?

En Occidente, por la dificultad de esta situación, muchos buscadores optan por una solución budista o vedanta: trabajar con la mente hasta transformar el sentir y desde ahí, transformar también la acción.

Pero hay otra solución, capaz de heredar las tradiciones teístas, sin dejar de ser sociedades laicas y sin creencias.

Utilizar mitos, símbolos, narraciones sagradas e imágenes como se hace con los poemas.

Los poemas no se creen, pero a pesar de ello, son capaces de movilizar el sentir más allá del círculo de la necesidad.

Los mitos y símbolos, como los poemas, son como tentáculos que lanzamos desde nuestros sentidos para tocar y sentir la realidad, más allá de las construcciones de nuestra necesidad.

Podríamos decir que son construcciones sensitivas, (mitos, símbolos, narraciones, cuentos, rituales), para salirnos de nuestras construcciones al servicio del ego.

Explicaré lo que quiero decir con una imagen: EL CUBO.

Nuestra vida cotidiana, la de las construcciones de nuestra necesidad, es como una tenue capa sobre el fondo de la inmensidad del Absoluto. Diseñamos, construimos nuestro mundo sobre el trasfondo de “lo que es”. Nuestra construcción y el trasfondo no son dos. Nuestra construcción no es “nada” sobre el trasfondo, ni el trasfondo es “otro” de nuestra construcción.

Sin embargo, nuestra construcción vela el trasfondo, de forma que tomamos por realidad lo que no es más que un tenue velo. Y ese velo son sólo nuestras interpretaciones, que damos como reales.

En esta situación, usar narraciones, símbolos, mitos, rituales, es como usar un cubo para sacar agua de ese trasfondo.

O es semejante a estar en un acantilado, con la inmensidad del mar a los pies, pero sin poderlo alcanzar directamente. Usaremos un cubo para poder recoger y probar el agua.

El cubo, el cazo, es como las imágenes que usamos para poder recoger y hacer llegar hasta nosotros la inmensidad del Sin forma.

Como seres vivientes que somos, sabemos que sólo dando forma a lo informe, podemos acercarlo a nuestra mente y a nuestros sentidos.

Pero sabemos que la forma con la que tenemos acceso a eso Sin forma, al agua, es la forma del cazo, no la del agua, no la del Sin forma, la del agua.

Si confundiera la realidad del agua, el Sin forma, con la forma del cubo que usamos para beber, al gustar el agua gustaría mi propia construcción, no la realidad que puedo alcanzar con el cubo.

Si confundo el sabor del aguar con el sabor del cubo, podré pasarme la vida tratando con cubos y cazos sin saber el gusto del agua, el sabor del Sin forma; y podría morirme de sed, sin poder salir mi mundo egocentrado.

Si usando cubos y cazos no bebo el agua, no sabré qué es gustar el agua, ni lo que es el existir mismo del agua, ni lo que es saciar la sed.

Necesariamente tenemos que usar cubos y cazos, pero sólo para beber el agua, dejándolos de lado después.

Los mitos, símbolos, narraciones sagradas y ritos, son como los cubos y los cazos que nosotros construimos con nuestro arte. Sólo sirven para llevarnos a los labios el sabor del agua de vida. El agua no tiene forma alguna. Las formas que adopta el agua en los cubos, es la de los cubos. Los cubos son construcciones nuestras, y no son el agua.

Como que lo que buscamos es el agua, estamos libres de esta o aquella forma de cubos. La sumisión a formas concretas de cubos nos llevaría a confundir nuestra construcción, la forma del cubo, con el agua, el Sin forma.

En la época de las religiones, por razones culturales, no religiosas, los cubos, nuestras construcciones, eran intocables. Eso nos indujo al error de pensar que el agua tenía que venir en una forma determinada de cubos y sólo en esa forma. Ello nos condujo a confundir lo que es nuestra construcción, con lo que no es nuestra construcción.

Quien bebe el agua de vida, la experiencia del conocimiento y sentir silencioso, no se ata a ninguna forma de cubos o cazos.

Pero la imagen del cubo es insuficiente para hacernos una idea del papel de los mitos y los símbolos. Porque el cubo no orienta sobre la naturaleza del agua, no da pistas sobre las muchas cosas que se pueden percibir y gustar en el agua.

Orienta únicamente sobre su carácter sin forma.

No orienta sobre su frescor, su transparencia, su capacidad de saciar la sed, su capacidad de sumergirnos en su seno, etc.

Las imágenes que proporcionan los mitos y narraciones de las grandes tradiciones sí lo hacen.

Imágenes tales como Dios, Padre, Luz, Altísimo, Rostro, Vacío, Ser-Conciencia, etc., dan indicaciones al sentir, le marcan una dirección para su indagación.

Apuntan en la dirección que hay caminar, pero como las señales en los caminos, hay que orientarse por ellas y, luego, dejarlas atrás.

Para ser fiel a lo que apuntan las imágenes, hay que caminar más allá de ellas, hasta tener que llegar a negarlas, porque “lo que es” no es a la medida de las pobres categorías y representaciones de unos pobres vivientes como nosotros.

Ser fiel a lo que señala la imagen es dejarla atrás los más posible y lo antes posible.

Las imágenes son construcciones nuestras que nos orientan más allá de nuestras construcciones; nos orientan al silencio de todas nuestras construcciones.

El cultivo de la sensibilidad por la devoción

En la época de las sociedades preindustriales, podía uno entregarse al amor, servicio y devoción de una imagen o representación divina que se creía real.

Los maestros proponen la devoción como un método de silenciamiento de la mente y especialmente del sentir.

¿Cómo se puede practicar la devoción, en una cultura laica que sabe, que todas las imágenes divinas son construcciones nuestras?

El procedimiento consiste en

-la meditación constante

-la entrega total de amor y servicio a la figura del Dios, o del Hombre-Dios.

Con ello el devoto

-deja de girar sobre sí mismo,

-silencia su mente y su sentir, ocupándose sólo del dios,

-se aleja del mundo construido desde su necesidad,

-indaga con su sentir, guiado por la imagen,

-hasta llegar a ver el rostro del amado en todas las cosas.

«El amor no se destruye sino con otro amor», dice Rumí. 12

«Ahora voy a enseñarte a doctrina más secreta y más elevada; por tu bien lo haré, ya que eres mi bien amado.

Yo te aseguro y te prometo, porque te amo, que si fijas tu pensamiento en mí, y me amas, me adoras y me ofreces sacrificios arrodillándote ante mí, te unirás conmigo.» (Dice Krishna a Arjuna).13

«Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él y en él haremos morada.»14

Se afirma con frecuencia que el camino de la devoción es el camino más fácil

-porque el amor y el servicio están al alcance de todos

-porque es un procedimiento potente y capaz de polarizar todo nuestro ser

-perceptivo y sensitivo,

-cognoscitivo,

-activo,

-consciente e inconsciente.

Pero en nuestras condiciones culturales, presenta una dificultad seria por cuatro razones:

-porque nos movemos en una cultura laica y no teísta,

-porque tenemos estructurado el pensar y, sobre todo el sentir, sin dioses,

-porque nuestra cultura no es inclinada al uso de imágenes, ni menos a su culto.

En nuestras condiciones culturales, más claramente que nunca, hemos de ser conscientes que usamos símbolos y culto a los símbolos e imágenes sólo como instrumento de silenciamiento y para descentrarnos, desegocentrarnos.

Hemos de ser conscientes, en todo momento de que tenemos dioses, los amamos y servimos, para llegar a conocer y sentir de tal manera, que no sea necesario tenerlos.

El silenciamiento a través de la acción

Los Maestros proponen un uso estratégico de la acción, para que genere un conocer y sentir silencioso. Ese uso no es la simple práctica de la filantropía, la reforma social o la lucha por la justicia, aunque puede coincidir con ella.

Dicen que hay que actuar

-sin buscar los frutos de la acción,

-sin buscar nada para sí mismos,

-gratuitamente.

Un uso de la actuación no para depredar y satisfacer nuestras necesidades físicas o psíquicas sino una acción como don completo de sí mismo, desencadenada por interés por las cosas y personas.

Una acción

-hecha no por deber,

-ni para dar sentido a la propia vida,

-ni para legitimar socialmente la religión,

-sino como método para aprender a interesarse por las cosas y las personas mismas y así conocer “al que es” en ellas y en todo.

-acción dirigida a transformar al depredador en amante, porque amándolo todo ama “al que es”.

Desde esa acción, en estado de alerta de la mente y del sentir, brota el conocimiento y el sentir silencioso.

Todas las tradiciones han usado muy explícitamente este procedimiento:

-el amor al prójimo, como distintivo de los discípulos de

Jesús,

-el servicio incondicional a la comunidad de los musulmanes,

-el amor incondicional a todas las criaturas de los budistas,

-y en la tradición hindú es una afirmación constante, recuérdese este texto del Bhagavad Gîtâ: «Tú debes perseguir la acción, pero sólo a ella, no a sus frutos; que éstos no sean tu acicate. Quien no desea los frutos de sus acciones, quien está perpetuamente satisfecho sin depender de nada, no obra aunque se introduzca en la acción.»15

Consideraciones generales sobre los procedimientos de silenciamiento

La diferenciación de procedimientos para crear el silencio en la mente y en el sentir, a fin de callar la interpretación y valoración que hacemos de la realidad en función de nuestra condición de animales necesitados (procedimientos hechos desde la mente, desde el sentir y desde la actuación), es una diferenciación, real, pero, como metódica que es, algo artificial, porque finalmente todos los métodos terminan confluyendo.

¿Por qué? Porque el que hace el intento es siempre una persona con ese triple tipo de facultades.

El conocimiento silencioso es a la vez amor.

El trabajo con el sentir se convierte en conocimiento.

La acción desinteresada termina convirtiéndose en conocimiento y amor.

Sin embargo, es útil hacer la diferenciación clara, porque las tradiciones y las personas tienen preferencias, a la hora de abordar el intento de desegocentración, por el uso de unas facultades u otras para hacer el camino espiritual.

Esto depende de factores personales y culturales.

Pero hay consenso en todas las tradiciones, que, se practique el procedimiento que se practique, el silenciamiento a través de la acción, llámesele amor al prójimo, acción desinteresada o karma yoga, es imprescindible.

El amor al prójimo, o karma yoga, debe acompañar siempre a cualquier otro procedimiento de silenciamiento.

¿Por qué? Porque si no se hiciera así, lo que se consiguiera de silenciamiento interior con cualquier otro procedimiento, se perdería si se continúa actuando como un depredador. Tendríamos un desagüe continuo. No habría forma de desnudarse por completo de sí mismo y de la construcción que hacemos de la realidad desde ese interés por sí mismo, si nuestra acción no fuera la propia de un amante y no la de un depredador.

La acción desinteresada, que no busca los frutos de la acción, porque busca el bien de las criaturas, sin poner condición ninguna a esa actuación, es método de silenciamiento y, a la vez, fruto del silenciamiento.

Pero para que la acción desinteresada sea vehículo de camino interior, no basta con actuar generosamente, como líder político, reformador social, filántropo, etc., hay que buscar explícitamente, con ese tipo de acción el silenciamiento de todo nuestro sistema mental y sensitivo egocentrado, para poder oír con claridad el canto absoluto de la realidad.

Cuando se oye ese canto absoluto, entonces nuestra acción es finalmente una actuación de amor sin condiciones, porque ya no es amor a cosas y personas, sino amor “al que es”, a “lo que es”, al Único, al Patente, a Cristo.

Una última dificultad. El camino espiritual, la vía al silencio, no es un camino de ensimismamiento, ni a algo así como un hedonismo espiritual, que se desinteresa de la marcha del mundo.

¿Cómo podría ser así, si “lo que es”, no es nuestra construcción dual (yo y lo otro) sino el “no-dual”?

Quien hace del camino espiritual, un camino de ensimismamiento, no ha comprendido de qué va la propuesta de los maestros del espíritu.

Como ya conocéis los textos cristianos que hablan de lo esencial que es para Jesús el amor al prójimo, un amor sin condiciones, porque está dispuesto a dar la propia vida por aquellos a quien ama, os citaré dos bellos textos. Uno de los Upanishad hindúes y otro budista.

Empiezo por el texto de un Upanishad:

«La triple descendencia de Prajapati, los dioses, los hombres y los asuras vivían, en calidad de estudiantes, donde su padre Prajapati.

Mientras vivían con de él, en calidad de estudiantes, los dioses le dijeron: Instrúyenos Señor.

Y él pronunció la sílaba DA y les preguntó: ¿Habéis comprendido?

Ellos contestaron: hemos comprendido. Nos has dicho: Controlaos (damyata).

Los hombres le dijeron: Instrúyenos, Señor.

Y él pronunció la sílaba DA y les preguntó. ¿Habéis comprendido?

Ellos contestaron: hemos comprendido. Nos has dicho- Dad (datta).

Sí, les dijo, habéis comprendido.

Y los asuras le dijeron: Instrúyenos, Señor.

Y él pronunció la sílaba DA y les preguntó: ¿Habéis comprendido?

Ellos contestaron: hemos comprendido. Nos has dicho: Tened compasión (dayadhvan)

Sí, les dijo, habéis comprendido.

Y es eso lo que repite la voz divina, el trueno: DA, DA, DA, controlaos, dad, tened compasión. Y éstas son las tres cosas que el hombre debe practicar: el autodominio, la limosna y la compasión.»

Si se quiere ver al Absoluto en toda realidad, dice el texto que hay que dar tres pasos:

Primero, controlar las propias apetencias y deseos para no acercarse a las cosas como un depredador.

Cuando se consigue eso, viene el segundo paso: dar y darse a todo, porque así me aproximo desinteresadamente a las cosas.

Cuando uno se ha dado sin reserva a todo, viene el tercer paso: la compasión. Quien refrena su egoísmo y, actuando en contra de él, entrega todo lo que posee y su ser, por el bien de las cosas y de las personas, está en condiciones de aproximarse a ellas y sentirlas en su propio existir. Eso dice la palabra “compasión”.

Quien es capaz de sentir con el sentir mismo de lo que le rodea, existe también con su existir.

Sólo ese tiene un acceso silencioso a las personas y a las cosas, ese está en condición de ver al Absoluto en cada uno de los rostros que le rodean y en cada una de las cosas con las que vive.

En un sûtra está escrito: «todos los seres sensibles son mis hijos. Todas las personas mayores son mi padre y mi madre. Todos los hombres y mujeres de mi edad son mis hermanos y mis hermanas. Todos los niños son mis hijos y mis hijas.»16

Y este otro bello texto:

«Me gustaría vivir solo en una ermita pequeña con el techo de paja, construida a la sombra del bosque de pinos. Viviendo en esta cabaña, si un niño cayera enfermo en el este, iría a curarlo. Si una madre estuviera fatigada en el oeste, iría a ayudarle y a darle masajes en los hombros. Si hubiera un moribundo en el sur, iría a decirle que no se preocupara, que no tuviera miedo de la muerte. Pero si muriese, lloraría con una profunda compasión por él y por su familia. Si en el norte hubiera una querella, iría a detenerla y diría: no pelarse. Combatir no sirve de nada. Aunque algunos me criticasen y me tratasen de estúpido, no me entristecería. Aunque otros me admirasen como a una buena persona no me alegraría. Espero ser así algún día.»17

Concluiría este pequeño apartado con una frase: Quien quiera ayudar verdaderamente a la humanidad, hágase sabio.

Pero con esa sabiduría que proporciona el camino del silenciamiento interior, que es el camino de la desegocentración, que es el camino del conocimiento de “lo que realmente hay en esta inmensidad” y no lo que nuestra pobre condición de depredadores diseña y construye sobre esa inmensidad, que está más allá y vacía de todas nuestras posibilidades de conceptualizar y representar.

Los intentos de amar al prójimo y servir a la causa de la justicia y la equidad, no tendrán toda la eficacia que esos graves problemas requieren, si el que intenta es un depredador y no un amante. En el siglo XX hemos adquirido una extensa y amarga experiencia de quienes pretendían luchar por la justicia, sin haber dejado, previamente, de ser unos feroces depredadores ellos mismos.

Sólo los amantes son capaces de arreglar verdaderamente las cosas. Y uno no se convierte en amante si continúa con su yo vivo. Para amar hay que morir primero, hay que acercarse a las cosas y las personas vivo, pero muerto. Sólo así se puede amar sin condiciones.

Sólo lo que es un camino de conocimiento es, a la vez, un camino de amor y servicio. Pero se trata de conseguir un conocimiento no de lo que necesita modelar nuestra necesidad para vivir, sino de “Eso que hay” y que todo es y yo también soy.

NOTAS

1 Brahma Sûtra. III, 1, 4.

2 Ch. Up. VII, 24, 1.

3 Br. Up. II, 5, 19.

4 Br. Up. I V, 3, 32.

5 C. Castaneda: Relatos de poder. pg. 225.

6 Evans-Wentz W. T. Yoga tibetano y doctrinas secretas. Pg. 160

7 Rumí. Fihi-ma-fihi. Pg. 147.

8 Rumí.Fihi-ma fihe. Pg. 57.

9 Dhammapada, XI, 154.

10 Mt. 10, 38-40.

11 Abû Sa’îd. En: Pareja: La religiosidad musulmana, pg. 445.

12 Rumí: Fihi-ma-fihi. Pg. 148.

13 Bhagavad-Gîtâ. XVIII, 64, 65.

14 Jn. 14, 23.

15 Bhagavad-Gîtâ. II, 47; IV, 20.

16 Deshimaru, T.: La práctica de la concentración. Pg. 136.

17 Deshimaru, T.: La práctica de la concentración. Pg. 247.

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La donación fue realizada a comienzos del pasado mes de febrero por representantes de los Entidades Espiritistas Centre Barcelonés del Cultura Espírita, Fraternitat Humana Associació Espírita de Terrassa y la Asociación Espírita Andaluza Amalia Domingo Soler. Entre los títulos donados, fueron entregados dos ejemplares de la «Bibliografía Espiritista Española, 1857-1936», cuyo autor es Óscar García Rodríguez, Presidente del Grupo Espírita de La Palma.

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Eileen Caddy (1917 – 2006), cofundadora de la Fundación Findhorn y de la Ecoaldea que lleva el mismo nombre, situada al norte de Escocia

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EXTRACTOS DE LA OBRA “LA VOZ INTERIOR”, DE EILEEN CADDY

  • «Tu tarea es crear el nuevo cielo y la nueva tierra. Por eso no pongas el énfasis en los problemas y las tribulaciones, en la enfermedad y el sufrimiento, en las guerras y luchas del mundo. No consientas enmarañarte en ellos, pues si lo haces llegarás a ser parte de la enfermedad y no de la cura. Cuando elevas tu conciencia, quedas inmunizada frente al problema del mundo, y puedes vivir y trabajar con él a tu alrededor y sin embargo éste no te tocará ni te afectará en modo alguno.»

  • «La vida es lo que se hace de ella, por eso nunca eches la culpa a nadie por encontrarte de esta o de aquella manera; date cuenta, por el contrario, de que se trata de tu propia fabricación. Cambia tu actitud y cambiará todo tu comportamiento. Adopta una actitud constructiva frente a la vida. Construye lo mejor a partir de todo lo que veas a tu alrededor e ignora el resto.»

  • «Da constantes gracias por todo. Hay mucho que agradecer; abre tus ojos, mira a tu alrededor, y considera cuán bendecida(o) estás. Al hacerlo, te encontrarás llena de una abrumadora sensación de amor y gratitud, y toda tu vida asumirá un sentido nuevo. La gente que te rodea te importará más porque tu corazón está lleno de amor por ellos, y podrás comprenderlos y tolerarlos más. Te descubrirás agradecida hacia ellos, por su amor y por su compañía, por ser simplemente quienes son. Tus ojos se abrirán a toda la belleza y armonía que te rodean, a las maravillas de la naturaleza. Verás con ojos que de verdad ven; oirás con oídos que de verdad oyen; y hablarás con palabras de amor y comprensión. La vida será buena contigo porque no darás nada por hecho sino que mostrarás aprecio hacia todo.»

  • «Vive y trabaja, pero no te olvides de jugar, de divertirte y de pasártelo bien en la vida. Necesitas equilibrio en todo. Demasiado trabajo sin diversión hace que la vida resulte desproporcionada, y te convierte en una persona aburrida y poco interesante. Busca un equilibrio perfecto en todo lo que hagas, y encontrarás que la vida es una verdadera delicia. Necesitas variedad en la vida, ¿por qué, pues, no detenerse e intentar algo nuevo y diferente, no a causa de que te aburra lo que haces o como una forma de escape, sino porque te das cuenta de que necesitas un cambio? Cuando puedas hacerlo sin sentido alguno de culpa, encontrarás que serás capaz de hacer todo lo que tienes que hacer con una actitud nueva; y, lo que es más, serás capaz de hacerlo disfrutándolo de verdad. ¿Qué sentido tendría la vida si no puedes gozarla y pasarlo bien con todo lo que emprendas, llamémosle juego o trabajo?»

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Arturo Maccanti Rodrigues, 1934 – 2014

Amor o nada 

Para Manolo y Josefina a la sombra del mar

Os hablo de la luz de esta jornada;

de una mano de amor sobre este hombro;

del corto corazón ante el asombro

de verse la tristeza derrotada.

Os digo, por la herida en que nombro 

y por esta esperanza desvelada,

que el hombre es sólo amor antes que nada,

antes de que regrese a ser escombro.

Os digo que la vida es cordillera;

cada uno la alcanza a su manera 

y es muy triste quedarse en la estacada.

Es muy triste quedarse —como un río

sin agua— sin amor, solo y vacío,

porque el hombre es amor. Amor o nada…

 

BIOGRAFÍA

Arturo Maccanti Rodrigues nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1934, hijo de padre italiano y madre de familia portuguesa, llegados a la isla pocos años antes. En 1951 comenzó la carrera de Derecho en la Universidad de La Laguna. En 1955publicó sus primeros poemas en la revista universitaria Nosotros. En los años siguientes aparecieron nuevas muestras de su escritura en la revista Gánigo (desde 1957), en los pliegos de San Borondón (1958), en el suplemento Gaceta semanal de las artes del diario La Tarde, de Santa Cruz de Tenerife (desde 1958), y en el suplemento Cartel de Diario de Las Palmas (desde 1963). En 1959 la colección «Poesía» de la revista universitaria Nosotros publicó su plaquette Poemas, que recogía seis sonetos. Una nueva entrega, también muy breve, titulada El corazón en el tiempo, vio la luz en 1963 en la colección «La fuente que mana y corre», de Las Palmas, colección en cuya edición colaboró Maccanti con Manuel González Sosa y Antonio García Ysábal.

Tras un curso en la Universidad de Salamanca, Maccanti terminó la carrera de Derecho en La Laguna. Se casó en Tenerife y fijó su residencia en esta isla. En 1964 participó en el Recital de Poesía Canaria realizado en el Colegio Mayor Universitario San Agustín, en La Laguna. En 1967 publicó su primer libro. En 1968 falleció en Madrid su hijo Hugo.

En los años de 1972 a 1974 residió en Madrid, donde colaboró con Taller de Ediciones JB, empresa dirigida por Manuel Padorno. Regresó luego a Tenerife. En 1977 publicó De una fiesta oscura, en la colección «Paloma atlántica» de Taller Ediciones JB. A esta plaquete siguieron Cantar en el ansia (1982), No es más que sombra (1995), Viajero insomne (2000), Óxidos (2003), El volcán y la isla (2003), El mar (Una elegía) (2003) y Helor (2005).

Ha sido notable su labor de traducción, especialmente de poetas italianos. En 1985 fue incluido en la antología Chile en el corazón, editada en Barcelona. En 1986 la obra poética publicada por Maccanti hasta entonces fue objeto de un detenido estudio de Miguel Martinón en su libro La poesía canaria del mediosiglo. Recibió el Premio Canarias de Literatura en 2003.

En 2005 el conjunto de su obra quedó reunido en el volumen Vivir sobre la vida, en edición preparada por Alejandro Krawietz. Este volumen incluye sendos trabajos críticos sobre la poesía de Maccanti debidos al propio Alejandro Krawietz y a Jorge Rodríguez Padrón, Alejandro Rodríguez-Refojo y Francisco León. En 2005 apareció un nuevo libro de poemas: Helor. En 2010 se ha reeditado el volumen recopilatorio Vivir sobre la vida, ahora solo con prólogo de Jorge Rodríguez Padrón.

Desde enero de 2002 entra como miembro de la Academia Canaria de la Lengua. En el año 2003 fue galardonado con el Premio Canarias en la modalidad de Literatura.

Fallece en Tenerife el 12 de septiembre de 2014 a la edad de 80 años.

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LA EXPERIENCIA VIRTUAL QUE REDUCE

EL MIEDO A LA MUERTE

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Por: Angie

 http://www.rewisor.com/la-experiencia-virtual-que-reduce-el-miedo-a-la-muerte/

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Un equipo de investigadores liderado por Mel Slater, de la Universitat de Barcelona, han desarrollado un experimento de Realidad Virtual para crear la ilusión de vivir la experiencia de estar separado de tu propio cuerpo y ayudar así a perder el miedo a la muerte.

El experimento se realizó a 32 voluntarios. Lo primero fue hacerles sentir que el cuerpo virtual que veían (a través de las gafas) era suyo haciendo coincidir los movimientos reales de los voluntarios con los del cuerpo virtual. Cuando una bola virtual se dejaba caer sobre el pie del cuerpo virtual, una vibración se activaba en la piel real de la persona; una técnica similar a la ilusión de la mano de goma haciendo que las personas sientan que un cuerpo es suyo a pesar de que saben que no puede serlo.

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Una vez experimentado eso, el siguiente paso fue cambiar el punto de vista del paciente el cual ellos veían como parecía que flotaban lejos del cuerpo virtual observándolo desde arriba. A partir de ahí, cuando las bolas se dejaron caer sobre el cuerpo virtual sólo la mitad de ellos recibió la vibración. Los que aún así la sintieron les parecía que seguían conectados al cuerpo.

Tras terminar el experimento, con su conciencia separada del cuerpo virtual, respondieron a un cuestionario para evaluar su temor a la muerte. Los que se habían sentido completamente desconectados de su cuerpo (los que no habían recibido ninguna vibración tras cambiarles el punto de vista) aseguraron haber reducido significativamente el miedo a morir.

Aunque Slater cree que es poco probable que la experiencia haya cambiado los sentimientos de los voluntarios acerca de la muerte, piensa que la experiencia podría producir la sensación de que la conciencia de los individuos está separada de su cuerpo físico y, por ello, tener la sensación de que es posible sobrevivir más allá de la muerte.

Esta experiencia es similar a algunas que han vivido personas que han superado una insuficiencia cardíaca, quienes han descrito haber visto la habitación del hospital desde el techo durante momentos críticos.

De momento no se sabe si éste método (u otros similares) podrían ayudar a consolar a personas con enfermedades terminales o cuando sus vidas se ven perjudicadas por fuerte miedo a la muerte.

«Nuestra idea era que si pudiéramos poner a las personas en una situación que ilustra la posibilidad de que su conciencia está fuera de su cuerpo, esto proporcionaría una evidencia implícita (pero no necesariamente creencia explícita) de que la supervivencia más allá del cuerpo es posible y la reducción del miedo a la muerte.»

 


¿QUIÉN ES MEL SLATER?

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Mel Slater dirije el eventoLab en Barcelona, grupo de informática ubicado en la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona. Las investigaciones de dicho grupo se vinculan tanto al lado técnico, en relación con los nuevos avances en gráficos de computadora y trabajo relacionado con la realidad virtual, y al lado científico relacionado con la representación y presencia del cuerpo Según Mel Slater, los principales intereses que le mueven son la investigación para ampliar radicalmente los límites de la realidad virtual, así como las aplicaciones que implican simulaciones de situaciones difíciles o imposibles de realizar en la realidad física, incluso hasta el punto de transformar el propio cuerpo del participante. Esta investigación limita con la neurociencia en el área de la representación corporal, tratando con la cuestión de cómo el cerebro representa al cuerpo, cómo se hace una distinción entre lo que es y lo que no forma parte del cuerpo. También le interesa el tena de la presencia en la realidad virtual. ¿En qué condiciones las personas tienden a responder de manera realista a situaciones y eventos virtuales? Ha distinguido así entre dos dimensiones  de esta «ilusión de lugar», la fuerte ilusión de estar en el lugar virtual y la «plausilibilidad», la ilusión de que los acontecimientos que están ocurriendo allí, realmente están sucediendo. 

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CUANDO LA SOCIEDAD ESTÁ A PUNTO

DE PERDER SU VIDA ESENCIAL

El Wen-tzu, conocido también con el título honorífico de Comprender los misterios, es uno de los grandes libros básicos del taoísmo, escrito hace más de dos mil años. Siguiendo la tradición de Lao Tse, Chuang-tzu y los Maestros de Huainan, el Wen-tzu abarca toda la gama del pensamiento y de la práctica taoísta. Olvidado durante mucho tiempo por todo el mundo excepto por los iniciados.

El Wen-tzu presenta una visión del taoísmo que es muy diferente de la proyectada por los eruditos occidentales y que está más de acuerdo con las concepciones taoístas. Su compilación se atribuye a un discípulo de Lao Tse, el famoso autor del clásico Tao Te King, y la mayor parte de su contenido se atribuye al mismo Lao Tse. La atribución de autoría en el antiguo taoísmo era generalmente simbólica más que histórica. Los nombres pueden referirse no sólo a supuestas personas individuales, sino también a escuelas y a tradiciones asociadas a los individuos o a sus círculos.

Según la tradición taoísta, el antiguo sabio Lao Tse no era un individuo aislado, sino que era miembro de un círculo esotérico. Se cree que tuvo varios discípulos, a cada uno de los cuales transmitió una serie de antiguas enseñanzas taoístas. El libro conocido como el Wen-tzu constituye una de estas series, una elaboración de las enseñanzas del Tao Te King en un conjunto de discursos atribuidos al antiguo maestro Lao Tse.

FUENTE: Extractado de la Introducción a la versión publicada en español, escrita por Thomas Cleary

 

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Del Wen-tzu traemos aquí uno de los comentarios o enseñanzas atribuidas a Lao Tse. Leed con detenimiento y el que sea capaz de ver, que vea. Mirad a vuestro alrededor, mirad vuestro interior, mirad sobre las cosas y los sucesos desde el silencio, mirad el sentido de los aconteceres del día a día. Comprended dónde estamos y hacia donde vamos y actuad en consecuencia según el grado de responsabilidad que podáis asumir: un tiempo muere, un nuevo tiempo asoma por el horizonte, pero entre medio todo se desmonta, pues siendo el solar el mismo, la vieja casa se derrumba necesariamente y será convertida en escombros para poder edificar allí mismo un nuevo hogar.

                                                                                                  Idafe

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Retrato idealizado de Lao Tse

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Lao Tse dijo:

Cuando la sociedad está a punto de perder su vida esencial, es como la emergencia de la energía negativa: el liderazgo es ignorante, se descuida el Camino, muere la virtud. Se emprenden proyectos que no están en armonía con la Naturaleza, se dan órdenes que constituyen una violación de las cuatro estaciones. El verano y el otoño disminuyen su armonía, el cielo y la tierra son exprimidos de su virtud. Los gobernantes en sus tronos están incómodos, los grandes se ocultan y no hablan, los ministros promueven las ideas de los que están arriba incluso en detrimento de la normalidad. La gente extraña a sus parientes, pero recibe a los villanos, utiliza el halago para estratagemas secretas; se compite por mantener gobernantes corruptos, acompañándolos en su caos para llegar a sus propias metas.

En consecuencia, gobernantes y gobernados están reñidos y mantienen relaciones amistosas cuando se aparta a los familiares y éstos no permanecen juntos. En los campos no hay brotes erguidos, en las calles no hay paseantes. Se extraen las arenas auríferas, se cogen las piedras preciosas, se capturan las tortugas por sus conchas y se les saca las entrañas. Se practica la adivinación cada día; el mundo entero está desunido. Los gobernantes locales establecen leyes que difieren entre sí, y cultivan costumbres antagónicas.

Sacan la raíz y abandonan la base, elaborando códigos penales para endurecerlos y hacerlos rigurosos, luchando con armas, exterminando al pueblo llano, asesinando a su mayor parte. Levantan ejércitos y causan problemas, atacando las ciudades y matando al azar, derribando lo elevado y poniendo en peligro lo seguro. Fabrican grandes vehículos de asalto y fortalezas reforzadas para repeler tropas de combate, y hacen que sus batallones vayan a misiones mortales. Contra un formidable enemigo, de cien que van, sólo uno regresa; quienes llegan a hacerse una reputación para sí mismos tal vez consigan parte del territorio anexionado, pero esto cuesta cien mil muertos en combate, además de innumerables adultos y niños que mueren de hambre y frío.

Después de esto, el mundo nunca puede estar en paz en su vida esencial y disfrutar sus maneras de actuar habituales. Así, las personas conscientes y los sabios se elevan y la mantienen con la virtud del Camino, y la ayudan con humanidad y justicia. Quienes están cerca promueven su sabiduría, mientras quienes están a distancia toman su virtud a pecho. El mundo se funde en uno, y los descendientes se ayudan unos a otros generación tras generación para liberarse de los comienzos de la traición, detener la persuasión ilógica, eliminar las leyes crueles, liberarse de los deberes que causan problemas y arduos deberes, detener los efectos del rumor y de la murmuración, cerrar las puertas al partidismo, minar los cocientes de inteligencia para adaptarse a la normalidad general, ignorar el cuerpo y disminuir el intelecto para comulgar ampliamente con lo desconocido y diferenciado, al igual que cada cosa retorna a su raíz.

Incluso los sabios no pueden crear un tiempo; lo que hacen es evitar perder el tiempo cuando éste llega. Esta es la razón por la que no mueren.

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EL ESPIRITISMO COMO UNA FORMA DE “ESPIRITUALIDAD”

No es frecuente encontrar entre los investigadores que se acercan al Movimiento Espiritista para estudiar algún aspecto de entre las diversas manifestaciones de su devenir histórico, una postura ecuánime y que se ajuste a los hechos acaecidos y a los documentos originales, teniendo como referencia lógica de partida el sello matriz que Allan Kardec, como codificador, dejó establecido como carta de naturaleza. No es frecuente, repito, trabajos y análisis objetivos de investigadores que ofrezcan una visión apartada de posiciones estereotipadas, cuando no claramente lastradas de acentuados prejuicios.

Esto era raro antes y sigue siendo infrecuente hoy. Por eso resulta gratificante, una auténtica bocanada de aire fresco, encontrar comentarios como el que traemos a colación, del que es autora Zulema Frolow de la Fuente, que aparece inserto en un trabajo universitario (Universidad de Cantabria) que lleva por título «’El Sagrado Ministerio de la Mujer”: Maternidad y Educación en el Espiritismo y la Teosofía».

Y aún nos congratula más comprobar que cuando miradas desprejuiciadas se acercan al Espiritismo sin anteojeras, son capaces de asimilar la esencia de sus conceptos a veces más profundamente que muchos de los que se dicen “espíritas”, entre los que un no despreciable número se incorporan a sus filas arrastrando una larga colección de atavismos de los que no saben o no quieren desprenderse.

Esto es lo que resalta una y otra vez a lo largo y a lo ancho del improductivo debate que se viene sosteniendo periódicamente en el seno del movimiento espírita entre los que lo ven como una ciencia de implicaciones filosóficas y consecuencias morales, entre los que me encuentro –visión que, a nuestro juicio, está en plena sintonía con Kardec – y quienes haciendo malabarismos argumentales, más voluntaristas que lógicos y fundamentados, intentan por todos los medios conservar el substantivo “religión” inextricablemente asociado al concepto “Espiritismo”.

No tenemos ningún interés en continuar con ese debate, puesto que el tema para nuestra conciencia está sumamente claro, y sólo en algunos casos lo abordaremos sosegadamente cuando haya demandas que vengan planteadas en las formas fraternales que debemos emplear, en toda ocasión, entre nosotros los espiritistas, sin ánimo de polemizar. Únicamente resaltaremos formulaciones argumentales que se relacionan con esta cuestión si vienen expresadas con nitidez, altura filosófica y elevación ética y creamos que aporten algo de luz al asunto. Para ello tengamos en cuenta estas palabras que a modo de sabia advertencia y consejo nos dejó el filósofo chino Confucio (551 a. C. – 479 a. C.) alertando de las trampas de la mente cuando se ve azuzada por las emociones y las querencias:

«¿Sabes cómo llega a zozobrar la virtud y por dónde se escurre la sabiduría? La virtud zozobra en la fama y la sabiduría se va en los debates».

El trabajo de Zulema Frolow de la Fuente – «’El Sagrado Ministerio de la Mujer”: Maternidad y Educación en el Espiritismo y la Teosofía» – contempla el análisis en paralelo de dos movimientos contemporáneos, el Espiritismo y la Teosofía, que surgieron casi a un mismo tiempo y que mantienen coincidencias y también algunas divergencias, aunque hubiera personalidades que bebieran a la vez de ambas fuentes sin por ello encontrar diferencias irreconciliables, incluso en España.

He aquí, sin más dilación, el comentario que nos ha suscitado la redacción de estas notas

Nótese que calificamos el espiritismo y la Teosofía de espiritualidades y no de religiones. La diferencia es sustancial y aclaratoria…. La religión asume la Verdad como monolítica, central, dogmática, mecanismo indispensable para consolidar la conformidad, la aceptación –o imposición- y la adaptación de los comportamientos; su rigidez impide los cuestionamientos que, de existir, son percibidos como amenazas de disgregación. Por su parte, la espiritualidad favorece la inspiración, la creatividad y la transformación de la conducta en la medida en que es considerada como un fenómeno individual, e identificada con la trascendencia personal, la supraconciencia, la sensibilidad y la utilidad para promover conductas que permitan resistir las situaciones de injusticia. En este sentido, provee de significados a la situación en la que se vive y promueve la posibilidad de esperar un cambio de la misma. Tiene un cierto sentido crítico que permite la elaboración y la transformación de las experiencias cotidianas ya que no es elaborada de forma homogénea de manera que, en su interior, caben diversas posibilidades de interpretación.”

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LA VIDA EXTRA-CORPORAL

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Capítulo I del libro “Nuestra Última Aventura: una guía racional    

para la Muerte y el Más Allá”, de E. Lester Smith

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Este libro está escrito especialmente para las personas del mundo occidental, la mayoría de las cuales pertenecen a una u otra rama de la fe cristiana. Algunas de un modo sincero, otras, de un modo nominal, y hay otras que son francamente agnósticas. Tendré, pues, que empezar tratando de convenceros de que la vida consciente es realmente posible fuera del cuerpo físico.

Es algo triste. Si estuviera escribiendo para otras regiones del mundo, donde se profesan otras religiones, no tendría necesidad de hacerlo. Pues en estas religiones ya se habla de la vida después de la muerte y los fieles creen en ello. Si sois cristianos sinceros diréis que también habla de ella el cristianismo. Cierto, pero ¿se enseña de un modo efectivo? ¿Se cree en ello? Forma parte del ceremonial religioso de los funerales, pero de otro modo el tema suele evitarse, tanto por parte de la Iglesia como por parte de los creyentes. Toda la información de que se dispone estos días es escasa y muy confusa, especialmente en las Iglesias protestantes, y muy raramente se habla de ello. Existe una desconcertante conspiración de silencio.

Afortunadamente, no necesito pediros que confiéis en lo que yo os digo. Tenéis a vuestra disposición numerosas pruebas y todo ha sido analizado de un modo científico. Pero no se conoce lo suficiente y no podemos afirmar que todas las pruebas hayan sido aceptadas por la mayoría de los científicos. Me parece una lástima, porque yo soy uno de ellos y sé que actualmente la gente tiende a creerse más las palabras de los científicos que las de los ministros de la religión. Pero a la mayoría de los científicos no les interesa, porque estas ideas no concuerdan con sus actuales convicciones, y desechan las ideas sin ni siquiera estudiarlas. Los científicos, en general, no son investigadores de la verdad, ni tienen una mente tan abierta como se suele creer. Pero ésta es otra historia.

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Podría empezar con la pregunta de qué suponéis vosotros que ocurre cuando os dormís. Lo que llamamos la conciencia vigílica queda entonces en suspenso, pero ¿podéis creer que Vosotros, vuestro verdadero yo, ha quedado inconsciente? Eso significaría que, virtualmente, dejáis de existir mientras dormís y que volvéis a nacer, por así decirlo, al despertaros. Yo podría decir que los sueños son una prueba de las actividades extra-corporales. Pero no lo haré. Tengo una base más firme sobre la que apoyar mi caso. Los sueños suelen ser incoherentes, fantasías inconexas, y es fácil imaginar que han sido simplemente elaborados por el cerebro, partiendo de recuerdos antiguos y recientes, cuando éste se halla libre del control consciente.

Y esto me lleva directamente a otra argumentación. Si vosotros sentís, como yo, que el cerebro está realmente bajo control durante la vida despierta, entonces ¿quién o qué lo está controlando?

Naturalmente Vosotros, pero ¿quiénes sois vosotros? Utilizado en ese sentido, «vosotros», seguramente tiene que significar algún ente inmaterial, alguna entidad adicional al cuerpo físico. Para algunos de vosotros, y espero que para la mayoría, lo que digo es bastante obvio. Aunque lo creáis así, muchos científicos materialistas creen realmente que el cuerpo y el cerebro son suficientes para explicar todo el hombre. En el siglo pasado expresaron crudamente esta idea con las palabras «el cerebro segrega el pensamiento del mismo modo que el hígado segrega la bilis». Hoy en día lo hacen de un modo más delicado, pero el significado es el mismo; la mente y el cerebro no son más que aspectos distintos de una y de la misma cosa, según proclaman estos científicos. Además, dado que nuestra civilización está basada con tanto éxito en la ciencia y en la tecnología, mucha gente cree que los científicos deben tener razón y, por lo tanto, adoptan sus ideas.

Wilder Penfield, un distinguido neurocirujano americano, empezó con estas creencias. Dedicó su carrera hacia una exhaustiva investigación sobre el cerebro y sobre la cirugía cerebral con el fin de aliviar la epilepsia y otras enfermedades debidas a un cerebro dañado. Su propia experiencia en el curso de este trabajo le obligó, a regañadientes al principio, a darse cuenta de que la mente es una entidad separada e inmaterial que dirige y usa el cerebro y el cuerpo para sus propios fines. Comparando el cerebro con una computadora llegó a la conclusión de que la mente es algo similar al programador, al ser humano inteligente que manipula la computadora electrónica como una máquina para hacer cálculos rápidos.

Cuando se retiró, Penfield escribió un libro maravilloso: “Los Misterios de la Mente”, en el que describe los numerosos episodios que le llevaron a su «conversión».

Sir John Eccles, un científico inglés todavía más distinguido y que pasó toda su vida estudiando el cerebro, tuvo la misma experiencia. Al final de su vida también escribió un magnífico libro en colaboración con el filósofo Sir Karl Popper: “El Yo y su Cerebro”.

Hacia el final escribió: «Me veo obligado a creer en lo que podríamos llamar un origen sobrenatural de mi única mente autoconsciente o de mi única yoidad o alma… Gracias a esta especie de creación sobrenatural, escapo de la increíble improbabilidad de que la unicidad de mi propio yo esté determinada genéticamente.»

Si queréis seguir el pensamiento de los científicos, entonces hacedlo con personas como ellos. Los dos se hallaban en la situación más favorable para descubrir la verdad del problema mente-cerebro, y ambos tuvieron el valor de formular nuevas conclusiones y de admitir que al principio se habían equivocado.

No he querido basarme antes en los sueños para demostrar la teoría de un cuerpo superfísico. Pero hay dos tipos de sueños que algunas personas tienen de vez en cuando, e incluso regularmente, que nos dan pruebas de ello. El primero es un sueño muy vívido en el que nos encontramos con nuestra madre, u otro pariente próximo o amigo que ha muerto. Casi siempre esta persona muerta parece muy contenta, muy feliz y en perfectas condiciones, como al principio de su vida. A veces, al despertarnos, recordamos un mensaje o una conversación, pero generalmente tenemos la sensación de una feliz comunión. Yo creo que esto representa lo que podríamos llamar «un sueño real», un encuentro real en el otro mundo entre el durmiente en su cuerpo sutil y la persona «muerta» en el suyo.

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El otro tipo es lo que se denomina un sueño lúcido. La palabra «lúcido» no significa que el sueño sea especialmente claro y brillante; significa que el que sueña se da cuenta durante el sueño de que está soñando. En otras palabras, la lucidez no es visual, sino intelectual. En los sueños lúcidos pensáis y actuáis del mismo modo que lo hacéis en la vida normal. Tenéis cierto control sobre el curso del sueño. Estos sueños son suficientemente conocidos como para que se haya publicado al menos un libro sobre el tema, “Los Sueños Lúcidos”, de Celia Green, del Instituto de Investigaciones Psicofísicas. Está basado en materiales de los que dispone este Instituto y en otros materiales más, procedentes de libros sobre temas más amplios. En este tipo de sueño soléis ser conscientes de que os halláis en una especie de cuerpo que claramente no es el cuerpo físico normal, sólido y pesado. Por ejemplo, puede flotar o volar sin ningún esfuerzo. Saltar y volar son rasgos comunes de los sueños lúcidos, tal como demuestran los dos ejemplos siguientes. El primero pertenece al libro de Celia Green:

“Había una época en que tenía sueños lúcidos con mucha frecuencia. Me resultaba muy interesante hacer cosas que no podría haber hecho en la vida normal. Por ejemplo, entraba en las tiendas y no sabía si eran tiendas de verdad, y si alguien se daría cuenta de que robaba algo. Me gustaba saltar desde una gran altura en aquellos sueños. Podía ser en mi piso o en cualquier otro edificio. Pero no había peligro alguno, y era muy agradable saltar desde la ventana. Sin embargo, acabé por asustarme y dejé la práctica, porque tenía miedo de llegar a pensar que estaba soñando cuando no fuera verdad y que pudiera tirarme desde una ventana de verdad.”

En el segundo ejemplo, citado por el escritor ruso Ouspensky, se ve claramente que casi todos los sentidos normales pueden aparecer funcionando en estos sueños.

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P. D. Ouspensky

“Oigo su paso cauteloso y les observo desde la ventana de una casa alta de Galata, en Constantinopla, situada en un estrecho callejón que da al antiguo muelle y al Cuerno de Oro, con sus barcas y vapores, y los minaretes de Estambul detrás de ellos. Los soldados romanos siguen avanzando en apretadas filas por el callejón. Oigo su pesado paso mesurado, y veo como el sol reluce sobre sus cascos. De repente me aparto del marco de la ventana en la que me apoyaba, y en la misma posición reclinada voy volando lentamente por encima del callejón, por encima de las casas, y luego por encima del Cuerno de Oro, en dirección a Estambul. Siento el olor del mar, el viento y el calor del sol.”

A diferencia de los sueños normales, los sueños lúcidos suelen recordarse claramente al despertar, pero podéis tener uno de ellos y olvidarlo. En caso de tener alguno, tratad de no quedar atrapados emocionalmente, en cuyo caso el sueño terminará de inmediato.

Hay que procurar, por todos los medios, evitar el conflicto emocional. El ejemplo final, de Oliver Fox, se refiere a este punto y también menciona el sentido del gusto, el único sentido que no incluía el ejemplo de Ouspensky.

“Era muy difícil mantener el papel de observador impersonal en aquel extraño Mundo de los Sueños, y darse cuenta de que si dejaba que mis emociones dominaran mi control mental, el sueño acabaría abruptamente. Entraba en un restaurante, pedía unos platos, y me despertaba al primer bocado… Conocía a una señora fascinadora y llegaba a hablar con ella un poco, pero el simple pensamiento de un posible abrazo era fatal.”

El sueño lúcido se funde con un tipo de experiencia ligeramente distinta y más conocida. Es la que llamamos «experiencia extracorporal», o según otros, «proyección astral», o más sencillamente «separación». Suele empezar a partir del estado de vigilia sin apenas rompimiento alguno con la conciencia. Es como si quedarais dormidos, pero permaneciendo «despiertos» en un cuerpo diferente, en un mundo diferente, o en un tipo de espacio diferente. Sin embargo, estas experiencias pueden empezar a partir del sueño normal, o a partir de la inconsciencia causada por la anestesia en una operación, o a partir de una conmoción debida a una caída o a cualquier otro accidente. En este estado de separación, probablemente seáis más conscientes de vosotros mismos en el cuerpo inmaterial que no en un sueño lúcido, y con mucha frecuencia podréis mirar vuestro propio cuerpo físico desde fuera. En casos menos corrientes no es ni siquiera necesario que este cuerpo normal esté inconsciente; puede continuar con lo que estaba haciendo antes de ocurrir la separación: hablar, cantar, escribir a máquina, caminar, incluso conducir un coche o una moto. Pero vosotros, con cierto sentido del Yo, del verdadero Yo, estáis siempre en el cuerpo separado. Podéis observar vuestro cuerpo normal, que sigue hablando con sensatez o que sigue actuando como si perteneciese a otra persona. Podéis contemplarlo de un modo objetivo, criticando su manera de hablar o lo que está diciendo, por ejemplo.

Durante el tiempo que dure esta experiencia no tenéis ningún interés especial por ese cuerpo ordinario y ninguna conexión personal en la conciencia con aquello que esté haciendo. Os sentís felices y vívidamente conscientes en vuestro cuerpo separado, excepto en raros ejemplos de conciencia dual. Naturalmente, tiene que existir una conexión, so pena de que el cuerpo se duerma o se desvanezca, o actúe claramente como un simple autómata. Lo que pasa es que, generalmente, no sois conscientes de la sensación, parece que os encontráis completamente al exterior. Sin embargo, es mucho más corriente que la separación empiece cuando estáis en la cama o descansando en una silla.

Me gustaría poder escribir de una manera consciente sobre mis propias experiencias en la separación, pero son demasiado insignificantes para tener relevancia. Hay ejemplos mucho mejores que podéis encontrar en numerosos libros sobre el tema. Para vosotros, mis propias experiencias no son importantes, pero para mí son cruciales. Me permiten escribir partiendo de una experiencia personal vívida, totalmente incuestionable. No se trata de una cuestión de fe. Yo sé, sin posibilidad de duda, que tengo este segundo cuerpo superfísico. Y como supongo que no soy único, creo firmemente que vosotros y todos los demás tenéis este cuerpo, aunque no seáis todavía conscientes de ello. Pero, de hecho, probablemente seáis ya conscientes de él, aunque no sea de este modo tan aparatoso. La mayoría de la gente civilizada no vive demasiado en su cuerpo físico. Centran sus intereses especialmente en niveles superiores y tienden a vivir en sus emociones y pensamientos. Si reflexionamos sobre esto os daréis cuenta de que cuando estáis atrapados por la emoción, o cuando algo os obliga a pensar en profundidad, en esos momentos apenas si os dais cuenta de vuestro cuerpo. Estáis conscientes en otro reino, en otro estado del ser, efectivamente en un cuerpo sutil y no físico. Volveré a insistir en este razonamiento más adelante.

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Entretanto, tenemos pruebas más fehacientes de personas que nos cuentan sus experiencias sobre la separación o experiencia extra-corporal. Ya he mencionado el libro de Celia Green, “Sueños Lúcidos”. Ha escrito otro llamado «Experiencias Extra-corporales» que analiza estos hechos extraños desde todos los ángulos. Es un libro interesante que, a diferencia del otro, no está basado en ninguna publicación previa. Pidió, a través de la prensa y la radio, que todo aquel que hubiera tenido tales experiencias le escribiera. Los cientos de personas que le escribieron recibieron un cuestionario para rellenar. Se recibieron 326 respuestas, a las cuales se mandó un segundo cuestionario que fue contestado por 251 personas. El libro está basado en todas estas experiencias. Tenemos, pues, unas 300 personas corrientes, que no sólo tuvieron esas extrañas experiencias, sino que también oyeron o leyeron la petición y sintieron el interés suficiente como para rellenar cuestionarios. Por ello, esto no debe ser más que una pequeña muestra. Hay muchos miles de personas entre nosotros que han experimentado la separación en algún momento, pero que rara vez la mencionan, por miedo a parecer excéntricos o diferentes. Más adelante mencionaré a otro autor que consiguió recoger más de 800 casos. Parece, pues, después de todo, que estos sueños no son tan extraños.

Lo primero que diría sobre este estado de separación es que suele recordarse siempre como una condición de deliciosa libertad y felicidad. Mucha gente lo acepta inmediatamente y se deleitan con la experiencia. Otros, hay que admitirlo, quedan perplejos y asustados por su novedad. Puede incluso que se pregunten si han muerto. O bien, tras disfrutar un rato con su aventura, de repente se sienten perdidos y no saben si serán capaces de regresar. Yo lo sé porqué a mí me ha ocurrido. En realidad, estos temores no tienen fundamento; en cuanto se siente miedo, el cuerpo separado queda automáticamente atraído por el físico con el que vuelve a unirse y la persona se despierta, a veces con un sobresalto, recordando lo que ha ocurrido. Después de unas cuantas experiencias como ésta, ya sabes qué esperar, y que no hay razón para sentir miedo.

El otro punto importante es que la mayoría de estas personas son conscientes de estar en un cuerpo sutil que suele parecerse muchísimo a su cuerpo físico corriente. Puede parecer más joven por estar libre de cualquier incapacidad de las que obligan al cuerpo normal, por la edad, enfermedad o accidente. Si ha perdido un miembro, por ejemplo, el cuerpo sutil vuelve a estar entero. Suele aparecer vestido con la ropa o el pijama que en aquel momento esté llevando en realidad, o con alguna otra prenda que lleve habitualmente. Hay personas que se ven envueltas en una tenue vestimenta, generalmente blanca. Este es el modo en que suelen aparecer los fantasmas. ¿Es eso tan extraño? ¿No se os ocurre pensar que en ese estado de separación sois un fantasma? Si conseguís haceros visible a cualquier otra persona viva (lo cual no suele ser posible) os considerarán un fantasma y se preguntarán si estáis muertos.

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Ocasionalmente, la aparición parece tan real que puede confundirse con una persona real en su cuerpo físico, hasta que desaparece o atraviesa una pared y se va. Otra característica común es que muchas personas miran hacia atrás y ven su propio cuerpo echado en la cama, o sentado en una silla, ya veces despierto y trabajando. Su reacción no suele ser la de alarmarse, o escandalizarse, sino que adoptan una actitud bastante indiferente, «mira, éste soy yo, éste es el aspecto que ofrezco ante los demás». Lo que resulta sorprendente es la falta de interés que muchas personas sienten por su cuerpo físico inerte, por su habitáculo normal. La razón es que su conciencia está casi totalmente centrada en su cuerpo separado; y es éste el que se siente realmente vivo, mientras que el otro no tiene más interés que el de un abrigo que se cuelga al entrar en una casa caliente.

“Yo no sentía ningún interés por mi cuerpo físico, ni por mi vida física. Sólo quería seguir y prolongar aquel estado feliz de existencia donde todo era más brillante, más vívido y más real que todo lo que había conocido antes”. Celia Green, “Experiencias Extra-Corporales.”

Para aquellos que lo han experimentado, esta capacidad de mirar atrás y adelante de un cuerpo a otro es una prueba irrefutable de que realmente poseen este segundo cuerpo en el que la vida puede continuar independientemente del marco físico. Estas personas insistieron en la cualidad «positiva» del desapego que experimentaron, y no en la resignación. Algunos se sintieron muy interesados por su experiencia, pero no se involucraron emocionalmente. Es muy fácil que la emoción impulse el retorno. El interés fue descrito como «académico», «crítico» o «interés y fascinación objetivos». «Los problemas de la vida cotidiana son muy triviales», «Fue como si todas las preocupaciones de mi vida hubiesen desaparecido». Pero algunas personas sienten compasión por sus cuerpos sufrientes.

El pensamiento y la memoria persisten en la forma separada, frecuentemente más agudizados que en la vida despierta. El mero hecho de pensar en otro lugar basta para volar hacia allí casi al instante. La separación es causada, en ocasiones, por la tensión, cuando nos damos cuenta de un peligro inminente, como el que nos ilustra el siguiente caso; ocurrió antes de que la persona chocara realmente contra el suelo en su caída.

“Mi experiencia tuvo lugar en «Harrison’s Rocks», un pequeño acantilado rocoso del sur de Londres. Después de dormir durante la noche, me levanté un domingo por la mañana y, creo recordar que sin comer nada, empecé a escalar las rocas en solitario. A unos quince o veinte pies por encima del suelo resbalé y caí. Objetivamente la altura no era muy grande, pero creo que me asusté mucho por el posible dolor o la muerte y por un momento abandoné la idea de vivir. Mientras caía, me parecía estar a unos cinco o diez pies de las rocas, viendo como mi cuerpo caía. Recuerdo vagamente que me hubiera gustado investigar aquella extraña sensación girando al otro lado de mi cuerpo para mirarlo. Cuando dí contra el suelo el dolor fue lo que me preocupó de inmediato; me había torcido gravemente los dos tobillos”. Celia Green, “Experiencias Extra-Corporales.”

Resulta difícil describir las percepciones sensoriales del cuerpo sutil. Evidentemente, una vez separado, no puede utilizar los órganos ni los sentidos del cuerpo físico; ni tampoco tiene un duplicado de sus sentidos, aunque pudiéramos creerlo así después de leer narraciones sobre algunas experiencias de separación. Únicamente los observadores más experimentados reconocen que el cuerpo sutil adquiere conciencia de sus alrededores de un modo totalmente diferente y único, es como si tuviese un único órgano sensorial que combina las capacidades de los otros cinco sentidos normales, incluso más. Tal vez no haya ningún órgano sensorial localizado, pero todo el cuerpo es sensible y receptivo. Pero ¿cómo podemos describirlo? No tenemos palabras para ello. Se ha usado el término sinestesia, como la síntesis de todos los sentidos, pero no resulta muy útil en las narraciones de estas experiencias. Por eso, lo que casi todos los escritores hacen, incluso aquellos que comprenden bien la situación, es utilizar palabras familiares como ver, sentir, oír, etc. Pero al leer estas explicaciones tendríamos que imaginar estas palabras entre comillas, pues no tienen su significado ordinario. Están usadas en un sentido imaginario. Si alguien dice: «estaba fuera de mi cuerpo y ví un ángel», mentalmente deberíais traducir la frase en algo como «Estaba fuera de mi cuerpo físico, y en mi cuerpo sutil adquirí consciencia de un Ser.

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No puedo describir exactamente lo que ocurrió. Fue como si le viera, pero era algo mucho más importante que la visión terrenal. También sabía que era un Ser Espiritual bondadoso, de gran esplendor, que había venido para ayudarme. En parte, me recordaba las descripciones de los ángeles que había leído, pero era mucho más glorioso y más bondadoso de lo que hubiera podido imaginar.»

Es en gran parte esta clase de concienciación lo que hace que la vida «del otro lado» sea al principio tan desconcertante, pero también mucho más vívida y más satisfactoria que nuestras experiencias terrenas. En comparación, éstas parecen primitivas, a pesar de las capacidades verdaderamente maravillosas del oído y de los ojos, en combinación con el cerebro. Otra capacidad del estado «desencarnado» es la habilidad de «ver» en todas direcciones y no sólo desde la posición que ocupan los ojos, y ver los dos lados de un objeto simultáneamente. Esto explica el ocasional giro al revés de un objeto cuando se regresa al cuerpo. El número «78» puede recordarse como «87 » por la dificultad de distinguir la derecha y la izquierda. También es posible ver en la oscuridad cuando uno está fuera del cuerpo, y ver a través de los objetos, o ver su exterior y su interior al mismo tiempo. El sentido del tiempo también puede ser distinto al del estado normal de vigilia.

Varias personas han intentado visitar a un amigo cuando salían de su cuerpo. Generalmente, el amigo no es consciente de su visitante, pero a veces la presencia se ve o se siente como una impresión.

La psicokinesis, es decir, el movimiento físico de objetos mediante el pensamiento o mediante el cuerpo separado, no suele ser posible. La persona es a menudo consciente de que su mano sutil atraviesa el objeto que quiere mover sin afectarlo en absoluto. Similarmente, la forma separada puede atravesar un techo o una pared sin ninguna dificultad, pero a menudo la persona está inhibida por su experiencia normal y no intenta estos experimentos.

Hace cincuenta años o más, varios escritores quisieron explicar la sorprendente naturaleza del plano astral (1) sugiriendo que es un mundo de cuatro dimensiones, en lugar de las tres dimensiones del mundo normal. Para ayudarnos a visualizar la situación presentaron una analogía. Se nos hacía imaginar una raza de hombres planos, sin grosor alguno, confinados en un mundo plano bidimensional. (2D) Para ellos, nuestro mundo normal tridimensional (3D) sería tan desconcertante como un mundo cuatridimensional (4D) pudiera serlo para nosotros. La analogía, sin embargo, no era muy convincente, porque casi es más difícil imaginar hombres bidimensionales que hombres cuatridimensionales. Creo que la razón es que estamos rodeados por representaciones del mundo tridimensional en superficies planas bidimensionales, y tenemos dibujos, cuadros, fotografías y ahora imágenes televisivas. Con ayuda de la perspectiva y la colaboración de los ojos, el cerebro y la mente, no tenemos dificultad alguna para imaginar la dimensión que falta, la de la profundidad.

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Creo que hay una analogía mejor, la del dibujo de la sombra o silueta. Si, por ejemplo, el perfil de la cabeza de una persona está iluminado por una sola luz concentrada puede proyectar una sombra delineada sobre una pared blanca, y entonces, tendréis una verdadera proyección bidimensional de la cabeza de esa persona.

Si fuera un desconocido, os costaría mucho imaginar qué aspecto tiene esa persona realmente, pues la silueta no da una indicación de la profundidad como lo hace el dibujo. Creo que esta analogía nos permite apreciar mejor nuestra dificultad para imaginar la profundidad todavía mayor, la complejidad y amplia visión de la imagen astral. Normalmente, nosotros percibimos desde un punto fijo, el de nuestros ojos, y todo cuanto vemos de un objeto sólido es la parte de una superficie externa visible desde ese punto de vista.

No estoy sugiriendo que el otro mundo sea realmente cuatridimensional en un sentido literal (geométrico). Hay otra explicación de sus propiedades que encuentro más satisfactoria. Pero la idea de una cuarta dimensión imaginaria puede ser útil para algunas personas.

Otros libros que tratan sobre el tema incluyen recopilaciones de casos, especialmente Crookall y otros libros que explican las propias incursiones repetidas del autor en este otro mundo. Tal vez el más conocido de éstos sea uno que fue publicado en 1929 por Muldoon y Carrington, “La Proyección del Cuerpo Astral”. Muldoon vivía en una parte rural de los Estados Unidos y experimentaba lo que él llama proyecciones astrales, desde los doce años. Tenía sólo veinticinco cuando empezó a escribir su libro, animado por el otro autor, un famoso escritor de temas ocultos. Por entonces, ya había tenido cientos de estas experiencias, algunas espontáneas y otras inducidas deliberadamente. La separación le era muy fácil, y escribe con la convicción de que la mayoría de la gente puede experimentarla por sí misma siguiendo su técnica. En la práctica no resulta ni mucho menos tan sencilla como él supone. Admite que puede ser difícil para personas de salud robusta. Sorprendentemente, afirma que la separación es más fácil cuando el cuerpo está fatigado, enfermo o viejo: él inducía un estado adecuado de pasividad reduciendo el ritmo de los latidos de su corazón, algo que podía hacer a voluntad, pero algo poco común. Luego, se recomienda la relajación del cuerpo, mientras se mantiene la mente alerta pensando en la proyección e imaginando con todas las fuerzas cómo el cuerpo astral se eleva por encima de la forma física que yace en la cama. Pero el estado emocional debe ser de tranquilidad y sin miedo. Sin embargo, para Muldoon, la proyección con plena conciencia era a veces una experiencia desagradable, acompañada de una sensación vibratoria de arriba a abajo, y de dolor en la nuca.

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Otros practicantes, especialmente Monroe (véase más adelante) han mencionado fuertes ruidos extraños en los oídos, como ruidos de rugidos y ráfagas de viento. Es preferible, dice este autor, dormirse normalmente y luego «despertarse» en una conciencia astral. Entonces, uno puede despertarse del todo directamente desde ese estado, o puede volver a caer primero en el sueño normal. El despertar directo desde la conciencia astral, especialmente si se debe al miedo, puede ser desagradable e incluso doloroso, pues los cuerpos quedan repentinamente «en coincidencia», como dice Muldoon. El resultado es una «repercusión» que sacude el cuerpo.

Yo mismo suelo tener ligeras repercusiones cuando intento dormirme con la mente todavía activa. Supongo que me adormezco y tengo que volver al instante para terminar el curso de mis pensamientos. De cualquier modo, esta noción del paso desde el sueño a la conciencia astral tiene algo familiar: esto es lo que muchos de nosotros hacemos por la noche, pero al despertar, raramente recordamos nuestras excursiones. En realidad, la separación en sí no es nada inusual, pero hemos de aprender a recordarlo, cosa todavía poco común. Muldoon afirma que a partir de observaciones de su familia y amigos en estado de separación, el cuerpo sutil se separa normalmente del cuerpo físico durante el sueño. Pero, generalmente, se mantiene a una distancia de un pie por encima del cuerpo dormido, quedando en un estado parecido al sueño, mientras los dos cuerpos van reorganizándose, por así decirlo, para el trabajo del día siguiente. A veces el cuerpo sutil puede vagar un poco, envuelto en sus propios pensamientos y fijándose poco en lo que le rodea. Pero otras personas están totalmente «despiertas» en el plano astral, aunque raramente recuerdan sus viajes por la mañana.

Tal vez sea éste el mecanismo protector de la Naturaleza: en la conciencia despierta ya tenemos suficientes preocupaciones como para cargarnos con el peso de nuestras actividades nocturnas. Estas personas tienen, por así decirlo, la doble personalidad de Jekill y Hyde, pero es muy probable que sea el doctor Jekill quien se encuentra activo por la noche en misiones altruistas. Más adelante volveré a tocar este tema.

Muchos autores han hablado de un «cordón de plata» que conecta el cuerpo físico con el cuerpo sutil. Muldoon siempre fue consciente del «cordón de plata» que los unía. No solamente podía verlo, sino que podía sentirlo como un cable, aparentemente blando y elástico, pero sólido. También sentía una especie de tirón elástico del cordón, que tendía a atraerlo hacia el cuerpo, y su tensión parecía aumentar hasta que se alejaba unos diez o veinte pies de su cuerpo. Pero en cuanto conseguía rebasar esta distancia, el cordón se hacía más fino convirtiéndose en un hilo y dejaba de tirarle hacia atrás. Sin embargo, cuando llegaba el momento de finalizar la separación, el cordón volvía siempre a atraerlo hacia atrás. Si alguna vez tenéis esta experiencia, tratad de recordar que es imposible perderse. El cordón os volverá siempre al lugar, sanos y salvos. Se nos dice que únicamente al morir se corta finalmente ese cordón.

Las máximas experiencias de Muldoon eran, en su mayoría, monótonas. Se encontraba en un mundo muy parecido al mundo normal en que vivía, en un cuerpo igual a su cuerpo físico, con la excepción de que era ligero y podía viajar libremente. Una de sus experiencias más interesantes y convincentes fue cuando visitó una extraña casa, viajando en proyección astral. Pudo fijarse en su situación, en una ciudad cercana y memorizar detalles de su interior. Vio a la familia que vivía allí, incluyendo a una niña de su misma edad aproximadamente que estaba cosiendo. Más tarde, una vez despierto, encontró a aquella niña y la reconoció, presentándose y describiendo detalles de su casa que ella confirmó inmediatamente. Se hicieron amigos y se dispusieron a llevar a cabo algunos experimentos en la proyección astral.

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Robert Monroe

Otro autor que ha escrito sobre sus numerosas experiencias extracorporales es Monroe, un ingeniero en electrónica y un ejecutivo. De repente, empezó a tener estas experiencias que continuaron y fueron haciéndose más interesantes cada vez. Como era una persona del campo científico, se ofreció para reconocimientos médicos y experimentos científicos, y describió sus observaciones de un modo más científico que la mayoría de los otros autores. Sus experiencias en lo que él llama Locale I, que se parece mucho al mundo ordinario, eran realmente similares a las de otras personas. Pero en su Locale II, encontró un mundo menos familiar en el que tuvo muchas aventuras, conoció a mucha gente interesante y «conversó» con ellos, generalmente mediante una especie de telepatía, sin palabras. El tiempo y el lugar parecían actuar de modo diferente. Ante su menor deseo, se encontraba en otra localidad. Además de escribir un libro, “Viajes Extracorporales”, Monroe siguió sus propias experiencias, elaborando unas técnicas para inducir la misma condición en otros voluntarios. Era consciente de unas sensaciones vibratorias en el cuerpo y de unos sonidos en los oídos, como unos fuertes rugidos, precisamente antes de abandonar el cuerpo. Hacía relajar a los voluntarios en un colchón de agua, con unos auriculares estereofónicos en las orejas, y a través de ellos les transmitía varios sonidos. Un tono puro en su oído, y un tono ligeramente diferente en el otro se combinaban en el cerebro para producir un tono vibratorio bajo. Un «sonido blanco» a todo volumen para simular el rugido, más unas campanas del templo y otros sonidos más musicales, era suficiente para conseguir que la mayoría de las personas saliesen de su cuerpo. Sin embargo, conservaban cierto grado de conciencia dual, podían dictar sus experiencias a una grabadora mientras sucedían. Oí decir que había tenido éxito en 600 personas, pero gran parte de su material tenía que ser analizado todavía. Más interesante aún, es que Monroe ha formado un Grupo de Exploradores, formado por sus mejores sujetos, que se dedican a examinar repetidamente estos otros mundos.

Además, cuando uno de ellos se halla «fuera» y narra una extraña experiencia, puede mandarse allí un segundo miembro del equipo para que le encuentre y confirme su observación. El hecho de que las experiencias puedan ser compartidas es especialmente significativo y demuestra que es mucho menos probable que sean alucinaciones de cualquier clase. En principio me preocupaba un poco pensar que tantas personas parecían tener sus propias experiencias únicas. Pero tampoco es realmente sorprendente, pues si cien visitantes del espacio fuesen enviados a distintos puntos separados de la tierra, contarían cien historias distintas de sus aventuras. No hay razón para suponer que los otros mundos sean más uniformes que nuestro mundo conocido.

En su libro “La Vida Mística” Whiteman habla extensamente de sus propias experiencias espontáneas que se cuentan a miles. Whiteman es catedrático de Universidad y también ha sometido sus experiencias al análisis y clasificación científicos. Describe varios tipos distintos de separación y llega a la conclusión de que el grado de separación depende del grado de conquista sobre las fijaciones emocionales e intelectuales. En sus separaciones no se limitaba a aquellos reinos o espacios parecidos a la tierra, como la mayoría de la gente. El describe espacios superiores de creciente pureza y espiritualidad. Las experiencias más elevadas de Whiteman eran comparables a las de los famosos místicos cristianos y a las de los más experimentados yoguis hindúes. De éstas hablaré en un capítulo posterior. Sin embargo, la actitud espiritual de Whiteman respecto a sus experiencias es digna de mención. Eran todas espontáneas. Nunca intentó inducir la separación, aunque a veces trató de modificarla con la intención de elevar su conciencia a niveles espirituales superiores, a través del Amor y la Obediencia. Consideraba cada acontecimiento como algo que se le otorgaba para aumentar su comprensión, y él ha pagado estos regalos escribiendo libros para guiar a otros hacia la vida espiritual.

Volviendo a los compiladores de experiencias extracorporales de otras personas, debo mencionar que tres libros escritos por Crookall hablan de no menos de 800 casos. Con algunas excepciones que pertenecen al capítulo siguiente, no añaden mucho a la información que he recogido de otras fuentes. Pero lo que más me interesó fue el título de su último libro “Lo que Ocurre Cuando Morirnos”. Como voy a intentar demostrar, éste es un título presuntuoso y confuso. Según mi modo de pensar, trata sólo de lo que puede suponerse que ocurre a algunas personas durante los primeros minutos u horas después del «despertar» al otro lado. Sin embargo, este título del libro plantea una cuestión importante: ¿podemos asumir que las experiencias extracorporales durante la vida física son una premonición exacta de la vida después de la muerte?

El leer sobre estas experiencias puede no ser convincente; es posible despreciarlas considerándolas sueños o alucinaciones, a pesar de los 2.000 casos o más que se han podido recoger y de los muchos miles que deben haberse conservado como algo privado y precioso. Pero incluso una sola experiencia vívida personal de vida en un cuerpo separado, y más todavía si el cuerpo físico también se ve, es totalmente convincente. Es decir, proporciona una prueba irrefutable, por experiencia directa, de que es posible funcionar en este «Cuerpo de Luz», como podemos llamarle. Si una persona piensa en todo esto, probablemente reflexionará y dirá: ¿Sí tengo este otro cuerpo -y sé ahora que lo tengo- entonces cuando me muera ¿qué va a impedirme seguir viviendo conscientemente en este cuerpo? Verdaderamente ¿qué? Es difícil contrarrestar un argumento así.

Personalmente yo estoy de acuerdo con esa persona, aunque por lo que he leído, supongo que habrá algunas diferencias de detalle en la calidad de la vida después de la muerte, en comparación con los breves episodios extracorporales. Particularmente creo que, a medida que nos vamos familiarizando con las condiciones después de la muerte, la vida se abre y florece de un modo que pocos han experimentado durante su vida sobre la tierra. Si no estáis convencidos todavía, leed al menos el siguiente capítulo que ofrece pruebas más directas.

 

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Introducción

Al margen de las referencias históricas a hechos concretos que eran palpitante actualidad cuando fueron redactadas las siguientes líneas, las comprensiones que Lanza del Vasto, su autor, nos transmite, son plenamente aplicables a las actuales circunstancias por las que atraviesa el planeta.

Teniéndolas como base me permito, incluso, avanzar una previsión, lo que no me va a convertir en profeta, no hay mérito alguno en ello, puesto que la psicología de la masa humana es lo más previsible que existe. Es ésta: hoy en día se extiende como la pólvora la idea de una supuesta amenaza global que toma cuerpo, principalmente, en el terrorismo extremista de signo islamista. El cariz de las decisiones que están adoptando los grandes poderes políticos mundiales, servidores de oscuros intereses económicos y clasistas, va a provocar justamente lo contrario de lo que se dice pretender (pura mentira, una fachada), es decir un recrudecimiento y extensión del terrorismo extremista, de uno o de otro signo. Y si no comprendemos rápidamente, las respuestas subsiguientes irán en la misma línea de restricciones de más y más libertades individuales, alentadas por el espejismo de una ilusoria “seguridad”. Una cercenación de libertades ni siquiera necesitará ser impuesta, sino que hasta será inicialmente solicitada y aclamada por la propia masa humana, la cual ignora que obedece ciegamente, cual manada, a un programa de intereses ocultos finamente insertado en la conciencia colectiva durante generaciones para su oportuna activación a conveniencia de los “poderosos”.

De esta forma, los grandes dirigentes mundiales podrían acumular un poder como jamás detentaron y se sentirán justificados y con las manos libres para aplicar nuevas medidas coercitivas que conllevarán una más profunda supresión de derechos y libertades. Se iniciaría de esta forma una cadena de “justificadas decisiones” (siempre por “nuestro bien”, ¡claro está! ¡quién lo dudaría!), que nos enfocaría en una espiral descendente y sin salida hacia el caos de una guerra total… Salvo que, antes, la propia naturaleza, harta de nosotros (es una forma de hablar) y buscando su propio equilibrio, se encargue de proporcionarnos un estremecimiento de tal calibre, que nos obligue a una profunda mirada dentro de nosotros mismos, lo que, finalmente, haga despertar a una mayoría cualificada de seres humanos.

Advertimos a los lectores que todos los subrayados del texto son nuestros. Queremos así llamar la atención hacia un contenido que invitamos a reflexionar e interiorizar.

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FRENTE A LAS LEYES Y FATALIDADES DE LA HISTORIA

Por: Lanza del Vasto (1901 – 1981)

Los fascistas se han opuesto a los soviéticos asumiendo el mismo sistema comunista: confiscación por el estado de las empresas privadas, centralismo, mecanización, movilización secreta y utilización de todas las fuerzas y recursos del país.

A causa de la exaltación nacional e imperialista —típico del sistema fascista— los alemanes invadieron injustamente Rusia. Los rusos, inflamados de idéntica exaltación, en perfecta contradicción con los principios de la Tercera Internacional, encontraron el empuje necesario para arrojar de sus tierras a los alemanes e invadir los territorios vecinos.

La GESTAPO (1) tomó de la GEPEU (2) sus métodos de delación y tortura. Torturan a los prisioneros de guerra en Indochina para arrancarles informaciones estratégicas y la razón de tal infamia es que el enemigo comete el mismo error.

En cuanto a esta técnica científica de la mentira que se llama propaganda, la practican todos los partidos y nunca se sabe quien se lleva la palma.

Las mismas personas que en el 14 y en el 39 gritaban indignadas al conocer el bombardeo de una ciudad y la masacre de una población desarmada, ingenuamente se alegraban en el 44 del aplastamiento de las ciudades alemanas bajo toneladas de bombas, de la muerte de millares de inocentes por la asfixia o el incendio y del hundimiento de hospitales y catedrales.

Lo que pretendo decir es que las costumbres más inhumanas y los hábitos mentales más detestables pasan automáticamente de un régimen a otro, que el contagio se efectúa en el combate y basta con que uno de los contendientes tome la delantera para dejar de ser preferible al precedente.

Quienes piensen que el desencadenamiento de la violencia es algo bueno en cuanto que distiende las querellas y finalmente quedan resueltas, equivocan el enfoque. Y, en primer lugar, se engañan con el término desencadenamiento. Se trata de un encadenamiento, pues la injusticia atrae la venganza y la victoria de uno llama al desquite del otro. La violencia engendra violencia en un continuo vaivén que mantiene el acaloramiento mutuo.

Hace siglo y medio que las revoluciones se encadenan con las guerras y el desgaste no ha cesado de crecer. Y se debe a que, en este mundo profundamente justo los efectos siguen a las causas impecablemente. En tanto los hombres no encuentren otro medio de afirmarse que desbordando, hasta que el desbordamiento de otro les contenga y sumerja, es preciso que las mareas de sangre sigan la regularidad de una ley natural. Los que piensan que el cúmulo de cadáveres y ruinas es el único sistema de establecer la justicia y la paz, se hacen una falsa imagen de la justicia del Todopoderoso y la realidad se encarga de desmentirles a cada paso.

¿No habéis notado que el resultado de revoluciones y guerras decepciona a quienes las han concebido y emprendido? Pues es natural que los hechos no respondan al sueño y que las ideas más sublimes se deformen un poco al realizarse, puesto que nada humano es perfecto. Más aún, nada habréis comprendido si no os percatáis de la sobrenatural broma de la historia, a saber: al final, revoluciones y guerras terminan en lo contrario de lo que pretendan y se burlan de los objetivos que los jefes habían propuesto a sus pueblos a fin de estimularles.

La Revolución francesa quería suprimir los privilegios del Antiguo Régimen y establecer la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad entre los hombres. Diez años después, había originado el Imperio que restableció todas las desigualdades y obligaciones del Antiguo Régimen, considerablemente agravadas y fundadas en la exclusiva legitimación de la fuerza y del azar. Europa se hallaba devastada por una serie de guerras y Francia estaba vencida y extenuada. La II y III Repúblicas reemplazaron el fasto de los nobles por el lujo de los ricos, e inauguraron dos nuevas maneras de explotar a las gentes y oprimirlas: la mecanización y la colonización.

Los imperios de Alemania y Austria se precipitaron en la guerra del 14 porque podían sorprender en su desorden a los países vecinos y aprovecharse de ellos. La guerra los convirtió en dos pequeñas repúblicas hambrientas y quebradas. El Imperio de Rusia entró en la contienda pues no veía otro medio de frenar la revolución que le amenazaba, y a consecuencia de la guerra la revolución se le echó encima y lo abatió. Franceses, ingleses y americanos se han dedicado a guerrear para defender las libertades democráticas y abrir mercado a sus productos. Su victoria ha permitido, o si no provocado, el advenimiento del Comunismo, del Fascismo y del Nacional-Socialismo, regímenes dictatoriales y autárquicos.

Los móviles de la revolución bolchevique eran una justa retribución del trabajo e igual distribución de los bienes de la tierra, la reconciliación de los pueblos y la abolición de los ejércitos. Y resultó ser la más aplastante dictadura autocrática, económica y militar que ningún pueblo haya sufrido.

La última guerra ha comenzado casi en los mismos términos que la precedente y ha terminado del mismo modo.

Ingleses y americanos, ensañándose en aniquilar Alemania, se dieron de cara con los rusos, potencia más temible, más exclusiva, más cerrada aún y mucho más hostil a su hegemonía. Si permitieran sublevarse a Alemania, una tercera guerra comenzaría en idénticos términos que la anterior.

Este encadenamiento de absurdos tiene una perfecta lógica.

¿Cómo una prosecución de violencias y azares puede conducir automáticamente a la justicia?

Decidme, ¿cómo puede haber Paz en este mundo si nadie la quiere?

Pues en la guerra, no es la Paz lo que se quiere, sino la victoria, cosa completamente diferente. Y durante la Paz, no es la Paz lo que se intenta conservar, sino el reposo, el provecho y la comodidad, cosas muy distintas a la Paz.

Decidme, ¿qué hacen por la justicia y la paz los buenos y apacibles ciudadanos?

Éstos obedecen a las leyes de su país. Ahora bien, en el país donde la ley es fuerte y es respetada, se vive al abrigo del bandolerismo y de la guerra civil. Se puede decir por tanto que se asegura una manera de justicia y de paz.

Pero hacemos bien en decir «una manera», pues se trata de una apariencia, e incluso de una máscara.

La paz y la justicia externas constituyen un velo protector para que el fraude, el abuso y la ambición hagan libremente su juego. Los siete pecados capitales sacan la lengua y muestran el trasero impunemente ante la ley. Los hábiles se sirven de la ley para despojar a los inocentes. Las fortunas se apoyan sobre la ley para mantener durante generaciones los privilegios y pretensiones más inaceptables. Formas siempre nuevas de servidumbre de una clase u otra se fundan abiertamente en las leyes. Los ambiciosos no tienen necesidad de emplear la fuerza cuando les basta con utilizar la ley como si fuera un carro de guerra para aplastar a sus enemigos. Tales son los límites interiores de la ley. Y se comprenderán mejor al descubrir que, en efecto, la ley no pretende mantener la paz y la justicia, sino mantener la propiedad y el poder, lo que es completamente diferente.

En cuanto a los límites exteriores de la ley, aún son más palpables, ya que están señalados por las fronteras del país. Al otro lado de la frontera rige probablemente una ley parecida, aunque se sostenga en un poder distinto. Esta similitud permite los viajes e intercambios, los cuales ayudan a constatar que las leyes de la paz y de la justicia son iguales para todos los hombres, pero en ningún sitio coinciden con la ley de los estados.

La guerra manifiesta el límite de las leyes del estado, su naturaleza y sus reveses, muestra que no tienen ninguna relación con las leyes de la justicia y de la paz.

Pues las leyes del estado son, con mucho, las que transforman de un golpe a todos los buenos y apacibles ciudadanos en soldados encarnizados; por obediencia y sumisión a la ley, por abnegación y coraje, por disciplina, puntualidad y valor, todos los hombres de buena voluntad llegan a sembrar en un solo día más cadáveres, ruinas y desechos de los que pudieran cometer en cien años todos los bandidos del mundo.

Cuando un estado declara la guerra a otro, todos los ciudadanos del otro estado están fuera de la ley. Cada estado obliga a los suyos a ver a los del otro como bandoleros y a perseguirlos y ejecutarlos como tales.

He aquí a los buenos ciudadanos de ambos bandos investidos de una función justiciera, y obligados —para cumplirla— a dar la razón a la opinión del adversario que los mirará como bandoleros.

Cuantos piensan que el odio es la causa de la guerra se equivocan completamente. A lo sumo es su inevitable consecuencia. Quienes la atribuyan a la ambición, al orgullo, al espíritu de lucro y rapiña y a la excitación de los malos instintos, en parte se equivocan.

Las causas de la guerra son de diversos órdenes y planos. Unas naturales, otras artificiales, otras ocasionales y otras más profundas. Pero la causa moral de la guerra es la obediencia incondicional a las leyes del estado, es la confusión de la ley del estado con la ley moral.

La moral del buen ciudadano tiene una relación mínima con el ejercicio de las virtudes y la adquisición de la conciencia. Es una adaptación a Ias exigencias de la comodidad, de la conveniencia y de la costumbre. También es una moral de doble cara y de doble filo, una moral que bascula en el momento preciso, que se da la vuelta como el guante, es decir, nada tiene que ver con la verdad.

Cuantos queráis aprender a practicar la no-violencia, sabed a quienes tendréis en la oposición. No serán los violentos, ni los malvados y malhechores. Tampoco los indiferentes, ni los escépticos. No, amigos, chocaréis con los buenos. Son ellos, los que apoyados en la ley, os denunciarán como traidores y os atacarán como a rebeldes, son ellos los que armados hasta los dientes, os declararán peligrosos. Sí, ellos, los buenos, y creerán hacer bien, que defienden la patria y el honor, creerán servir a Dios.

Y no sin razón os mirarán como a grandes perturbadores y como a enemigos públicos, pues tenéis en las manos un arma capaz de hacer trizas todas sus armas, una potencia capaz de echar por tierra aquello que consolida su seguridad en la paz y su victoria en la guerra.

Lo que os digo parece de una jactancia inaudita cuando miramos a los formidables imperios en lucha, las pasiones desbordadas de los pueblos y de las masas, el incalculable trabajo de las máquinas en marcha, los millones de hombres armados y en fila, con sus cañones, sus bombas, Ias irresistibles fatalidades de la historia… Y nosotros, pobres hombres, ¡soñamos al querer resistir solos frente a todo esto!

Pensad, sin embargo, que por muy inhumanos y sobrehumanos que parezcan y sean estos sistemas, por muy invulnerables que resulten en apariencia y por fuera, siempre tienen su punto débil y origen en el hombre, en el pobre hombrecillo, nuestro semejante. Pues él es quien los ha concebido y diseñado, y basta con que les retire su apoyo un instante para que todo su atractivo caiga en la nada. Este pobre hombrecillo de corazón cambiante y cabeza confusa…

No os enredéis en los engranajes de la periferia, en combates exteriores; no conseguiréis nada y seréis engullidos. Id derechos al corazón y a la cabeza y alcanzaréis a la vez todo el conjunto.

Imaginaos que debéis detener un colosal martillo pilón y que os han dicho: con vuestras manos lo pararéis.

«¡Tanto peor para mis manos!», os diréis, y en un empuje sublime e irreflexivo, tenderéis las manos contra la máquina que las aplastará.

Así han actuado hasta ahora los objetores de conciencia ante el martillo pilón de la guerra.

Piensan que su ejemplo cundirá con el tiempo y que algún día millares y millares de manos detendrán la máquina, pero las diez toneladas de acero que caen sobre el yunque triturarán sin estremecerse a cuantas manos se presenten.

Yo os digo: haced lo que enseña la Desobediencia Civil y la No-Violencia, la posesión, el conocimiento y el don de sí; incluso no necesitaréis toda la mano para detener la máquina, con un dedo basta. Pues esto os conducirá a una cabina lateral; allí, os indicará un cuadro y la palanca que apretaréis con la punta del dedo. Al punto, se hará un silencio asombroso, como por encanto el martillo quedará suspendido. No es nada milagroso ni difícil. Basta saber dónde poner la mano y cortar la corriente.

Vosotros, si queréis adquirir el derecho a llamaros objetores de conciencia, si queréis serlo de modo eficaz, adquirid primero la conciencia.

Quien trabaja por adquirir la conciencia se ve transportado al corazón, a la cabeza y tiene las palancas de mando al alcance de la mano.

Quien adquiere conciencia puede ayudar a los otros a adquirirla y les dará la llave para salir de todos sus problemas.

Estos grandes desórdenes exteriores que llamamos guerra y revolución se deben menos a una mala voluntad y malos instintos que a la buena voluntad mal esclarecida. Proceden de aquello que se invoca como justificación de todas las faltas: la irresponsabilidad de la inconsciencia.

Cuando consideramos el conjunto de prejuicios y tópicos que originan las agitaciones públicas y de los cuales observamos su increíble inconsecuencia, no nos cuesta trabajo concluir que los hombres que creen en ellos y se agitan en este círculo cerrado están dormidos.

¡Despertadles! Pero primero, despertaos. Los encadenamientos mecánicos e intelectuales de la historia se alejarán de vosotros como pesadillas.

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NOTAS:
1) Policía secreta oficial de la Alemania nazi.
2) Policía política de la antigua Unión Soviética

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FUENTE: capítulo 2 de la obra “La Locura de Noé”, de Lanza del Vasto

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INTRODUCCIÓN

En la época gloriosa del Espiritismo español anterior al drama de la guerra civil de 1936, mucho se publicó para hacer llegar al pueblo el ideario liberador, los principios de sabiduría y los horizontes de progreso que la doctrina de los espíritus proponía a la consideración del entendimiento de hombres y mujeres de buena voluntad. Fue muy frecuente, entre estas publicaciones que vieron la luz en aquellas décadas, la aparición de hojas volanderas y folletos varios con declaraciones y alternativas del movimiento espírita ante las diversas problemáticas sociales, así como textos de discursos, conferencias y, en ocasiones, de comunicaciones mediúmnicas que por la importancia de su contenido, merecieron el esfuerzo de aparecer impresas.

Muchas de estas sencillas publicaciones, en buena medida directamente conectadas a la actualidad de entonces, han llegado hasta nosotros, otras, desgraciadamente, no. Entre las primeras figuran las dos comunicaciones complementarias que reproducimos seguidamente.

Atribuidas a los espíritus de Marieta y Cervantes, fueron recibidas por intermedio del conocido médium Daniel Suárez Artazu en la Sociedad Progreso Espiritista de Zaragoza, una de las más importantes de aquella época, y publicadas en forma de folleto por la misma Sociedad en 1873, en la editorial Juan Torrents, de Barcelona, con el título “Ventajas del Espiritismo, por los espíritus de Marietta y Cervantes”. En años posteriores se volvió a reeditar, como, por ejemplo, lo hizo la editorial Maucci (Barcelona, 1900).

Sin dejar de reconocer que algunas expresiones tienen el gusto y el tono de la época, su contenido sigue plenamente vigente y merecen una lectura detenida en este siglo XXI, a lo que invitamos a nuestros amigos y visitantes.

Idafe

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Retratos mediúmnicos de Cervantes yMarietta

I

Oíd y sabréis, tal cual os podré decir y tal cual podréis comprender las ventajas del Espiritismo.

En el infinito lleno de materia y espíritu, nada muere.

Lo que en la encarnación llamáis muerte en la materia, no es más que la descomposición de un Ser perfecto, para perfeccionarse más

Lo que en la erraticidad llamamos muerte, en el espíritu no es más que su inmersión en la materia para depurarse mejor.

Cuando los encarnados decís que la materia muere, no os apercibís de que un espíritu recobra su libertad; cuando los desencarnados decimos que un espíritu muere, apenas recordamos que a la materia anima.

La descomposición de la materia da vida al espíritu y la encarnación del espíritu en la materia da vida a ésta.

Y de esta acción y reacción de materia y espíritu, resulta la verdadera vida, la mejor manera de ser, la perfección y el progreso.

Los mundos, el hombre y todos los demás seres mueren al parecer; el espíritu sujeto a la materia parece que se asfixia en ella. No. La materia y el espíritu se necesitan, se buscan, se combinan, salen de sí mismos, y se separan para buscar sus centros y llegar a ellos más depurados, más perfectos.

El espíritu perfeccionado busca materia perfeccionada a su altura.

El ser orgánico que se llama hombre, tiene espíritu perfecto, que responde a la perfección de su organismo.

El espíritu que en el hombre vive, encuentra en él condiciones para desarrollar y poner en actividad la idea que de Dios tiene.

Rudo fue el hombre en su principio, pero de generación en generación se perfecciona. Rudas fueron también sus ideas, ruda la idea de Dios; pero como de siglo en siglo más y más se perfeccionan, hoy la idea de Dios en el hombre es más verdadera, más digna, más elevada.

A tal idea de Dios, tal culto y tal religión.

La idea ruda y mezquina de Dios, produjo dioses rudos y mezquinos que se codeaban con los hombres, dioses a la altura del hombre, dioses que veía y tocaba, y que siendo hechura de sus propias manos, tenían para su desgracia todas sus pasiones y ninguna de sus virtudes.

Pero perfeccionándose el hombre y elevando su pensamiento más y más, su Dios también fue subiendo, hasta sentarse en el cielo.

II

Ese cielo del que apenas percibís algunos puntos luminosos, todo es materia.

Y si adquiriendo la extraordinaria velocidad del rayo de luz, os fuera fácil salvar sus distancias inmensas, por mucho que os remontarais, siempre veríais un cielo suspendido a incalculable distancia: materia sobre vuestras cabezas, materia y materia bajo vuestros pies.

El cielo de vuestros ojos materiales, materia es. La materia es una verdad que sentís latir en vosotros mismos y que veis girar en el infinito.

El espíritu es otra verdad que sentís pensar en vosotros y que presentís en la eternidad.

Pero no basta presentir: es preciso ver.

Si sentís la materia en vosotros y en el infinito la veis, al espíritu lo sentís, pero en la eternidad no lo veis.

Lo que se siente y no se ve, no satisface a la comprensión; no basta, pues, presentir: es preciso ver.

El Espiritismo tiende a enseñar el cielo del espíritu con su luz esencial, que es la inteligencia, como Ia luz esencial de la materia os enseña el cielo material que os cubre.

Por eso eI Espiritismo es luz.

Luz que ilumina un cielo, en el que por mucho que se remonte el pensamiento, siempre encontrará cielo eternamente encima y abajo eternamente cielo.

Sentís, pero no veis el cielo del espíritu; el Espiritismo os lo enseñará y lo veréis.

Pero veréis, no como los ojos materiales ven lo que sólo pueden alcanzar: veréis, como la inteligencia ve, lo que sabe penetrar.

Tenéis inteligencia, es decir, luz; aplicadla y veréis.

III

Todas las religiones han creído decir su última y primera palabra; el Espiritismo dijo su primera y sabe que jamás dirá la última.

Todas las religiones salvan o condenan; el Espiritismo salva siempre.

Todas las religiones vengan y castigan el mal; el Espiritismo no lo venga ni castiga; lo corrige y enmienda.

Todas las religiones tienen hijos privilegiados; para eI Espiritismo no hay ser que no lo sea.

Todas Ias religiones tienen cielos, más allá de los cuales nada mejor existe; el Espiritismo tiene un cielo para cada cielo.

Todas las religiones son exclusivas: ninguna otra creencia cabe dentro de las suyas; el Espiritismo no rechaza ninguna para corregirlas.

Muchas religiones castigan la materia como despreciable; el Espiritismo enseña a conservarla como cosa digna.

Muchas religiones, con la ciencia riñen; el Espiritismo se asienta en ella.

Todas las religiones no dan al espíritu más morada que la tierra entre dos límites: uno de placer y otro de pena eterna; el Espiritismo le da por morada el universo sin límites de felicidad y gloria.

Todas las religiones maldicen a quien las daña y contradice; el Espiritismo no ha por qué, y asegura felicidad para todos.

Todas las religiones definen a su Dios, de lo que resulta un definido humano: el Espiritismo no lo define, porque nada humano puede definir lo que está fuera de humanidad.

Todas las religiones prometen; el Espiritismo promete y asegura a todos.

Las promesas de muchas reIigiones son limitadas; las del Espiritismo, no.

Los adeptos de muchas religiones, obedecen; los del Espiritismo, cumplen.

Muchas religiones castigan a quienes no obedecen sus mandatos, que, a pesar del castigo, pueden quedar no cumplidos; el Espiritismo obliga a cumplir, haciendo ver la falta.

Muchas religiones se hacen obedecer más bien por el terror; el Espiritismo, siempre por amor al bien.

Muchas religiones llenan; el Espiritismo rebosa.

Todas las religiones tienen vacíos dondequiera que lo desconocido está; el Espiritismo sólo ve llenos que algún día espera llegar a conocer.

Para abrazar muchas religiones es preciso cerrar los ojos y cruzar los brazos; para abrazar eI Espiritismo es preciso extender los brazos y abrir los ojos.

Para escuchar la verdad que entrañan muchas religiones, es necesario inclinar la frente y cegar la razón; para escuchar las verdades del Espiritismo, es necesario mirar al cielo y desplegar la inteligencia.

Muchas religiones hablan; el Espiritismo hace hablar.

Muchas religiones, al adorar, piden, porque creen en el bien y en el mal; en el Espiritismo, la adoración es gratitud, porque sólo cree en el bien.

Muchas religiones rechazan lo que no es obra suya; el Espiritismo recibe para corregir.

El paganismo embrutece; el judaísmo humaniza; el mahometismo embriaga; el cristianismo civiliza, y el Espiritismo eleva.

El pagano toca a su Dios; el judío le siente; el mahometano sueña en él; el cristiano le ama; el espiritista le ensalza.

Para el pagano cualquier cosa es Dios, para el judío es Señor; para el mahometano es Alá; para el cristiano es Padre; para el espiritista es Dios.

IV

Adiós.

Todo lo que decir pudiera, que es mucho, os lo dirá la ciencia, que busca la verdad en todas sus manifestaciones.

Decid a todos aquellos que no estén con vosotros, que si la virtud es su norte, vosotros estáis con ellos.

Decid a aquel que virtuoso sea, que aun cuando no nos reconozca, nosotros le reconocemos.

Decid, en fin, que amamos al bueno; que procuramos corregir al malo. Nada más.

Espíritus más elevados vendrán a convenceros mejor; yo sólo sé ofreceros esta prueba más de lo mucho que os amo.- MARIETTA.

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I

El hombre ve al hombre, le oye y le toca.

No puede dudar de que el hombre exista.

Aún cuando duda, aún cuando cierra sus ojos, tapa sus oídos y esconde sus manos, una voz interior se levanta y le dice: «Yo soy.»

El hombre no puede negarse, no puede negar al hombre.

El hombre sabe que cerca de él y fuera de él hay algo. Sabe que un mundo, del cual depende, le sostiene.

El hombre ve más allá del mundo que habita, millones de mundos, cuyos movimientos, revoluciones y leyes que los rigen estudia, y observa la gran armonía y la Influencia que con el suyo tienen. El hombre ve en el espacio un más allá grande, inmenso, y presiente un más allá más gigantesco e inconmensurable, y de más allá en más allá, presiente el infinito. El hombre ve en sí mismo algo verdadero; ve cerca algo, también, exacto, ve en el espacio mucho más verdadero, y presiente más allá y más allá mucho más exacto, que, a medida que se dilata, es más y más verdadero; y así, de verdad en verdad, presiente la única y exacta verdad. El hombre, en sí mismo, ve algo bello, ve bellezas que le rodean y ve en el espacio mucho más belleza y remontándose de belleza en beIleza, presiente más allá la gran belleza.

El hombre siente en sí algo grande, algo exacto y algo bello que le guía hacia ese más allá inmensamente grande, cumplidamente exacto y grandemente bello.

El hombre se ve obligado a marchar hacia ese más allá; impulsado con la fuerza de su inteligencia, hacia lo grande; con la medida de su razón, hacia lo exacto; y hacia lo bello, con los movimientos de su corazón.

Aún cuando el hombre se detenga un momento y dude, su inteligencia habla, su razón mide y su corazón late. Y es que lo grande, lo exacto y lo bello, que existen más allá fuera de la mirada del hombre, le atraen y le llaman; y la inteligencia, la razón y el sentimiento de lo bello, chispas despendidas de aquel gran todo, responden.

II

Todas las creencias han inventado un más allá absurdo, un más allá mezquino para la inteligencia, para la razón y el sentimiento.

Todas las creencias combatidas por la inteligencia, negadas por la razón y censuradas por el sentimiento, han intentado detener a la inteligencia que vuela, a la razón que discurre y al sentimiento que crea.

Todas las creencias, impulsadas también hacia ese más allá escondido antes y después del tiempo y del espacio, han dicho haberlo encontrado, siendo así que el más allá huye allá todavía, por más que la inteligencia se esfuerce y crea haberlo encontrado.

Ese más allá se nos presenta de algún modo: corremos a buscarlo, llegamos a encontrarlo y se nos presenta más allá todavía, a incalculable distancia.; corremos de nuevo, llegamos, y más allá lo vemos. Así, de más allá en más allá, el Universo camina. ¿A dónde? Dios lo sabe.

Dios, ¡ah!, cuanto más se piensa en Él, más inaccesible se hace a la inteligencia. Dios está más allá cuanto más allá se vaya.

Todas las creencias han dicho: «Dios está allí», Ha llegado el momento en que basta decir: «Por aquí se va a Dios». ¿Y quién lo dice? El Espiritismo.

Todas las creencias pensaron encontrar el fin, objeto y destino de la creación; el Espiritismo sólo intenta buscar el principio de la senda que hacia el todo grande, bello y verdadero, guía. Todas las creencias han sido audaces en sus investigaciones, que dieron por resultado limitados fines; el Espiritismo, modesto en sus principios, sus fines serán grandiosos, ilimitados. Todas las creencias han pretendido saber el principio; el Espiritismo pretende empezar y sabe que concluir no es dado. Todas las creencias llegaron un límite, más allá del cual, suponen, en un principio, a Dios, entre el principio y la nada, y en fin, a Dios, entre una creación limitada. El Espiritismo presiente a Dios, en el pasado, entre una obra sin principio, y en el porvenir, cada vez a mayor distancia, sobre lo más grande, más bello y más verdadero. Pretender de un solo golpe describir el pasado, tocar el presente y saber el objeto del provenir, es pretensión, tan sólo, de añejas preocupaciones.

El Espiritismo describe el pasado, por lo que ve con la inteligencia; toca el presente, por lo que alcanza con la razón, y sabe el objeto del porvenir, por lo que siente con el corazón.

La inteligencia, la razón y el sentimiento, unidos, ven a gran distancia y con mirada segura, en el tiempo y en el espacio.

Entender, razonar y sentir es preciso unirlos para ver con seguridad y claro. La inteligencia, sin la razón, se pierde; sin el sentimiento, se fatiga; la razón, sin la inteligencia, se tuerce; sin el sentimiento, desvaría; el sentimiento, sin la inteligencia, se confunde; sin la razón, se precipita.

Todas las creencias, por no haber unido estas tres grandes facultades del hombre, se han visto obligadas ha encerrarse en estrechos límites para detener su vuelo, que tiende a remontarse por todas partes; el Espiritismo, uniéndolas, no encuentra límites, y va midiendo la grandeza infinita de la obra de Dios, en razón del cuadrado de las distancias que va descubriendo.

III

Es la ley impuesta a todas las cosas, marchar por distinta vía, según sus funciones, hacia un mismo y grandioso fin.

Detenerse, es fácil; difícil, detenerse mucho; dejar de marchar, imposible.

Todas las creencias se han detenido, pero ya se han detenido demasiado, y ha llegado el momento en que es preciso marchar.

El Espiritismo es la avanzada de todas las creencias que la marcha rompen: la humanidad vendrá después.

El Espiritismo es la continuación del principio que al más allá conduce.

Quien dando vuelo a la inteligencia quiera ser obrero razonable de la continuación de un principio que desde el pasado trabajado viene, verá más pronto el más allá que se presiente.

La humanidad ha venido subiendo trabajosamente por la vertiente de los tiempos: Moisés, con la ley en la mano, la condujo a la falda de la gran montaña, sobre la cual se extiende la bóveda de lo desconocido. Jesús, con su moral inquebrantable, la condujo a la cima y Ie enseñó el cielo. Obedezca la humanidad su voz y siga su camino, lanzándose al espacio.

Adiós. No me propuse herir la inteligencia, es imposible: sólo intento moverla con la razón, ya que Marietta lo supo hacer tan admirablemente con el sentimiento. CERVANTES.

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cara-papini1Giovanni Papini (Florencia, 9 de enero de 1881 – íd. 8 de julio de 1956) publica en 1931 «Gog», primera obra de su autoría que alcanzaría renombre universal. En ella Papini hace una disección cruda y sin piedad de nuestra sociedad, exagerando hasta el máximo sus defectos para llamar más rudamente la atención sobre ellos. Junto con «El Libro Negro», reanudación de la «Gog» publicada 20 años más tarde, constituyen una antología de como una sociedad puede eludir los deberes a que la obligan las creencias que dicen profesar, refugiándose en la paradoja de cómo la sociedad se deja arrastrar por instintos que debería contener; de cómo la sociedad se convierte en sierva de los malos intereses que dice querer. Todo a través del fantástico diario de un no menos fantástico millonario yanqui, pretendido prototipo de la sociedad producto de la guerra del 14 y desencadenadora de la del 39, y prescindiendo deliberadamente del progreso real operado en la Humanidad.

La obra recoge las peripecias de Gog, su protagonista, un supuesto multimillonario hawaiano que el narrador encuentra en un manicomio, el cual le relata sus experiencias al viajar por el mundo. Su fortuna le permitirá encontrarse, entre otros, con personajes de la talla de Albert Einstein, Henry Ford, Sigmund Freud, Lenin, Edison, H.G. Wells o Ramón Gómez dela Serna.

El diálogo que insertamos refleja el encuentro imaginario entre Gog y Albert Einstein. Es absolutamente sugerente y revelador y nos lleva a preguntarnos profundamente qué es realmente el saber y,  finalmente, a cuestionarnos sobre la consistencia de aquello que creemos saber.

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«ALGO SE MUEVE»

Berlín, 30 de Abril

Einstein se ha resignado a recibirme porque le he hecho saber que le tenía reservada la suma de 100.000 marcos, con destino a la Universidad de Jerusalén (Monte Scopus).

Le encontré tocando el violín. Tiene, en efecto, una verdadera cabeza de músico. Al verme, dejó el arco y comenzó a interrogarme.

—¿Es usted matemático?

—No.

—¿Es físico?

—No.

—¿Es astrónomo?

—No.

—¿Es ingeniero?

—No.

—¿Es filósofo?

—No.

—¿Es músico?

—No.

—¿Es periodista?

—No.

– ¿Es israelita?

Tampoco.

—Entonces, ¿por qué desea tanto hablarme? ¿Y por qué ha hecho un donativo tan espléndido a la Universidad hebrea de Palestina?

—Soy un ignorante que desea instruirse y mi donativo no es más que un pretexto para ser admitido y escuchado.

Einstein me perforó con sus ojos negros de artista y pareció reflexionar.

—Le estoy agradecido por el donativo y por la confianza que tiene en mí. Debe convenir, sin embargo, que decirle algo de mis estudios es casi imposible si usted, como dice, no conoce ni las matemáticas ni la física. Yo estoy habituado a proceder con fórmulas que son incomprensibles para los no iniciados, y hasta entre los iniciados son poquísimos los que han conseguido comprenderlas de un modo perfecto. Tenga, pues, la bondad de excusarme…

—No puedo creer —contesté— que un hombre de genio no consiga explicarse con las palabras corrientes. Y mi ignorancia no está, sin embargo, tan absolutamente desprovista de intuición…

—Su modestia —repuso Einstein— y su buena voluntad merecen que haga violencia a mis costumbres. Si algún punto le parece oscuro, le ruego desde, ahora que me excuse. No le hablaré de las dos relatividades formuladas por mí: eso ya es una cosa vieja que puede encontrarse en centenares de libros.

Le diré algo sobre la dirección actual de mi pensamiento.

»Por naturaleza soy enemigo de las dualidades. Dos fenómenos o dos conceptos que parecen opuestos o diversos, me ofenden. Mi mente tiene un objeto máximo: suprimir las diferencias. Obrando así permanezco fiel al espíritu de la conciencia que, desde el tiempo de los griegos, ha aspirado siempre a la unidad. En la vida y en el arte, si se fija usted bien, ocurre lo mismo. El amor tiende a hacer de dos personas un solo ser. La poesía, con el uso perpetuo de la metáfora, que asimila objetos diversos, presupone la identidad de todas las cosas.

»En las ciencias este proceso de unificación ha realizado un paso gigantesco. La astronomía, desde el tiempo de Galileo y de Newton, se ha convertido en una parte de la física. Riemann, el verdadero creador de la geometría no euclídea, ha reducido la geometría clásica a la física; las investigaciones de Nernst y de Max Born han hecho de la química un capítulo de la física; y como Loeb ha reducido la biología a hechos químicos, es fácil deducir que incluso ésta no es, en el fondo, más que un párrafo de la física. Pero en la física existían, hasta hace poco tiempo, datos que parecían irreductibles, manifestaciones distintas de una entidad o de grupos de fenómenos. Como, por ejemplo, el tiempo y el espacio; la masa inerte y la masa pesada, esto es, sujeta a la gravitación; y los fenómenos eléctricos y los magnéticos, a su vez, diversos de los de la luz. En estos últimos años estas manifestaciones se han desvanecido y estas distinciones han sido suprimidas. No solamente, como recordará, he demostrado que el espacio absoluto y el tiempo universal carecen de sentido, sino que he deducido que el espacio y el tiempo son aspectos indisolubles de una sola realidad. Desde hace mucho tiempo, Faraday había establecido la identidad de los fenómenos eléctricos y de los magnéticos, y más tarde, los experimentos de Maxwell y Lorenz han asimilado la luz el electromagnetismo. Permanecían, pues, opuestos, en la física moderna, sólo dos campos: el campo de la gravitación y el campo electromagnético.

Pero he conseguido, finalmente, demostrar que también éstos constituyen dos aspectos de una realidad única. Es mi último descubrimiento: la teoría del campo unitario. Ahora, espacio, tiempo, materia, energía, luz, electricidad, inercia, gravitación, no son más que nombres diversos de una misma homogénea actividad. Todas las ciencias se reducen a la física, y la física se puede ahora reducir a una sola fórmula. Esta fórmula, traducida al lenguaje vulgar, diría poco más o menos así: «Algo se mueve.»

Estas tres palabras son la síntesis última del pensamiento humano.

Einstein se debió de dar cuenta de la expresión de mi rostro, de mi estupor. — ¿Le sorprende —añadió— la aparente sencillez de este resultado supremo? ¿Millares de años de investigaciones y de teorías para llegar a una conclusión que parece un lugar común de la experiencia más vulgar?

Reconozco que no está del todo equivocado. Sin embargo, el esfuerzo de síntesis de tantos genios de la ciencia lleva a esto y a nada más: «Algo se mueve.» Al principio —dice san Juan— era el Verbo. Al principio — contesta Goethe— era la Acción. Al principio y al fin —digo yo— es el Movimiento. No podemos decir ni saber más. Si el fruto final del saber humano le parece una vulgarísima serba, la culpa no es mía. A fuerza de unificar es necesario obtener algo increíblemente sencillo.

Comprendí que Einstein no quería decir nada más. Sentía escrúpulos, indudablemente, de confiar los secretos auténticos de la ciencia a un extraño, a un profano. Porque yo no era tan ingenuo que pudiese creer que aquella fórmula trivial fuese verdaderamente el punto de llegada de tres siglos de pensamiento. Pero no quise mostrarme exigente e indiscreto. Entregué los cien mil marcos prometidos y me despedí, con todos los respetos, del célebre descubridor de la Relatividad.

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FUENTE: del libro  “Gog”, por Giovanni PAPINI.

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emerger a la luz

CÓMO GESTIONAR LAS GRANDES CRISIS EXISTENCIALES

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Capítulo 8 del libro Curación y Recuperación,titulado

«Gestión de Grandes Crisis»,del Dr. David R. Hawkins

docandteddyDr. David R. Hawkins (1927-2012)

Todos nosotros estamos asediados por las grandes crisis de la vida en un momento u otro, pero ¿cuántos de nosotros sabemos cómo manejar la muerte, un divorcio, una separación, la desfiguración, una lesión, los accidentes, las catástrofes y otros acontecimientos graves que dan lugar un agobio emocional? ¿Qué técnicas se pueden utilizar para manejar estas experiencias?

Nos referiremos de nuevo al Mapa de la Conciencia como un punto de referencia para comprender mejor la cuestión. Este Mapa es un modelo matemático que representa el ego humano, al ser (con “s” minúscula). Se incluyen los diversos niveles de la conciencia y sus nombres según la experiencia humana común de la vergüenza, la culpa, la apatía, el sufrimiento, el miedo, el deseo, la ira, el orgullo, el coraje, la voluntad, la aceptación, la razón, el amor y la alegría. A medida que avanzamos hacia la parte superior, nos acercamos más a la verdad. A medida que avanzamos hacia la parte inferior, estaremos cada vez más alejados de la verdad.

Imagen Mapa Escala de la Conciencia

El Mapa muestra unos números que indican la energía o poder relativo de los distintos niveles. Por ejemplo, la Apatía es mucho menos poderosa que el Miedo. El Miedo tiene mucha menos energía que el Coraje, y la Neutralidad tiene menos energía que el Amor. El poder relativo de estas diferentes posiciones refleja diferentes puntos de vista.

Como se mencionó anteriormente, las flechas por debajo del Coraje apuntan hacia abajo, indicando que el efecto es destructivo, no compatible con la vida y en violación de la verdad. En el nivel de la Verdad, que se indica como Coraje, las flechas están en punto neutral. Después, apuntan hacia arriba a medida que avanzamos hacia las áreas de la amorosidad, indicando que esos campos de energía nutren y apoyan la vida y están alineados con la verdad.

En el momento de una experiencia catastrófica aguda, la vida se convierte abruptamente en una pesadilla y uno de repente se siente abrumado por una tormenta emocional. Sin embargo, se disponen de técnicas para manejar estos acontecimientos agudos, para acortar su duración, para aliviar el dolor y el sufrimiento, y para reducir el estrés al mínimo.

Todas estas experiencias importantes de la vida tienen algo en común, ya que todas ellas representan una grave pérdida catastrófica para la mente y una amenaza para la supervivencia. Ellas indican un cambio importante y tienen en común el sentimiento de impotencia debido a su firmeza y permanencia. La mente percibe que está parada y no puede hacer nada al respecto. Es este fenómeno de la permanencia, de estar detenido, que uno es impotente y no puede cambiar el suceso, lo que contribuye a la intensidad de la alteración aguda. Cómo manejemos la situación dependerá de la orientación de uno hacia el tema y su conocimiento de todo el campo de la conciencia.

Todas estas experiencias desatan una tormenta de sentimientos negativos, tales como el shock, la incredulidad, la negación, la ira, la tensión, el sentimiento de culpa, el resentimiento, el estar deshecho o abandonado, la rabia contra Dios y uno mismo, la auto-compasión, la rabia contra el mundo, y la rabia en la familia. Todas estas emociones negativas salen a la superficie y vienen a la vez, a veces en una secuencia, y otras veces combinadas, pero en general, se da un agobio masivo de las emociones negativas de la separación, la pérdida, y la intensidad de toda la experiencia en general.

En primer lugar está la secuencia de shock y luego el resentimiento, la incredulidad y el enfado. La secuenciación de estas emociones varía de experiencia a experiencia y de persona a persona. La secuencia exacta es irrelevante; lo importante es que desatan toda la parte inferior del Mapa de la Conciencia.

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Los campos de energía en la parte inferior del Mapa están en dirección negativa, y cuando uno de estos campos de energía se fortalece, tiende a arrastrar con él al resto hacia abajo, por debajo del nivel 200. El dolor por la pérdida luego parece traer la culpa con él, junto con la sensación de desesperanza, miedo al futuro, deseo de cambiar todo el suceso e ira. Todo el campo de energía negativa se desata en una gigantesca emergencia. El problema es realmente el de estar desorganizado por el desencadenamiento masivo de energías.

La mente trata de usar la razón para manejar estas energías. Trata de pensar en la manera de salir del dilema y busca explicaciones y razones. La mente no puede tener éxito en esto porque el campo de energía agobiante es tan masivo, que los pensamientos se convierten realmente en un reflejo de la negatividad del campo, por lo que los propios pensamientos se vuelven negativos.

Otra característica común a todas estas experiencias es que todas ellas están en la parte superior de las escalas de calificación del estrés en la vida, que numéricamente tasa el grado de estrés de ciertos acontecimientos de la vida del cero al cien. Los mencionados anteriormente se encuentran en la parte superior de la lista. La muerte de un cónyuge, un hijo o un familiar, junto con el divorcio, se encuentran en la parte superior de esa escala, por lo que son todas ellas las máximas catástrofes que podemos enfrentar en nuestra experiencia de vida en general. El problema a explorar es cómo convertirlas en agudas ganancias, cómo maximizarlas y cómo usarlas como trampolín para grandes saltos en la conciencia.

Es necesario revisar de nuevo la conciencia en sí misma y la relación entre cuerpo, mente y espíritu. ¿Cuál es la naturaleza exacta de esa relación y cómo puede ayudarnos a aprender cómo manejar las grandes crisis? Como se mencionó anteriormente, el cuerpo es incapaz de experimentarse a sí mismo. El cuerpo en realidad es insensible. Sabemos dónde está el cuerpo debido a las sensaciones. No experimentamos el cuerpo, sino que experimentamos las sensaciones del cuerpo. Las sensaciones, en sí mismas, no tienen forma de ser experimentadas, sino que tienen que ser experimentadas en algo mayor que ellas mismas, lo cual está en la mente. Nuestra consciencia de lo que está sucediendo en el cuerpo se debe a lo que se está informando y experimentando en la mente.

La mente no tiene la capacidad de experimentarse a sí misma. Esta parece una idea chocante, pero la memoria no puede experimentar su propia memoridad, un pensamiento no puede experimentar su propia pensatividad, y los sentimientos no pueden experimentar sus propias sensaciones. Esto se debe a que tienen que ser experimentados en algo mayor que la mente, lo cual es la conciencia en sí misma. Debido a la conciencia, uno se da cuenta de lo que está pasando en la mente. La Mente luego informa de lo que está pasando con las sensaciones y las sensaciones informan lo que está pasando con el cuerpo. Por lo tanto, se experimenta a varios niveles de extracción del cuerpo en sí. En consonancia con esto, la conciencia misma es incapaz de experimentarse realmente a sí misma. Es debido al campo de energía de la consciencia que somos capaces de saber lo que está pasando en la conciencia. Ella informa lo que está pasando en las sensaciones y luego informa de lo que está pasando en el cuerpo. Por lo tanto, donde experimentamos las experiencias está considerablemente apartado del propio cuerpo físico en sí.

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Debido a que el experimentar está pasando dentro de la conciencia, podemos abordar la solución de los problemas humanos directamente dentro del campo de la conciencia, acortándolos con ello eficazmente y aliviando la intensidad del dolor y del sufrimiento, logrando un resultado mucho más eficaz. Los resultados de esta técnica y enfoque se han demostrado en el manejo del dolor físico, la enfermedad, el sufrimiento, la depresión, la ansiedad y el miedo. La misma técnica funcionará en el encuentro con estas emergencias catastróficas emocionales agudas, desde donde auténticamente vives este experimentar de la propia experiencia.

Una persona piensa: «Bueno, vivo en el mundo, estoy experimentando el mundo», pero lo que realmente está siendo registrado es la propia experiencia de esa experiencia (por ejemplo, el “experimentador”). Podemos manejar cualquier cosa si nos dirigimos exactamente por este enfoque. Si nos centramos en donde estamos experimentando la experiencia, podemos manejar las cosas con precisión. En unos momentos y minutos, podemos manejar cosas que nos llevarían semanas, meses, años y, de hecho, incluso toda la vida. Podemos manejar en una hora algo que los demás no han sido capaces de manejar ni siquiera en el curso de toda su vida. Sabemos de personas que han experimentado estos eventos catastróficos en la vida temprana, y cuando las vemos con una edad mayor todavía no han terminado para ellas. El resentimiento, la amargura, la ira, la desilusión, la rabia y las decisiones importantes surgen de esos sentimientos negativos que se mantienen en la persona cincuenta años después. Es como si pensara que el suceso hubiera ocurrido ayer; sigue sin cicatrizar ni deshacerse, y como si el conocimiento de cómo manejar lo abrumador no estuviera disponible para ellos.

Vamos a relatar cómo manejar lo abrumador en el nivel en que está siendo experimentado. Observemos el campo de la vivencia para ser conscientes de dónde lo experimentado está sucediendo. Esto no está sucediendo en el mundo, a los pies de uno, ni en el estómago. Está sucediendo en la conciencia. A medida que examinas donde experimentas la experiencia, encontrarás que es en todas partes. No experimentas las cosas en un punto focal; es decir, en un sistema de creencias de la mente. Por ejemplo, le pido a alguien que sea consciente de esto: «¿Dónde experimentas lo que piensas?» Por costumbre la persona apunta hacia la cabeza y dice: «Aquí». Ese es un sistema de creencias, los pensamientos sobre los propios pensamientos. Uno piensa que sus pensamientos están en su cabeza, pero eso es sólo un pensamiento. ¿Dónde puede uno realmente pensar que las ideas en las que cree se piensan en la cabeza? A medida que uno realmente considera esto con un poco de contemplación y reflexión, verá que la vivencia real es difusa y pasa en todas partes. Uno no puede poner su dedo en un lugar en particular donde la experiencia está sucediendo. Es a la vez en todas partes y en ninguna.
Trabajar en este punto revela algo sorprendente que hace este tipo de trabajo preciso. Lo sé porque he trabajado en él clínicamente durante más de cincuenta años, y porque ha sido así a través de la mayor parte de las grandes crisis de mi vida. De hecho, hace unos años, pasé por una media docena de ellas y voy a compartir mi experiencia de la verdad de estas cosas, porque uno puede experimentar todo esto en uno mismo.

Es sorprendente que la única cosa que se gestiona en estos sucesos catastróficos agudos, es la energía de las propias emociones. Si nos fijamos en la experiencia, vemos que el problema no es el suceso acaecido o lo que creamos que pasó en el mundo, sino la manera cómo nos sentimos al respecto. ¿A quién le importan los hechos? No significan nada en sí y por sí mismos. Es nuestra propia reacción emocional a los hechos lo que importa. El hecho es sólo un hecho, una ‘nada’. Cómo nos sintamos con el hecho es, por tanto, la única cosa que realmente siempre tendremos que manejar en relación a los acontecimientos de la vida.

Nuestros sentimientos provienen de nuestras actitudes y creencias, nuestra forma de estar con ellas y la forma en que nos vemos a nosotros mismos en el mundo, dando así variedad a las emociones. Sin embargo, en un estado de agobio, el problema es el de gestionar sólo la propia energía emocional. Realmente ni siquiera tenemos que manejar las emociones, tan sólo la energía de las emociones. «Sí», dice uno, «pero, ¿qué pasa con los acontecimientos externos? ¿Qué voy a hacer ahora sin dinero? ¿Qué voy a hacer sin mi marido?», y así sucesivamente. Sorprendentemente, los acontecimientos son muy fáciles de gestionar. No hay ninguna catástrofe aguda. Los hechos en sí son en realidad gestionados de forma mecánica una vez que los sentimientos se dejan de lado.

Puede haber cierta resistencia, resentimiento, o arrepentimiento, pero estas son cosas de menor importancia. El manejo de los problemas reales en el mundo de los fenómenos en la vida diaria es, por el contrario, mucho más fácil. Ellos no son el verdadero problema. Los pensamientos que están empezando a salir del campo de energía de las emociones negativas parecen catastróficos, sin esperanza, insoportables e insuperables. Una vez que una persona ve la otra cara, la vida se ajusta por sí misma. Otra cosa viene a llenar el vacío, y la vida continúa hacia adelante. Esas cuestiones fueron fáciles de resolver una vez las emociones se apartaron del camino.

La vida presenta las soluciones a todos los problemas. La necesidad es la madre de la invención, por lo que cualquier dilema que aparezca en la vida de uno se resolverá por sí mismo, y la energía de la vida se reanuda. La vida sigue hacia delante sin importar lo grave que parezca la catástrofe en ese momento. Por lo tanto, el problema no está manejando el suceso “de fuera» o las circunstancias de la vida, ya que ellas se encargarán de sí mismas. Por lo general, los parientes o amigos íntimos se encargarán de la situación de la persona que esté afectada y abrumada. El problema es el manejo de las energías cuando surgen.

Cuando uno de estos grandes campos de energía negativa comienza a desbocarse, tiende a arrastrar al resto con ello. Es raro que una experiencia solo sea de sufrimiento. La culpa se asocia casi siempre con él al culparse uno mismo. Puede adoptar la forma de preguntas como, por ejemplo, “¿por qué no vi como me di la vuelta?” “¿Por qué no me amarré?” “¿Por qué no la llevé al médico antes? Tal vez podríamos haber curado su cáncer”. “¿Por qué no aposté por ese caballo?” Hay una especie de retrospectiva de auto- recriminación. También se da la apatía y la desesperanza, “la vida es inútil”; la vida parece no tener esperanza. Parece que nunca vamos a ser felices otra vez. Es como si la fuente de la felicidad hubiera dejado la vida de uno. Por supuesto, el dolor es natural a la pérdida. Y luego están los miedos que surgen, ¿cómo voy a vivir sin lo que sea que he perdido?

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El constante e incesante deseo nos vuelve locos al intentar cambiarlo. ¿Qué podemos hacer? Se da una negociación, el tratar de manipular, el discutir y el hacer tratos con Dios: «Oh Dios, si tan sólo me dejas tal y cual cosa viva, haré esto y lo otro.» Luego está la ira, la rabia contra la vida y la naturaleza de la vida y la ira que se desplaza hacia la gente de tu vida, es culpa de “alguien”. Todas estas energías negativas suelen desatarse a la vez y, momento a momento, una u otra puede ser dominante. Al mismo tiempo, la mente se retorcía salvajemente, tratando de llegar a explicaciones, tratando de averiguarlo, y se ve inundada por un desbordamiento de energía. El problema es que la energía es demasiada para que la mente la procese. Se desorganiza, la adrenalina y las hormonas del estrés biológico abruman, y ese estrés agudo lanza a la persona al estado de emergencia aguda en la conciencia misma.

Los problemas no son tratados en el nivel en el que parecen estar ocurriendo, sino en el siguiente nivel de energía más elevado. Una energía más elevada significa mayor poder. Cuando trato con ella, se manejan automáticamente, lo cual no es posible en los niveles inferiores. Todo lo que tenemos que manejar son las energías de lo abrumador de lo emocional. ¿Le parece sorprendente escuchar a un psiquiatra decir esto? La mayoría de la gente espera de un psiquiatra que comience a hablar de la psicología, de la intrincada relación entre la persona y de los acontecimientos y lo que significan simbólicamente, es decir, los componentes psicológicos.

En este caso, vamos a pasar por alto todo eso y en su lugar haremos frente a la energía que las emociones liberan, lo que para la psicología puede ser indiferente. Hay una masiva liberación de las emociones negativas y es apropiado hacer frente a la energía de aquellas emociones. Una técnica muy eficaz a utilizar es ignorar los pensamientos, que la mente nunca descifra porque no tiene la capacidad de hacerlo. Se encuentra en un estado abrumador masivo. Los temas son extraordinariamente complejos, se necesitaría toda una vida para desentrañar si una persona realmente quería saber el significado de todas y cada una de las contribuciones de todos los niveles del propio ser psicológico al significado total de las experiencias. No es necesario hacer eso, y es una cosa muy buena no hacerlo. La persona sólo tiene que entrar en el sentimiento en sí mismo.

Observe que la primera sensación se siente de una manera general, y que hay una energía por debajo de ella. Es como si la conciencia trabajara de esta manera, como si hubiera un cuerpo difuso de energía que realmente no tiene nombre. Se podría llamar la energía de la emotividad, la energía tras los sentimientos. Dado un momento en el tiempo, esta energía difusa, sin nombre, comienza a tomar la forma de, por ejemplo, sufrimiento, ira, rabia, indignación, autocompasión o celos. Este campo emocional en un principio era difuso y sin forma, pero ahora se asemeja a la forma del sufrimiento, pero también hay algo de miedo e ira en él. Es la energía de la emotividad en general.

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Cuando se administra una fracción de segundo más, se necesitará una mayor forma de miedo específico, por ejemplo. «¿Cómo voy a vivir ahora sin dinero o sin algo?» El miedo comienza a tomar forma, y entonces los pensamientos comienzan a surgir de la emoción específica de miedo. Es como una secuencia de acontecimientos y un océano de energía suprimida.

Aprenderemos a descomprimir eso. Si uno puede desconectar el fusible y tirar del enchufe, entonces estás desconectado de toda la experiencia y te deja en un estado interior de paz.

Será de gran ayuda que puedas aceptar el hecho de que no tienes que hacer nada respecto a los acontecimientos externos o, incluso, a lo que figura estar pasando fuera. Una persona no puede hacer ningún progreso observando los pensamientos porque son interminables. No vas a avanzar mucho manejando el problema observando la emoción específica, pero habrá un efecto muy profundo si te permites a ti mismo centrarte en la energía que hay por debajo del malestar. A medida que uno se engancha a una experiencia cada vez más incipiente y más incipiente, te darás cuenta de que la energía es difusa y casi sin nombre. Es como un recipiente de gas a presión que busca liberarse. Su energía se ha ido acumulando durante toda la vida y ahora tiene una salida. El evento que ha pasado en la vida ha abierto las compuertas, las rejas, las puertas, y ahora este contenedor de energía emocional comprimida y suprimida, está utilizando esta oportunidad para escapar. Una vez que las puertas del granero se han abierto, todos los animales salen corriendo.

¿Cómo se puede salir de esa vía de animales corriendo? Uno no puede, sin embargo la experiencia puede ser cortada rápidamente al aceptar el hecho de que no puedes escapar de ella. Al tratar de escapar sólo la prolongarás. La mente tratará de averiguar la manera de escapar de la energía emocional como si eso fuera a reducir el dolor; pero el dolor, en realidad, proviene de la resistencia a la experiencia. Para hacer frente a esto, uno simplemente se sienta y deja de resistirla, eligiendo en su lugar estar con ella. Cuanto antes uno se abre a ella, antes la energía se suelta y más rápidamente la experiencia terminará. Todo esto puede ser entregado en lugar de permitir que sea arrastrado interminablemente, agónicamente, por horas, días, semanas, meses, años o, incluso, toda la vida.

Recuerde que dijimos que cuando alguien tiene una lesión aguda, como una quemadura en la mano, si lo dejara todo y utilizara este mismo método del dejar ir el resistir, de sólo abrir la puerta y darle la bienvenida y decir: «De hecho, quiero más de lo mismo», más de la energía de esa experiencia, y si ignora lo que sucede en la mente, si ignora los pensamientos pero permite la experiencia del campo de energía, la mente dirá: «Bueno, estoy experimentando sufrimiento.» Eso es una etiqueta, por lo que diremos que todos los pensamientos son etiquetas y no tienen realidad, en realidad, ninguna de estas cosas existen. Si muere un ser querido, la mente dice automáticamente «duelo», lo cual es una etiqueta. Debido a que la mente tiene poder sobre las emociones y la capacidad de darles forma, la creencia de que perder a alguien causa pena da forma a la emoción. El campo de energía de las emociones no tiene en realidad forma, salvo cuando uno insiste en que es sufrimiento, entonces toma la forma del sufrimiento. Si a alguien le ponen un arma en la cabeza, estamos naturalmente convencidos en opinar que esto requiere miedo; por lo tanto, la misma energía ahora asume una forma algo diferente llamada «miedo».

Es preferible disminuir la forma del campo de energía y dejar de etiquetarla como algo. No le decimos a nadie: «¿Sabes?, voy a tener dolor; estoy pasando miedo, estoy pasando por una sorpresa.» Un “malestar”’ está más cerca de la verdad. Es un término general, ya que es muy difícil decir cuál es la emoción en un malestar agudo. En un principio, por lo general, se experimenta una sensación de shock, entumecimiento e incredulidad de que esto pudiera haber sucedido. Ese es el momento para comenzar esta práctica. La persona está preparada si conoce la técnica de antemano.

Hace varios años pasé por una experiencia parecida y de inmediato comencé a dejar ir el resistir la experiencia. Constantemente cancelé los pensamientos. Por ejemplo, la pérdida parecía para siempre, para toda la vida. No es la pérdida del tiempo de vida lo que es el problema, es la energía de la emoción que surge de ella. Una vez que la energía de la emoción sobre la pérdida se disipa, se convierte en una especie de: «¿Y qué?» El problema es la emotividad catastrófica aguda, por lo que sólo hay que estar con ella. La técnica consiste en dejarse experimentarla. De hecho, para superarla en un apuro, ¡simplemente pide más! Dígase a sí mismo: «Quiero más de lo mismo; quiero más de lo mismo.»

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Finalmente podemos ver que se trata de una gran oportunidad. La causa de todo dolor y sufrimiento es la acumulación de este campo de energía comprimido, y los acontecimientos de la vida nos dan una excusa. Se abren las puertas para que nos permitamos a nosotros mismos sentirnos parte de ella. Por ejemplo, alguien golpea el guardabarros de nuestro coche. Toda la rabia contenida que hemos acumulado a lo largo de nuestra vida ahora tiene una excusa para salir. Se pone furiosa por el guardabarros abollado, se molesta y se dirige hacia la autocompasión y la culpabilidad. Los acontecimientos de la vida son las excusas para dejar ir la energía comprimida. Debido a que se hace insoportable, la mente encuentra una manera de descargarla que sea aceptable para nosotros.

Una persona que esté familiarizada con esto sentirá la energía comprimida y empezará a liberarla sin esperar que la mente cree una excusa que justifique su puesta en libertad. La mente más sofisticada no precisa de un acontecimiento externo para entregar su enfado. Sólo sabe que está construyendo algún enfado contenido, se sienta y dice: «Debería ver mejor esto.» A continuación comienza a soltar esta energía antes de que la mente consiga rodearlo y cree algo “ahí fuera” para aliviar sus necesidades. Es como si los acontecimientos de nuestras vidas fueran casi como válvulas de seguridad o alivio, proporcionando una manera de descomprimir este depósito de energía.

La técnica es la descompresión. Es observar la energía a medida que está siendo experimentada. Nosotros no tenemos que manejar los pensamientos o los problemas que la mente crea en torno a este caso particular. Cuando una persona observe cualquier experiencia vital, vean qué viven dentro de sus sentimientos al respecto. El acontecimiento vital en sí, realmente es una “nada”. Por la mañana puede parecer catastrófico, pero al mediodía podría ser divertido. El acontecimiento no ha cambiado en absoluto. El guardabarros abollado, en el momento en que sucede pudo ser un desastre indignante. En cuanto pensamos en ello, empezamos a sentir culpa. Sabemos muy bien que reaccionamos un poco demasiado bruscamente. Tal vez una hora más tarde nos sentimos mal por el otro chico, porque ahora él tiene un problema con el seguro. Nos damos cuenta de que realmente no fue su culpa, y tenemos el deseo de hacer las paces con él. Ahora estamos teniendo sentimientos de culpa y culpabilidad contra nosotros mismos de nuevo. Entonces nos ponemos a pensar todo de nuevo, y ahora regresamos a la rabia. Vemos que la estamos viviendo. ¿Vivimos con un guardabarros abollado? El hecho es que nunca realmente vivimos con un guardabarros abollado, sólo vivimos nuestra propia experiencia interna de eso. Cómo estemos con ello, así lo estaremos experimentando. Las personas nunca experimentan los guardabarros abollados en su vida, sólo sus emociones sobre ellos.

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Cuando lo observamos desde esta perspectiva, no es tan malo ni tan abrumador. Lo único que siempre vamos a tener que manejar es la misma energía, la sutil, la sensación interior, y luego dejar de resistirnos a ella, renunciar a ella y darle la bienvenida. Decir sí a entregar su energía. Después de hacer esto durante unos minutos, o tal vez incluso una hora (depende de lo hábil que uno sea (algunas personas lo consiguen de inmediato y algunas necesitan un poco de práctica), una persona se queda donde está y ya no tiene, incluso, que manipular o experimentar las emociones como tales. Lo que fue miedo desapareció y ya no se siente como miedo por más tiempo. La ira ya no es sentida como enfado; la culpa ya no es sentida como culpabilidad per se. La emoción que era sentida como abrumadora, proveniente del flujo de una energía negativa es, en realidad, genérica y sin nombre.

Cuando dejamos de nombrar, de etiquetar o llamar a la energía de algún modo, ya no tenemos que manejarla. Cuando dejamos de poner las construcciones e interpretaciones de la mente en ello, cuando nos desprendemos del querer hacer las cosas “bien” o “mal”, o de los acontecimientos, o del equivocarnos nosotros mismos, cuando nos permitimos omitir todo esto, entonces conseguimos sentir todo ello y ver que tenemos que manejar todo eso. Nosotros no tenemos que manejar el pensamiento ni, incluso, las emociones de ello. Todo lo que tenemos que hacer es manejar la misma energía próxima.

¿Podemos hacer eso? Sí, podemos, porque lo estamos haciendo todo el tiempo de todos modos. Es una técnica más efectiva que el ir corriendo frenéticamente alrededor, en nuestra mente, tratando de resolverlo, o ir corriendo al interior de nuestras sensaciones y tratar de manejar las emociones catastróficas, ya que, al mismo tiempo, este dejar ir del campo de energía, está sucediendo de todas formas.

Es útil tomar conciencia de ello para cortar la confusión y conseguir enderezar el punto esencial de lo que es eficaz. Tratar los pensamientos y los acontecimientos con toda la razón, la lógica, averiguarlos y hacer frente a toda la indagación de los significados psicológicos es entretenido, pero completamente ineficaz. Es una pérdida de tiempo y energía y realmente retrasa la recuperación.

La curación de una quemadura aguda en la mano lleva sólo unos segundos. ¿Cuánto tiempo llevaría el detener el sangrado si nos hemos cortado un dedo? De hecho lleva unos segundos. Por ejemplo, cuando sin querer me corté el pulgar, al instante utilicé esta técnica, y el pulgar sangró exactamente ocho gotas. Entregar el dolor y dejar de resistir la abrumadora catástrofe, permitió que el sangrado se detuviera instantáneamente.

Aquellas personas que han probado esta técnica, han tenido la misma experiencia en el nivel físico, lo que demuestra la verdad de esto. Se puede hacer con cualquier emoción. Uno se mete en la emoción, luego pasa la emoción y dejas de llamarla de ninguna forma. Uno se pone en contacto con la energía genérica de lo que está viniendo. Parece venir derecha a través del plexo solar, o parece estar en todas partes. Uno va a recto a donde la vivencia está siendo experimentada. Uno tiene que usar un poco la disciplina con la mente y negarse a tener la mente engaña por uno mismo. La persona dice: «Bueno, estoy experimentando la muerte de esa persona en el exterior.» Uno no está experimentando el “exterior», estás experimentando el “aquí”. ¿Dónde está eso? Es el mismo lugar donde uno siempre experimenta la experiencia, en la sensación del ser.

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El único problema son los propios sentimientos. El verdadero problema no es en realidad la muerte de alguien “de ahí fuera”, es que la persona esté en contra de la energía de los propios sentimientos, el abrumarse por esa energía. Si uno dirige su atención y se centra en ello con precisión, aborta lo que podría ser una experiencia prolongada y muy dolorosa, llevándola a un final abrupto.

¿Qué pasa si seguimos dejando ir esta energía? ¿Qué pasa si le damos la bienvenida? ¿Y si le decimos: «Qué oportunidad para descomprimir todo esto»? ¿Cuál sería entonces la experiencia? Será relativamente corta en comparación a como lo sería con un estado ordinario de conciencia. De repente, el campo de energía se detiene. Es como cuando el indicador de presión de la cámara de compresión llega a un cierto punto y detiene el flujo de entrada, entonces experimentamos un estado de paz. Nada más salir de una catástrofe grave aparecen estados de paz profunda. Si alguien ha pasado por esto, entenderá lo que se quiere decir aquí. El núcleo del alivio es el entregar la energía a gran profundidad.

De repente, toda la agonía se detiene y en su lugar hay casi un silencio, una presencia infinita, un estado infinito de paz, algo que puede ser mayor que cualquier experiencia que una persona haya tenido en su vida anterior. No son los mismos cuando salen por el otro lado. A partir de entonces, son más ligeros, más libres y menos sujetos al dolor de su propia experiencia emocional.

Clínicamente lo que suele ocurrir es que la persona ahora suspira de alivio. Se dan cuenta de que la vida va a continuar y que pueden vivir con ello. Por malo que pareciera, de alguna manera pueden sobrevivir. La paz continúa durante un período de tiempo variable, y luego una ola de emotividad regresa. Tiende a regresar en oleadas, con períodos de alivio entre medias. Cuando la ola regresa, le dan la bienvenida de nuevo y tratan de liberar la mayor cantidad de presión que puedan, antes de que la válvula se cierre de nuevo. Le dan la bienvenida como una oportunidad muy valiosa, y ya que puede que no ocurra muchas veces en la vida, es algo a ser atesorado. El valor de ello llega sólo cuando una persona está realmente en el otro lado de la experiencia y puede mirar hacia atrás con la sabiduría que ha ganado y comprende que la mente no va a ser de ninguna ayuda real en la experiencia. Esto se debe a que la mente mira en la dirección equivocada y dice: «Si pudiera cambiar las circunstancias del suceso exterior, entonces me sentiría bien.» Hay algunos buenos ejemplos clínicos de eso.

Hubo el caso de una mujer que recibió un telegrama diciendo que su hijo había muerto en Vietnam. Como resultado, ella dejó de hablar, se sentó en una mecedora cerca de una ventana, y siguió meciéndose hacia adelante y hacia atrás, mirando aturdida por la ventana. Estaba en el estado llamado apatía, con una pérdida completa de energía. El mundo parecía desesperado y, para ella, Dios estaba muerto. Se mecía hacia atrás y hacia adelante en este estado de desesperanza, no respondiendo verbalmente a su familia. Se negaba a comer, y apenas dormía algunas siestas, tal vez, durante la noche; tan sólo se quedaba mirando fijamente por la ventana en un estado de apatía total. Encontramos que ciertos cambios habían tenido lugar en la química de su cerebro como resultado de esto, y algunos neurotransmisores estaban agotados.

Mientras tanto, la familia no sabía qué hacer y estaba muy perturbada. Unos diez días después, la familia recibió otro telegrama del Departamento de Defensa de EE.UU. diciendo que todo era un error, y que su hijo no había muerto en acción, que era otro militar con el mismo nombre y un número de identificación que tan sólo difería en un dígito, había habido un error informático. La familia le dijo a la mujer: «Madre, madre, ¡que no está muerto!» Ella continuó meciéndose en la mecedora, mirando fijamente por la ventana, como si ni siquiera los oyera.

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Por lo tanto, el cambio de las circunstancias del mundo exterior no necesariamente va a cambiar el malestar, porque este ha iniciado ya un proceso. Es el proceso lo que ha de ser manejado. Los acontecimientos externos no tienen que ser aceptados, porque eso es justo lo que no podemos hacer. No podemos aceptar las circunstancias que han ocurrido en nuestra vida. Lo que podemos hacer es aceptar y entregarnos al hecho de que hay que hacer de tripas corazón y estar en esa situación en estos momentos. Por ejemplo, si nuestra pierna está atrapada en una trampa para osos y no hay manera de salir, nos entregamos a la experimentación, la necesidad de sentarnos en ella, enfrentarla, manejarla, y entregase a la vivencia de la experiencia con las técnicas que ya presentamos.

Para ser eficaces, uno presta poca atención a la mente, porque la mente realmente no tiene ninguna solución para el problema. La mente dice: «Si tan sólo pudiéramos cambiar las circunstancias externas.» De aquí es de donde provienen a menudo las experiencias de la gente con la oración. Sin saber por qué orar, puede llevarles a la amargura el estar rezando en una dirección equivocada. Muy a menudo la oración se dirige en la dirección de «Por favor, deshaz esto; por favor trae de nuevo la alegría a mi vida; por favor devuélveme mi pulgar; por favor cambia lo que está pasando ahí fuera.» La oración, en este sentido, es muy probable que sea ineficaz, porque la forma de la oración es como: «Querido Dios, por favor, déjame ser unos 30 centímetros más alto.» ¿El problema es de Dios, o el problema es de la falta de comprensión acerca de cómo orar?

En estos momentos, la oración podría ser: «Por favor estate conmigo; enséñame a entregarme y manejar esta experiencia», y pide la percepción consciente de la Presencia de Dios. Estaríamos pidiéndole a Dios que asumiera la experimentación en lugar de nosotros. Curiosamente, a medida que seguimos entregando la vivencia de la experiencia, a medida que dejamos de resistirla y etiquetarla, estamos progresivamente entregándola.
Hemos de rechazar la atracción a prestar atención a la reflexión y al “hacer algo” exterior para tratar de cambiar la situación. Entonces surge la voluntad de entregar el etiquetar y hacer que la energía emocional tome forma. La total entrega a la propia energía, nos lleva al estado interior a medida que conseguimos profundizar en la entrega de que algo se está experimentando, y que algo está manejando la vivencia de la experiencia por nosotros. Es como si el yo personal ahora se retirara, y lo único que podemos decir es que la energía está siendo manejada.

Los que rezan en esa dirección se vuelven conscientes de lo que está manejando la experiencia, ya que a medida que uno se interna en la entrega de la experiencia, te das cuenta de que está siendo manejada. Es como si algún campo de energía, algún modo infinito de existencia, algún aspecto del ser, lo estuviera manejando. Entonces viene la sorprendente realización de que uno nunca lo manejó en absoluto; para empezar, era una especie de ilusión que estaba proyectándome a mí mismo en ella dándole forma, y la identificación con lo que estaba causando el dolor. El dolor proviene de la resistencia y la insistencia en que el yo personal y todos sus aspectos tienen que ser manejados, que tiene que hacer algo respecto de la experiencia exterior – demandar a alguien, cambiar la casa o mudarse a un lugar diferente- a medida que se entrega a sus pensamientos. Se entrega el querer controlarlo y cambiarlo. Se entrega a la experiencia interior y, finalmente, lo ve como un gran regalo, pero sólo cuando se sale al otro lado.

Para aquellos que están alineados conscientemente en su vida con el trabajo espiritual: ¿Qué aspecto del trabajo espiritual buscas? ¿Qué opinas del trabajo espiritual? ¿Cuál es la naturaleza de lo que usted llama espiritual, o conciencia, o tratar con su inconsciente o su súper-consciente? ¿Qué es lo que le parece a usted?

Algunas personas han pasado muchos años diciendo que veían a una persona de rodillas y rezando, o veían a la persona en la iglesia. Ellos ven a una persona en una reunión donde todos están tomados de la mano y diciendo «Om», y que ven la luz en el centro del círculo. Se imaginan a sí mismos sentados con un libro y estudiando hasta la medianoche o hasta la una de la madrugada. Se ven a sí mismos escuchando cintas de audio de muy conocidos oradores espirituales, o se ven a sí mismos en las convocatorias de “cuerpo, mente y espíritu», o en servicios de curación. Este es todo el panorama de lo que la mente abarca y llama “trabajo espiritual”.

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Cuando nos enfrentamos a una crisis vital, sin embargo, no parece trabajo “espiritual”. El trabajo espiritual es descrito como el estudio de un libro de texto, mirar la foto de un gurú, y cantar canciones. Luego se produce una catástrofe aguda, y el trabajo espiritual se pasa por alto. Luego se reanuda, después de haber manejado las diversas situaciones de emergencia y las tareas de uno en la vida.

Es como si en realidad no viéramos la esencia del trabajo espiritual. No vemos que el trabajo espiritual nos lleva a estas crisis agudas, nos lleva a ellas, y que son una oportunidad. Aquí es donde el trabajo espiritual está sucediendo. Lo otro era una preparación, una recopilación de información y experiencias, decidir la dirección y acumular conocimiento espiritual. Entonces, de repente, llega el momento de la verdad, el momento de hacerlo.

Hay gente que ha estado en el trabajo espiritual y en círculos metafísicos durante muchos años, y nada cambia en sus vidas. Tienen las mismas enfermedades y problemas, su vida personal es la misma. No han tenido ninguna de las experiencias de la verdad interior de las que oyen hablar, ¿y por qué es esto así? Cuando la vida nos brinda una oportunidad de oro, ese es el momento de realizar el verdadero conocimiento espiritual. Es el momento de la transformación, el momento de dar ese salto de conciencia. Esos son los momentos de oro.

Las catástrofes agudas son los momentos en los que hacemos grandes saltos, cuando nos enfrentamos a ellos directa y fijamente, y decimos: «No voy a desviarme de este trabajo espiritual.» Ahora estamos realmente confrontados a un verdadero trabajo espiritual. No es como leer unas frases que suenan agradables en un libro o el mirar algunas fotos felices. En cambio, estamos justo en medio de ello, apretando los dientes. El apretar de dientes del trabajo espiritual se produce cuando nos enfrentamos a lo que no podemos evitar. Es la confrontación directa que requiere un salto de conciencia.

Estas son oportunidades de oro que no tienen precio, si las vemos de esa manera, si estamos dispuestos a estar con ellas y decir: «Está bien.» La voluntad de llevarlas adelante, sin importar lo dolorosas que sean, permite un gran salto en la conciencia, un avance real en sabiduría, conocimiento y consciencia. Eso que leemos en los libros y luego se convierte en nuestra propia experiencia interior.

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Hay algo por debajo de la emotividad que está experimentando esta energía que surge de una persona. Ella está, literalmente, siendo manejada por algo mucho mayor que el propio ser personal de uno. Si sólo estuviera presente el pequeño yo personal, estarías totalmente inundado y arrasado por la energía liberada durante estas experiencias. Uno sobrevive a la experiencia porque existe algo mayor que el yo personal que es más que capaz de manejarlo.

El truco de la mente es no ver eso. Trata de cambiar lo que pasa “por ahí fuera», trata de representarlo y luego vuelve a descender al intelecto y encuentra que el intelecto no va a resolver este tipo de problema. Cuando nos ha caído un gran roble y roto todos los huesos en la parte delantera del pie, lo que se necesita en este momento es nuestra disposición y voluntad para manejar lo que presenta la vida. Tener las herramientas y la voluntad nos brinda una curación muy rápida.

Se da la consciencia en un agobio agudo, de que realmente podemos manejar las experiencias. Parte del pánico proviene de la comprensión de que lo que pensamos que somos – nuestro poder, el yo limitado – no es rival para el poder de esta experiencia. Eso es precisamente lo que está pasando, el yo personal limitado e individual, no puede manejar lo abrumador. Este es el valor espiritual preciso de ello. ¿Qué es lo que realmente queremos cambiar acerca de la experiencia? Veremos que lo que queremos hacer es cambiar cómo nos sentimos al respecto. Lo que podemos saber es que los sentimientos van y vienen. El suceso no nos va a molestar después de sentir ese estado emocional. Todo lo que tenemos que experimentar es el aumento agudo y la energía de la emoción. Los acontecimientos se cuidarán por sí mismos.

El deseo de cambiar lo que ocurrió y cómo nos sentimos al respecto tiene que ser entregado. La confrontación está ahí, y lo único que podemos hacer es decir sí al experimentar a través de ello sin importar cuál sea su naturaleza, ya sea esta la muerte de un ser querido, un divorcio, una separación, una emergencia grave o una lesión catastrófica. Todas provocan un estado de shock que es igual, sin importar cual sea el evento precipitante. El shock es la súbita comprensión de nuestra impotencia, el hecho de que nuestra voluntad se ha encontrado con un muro de ladrillo, que no somos imparables y que hemos sido detenidos, y que la voluntad personal no puede seguir su camino. Por lo tanto, el shock y la realización de todo esto son lo mismo en todas las experiencias, junto al hecho de que es invariable y permanente. Eso es un shock. Es como si nos acercamos a toda velocidad contra una pared de ladrillo, y cada momento en la vida que hacemos esto, se libera el mismo campo de energía.

Si usted ha estado en más de una de estas experiencias en su vida, usted puede mirar hacia atrás y darse cuenta de que esto es así, y que cada vez el estado de shock era el mismo. La experiencia y la secuencia fueron las mismas. Hubo una experiencia de sensación de entumecimiento repentino, el estado de incredulidad, y luego la liberación de todos los sentimientos negativos.

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Cuando nos fijamos en los sentimientos negativos con precisión en algunas de las experiencias que hemos tenido, nos damos cuenta de que hemos experimentado todo esto. Hemos experimentado la totalidad de ese campo de energía negativa, por la mañana estaría presente y por la tarde seguiría estando presente. De hecho, en el plazo de un minuto, fluctuamos adelante y atrás. Es como un campo de energía chispeante en el que la forma de la emotividad alterna de la ira al resentimiento, a la autocompasión a los celos, a la revancha, a la venganza, al odio, a odiar a Dios, a odiarse a uno mismo, a culpabilizar a la familia y a la sociedad, a culpar a los gobiernos y las leyes. La mente corre salvajemente en torno a ese campo de energía negativa. Podemos ver lo difuso y la falta de forma de ello. Es como un cesto lleno de energía negativa, y sólo tenemos que manejar la cesta, no todas las pequeñas cosas que se alternan a su alrededor. Sólo tenemos que manejar el “todo” de ello. Cuando vemos que se está descomprimiendo el “todo” de ello, nos desplaza rápidamente a su través y salimos al otro lado. Vemos qué es, en la experiencia, inevitable, y debemos tener la voluntad de entregarnos al trabajo que ha de hacerse ahora. ¿Cómo podemos saber cuándo se termina ese trabajo? Cuando de repente salimos a ese estado de paz interior.

Sabemos que años después, la gente sigue teniendo resentimiento e ira y todavía están atrapados en algún aspecto de ese campo de energía negativa, porque los acontecimientos no fueron gestionados desde el principio. La persona no estaba dispuesta a sentarse y manejarlos hasta el final. La gente no están dispuesta a hacerlo por el dolor que implica y porque ellos no conocen las técnicas al uso. Cada vez que van a ello, volvieron de nuevo a empezar a tratar de cambiar los acontecimientos del mundo y manejar los pensamientos. El intelecto y la mente tratan de resolverlo, y la persona se dirige al mismo callejón sin salida. Al no tener una herramienta eficaz con la que controlar los acontecimientos, el trabajo sigue siendo incompleto.

¿Qué sucede con el trabajo no completado y las emociones que no fueron liberadas? Lo que quedó deshecho empieza a expresarse en las actitudes emocionales y en el cuerpo en forma de enfermedades. La culpa inconsciente que no fue soltada durante la catástrofe que sucedió hace muchos años, llega más adelante a través del sistema nervioso autónomo y el sistema de energía de la acupuntura y se conecta con algo de la mente.

El campo de energía de la culpa, el miedo o la ira, se acopla luego a algún sistema de creencias en la mente en alguna enfermedad en particular, lo que deriva en una enfermedad física. En el psicoanálisis, sería llamado psicosomática; y, en este caso, la contribución del elemento psicológico está en la superficie y bastante visible. El resultado final de la gestión emocional no resuelta de una experiencia catastrófica es, a menudo, una enfermedad que puede ocurrir muchos años más tarde. El duelo que quedó por resolver en el momento de la muerte de algún familiar hace veinte años, por ejemplo, puede ahora expresarse como un ataque al corazón.

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Una cosa ha sido manejada cuando nos sentimos en paz y plenos con ello. Ya no se repite o nos proporciona dolor cuando pensamos en ello; nos sentimos satisfechos. Puede haber pesar por tener que vivir con ello, pero de algún modo salimos como un tipo de persona diferente y con ese conocimiento, hay una cierta sensación de paz que nos permite saber que ahora ha sido manejado.

Las experiencias catastróficas son las semillas, la esencia misma de la experiencia espiritual última. Dentro de ella y siguiéndola hasta su núcleo central, caminando totalmente por el acantilado en completo abandono, la entrega plena de la experiencia es la misma semilla y el núcleo de eso que el buscador espiritual ha estado buscando todo este tiempo.

En muchas situaciones catastróficas de la vida ordinaria hay una resolución incompleta de la experiencia, junto a la falta de consciencia de las cualidades y oportunidades que son como joyas en los hechos. Estamos abrumados por “el que” y miramos en la dirección equivocada. La mente también recibe una recompensa secreta de las emociones negativas (por ejemplo: atención, autocompasión, drama) además de la indulgencia del martirio, etc.

Muchas veces cuando se introducen drogas se producen estados alterados de conciencia, y a la persona se la lleva a la sala de emergencias. Lo que podría ser un descubrimiento espiritual crucial es cubierto por una venda, y la familia trata de distraer a la persona del trabajo espiritual.

El aspecto esencial del beneficio espiritual proviene de ir directamente a la experiencia. Hay un dicho en el Zen: «Camina hacia adelante, no importa qué»; por lo que cuando esta experiencia catastrófica viene, es beneficioso ir uno mismo derecho a su centro, decirle «sí» y experimentarla.

Ha habido experiencias catastróficas en mi vida cuando las tiritas estaban disponibles y me negué a aceptarlas, porque para entonces ya había aprendido el valor de vivirlas. Las tiritas realmente evitan el experimentar lo que podríamos llamar “tocar fondo”. El concepto de “tocar fondo”, que es bien conocido en el manejo de muchos problemas graves, tales como el alcoholismo, significa el dejarse ir completamente.

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En una situación catastrófica grave, la mente tratará de aferrarse a lo que le es familiar. Intentará el escapismo, las distracciones, los tranquilizantes, las drogas y el alcohol, y otras varias formas de tratar de mejorar la situación en lugar de enfrentarse directamente y trabajar a través de ella.

La esencia de una situación catastrófica es la total entrega al descubrir eso que es mayor que el yo personal. El experimentar totalmente una catástrofe nos lleva a la conexión y la realización de que hay algo dentro de nosotros que tiene el poder de sostenernos, sin importar lo catastrófica que la experiencia parezca ser. Como resultado, salimos al otro lado como personas mejores, con la consciencia de que hay algo, que hay una Presencia, una cualidad o un aspecto de la vida interior que tiene el poder de apoyarnos a través de la mayoría de situaciones que parecían imposibles.

Si la experiencia catastrófica no es trabajada completamente, quedan ciertos residuos. Es como si hubiéramos caído a mitad del precipicio. Algunas personas piensan que han caminado por el precipicio, pero en realidad encontramos que estaban cruzando secretamente sus dedos y colgándose de algún pequeño saliente o línea de vida. El abandono a Dios no fue realmente total, porque una duda permanecía, y esa duda es el residuo de, por ejemplo, el dolor o el miedo a la experiencia. Si no experimentamos algo mayor que el yo personal cuando pasemos por la experiencia, podemos terminarla con una limitación, una cierta parálisis, la imposibilidad de ir más allá de un cierto punto, y la voluntad de participar se vuelve limitada. La persona dice: «Preferiría vivir una vida limitada que enfrentar ese tipo de experiencia de nuevo. Preferiría no volver a amar que amar y perder.» El dicho es: “Es mejor haber amado y perdido, que no haber amado nunca.» La vivencia del amor nos pone en contacto con nuestro Ser, aquello que es mayor que nuestro pequeño y limitado yo.

La completa resolución nos pone en contacto consciente con algo que es mayor que el yo personal. Muchas personas que han probado esto atestiguan el hecho de que cuando entregaron el pequeño yo a algo mayor que ellos mismos, entraron en contacto con lo que ellos consideraron ser “real”. Esa experiencia personal interior de la realidad espiritual, le lleva a uno al aprendizaje de una profunda convicción interior. De esta convicción interior proviene la voluntad de reincorporarse a la vida de nuevo, a participar en ella y a asumir los riesgos y las oportunidades.

¿Cuál es la experiencia interior de tocar fondo? Proviene de los sentimientos de la desesperación y la desesperanza; el pequeño yo de la persona está diciendo: «Yo, por mí mismo, no puedo manejar esto.» La persona se entrega debido a la desesperanza, y de ella proviene la voluntad de dejarse ir, de entregarse a algo mayor que uno mismo. En la parte inferior, metido en el hoyo, uno se da cuenta y acepta la verdad de que «Yo, por mí mismo, por mi propio ser personal e individual, por mi propio ego-yo, soy incapaz de manejar esto. Soy incapaz de resolverlo.» Es a partir de esta derrota que surge la victoria y el éxito. El fénix alza el vuelo desde las cenizas de la desesperación y la desesperanza. No son de valor ni la desesperación ni la desesperanza, sino el dejarlas ir, y la realización de la limitación del pequeño yo. En medio de la catástrofe, la persona dice, «Me rindo; no puedo manejar esto», y luego, consciente o inconscientemente, pide ayuda a Dios.

Debido a la ley del libre albedrío y a la naturaleza de la conciencia, que es lo que es, se dice que los grandes seres que están dispuestos a ayudarnos a todos nosotros están esperando por nosotros para decir «sí». Es el súbito giro de estar en el fondo del barril a la voluntad de aceptar que hay algo superior a nosotros mismos a lo que podemos recurrir. Cuando la persona dice: «Si hay un Dios, le pido que me ayude», entonces ocurren grandes experiencias transformadoras que se han registrado en toda la historia desde el comienzo.

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El comienzo de la gran organización mundial de Alcohólicos Anónimos (AA) surgió de una experiencia así. Bill W., el famoso fundador de AA, había tocado fondo. Se encontraba en un estado de total desesperación, de desesperanza, y entregó el yo personal. En ese momento él no era creyente, pero dijo: «Si hay un Dios, le pido que me ayude.» En ese momento se produjo una gran experiencia transformadora, el poder espiritual de lo que se evidencia en los millones de vidas que han sido afectadas por la energía que fluye al mundo como resultado de que este hombre está compartiendo su experiencia espiritual.

Obviamente, el dejar ir y el tocar fondo son cruciales. Es a partir de la consciencia de que no podemos cambiar las cosas y de que estamos limitados y somos impotentes, que descubrimos lo que tiene poder en el universo. Ese poder viene y se encarga de la experiencia, y sabemos cuando sucede esto debido al profundo estado de paz. Donde había agonía, ahora hay un estado de paz infinita y la inefable conciencia de la Presencia Infinita.

Históricamente, hubo una ocasión especial en donde surgió la comprensión de la verdad, pero eso no es necesario en absoluto; es sólo un tipo de experiencia. En realidad, esta es la naturaleza del trabajo espiritual de todos los tiempos. La persona que está involucrada en un trabajo espiritual está siempre observando lo que está ocurriendo en su vida, viéndola como el maestro, como el grano para el molino. Lo que está sucediendo representa lo que se está trabajando, por lo que una catástrofe grave no sería más que una continuación de un proceso que está en marcha de todos modos. Como resultado, la persona que está intensamente involucrada en el trabajo espiritual, después la verá como una oportunidad de oro, dolorosa y lamentable tal vez, pero de gran beneficio. La naturaleza esencial del trabajo espiritual es permanecer centrado en lo que surge instante a instante y tomar consciencia de “qué” se está experimentando y donde está siendo experimentado.

Existe una técnica meditativa y contemplativa que puede ser utilizada para lograr el mismo resultado. Esta es el proceso de constantemente dejar ir el querer controlar la vivencia, y el experimentarla en sí. Entonces se produce la súbita comprensión de que la consciencia está siendo manejada por algún aspecto infinito de la conciencia (el Ser); lo que puede haber sido sospechado previamente, pero no realizado auténticamente. Después, esta toma de consciencia de la Presencia se produce con mayor frecuencia.

De esta experiencia proviene una disposición cada vez mayor a confiar en esa Presencia interior y la cada vez menor y menor confianza en el pequeño yo. Con menos frecuencia, entonces, la persona va al pequeño para gestionar los problemas de su vida, ya que se da la progresiva voluntad de entregarse al Ser superior de uno. La progresiva pérdida de la identificación con el pequeño yo y la creciente identificación con la Presencia, junto a la voluntad de entregar la vida y todos sus aspectos a la voluntad de Dios, se convierte en la esencia misma del ejercicio espiritual de la persona y la experiencia.

La experiencia catastrófica aguda es una oportunidad clave de aprendizaje que nos enseña a ir al auténtico núcleo, a la esencia misma de la experiencia, para ver cuál es y manejarla en el nivel de la vivencia en el campo de la energía de la conciencia misma. Existe la voluntad de entregar y dejar de querer cambiar lo que pasó “ahí fuera”. Se da el dejar ir del querer controlar al pensar en ello y tratar de manejarlo con el intelecto y las emociones. Existe la voluntad de entregarse a la esencia de la experiencia sin llamarla de ninguna forma, o etiquetarla, o ponerle nombres. Existe la voluntad de manejar el campo de energía de la misma e ir directamente a la experiencia interior. La entrega a la experiencia interior es una puerta abierta a la experiencia de algo mayor que el pequeño yo personal.

Cada catástrofe, por tanto, es una repetición y una representación de otra oportunidad para esta gran experiencia de aprendizaje espiritual; por lo tanto, las personas que han pasado por grandes experiencias catastróficas expresan su gratitud. A menudo la gente dice: «Aunque no me gustaría vivirlo de nuevo, estoy muy agradecido por esa experiencia.»

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¿Cómo puede una persona estar agradecida por lo que el mundo considera una terrible catástrofe o una enfermedad progresiva terrible? Lo que aprendieron de la catástrofe fue de tan gran dimensión, que el precio valió la pena porque, a través de realización de la verdad, descubrieron la reconexión con el núcleo esencial de su ser.

A medida que crecemos espiritualmente y nos volvemos espiritualmente educados, se tarda menos y menos en llevar a cabo la voluntad de hacer frente a esta experiencia interior. Se podría decir que una persona en el “fondo del barril” consigue levantarse progresivamente. La persona no tiene que pasar por el dolor agonizante anterior, están dispuestos a dejarse llevar y entregarse. Cada vez más surge la voluntad de hacerlo sobre la base del día a día, para que se convierta en parte integrante de la propia vida, observando constantemente cómo uno está tratando de controlar las cosas, o tratando de cambiar la voluntad de Dios, o cómo uno está tratando de cambiar y controlar a Dios. A menudo se da la voluntad de entregarse totalmente y a gran profundidad, y entonces uno ve que la entrega se produce a diferentes profundidades.

En la vida ordinaria, nos entregamos poquito. Bajo una presión mayor, estamos dispuestos a entregarnos más y darnos cuenta de que no tenemos que ponernos bajo una presión catastrófica a fin de estar dispuestos a entregarnos a gran profundidad. La transformación de la personalidad, el cambio global de la posición espiritual de uno, vino tradicionalmente por una entrega a gran profundidad. ¿Qué significa entregarse a gran profundidad? ¿Cómo podemos entregarnos a gran profundidad sin tener que ponernos a nosotros mismos en una terrible catástrofe emocional a fin de cumplir el mismo trabajo espiritual? Al ver la naturaleza esencial del proceso, nos educamos. Nuestras posiciones cambian y somos de una manera de ser diferente. Estamos dispuestos a estar en la vida en todas sus expresiones. La voluntad se experimenta entonces como un estado interior de vitalidad. De ella surge la voluntad de aprovechar la oportunidad, porque ahora sabemos que estamos acompañados por algo mayor que el yo personal. No es el yo personal el que tiene que manejar lo que llega a la vida. La Infinita Presencia que está siempre con nosotros es más poderosa que la voluntad humana y el ego. El ser trae dolor y sufrimiento; el Ser irradia curación y paz.

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Fragility of a human creature conceptual body art on a woman

Por: Lorena S. Fuentes

De: http://energizate.net/2016/03/significado-de-la-enfermedad/

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«La enfermedad es el esfuerzo que hace la naturaleza

para curar al hombre». Carl G. Jung

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Comprender la enfermedad como la voy a plantear a continuación puede resultar incómodo para las personas que la utilizan como excusa para evitar enfrentarse con su origen.

Actualmente, la industria farmacéutica y la medicina alopática nos ofrecen soluciones que cada vez nos parecen más de ciencia ficción. Y no digo que esté absolutamente en contra de sus avances, pero si es verdad que cada vez somos más los que nos replanteamos las cosas, desconfiamos y buscamos en otros métodos, antiguos o modernos, lo que a la medicina tradicional le falta: comprender al ser humano desde todos sus aspectos.

Ya he hablado en ocasiones anteriores del Cuerpo (como cuerpo físico) y la Conciencia. Basándome en esos conceptos, trataré de explicar cómo entiendo yo la enfermedad:

Enfermedad significa la pérdida de una armonía o, también, el trastorno de un orden hasta ahora equilibrado (después veremos que, en realidad, contemplada desde otro punto de vista, la enfermedad es la instauración de un equilibrio).

“Ahora bien, la pérdida de armonía se produce en la conciencia, en el plano de la información, y en el cuerpo sólo se muestra (como síntoma o somatización). Por tanto, el cuerpo es el vehículo físico de la manifestación de todos los procesos y cambios que se producen en la conciencia. Si una persona sufre un desequilibrio en su conciencia, eso se manifestará en su cuerpo en forma de síntoma.”

La distinción entre «somático» y psíquico» se refiere al plano en el que el síntoma se manifiesta, pero no sirve para ubicar la enfermedad. En realidad se tratará exclusivamente de síntomas que se manifiestan en el plano psíquico, es decir, en la conciencia de la persona.

Un-elefante-atadoCuando en el cuerpo de una persona se manifiesta un síntoma, éste (más o menos) llama la atención interrumpiendo, con frecuencia de forma brusca, la continuidad de su vida diaria. Un síntoma es una señal que atrae atención e interés y suele impedir que tu vida continúe de forma “normal”.

El síntoma te reclama, lo quieras o no. Es molesto y nosotros no queremos ser molestados, enseguida tiramos de ibuprofeno:

-Me duele la cabeza

-Pues tómate “algo”.

La medicina, desde sus inicios, lo que ha hecho es convencer de que un síntoma es un hecho más o menos fortuito de origen meramente biológico. Siempre evitando la interpretación del síntoma.

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Yo siempre pongo este ejemplo: imagina que se te enciende una luz de avería en el salpicadero del coche. Imagina que llevas el coche al taller y el mecánico levanta el panel y saca la bombilla. Pues esto es lo que hace la medicina tradicional. Acabar con el síntoma. Muerto el perro, se acabó la rabia. ¿Pero qué es lo que te estaba diciendo la luz?

Para poder comprender esto hay que dirigirse a zonas más profundas. La luz sólo quería avisarnos y hacer que nos preguntáramos qué ocurría. Pues eso es lo que sucede en nuestro cuerpo. Y esto es lo que contempla la medicina holística o medicina integrativa: comprender la enfermedad desde una perspectiva mucho más amplia. Comprender al ser en todas sus dimensiones: física, emocional y espiritual, o lo que es lo mismo: mente, cuerpo y espíritu. El ser humano no es una ecuación química. Es infinitamente más.

Lo que en nuestro cuerpo se manifiesta como síntoma es la expresión visible de un proceso invisible y con su señal pretende interrumpirnos, avisarnos de que algo no va bien y obligarnos a indagar. También en este caso, es una estupidez enfadarse con el síntoma y absurdo tratar de suprimirlo impidiendo su manifestación.

Lo que hay que eliminar no es el síntoma, sino la causa.

Tenemos que ir mucho más allá, pero la medicina es incapaz de dar este paso.  ¿De qué sirve acabar con el síntoma, si la causa que lo origina sigue ahí­? ¿Cuántos tratamientos farmacológicos funcionan mientras se toman, y los síntomas siguen o vuelven en cuanto se dejan? ¿Cuántas enfermedades, sencillamente, no se curan con ningún fármaco? La enfermedad no está en el cuerpo, aunque se manifiesta a través de él.

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Aún con todos los avances científicos conseguidos hasta el momento, el número de enfermos no ha disminuido ni en una fracción del 1%. Ahora hay tantos enfermos como ha habido siempre ”aunque los síntomas sean otros”. Te lo pueden disfrazar como quieran, yo también se jugar con las estadísticas, me dedico a ello, pero esta es la cruda realidad. Investiga sobre ello tú mismo.

Resumiendo…

“La enfermedad es un estado, indica que la persona, en su conciencia, ha dejado de estar en orden o armonía. Esta pérdida del equilibrio interno se manifiesta en el cuerpo en forma de síntoma. El síntoma es la señal y porta información, nos dice que nosotros, como individuos, como seres dotados de alma, estamos enfermos, es decir, que hemos perdido el equilibrio de las fuerzas del alma. El síntoma nos informa que algo falla. Denota un defecto, una falta. La conciencia ha reparado en que, para estar sanos, nos falta algo. Esta carencia se manifiesta en el cuerpo como síntoma. El síntoma es, pues, el aviso de que algo falta.”

El síntoma puede decirnos qué es lo que nos falta ”pero para entenderlo tenemos que aprender su lenguaje. El lenguaje es psicosomático, es decir, sabe de la relación entre el cuerpo y la mente.

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A continuación extraigo algunos fragmentos de un libro que me pareció fascinante y que cito al final de la entrada (La enfermedad como camino):

“Polaridad

La curación se produce exclusivamente desde una enfermedad transmutada, nunca desde un síntoma derrotado o extirpado, ya que la curación significa que el ser humano se hace más sano, más completo. La curación se consigue incorporando lo que falta y no es posible sin una expansión de la conciencia. Enfermedad y curación son conceptos que pertenecen exclusivamente a la conciencia, por lo que no pueden aplicarse al cuerpo, pues un cuerpo no está enfermo ni sano. En él sólo se reflejan, en cada caso, estados de la conciencia.

La medicina se limita a adoptar medidas puramente funcionales que, como tales, no son ni buenas ni malas sino intervenciones viables en el plano material. En este plano la medicina puede ser asombrosamente buena; no se pueden condenar todos sus métodos.”

No se puede hablar de curación sin mencionar la polaridad y la sombra.

“La respiración da al ser humano la experiencia básica de polaridad. Inhalación y exhalación se alternan constante y rítmicamente. El ritmo que forman no es más que la continua alternancia de dos polos. El ritmo es el esquema básico de toda vida. Lo mismo nos dice la Física, que afirma que todos los fenómenos pueden reducirse a oscilaciones. Si se destruye el ritmo se destruye la vida. La vida es ritmo. El que se niega a exhalar el aire no puede volver a inhalar. La inhalación depende de la exhalación y, sin su polo opuesto, no es posible.

Un polo, para su existencia, depende del otro polo. Si quitamos uno, desaparece también el otro. La electricidad se genera de la tensión establecida entre dos polos, si quitamos un polo, la electricidad desaparece.”

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¿Para qué cuento todo esto? La enfermedad tiene mucho que ver con una pérdida de la polaridad, o mejor dicho, un desequilibrio entre la manifestación de ambos polos. Es importante comprender la interdependencia de los dos polos y la imposibilidad de conservar un polo y suprimir el otro. Y a este imposible se orientan la mayoría de las actividades humanas: el individuo quiere la salud y combate la enfermedad, quiere mantener la paz y suprimir la guerra, quiere vivir y, para ello, vencer a la muerte. Es impresionante ver que, al cabo de un par de miles de años de infructuosos esfuerzos, los humanos siguen aferrados a sus conceptos. Cuando tratamos de alimentar uno de los polos, el polo opuesto crece en la misma proporción, sin que nosotros nos demos cuenta.

Precisamente la medicina nos da un buen ejemplo de ello: cuanto más se trabaja por la salud más prolifera la enfermedad. Si queremos plantearnos este problema de una manera nueva, es necesario adoptar la óptica polar. En todas nuestras consideraciones, tenemos que aprender a ver simultáneamente el polo opuesto. Nuestra mirada interior tiene que oscilar constantemente para que podamos salir de la unilateralidad y adquirir la visión de conjunto.

¿Y qué es la sombra?

Todo lo que nosotros no queremos ser, lo que no queremos admitir en nuestra identidad, forma nuestro polo negativo, nuestra «sombra». Pero el repudio de la mitad de las posibilidades no las hace desaparecer sino que sólo las destierra de la identificación o de la conciencia. El «no» ha quitado de nuestra vista un polo, pero no lo ha eliminado. El polo descartado vive desde ahora en la sombra de nuestra conciencia.

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Llamamos sombra (en la acepción que da a la palabra C. G. Jung) a la suma de todas las facetas de la realidad que el individuo no reconoce o no quiere reconocer en sí­ y que, por consiguiente, descarta.

La sombra es el mayor enemigo del ser humano: la tiene y no sabe que la tiene, ni la conoce. La sombra hace que todos los propósitos y los afanes del ser humano le reporten, en última instancia, lo contrario de lo que él perseguía.

El ser humano proyecta en un mal anónimo que existe en el mundo todas las manifestaciones que salen de su sombra porque tiene miedo de encontrar en sí­ mismo la verdadera fuente de toda desgracia. Todo lo que el ser humano rechaza pasa a su sombra que es la suma de todo lo que él no quiere.

Ahora bien, esta negación, no afrontar y asumir una parte de la realidad, no conduce al éxito deseado. Por el contrario, el ser humano va a tener que ocuparse muy especialmente de los aspectos de la realidad que ha rechazado. Esto suele suceder a través de la proyección: cuando uno rechaza en su interior un principio determinado, cada vez que lo encuentre en el mundo exterior desencadenará en él una reacción de angustia y rechazo.

Proyección significa que con la mitad de todos los principios fabricamos un exterior, porque no los queremos en nuestro interior. Los principios rechazados que ahora aparentemente nos acometen desde el exterior, los combatimos en el exterior con el mismo encono con que los habíamos combatido dentro de nosotros. Insistimos en nuestro empeño de borrar del mundo los aspectos que valoramos negativamente. Pero esto es imposible (por la ley de la polaridad), este intento garantiza que nos ocupemos con especial intensidad de la parte de la realidad que rechazamos.

Esto entraña una irónica ley a la que nadie puede sustraerse: lo que más ocupa al ser humano es aquello que rechaza. Y de este modo se acerca al principio rechazado hasta llegar a vivirlo.

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Es conveniente no olvidar las dos últimas frases. El rechazo de cualquier principio es la forma más segura de que el sujeto llegue a vivir ese principio. Es la profecía autocumplida. Es resonancia.

A UN SER HUMANO SÓLO PUEDEN MOLESTARLE LOS PRINCIPIOS DEL EXTERIOR QUE NO HA ASUMIDO.

El entorno hace las veces de espejo en el que sólo nos vemos a nosotros mismos y también, desde luego y muy especialmente, a nuestra sombra, a la que no podemos ver en nosotros. De la misma manera que de nuestro propio cuerpo no podemos ver más que una parte, pues hay zonas que no podemos ver (los ojos, la cara, la espalda, etc.) y para poder hacerlo necesitamos del reflejo de un espejo, también para nuestra mente padecemos una ceguera parcial y sólo podemos reconocer la parte que nos es invisible (la sombra) a través de su proyección y reflejo en el llamado entorno o mundo exterior. El reconocimiento precisa de la polaridad.

El que vive en este mundo y no reconoce que todo lo que ve y lo que siente es él mismo, cae en el engaño y el espejismo. Hay que reconocer que el espejismo resulta increíblemente vívido y real (muchos dicen, incluso, demostrable), pero también el sueño nos parece auténtico y real, mientras dura. Hay que despertarse para descubrir que el sueño es sueño. Lo mismo cabe decir del gran océano de nuestra existencia.

HAY QUE DESPERTARSE PARA DESCUBRIR EL ESPEJISMO

Nuestra sombra nos angustia. No es de extrañar, está formada exclusivamente por todos los componentes de la realidad que hemos repudiado y rechazado, los que menos queremos asumir. Es la suma de todo lo que estamos firmemente convencidos que tendría que desterrarse del mundo, para que éste fuera santo y bueno. Pero lo que ocurre es todo lo contrario: la sombra contiene todo aquello que falta en el mundo, ”en nuestro mundo”, para que sea santo y bueno. La sombra nos hace enfermar, es decir, nos hace incompletos: para estar completos nos falta todo lo que hay en ella.

La Sombra como Maestra

La sombra produce la enfermedad, y encararse con ella, cura. Ésta es la clave para la comprensión de la enfermedad y la curación. Un síntoma siempre es una parte de sombra que se ha introducido en la materia. Por el síntoma se manifiesta aquello que falta al ser humano. Por el síntoma el ser humano experimenta aquello que no ha querido experimentar conscientemente. El síntoma, valiéndose del cuerpo, reintegra la plenitud al ser humano. Es el principio de complementariedad lo que, en última instancia, impide que el ser humano deje de estar sano. Si una persona se niega a asumir conscientemente un principio, este principio se introduce en el cuerpo y se manifiesta en forma de síntoma. Entonces el individuo no tiene más remedio que asumir el principio rechazado.

El síntoma indica lo que le «falta» al paciente, porque es el principio ausente que se hace material y visible en el cuerpo. No es de extrañar que nos gusten tan poco nuestros síntomas, ya que nos obligan a asumir aquellos principios que nosotros repudiamos. Y entonces proseguimos nuestra lucha contra los síntomas, sin aprovechar la oportunidad que se nos brinda de utilizarlos para completarnos. En el síntoma podemos aprender a reconocernos, podemos ver esas partes de nuestra alma que nunca descubriríamos en nosotros, porque están en la sombra.

Nuestro cuerpo es espejo de nuestra alma.

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La mayoría de la gente tiene dificultades para hablar de sus problemas más íntimos (suponiendo que los conozca siquiera) de forma franca y espontánea; los síntomas, por el contrario, los explican con todo detalle a la menor ocasión. Desde luego, es imposible descubrir con más detalle la propia personalidad. La enfermedad hace sincera a la gente y descubre implacablemente el fondo del alma que se mantenía escondido. Esta sinceridad (forzosa) es sin duda lo que provoca la simpatía que sentimos hacia el enfermo. La sinceridad lo hace simpático, porque en la enfermedad se es auténtico. La enfermedad deshace todos los sesgos y restituye al ser humano al centro de equilibrio. Entonces, bruscamente, se deshincha el ego, se abandonan las pretensiones de poder, se destruyen muchas ilusiones y se cuestionan formas de vida. La sinceridad posee su propia hermosura, que se refleja en el enfermo.

En resumen: el ser humano, como microcosmos, es réplica del universo y contiene latente en su conciencia la suma de todos los principios del ser.

La trayectoria del individuo a través de la polaridad, exige realizar con actos concretos estos principios que existen en él en estado latente, a fin de asumirlos gradualmente. Porque el discernimiento necesita de la polaridad y ésta, a su vez, constantemente impone en el ser humano la obligación de decidir. Cada decisión divide la polaridad en parte aceptada y polo rechazado. La parte aceptada se traduce en la conducta y es asumida conscientemente. El polo rechazado pasa a la sombra y reclama nuestra atención presentándosenos aparentemente procedente del exterior. Una forma frecuente y específica de esta ley general es la enfermedad, por la cual una parte de la sombra se proyecta en el físico y se manifiesta como síntoma. El síntoma nos obliga a asumir conscientemente el principio rechazado y con ello devuelve el equilibrio al ser humano. El síntoma es concreción somática de lo que nos falta en la conciencia. El síntoma, al hacer aflorar elementos reprimidos, hace sinceros a los seres humanos.

 Seguimos buscando.

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  • Lecturas que os recomiendo y que podéis adquirir a través de los enlaces que os dejo: “Psicogénesis de las enfermedades“, Carl Gustav Jung. “La enfermedad como camino“, Thorwald/Dahlke,Ruediger Dethlefsen. “Encuentro Con La Sombra“, Carl Gustav Jung y Otros.

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